A continuación un puñado de poemas del poeta y novelista suizo de lengua francesa, Blaise Cendrars (La Chaux-de-Fonds, 1887 – París, 1961). Protagonista de los movimientos de vanguardia, damos un atisbo a su obra a través de las traducciones de José Vicente Anaya.
Pascua en Nueva York
Para Agnes
Flecte ramos, arbor alta, tensa laxa viscera
Et rigor lentescat ille quem dedit nativitas
Ut superni membra Regis miti yendas stipite…
Fortunat, Pange lingua.
Doblega tus ramas, árbol gigante, baja un poco la tensión
de tus entrañas,
Y que se aplaque tu rigor natural,
No descuartices con rudeza los miembros del Rey supremo.
Remy de Gourmont, El latín místico
SEÑOR, HOY ES EL DÍA DE VUESTRO NOMBRE,
LEÍ EN UN VIEJO LIBRO LA GESTA DE TU PASIÓN,
Y tu angustia y esfuerzos y palabras bondadosas
Que suavemente monótonas lloraban en ese libro.
Un monje de viejos tiempos me habló de tu muerte.
Él hizo un recorrido por tu historia con letras de oro
Con un misal, y puesto de rodillas, el monje se
explayaba piadosamente inspirándose en Ti.
En el refugio del altar, sentado, con su hábito blanco,
De lunes a domingo, él, suavemente ejercía su labor.
Las horas se detenían en el umbral de su retiro.
Él caía en el olvido inclinado ante tu imagen.
En la víspera las campanas salmodian en la torre y
El buen hermano no sabe si se trata de su amor
O si se trata del Tuyo, Señor, o del de tu Padre,
Lo que con ardor golpea la puerta del monasterio.
Yo estoy como ese buen monje, inquieto, esta noche.
En la celda vecina soy un ser triste y enmudecido.
¡Aguarda tras la puerta, aguarda que te llamaré!
Eres Tú, es Dios, soy yo, — es el Ser Supremo.
No te había conocido antes, — ni en este momento.
Yo nunca estuve en oración desde que fui un infante.
Por eso es que en esta noche, con temor, pienso en Ti.
Mi alma es una viuda en duelo al pie de Vuestra Cruz;
Mi alma es una viuda vestida de negro, —Tu Madre
Sin lágrimas ni esperanza, como Carrière la pintó.
Conocí a todos los Cristos colgados en los museos;
Pero esta noche Tú caminas, Señor, junto conmigo.
A grandes pasos voy hacia la parte baja de la ciudad,
Mi espalda encorvada y corazón herido, espíritu febril.
Vuestro costado tan abierto es un grandísimo sol
Y alrededor de Vuestras manos retozan las centellas.
Los vidrios en ventanas de casas están llenos de sangre,
Y tras ellos las mujeres se ven como flores que sangran.
Extrañas malditas marchitadas flores, son las orquídeas,
Cálices trastornados sobre tus tres heridas, se abren.
Con Tu sangre en esos cálices, no se embriagaron ellas,
Que se pintan los labios de rojo y usan encajes en el culo.
Blancas igual que cirios son las Flores de la Pasión,
Las más dulces en el Jardín de la Virgen de Bondad.
Es en esta hora precisa, alrededor de la hora novena,
Cuando tu Cabeza, Señor, se inclinó hacia tu corazón.
Estoy sentado a la orilla del Océano y me acuerdo
De un cántico de Alemania que canta con palabras
Muy suaves, sumamente sencillas y muy purificadas
La belleza de Vuestro Rostro en la tortura.
En el subterráneo de un templo de Siena yo vi,
Detrás de cortinas, sobre el muro, ese mismo Rostro.
Y en la ermita de Bourrié-Wladislaz se puede
Ver dentro de en una urna rebosante en oro.
Turbias piedras preciosas han puesto en tus ojos
Que los campesinos, arrodillados, besan.
En el manto de la Verónica ella está impresa
Y es por eso que Santa Verónica es Tu santa.
