Apuntes acerca de una poética de la noche

La diosaLa más reciente entrega de la columna “En línea recta”, nos introduce a uno de los temas fundamentales para la poesía y el mito: la noche. Momento de elevación y zozobra, que Mijail Lamas observa a través de un puñado de poemas.

 

 

 

La diosa Nyx nace del Caos, nos dice Hesíodo, y de ella, en amoroso contacto con Érebo, nace el Día; los versos del poeta griego nos revelan que de la oscuridad primordial nace la luz en sus más amplios sentidos.

            Al imponerse el culto de los dioses solares la noche fue vinculada de manera más evidente con lo femenino. El culto a lo solar se fortaleció con el mito de Apolo y la serpiente Pitón; el primero representa la imposición de patriarcado ante la figura de la diosa madre representada por la serpiente, el ser del conocimiento subterráneo, conocedor de todos los elementos ocultos de la naturaleza. Pero a pesar del dominio que Apolo impusiera en Delfos, él decidió dejar como administradoras a las hijas de la antigua diosa, a las llamadas Pitonisas, de tal manera que la diosa no abandonaría del todo su lugar profético.

            A la Diosa que antes habitaba todos los ámbitos de la antigüedad arcaica se le fue relegando al papel de consorte y ahí se le empezó a circunscribir a su naturaleza ctónica (Demeter y Core) que se encuentra estrechamente relacionada con la noche (la Luna, Inanna o la versión infernal de Perséfone-Proserpina).

            Siendo lo subterráneo aquello relacionado con lo oculto se le relaciona también con la noche, de tal manera que todo iniciado en los misterios de la Diosa Madre, para acceder a la luz del conocimiento, tiene que atravesar la noche y los trabajos que ésta le impone.  Es por eso que el descenso a los infiernos es la última y definitiva prueba del iniciado como podemos ver en los doce trabajos de Heracles.

            Durante esta travesía iniciática el poeta o el héroe se reconocen como habitantes de la noche y si bien es cierto que se han consagrado al culto del resplandeciente Apolo, el culto a lo nocturno no los abandonará, de tal manera que ambas potestades conviven en una tensa armonía.

            No son pocos, artistas o no, los que se han perdido irremediablemente en una noche terrible, ya sea en la arrebatadora noche de la muerte prematura, la inescrutable noche del anonimato o esa noche báquica en que se agota el cuerpo y la conciencia, sin que en muchas de las veces les sea revelada la visión trascendente; a propósito de este último apunte es necesario recordar que Dionisos (doble y complemento de Apolo) es el que abre las puertas a los misterios eleusinos (los misterios de la Diosa Madre de la naturaleza y los cereales), el camino que nos lleva al conocimiento primordial es la embriaguez y la catarsis colectiva.

            Pero la noche también tiene un doble rostro, uno terrible y otro sosegado. Robert Graves lo  ejemplifica bien, partiendo de unas líneas de Shakespeare. Ese poder nocivo que la noche puede generar, ya no por la alucinación causada por la ebriedad sino por la locura producto de los sueños:

La «Yegua nocturna» o Pesadilla es uno de los aspectos más crueles de la Diosa Blanca. Sus nidos, cuando se les encuentra en los sueños, alojados en las grietas de las rocas o en las ramas de enormes tejos huecos, están hechos con ramitas cuidadosamente elegidas, forrados con cabellos de caballos blancos  y plumas de aves proféticas y sembrados de mandíbulas y entrañas de poetas.

El poeta, entonces debe saber que el precio de transitar por los dominios de la Noche puede ser muy alto, sin embargo son esos mismos peligros los que lo fascinan y atraen. Es esa naturaleza la que impele a hablar de ella. Lo sabía muy bien el poeta español Felix Lope de Vega:

 

Noche fabricadora de embelecos,

loca, imaginativa, quimerista,

que muestras al que en ti su bien conquista,

los montes llanos y los mares secos;

 

habitadora de cerebros huecos,

mecánica, filósofa, alquimista,

encubridora vil, lince sin vista,

espantadiza de tus mismos ecos;

               

la sombra, el miedo, el mal se te atribuya,

solícita, poeta, enferma, fría,

manos del bravo y pies del fugitivo.

 

Que vele o duerma, media vida es tuya;

si velo, te lo pago con el día,

y si duermo, no siento lo que vivo.

 

Si bien persiste una visión apolínea o desdeñosa de la noche en este soneto de Lope, sí nos deja leer entre líneas que él también es presa de esa seductora, imaginativa y quimerista que lo atrapa y le consume media vida.