Es la mejor reliquia que pasa por los campos
Es refugio para todos los enfermos y pecadores.
Hace también miles y miles de otros milagros,
Aunque a esos acontecimientos yo no he asistido.
Tal vez me hace falta la fe y la bondad, Señor,
Para poder ver la irradiación de Tu Belleza.
No obstante, Señor, he viajado entre peligros
Para contemplar Tu imagen en una esmeralda.
Señor, haz que mis manos, que cubren mi cara,
arranquen la máscara de angustia que me oprime.
Señor, haz que mi boca cubierta con mis manos
Deje de lamer la espuma de la cruel desesperanza.
Estoy triste y enfermo. (Puede ser por Tu causa,
O por cualquier otra. Puede ser por causa Tuya).
Señor, los pobres por quienes te sacrificaste están
Enclaustrados, ganado amontonado, en hospicios.
En inmensos barcos negros vienen de lontananza,
Y en revoltijo, son desembarcados sobre pangas.
Ahí están los italianos, los griegos, los españoles,
Los rusos, los búlgaros, los persas, los mongoles.
Son las bestias del circo que brincan meridianos.
Como a los perros, les arrojan trozos de carne negra.
Para ellos es la felicidad esa sucia pitanza.
Señor, ten piedad de los pueblos que sufren.
Señor, en los ghetos la turba de los judíos bulle,
Ellos vienen desde Polonia, todos son fugitivos.
Lo sé muy bien, ellos te procesaron, pero yo puedo
Asegurarte que no todos están dispuestos a la maldad.
En sus estanquillos, bajo la luz de sus quinqués,
tienen a la venta ropa vieja, armas y libros.
Rembrandt gustaba de pintarlos con sus ropas pobres.
Esta misma noche yo les he regateado un microscopio.
¡Ay!, Señor, ¡después de Pascua ya no estarás aquí!
Señor, ten piedad de los judíos que viven en barracas.
Señor, las mujeres humildes que te siguieron al Gólgota
Se ocultan detrás de inmundos canapés en los tugurios,
Y están contaminadas por la miseria de los hombres,
Los perros roen sus huesos y bebiendo el ron ocultan
El endurecido vicio que como una concha las envuelve.
Cuando una de ellas me habla, Señor, yo desfallezco.
Yo quisiera ser como Tú para amar a las prostitutas.
Señor, ten misericordia de las prostitutas.
Señor, ahora estoy en el barrio de los ladrones buenos,
De los vagabundos, los desarrapados, los encubridores.
Pienso en los dos ladrones a tus lados durante Tu
Sacrificio. Sé que tú sonreías de sus malas suertes.
Señor, quisiera un cordón con un nudo en el extremo
Pero ese cordón no es gratis, cuesta veinte centavos.
Razonaba como un filósofo, aquel bandido viejo, con el
Que compartí el opio para que pronto llegara al Paraíso.
También pienso en los músicos callejeros, el violinista
Ciego, el manco que sin saber música toca el órgano,
El cantor con un viejo sombrero y adornado con flores
De papel. Son quienes cantan durante toda la eternidad.
Señor, otórgales tu caridad, no el resplandor engañoso.
Entrégales, Señor, una limosna con dinero de verdad.
En el momento de tu muerte, Señor, la corina se rompió,
Y nadie dijo nada de lo que detrás de ella había.
En las noches las calles son como desgarramientos.
Se llenan de oro y de sangre, de desperdicios y fuego.
Aquéllos que arrojaste del templo a latigazos, ahora
Flagelan a los caminantes con fechorías que punzan.
La Estrella que entonces desapareció de tabernáculo
Ahora brilla sobre los muros del espectáculo chocante.
Señor, el Banco iluminado es como una caja fuerte
Donde la sangre de Vuestra muerte se está coagulando.
Las calles se vuelven desiertos cada vez más negros.
Yo zigzagueo como un borracho por las aceras.
Me atemorizan los sombras que las casa proyectan.
Tengo miedo. Me siguen. No me atrevo a voltear.
Un paso renqueante brinca, cada vez se acerca más
Tengo miedo. Tengo vértigo. Me detengo adrede.
Un espantoso granuja me lanzó su filosa mirada,
Luego, maloso como un puñal, pasó a mi lado.
Señor, nada ha cambiado desde que ya no eres Rey.
El Mal, con el madero de tu Cruz, se hizo una muleta.
Yo bajo por los malos escalones de una cafetería,
Y he aquí que me siento a beber una taza de té.
Estoy en un lugar de chinos que a mis espaldas sonríen,
Hacen caravanas, son atentos, parecen de porcelana.
El local es muy pequeño y está pintado de color rojo,
Se adorna con curiosos cromos en marcos de bambú.
Hokusai pintó una montaña de cien formas diferentes.
¿Cómo se vería Vuestro Rostro pintado por un chino?…
Esta última ocurrencia, Señor, primero me hizo sonreír.
Imaginé verte en escorzo durante Tu martirio.
El pintor chino habría mostrado tu tormento con mayor
Crueldad de cómo lo han hecho los pintores de Occidente.
Las dagas onduladas habrían aserrado Vuestras carnes,
Tenazas y espátulas habrían raspado Tus nervios.
Un dogal habría sido puesto alrededor de Tu cuello.
Las uñas y los dientes te habrían sido arrancados.
Han de haberte arrojado inmensos dragones negros
Que con sus llamas en soplete lastimarían tu cuello.
Te habrían extirpado tanto la lengua como los ojos
Y te habrían ampalado en una lanza.
De ese modo , Señor, habrías sufrido toda la infamia,
Porque no existe mayor crueldad que la imaginada.
Después te habrían arrojado entre los puercos
Que te habrían carcomido el vientre y las tripas.
En este momento estoy solo, los demás se han ido,
Me acosté sobre una banca pegada a la pared.
Yo habría preferido, Señor, estar dentro de un templo;
Pero en esta ciudad, Señor, no he escuchado campanas.
Pienso en campanas mudas —¿Dónde están esas de la
Antigüedad? ¿Dónde las letanías y dulces antífonas?
¿Dónde las ceremonias de larga duración y los cánticos
Hermosos? ¿Dónde están las liturgias y las músicas?
¿Dónde los altivos abades, Señor, dónde tus monjitas?
¿Dónde el alba pura, el escapulario de santas y santos?
El deleite del Paraíso se oscurece entre la polvareda.
Los fuegos míticos ya no brillan en los vitrales.
El alba se tarda en llegar y en el tugurio estrecho
Las sombras crucificadas agonizan sobren paredes.
Es como un Gólgota de noche ante un espejo
Que se le mira, entre el rojo al negro, tembeleque.
El humo sobre la lámpara es como trapo desteñido
Que rodea, se enreda, alrededor de tus caderas.
Por arriba de la pálida lámpara, suspenso, ese humo
Está como Tu Cabeza, triste, muerto, exangüe.
Reflejos insólitos parpadean en vidrios de ventanas.
Tengo miedo —y estoy triste, Señor, de estar triste
—”Dic nobis, Maria, quid vidisti in via?”
—La luz tiritando, humilde, en el amanecer.
—”Dic nobis, Maria, quid vidisti in via?”
—La blacura delirante que tiembla, como manos.
—”Dic nobis, Maria, quid vidisti in via?”
—El augurio de la primavera vibrando en mi pecho
Señor, el alba como un sudario, se deslizó, fría,
Y ha desnudado a los rascacielos como al aire libre.
Ahora un inmenso ruido resuena sobre la ciudad.
Ahora los trenes van desfilando, brincan y rugen.
Los trenes subterráneos bajo tierra ruedan bramando.
Los puentes se sacuden por la vías férreas.
La ciudad tiembla. Hay gritos, fuego, humaredas,
Las sirenas a vapor estruendan sus aullidos.