            Pero “Cuál viviente de sensible inteligencia no ama la plena luz entre las apariciones maravillosas del extenso espacio que lo rodea…” exclama Novalis extrañado de preferir él mismo a la noche. Sí, la noche también es dual, así como lo afirma la mitología de su astro regente, lo lunar, que representa al mismo tiempo el arrebato, la furia y la profecía y así mismo representa la familia, la casa y la patria. Por eso la visión de Novalis difiere tanto de la de Lope de Vega. Para el poeta alemán la noche es Santa. El viaje de Novalis, menos relacionado con el que hace el “cortejo dionisiaco”, propone un regreso al origen, al útero, otro de los aspectos mitológicos de la noche, así que en su ímpetu lírico Novalis nos declara: “quiero descender en gotas de rocío y mezclarme en la ceniza”.

            La noche es también ascética, callada y monacal; la encontramos como escenario propicio para la reflexión y el estudio, para la entrega espiritual y el arrebato místico, lo sabía San Juan de la Cruz y en ella desarrolla la acción estática y extática de su famoso poema:  

 

En una noche oscura,

con ansias, en amores inflamada,

¡oh dichosa ventura!,

salí sin ser notada

estando ya mi casa sosegada.

 

Otro de los poetas que más ha cultivado el culto a la noche es sin lugar a dudas Álvaro de Campos, el ingeniero sensacionista heterónimo de Fernando Pessoa. En los poemas de Álvaro  el escenario del luar, palabra intraducible como la saudade, es una presencia constante:

 

En la noche terrible, sustancia natural de todas la noches

En la noche del insomnio, sustancia natural de todas mis noches

Recuerdo…

 

De noche por la carretera de Sintra Álvaro conduce el Chevrolet prestado en ese viaje doble y simultáneo que describe en el famoso poema que tradujera magistralmente Francisco Cervantes. Pero es en sus Dois Excertos de odes donde Álvaro de Campos erige una de las invocaciones más sublimes a la diosa nocturna:

 

Ven, noche antiquísima e idéntica

Noche Reina nacida destronada,

Noche igual por dentro al silencio, Noche

Como las estrellas lentejuelas rápidas

Con tu vestido en tiras de infinito

 

O más adelante donde nombra sus señoríos:

 

Nuestra señora

De las cosas imposibles que procuramos en vano

De los sueños que vienen a estar con nosotros al crepúsculo, a la ventana

De los propósitos que nos acarician…

 

Y luego la invocación para que sea haga presente:

           

                Ven, dolorosa,

Mater-Dolorosa de las Angustias de los Tímidos

Turris-Ebúrnea de las Tristezas de los Desesperados

Mano fresca en la febril de los humildes

Sabor de agua en los labios secos de los cansados.”

 

Esta forma de versificación conocida como paralelismo sinonímico nos recuerda sin duda los tan conocidos rezos a la Virgen María, pero que acá se plantea una recuperación al culto de la Diosa Madre. Después de tan imponente invocación viene una exposición de circunstancias, ese escenario en que se interpreta la tragedia humana donde él es apenas un personaje secundario:

 

Cada calle es un canal de una Venecia de tedios

Y qué misterioso el fondo unánime de las calles

De las calles al caer la noche, oh Cesário Verde, oh Maestro,

Oh, el del “Sentimiento de un occidental”

 

La referencia a Cesario y a su enorme poema, son sin duda, oportunas, ya que este último es un poema donde la noche recorre las calles de Lisboa dibujando con rabia toda su neblinosa esencia.

 

Y, enorme, en esta masa irregular

De predios sepulcrales, del tamaño de montes

Humano Dolor busca los amplios horizontes

Resacas como hiel, tal si un siniestro mar.

 

En México es indudablemente que Xavier Villaurrutia es uno de nuestros poetas que más atinadamente han tributado poemas al altar de la noche, tanto como eje temático y escenario, donde el misterio convive con la clandestinidad y la ambigüedad erótica:

 

Se diría que las calles fluyen dulcemente en la noche.

Las luces no son tan vivas que logren desvelar el secreto,

el secreto que los hombres que van y vienen conocen,

porque todos están en el secreto

y nada se ganaría con partirlo en mil pedazos

si, por el contrario, es tan dulce guardarlo

y compartirlo sólo con la persona elegida.”          

 

Esta reflexión que aventuro es apenas un escarceo alrededor de la construcción de un trabajo monumental e infinito como la misma materia que lo domina: el poema a la Diosa Nyx, cómplice y verdugo de nuestros insomnios. Ahora mismo estoy seguro que ustedes hacen su propio recuento de poemas con tema nocturno y estarán prestos a discriminarme por la aciaga omisión de algún otro poema que hayan recordado, eso sólo puede significar que este reconocimiento del tema poético no es obra de un solo hombre, sino que el conocimiento y estudio de los temas fundamentales de la poesía los construimos entre todos.

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