El gentío se enfebrece tras los sudores del oro
Por los largos pasillos se precipitan y atropellan.
Trastornado, en un mare magnum sobre techos,
El sol es Tu Rostro, por escupitajos mancillado.
Señor, regreso fatigado, solo, con mi melancolía.
Mi cuarto, como si fuera una tumba, está escueto.
Señor, estoy completamente solo y tengo fiebre.
Mi lecho, como un féretro, es la frialdad misma.
Señor, cierro mis ojos y mis dientes castañetean.
Estoy completamente solo. Tengo frío. Te llamo.
Cien mil trompos giran ante mis ojos… No,
Son cien mil mujeres… No, cien mil violines.
Pienso en mis horas de desdichas, Señor…
Pienso, Señor, en mis horas que han pasado.
Ya no pienso en Ti, Señor. Ya no pienso en Ti.
Nueva York, abril de 1912.
Retrato
Duerme
Se despierta
Ahora pinta
Agarra una iglesia y pinta con la iglesia
Agarra una vaca y pinta con la vaca
Con una sardina
Con cabezas, manos, cuchillos
Pinta con un nervio de buey
Pinta con las pasiones exageradas de una villa judía
Con la exacerbada sexualidad de la provincia rusa
Para Francia
Sin sensualidad
Pinta con sus piernas
Tiene los ojos en trasero
Y de pronto termina tu retrato
Eres tú, lector
Soy yo
Es él
Es su novia
Es el abarrotero de la esquina
La vaquera
La partera
Hay cubetas con sangre
Donde bañan a los recién nacidos
Cielos de locura
Bocas de la modernidad
La Torre tirabuzón
Las manos
Cristo
Él es Cristo
Pasó su infancia en la Cruz
Todos los días se suicida
De pronto, ya no pinta más
Se despierta
Ahora duerme
Con su corbata se estrangula
Chagall se sorprende de estar vivo
Dorypha
Los días de fiesta
cuando indios y vaqueros se embriagan
con whisky y con pulque
Dorypha baila
Al ritmo de una guitarra mexicana
Tocando habaneras tan cadenciosas
Que desde lugares distantes llegan
Para admirarla
Ninguna mujer sabe, tan bien como
Ella lo hace, lucir el mantón de Manila
Adornar sus rubios cabellos
Con un listón
Con un peine
Con una flor
Rumbo a Dakhar
Está frío el aire
El mar es de acero
El cielo está que hiela
De acero es mi cuerpo
Adiós Europa, te abandono por primera vez
Desde 1914
Nadie me interesa de los que
Van a bordo
Emigrantes a cubierta
Judíos rusos vascos españoles portugueses
Y saltimbanquis alemanes
Que por París suspiran
Quiero olvidarme de todo
Ya no hablar en tu idioma
Acostarme entre negros y negras
Indios e indias
Animales y vegetales
Bañarme viviendo en el agua
Bañarme y vivir bajo el sol
Acompañarme de un árbol bananero
Y amar a su retoño
Y seguramente a mí mismo
Volverme tan duro como piedra
Tumbarme en cualquier instante
Caer a fondo
Orión
Es mi estrella
Tiene forma de mano
Es mi mano que sube al cielo
Durante toda la guerra yo miraba
A Orión desde una almena
Cuando venían los zepelines para
Bombardear París
Siempre venías desde Orión
Hoy está sobre mi cabeza
Un gran mástil atraviesa la palma
De esa mano que debe sufrir
Como yo sufro con mi mano
Continuamente herida
Por un dardo
En el tren
El tren marcha muy veloz
Los señalamientos los
Guardagujas y los pasajes son como
Los de Inglaterra
La naturaleza es de un verde más oscuro que
La nuestra
Cobriza
Cerrada
El bosque tiene un aspecto indiano
Mientras que en nuestros prados
Dominan el amarillo y el blanco
Aquí el azul cielo colorea
Los campos floridos
Paisaje
La tierra roja
El cielo azul
La vegetación es de un verde oscuro
Este paisaje es cruel duro triste
A pesar de la infinita variedad de sus formas
Vegetales
A pesar de la gracia que cuelga de las
Palmeras y de los ramilletes que resplandecen
En los grandes árboles
Con flores y flores para la cuaresma
Por encima de su vestido
luce el cuerpo de ella
El cuerpo de la mujer está tan repujado
como mi cráneo
Gloriosa
Si encarna con genio
El oficio de las costureras es ridículo
Al igual que el estudio de la inteligencia
Mis ojos son balanza que sopesa la
sensualidad de las mujeres
Todo lo que se derrama con ímpetu
en la profundidad
Las estrellas que penetran el cielo y
los colores
La desvisten
“Por encima de su vestido
el cuerpo de ella”
Por encima de los brazos brezos manos
lunas y pistilos cuando el agua corre
desde sus claros omóplatos por su espalda
Su vientre es un disco móvil
Dos capullos sus pechos que pasan
bajo el puente del arco iris
Vientre
Disco
Sol
Por sus muslos se deslizan
coloridos gritos perpendiculares
“Espada de San Miguel”
Las manos se tienden
Ahí está en la maleza la bestia todos los
ojos todas las fanfarrias todos los
pasos del baile Bullier
Y en la cadera
La firma del poeta
Martes de carnaval
Los rascacielos se resquebrajan
Allá en el fondo encontré al viejo Canudo
de buen humor
Por cinco centavos
En una librería de la Calle 14
Religiosamente
Tu improvisación de la Novena Sinfonía
de Beethoven
Se ve Nueva York como una Venecia
comercial al Occidente del Océano
La Cruz labrada
Danza
No hay gobierno local
No hay aerofagia
No hay pirámide espiritual
No comprendo la palabra “imperialismo”
pero en tu granero
Entre los monos titís los indios y las
bellas damas
Llegó el poeta
Verbo colorido
Hay horas que suenan
a montón de piedras
Cuerno de marfil de Rolando
Mi cuchitril en Nueva York
Mis libros
Los telegramas
Y el sol te trae los bellos cuerpos
de ahora en recortes de periódicos
Esas mantillas
Febrero de 1914.
Expresso a Bombay
La vida que me intriga
Me impidió el suicidio
Todo brincó
Las mujeres ruedan bajo las ruedas
Con grandes gritos
Las básculas están ventiladas en las
puertas de las estaciones
Tengo la música debajo de las uñas.
Nunca me gustó Mascagni
Ni el arte ni los Artistas
Ni las bardas ni los puentes
Ni los trombones ni los cornetines
Yo no sé nada
Yo nada comprendo…
Esta caricia
Hace estremecer al mapa
Este año o el venidero
La crítica de arte es tan imbécil
como el esperanto
Brindisi
Adiós adiós
Yo nací en esa ciudad
Y mi hijo igualmente
Él cuya frente es como la vagina
de su madre
Hay pensamientos que ponen en alerta
a los autobuses
Ya no leo los libros que no se encuentran
en las bibliotecas
Más allá del A B C del mundo
¡Buen viaje!
Yo te transporto
A ti que ríes con rubor
Abril de 1914.
El zenzontle
Este calor es agobiante
Balcón sembrado con jazmines de Virginia
y de madreselvas púrpuras
En el gran silencio de la campiña
somnolienta
Se distingue
El glu glu de los arroyos
El bramido en lontananza de los
grandes rebaños de búfalos en
los pastizales
El trino del ruiseñor
El cristalino silbido de los sapos gigantes
El ulular de las aves rapaces nocturnas
Y el trino del zenzontle sobre un cactus
En el rápido de las 19:40 hs.
Ya hace años que no tomo el tren
Doy vueltas en automóvil
En avión
Un viaje por mar y luego vuelvo a otro
más largo
Esta noche estoy aquí en medio del ruido de
los rieles que en otros tiempos me fue muy
familiar
Y me parece que ahora lo entiendo mejor
Vagón restaurante
Nada se distingue bien afuera
Es una noche negra
La luna en cuarto menguante no se mueve
nada al observarla
En un momento está a la izquierda;
y en otro, a la derecha del tren
El rápido va a 110 por hora
No veo nada
Esta estridencia sorda me hace zumbar
los tímpanos — el izquierdo me duele —
mientras cruzamos un paisaje con trinchera
de mampostería
Después pasamos por la catarata de un
puente metálico
En harpa amartillada de las agujas
la bofetada de una estación
el doble gancho a la mandíbula
de un túnel furibundo
Cuando a causa de las inundaciones
el tren aminora la marcha
se escucha como el agua que cae en el retrete
y los pistones recalentados de las cien
toneladas están en medio de los ruidos
de trastes y frenos
En El Havre tomo un autobús
Abro las persianas de mi cuarto de hotel
Hacia afuera miro las calderas del puerto
y el gran resplandor gélido de una noche estrellada
Una mujer ríe coqueta cloque en el muelle
Una cadena sinfin tose gime trabaja
Me duermo con la ventana abierta entre el
ruido de corral
Como si estuviera en la campiña
En el vientre de mi madre
En mi primer hogar
Todo era redondo
Muy a menudo me imagino cómo podría
haber estado…
Mis pies sobre tu corazón, mamá
mis rodillas contra tu hígado
Las manos crispadas en el conducto
Que termina en tu vientre
La espalada torcida como espiral
Las orejas completas los ojos vacíos
Todo encogido tenso
La cabeza casi saliendo de tu cuerpo
Mi cráneo en tu orificio
Yo gozoso de tu salud
Del calor de tu sangre
De los abrazos de papá
Muy a menudo un híbrido fuego
Electrizaba mis tinieblas
Un golpe sobre mi cráneo
me ablandaba
Y era lanzado contra tu corazón
Entonces el gran músculo de tu vagina
se contraía duramente
Yo dolorosamente cedía
Y tú me inundabas con tu sangre
Mi frente todavía está abollada
Por los porrazos de mi padre
¿Por qué permitir que eso suceda
y quedar medio estrangulado?
Si hubiera podido abrir la boca
Te habría mordido
Si hubiera podido hablar
Habría dicho:
¡Mierda, no quiero vivir!
Datos vitales
Blaise Cendrars. Novelista y poeta suizo de lengua francesa. Nació en el cantón de Neuchâtel, Suiza, en 1887; falleció en París, el 21 de enero de 1961. Su verdadero nombre fue Fréderic-Louis Saucer. En 1916 se nacionalizó francés. Su largo poema Prosa del transiberiano y de la pequeña Jeanne de Francia se publicó por primera vez en 1913, en papel de formato vertical a una altura de dos metros, con ilustraciones a colores a cargo de la artista plástica Sonia Delaunay. Habiendo sido pianista, optó por ser escritor debido a que perdió su brazo derecho por haber sido herido en una batalla durante la Primera Guerra Mundial. Desde su infancia viajó con sus padres por muchos países, afición que conservaría toda su vida, así, sucesos de viajes marcaron su obra literaria. Su primer libro de poesía, Secuencias, tiene un marcado corte místico. En 1912, él y el anarquista Emil Szytta fundan en París la revista Les Hommes Nouveaux (Los Hombres Nuevos). Publicó un promedio de 40 libros, entre los cuales están: La leyenda de Novgorod y del oro gris, Moganni Nameh, La Pascua en Nueva York, La guerra en Luxemburgo, Diecinueve poemas elásticos, Kodak, El oro, Ron; y la tetralogía: El hombre fulminado, La urbanización del cielo, La mano cortada y Borlinger. Su amigo Modigliani en 1917 le hizo un retrato. Algunos de sus poemas muestras influencia del surrealismo, vanguardia con la que departió.