Foja de poesía No. 271: Bernardo González Koppmann

 

Bernardo-González[1]Presentamos la poesía de Bernardo González Koppmann (Talca, Chile, 1957). Pertenece a la Generación del Roneo, cuyas primeras publicaciones se realizan a principios de los 80´, durante los días más álgidos de la dictadura militar de Pinochet.

 

BERNARDO GONZÁLEZ KOPPMANN

 

 

                                                   a las ánimas que aún transitan

                                                   por el patio de mi casa…

 

 

Álbum

Las carretelas de la panadería La Fortuna
ya no pasan por mi barrio
Gisela ya no salta la araucaria del jardín
ni el Piduco, el estero de mi pueblo donde se bautizaban
los canutos, tiene tres brazos
Antes, cuando me tendía en los prados de la Alameda
cruzaba un auto cada diez minutos
y los plátanos orientales se llenaban de jilgueros
los carabineros rondaban a caballo por las calles oscuras
y nadie les tiraba piedras
en el almacén de don Lalo no vendían fósforos a los niños
el escaño aún congrega la ausencia de los que partieron:
nunca más pedaleó en su bicicleta la niña del vestido azul
los trenes de carga se hundieron en la niebla
y aunque tras lluvias y lluvias caídas sobre el muro
se volvió a leer Mejoral
por el vidrio roto entró un aroma desconocido
No importa; hoy creo recordar las manos de mi abuelo
poniéndole tirantes al primer volantín
hoy creo tener una tuna verdeagua acortando la tarde
creo ver al gallo cacareando parado en el techo de la cocina
mientras la Elbita entona una canción de Leo Dan…
Y parece que nada de esto ha transcurrido
que todo está por suceder
salvo que las fotografías me contemplan

 

 

Último vuelo

En la playa encuentro
el esqueleto seco de una gaviota
y lo cubro de arena
con la punta del pie…
Las nubes se hacen flores
y sólo el viento pasa
dándome el pésame

 

 

 

Mar

 

Me tenderé a orillas de tu cuerpo

con los ojos llenos de gaviotas

pasarán las nubes con mi corazón a bordo

canciones desnudas bailarán sobre el agua

y los moluscos se hundirán en las rocas

huyendo de la resaca

Entonces tú

tan solemne como el recuerdo

me regalarás la espuma de las olas

las pisadas de alguien sobre la arena

y las astillas de un falucho

para encender el fuego

 

 

 

 

Cuerpo de Bernardo

Hoy me alejé de mi asno
lo miré de una distancia prudente
y le dije:
Cuerpo de Bernardo
a ti que te crece la barba y las uñas
a ti que la piel de las mujeres
ha roído hasta las callosidades de las manos
a ti que te duele la cabeza
y que ahora estás con los ojos cerrados
a ti, sólo a ti, Cuerpo de Bernardo
he amado en esta vida
y sólo a ti he llevado por los caminos
he sentado en una piedra
he dado los alimentos
y he revelado verdades hermosas
Por eso ahora sólo a ti, Cuerpo de Bernardo
corresponde la muerte

El pobre tuvo miedo
y se dejó sumir en un sueño profundo

 

 

 

Funeral en Curepto

a Juan Rulfo

En este pueblo que surge de la niebla
cuando alguien muere se nota de tan lejos
porque si doblan las húmedas campanas
se duelen hasta las zanjas de los cerros
la hora nos sorprende en los estribos
todos vieron al finado a mediodía
endilgando hacia el puente o escarbando
en el huerto. En este pueblo perdido
entre los montes, apena ver morir a un tero
algo se lleva de nosotros, unos terrones
donde echamos semillas recogidas del viento
esa tarde tan larga que después de la lluvia
se hundió con su leyenda en el brasero
Yo le tengo guardada una bufanda y un
secreto. Pasan los pinos callados por el cielo
(No sé; me sobrecoge ver la muchedumbre
camino a la colina tras la urna, sin nada
que decir, tan resignados, creyendo que
así tenía que ser. Estaba viejo) Aveces
en Curepto morir es, un poco, querernos
Luego, y antes que la fosa se amapole
y se esfumen los pasos sin los huesos
antes que los niños se disfracen de oruga
y mujeres de oscuro desmalecen el tiempo
antes, mucho antes que los muros aúllen
y la luna se duerma en los esteros secos
salen los muertos a la calle y brindan
por la lenta romería de los deudos

 

 

 

 

Pelusita

Mi muchacha es silvestre
graciosa, como los árboles frutales
o una flor blanca a orilla de camino
sin nombre, resplandeciente, pura

Entonces mi muchacha es pura
no es virgen, mas bien es puta
y por eso la amo, por su lejanía
cuando está conmigo; y la atrapo
volátil, pajarita, sin nada que negar

Por lo tanto, mi muchacha es pobre
no tiene qué ponerse, sólo la ropa de su hermana
unos zapatos duros y un abrigo viejo
pero con lo que se ponga se ve bien
y come cuanto tiene a mano

Mi muchacha es mendiga, trashumante
va de lecho en lecho, de camisa en camisa
(hoy lleva mi polera que la cubre como el agua)
Canta, tiene una hermosa voz, y ella lo sabe
pero prefiere escuchar a mis amigos

Mi muchacha es sencilla
como una hoja desprendida que cae sobre mis pasos
y yo, feliz, la tomo y la guardo en un cuaderno

 

 

 

 

Los bacanes

Los bacanes
cómo amarán a la mujer?
Cómo podrán hebra a hebra
desenredar una cabellera
cómo se verán en las pupilas
de la amada? Los bacanes
qué palabras dirán en el lecho
hablarán de negocios, de perfumes?
Qué pensarán de unos ojos cerrados?
Cómo se levantarán después del beso
presurosos, pausados? No me
imagino a estos bacanes
acariciando la espalda de una hermosa
no los concibo pasándoles un dedo por la frente
ni contándoles sus sueños, sus fracasos
Los bacanes, los bacanes
se miran al espejo para huir del amor

 

 

 

Ajedrez

a mi padre

El tablero es un castillo
donde los hombres combaten
con sus sombras
sólo con el silencio de rozar
la forma de las piezas

 

 

 

 

Cárcel de noche

Tras los muros duermen los reclusos
con los ojos abiertos
escuchan en la celda
rumores del viento sobre las garitas
fusiles que se cargan y descargan
como un juego
la orina que cae y cae a un tarro
silencio absoluto, a veces
que intenta huir del camarote
Sólo el ruido del eco del recuerdo
penetra a escondidas
en pasos conocidos
que nunca terminan de llegar
en un beso que choca con las rejas
en sollozos reptando entre las sombras
en el zumbido de la mano
de alguien masturbándose
o en el agujero de la frazada
que mira incrédulo
creyendo ver la puerta abierta
a un patio sin gendarmes…
Cuando amanece
el día es el mismo

 

 

 

La muchacha de la bandera roja

a Frida Khalo

Nunca vi nada más bello
que una muchacha con su bandera roja
avanzando entre las viejas estatuas
de los héroes ilesos
De sus labios salían mariposas
palomas, besos, nomeolvides
que disolvían los sueños polvorientos
de las repúblicas doradas
su boca era una amapola húmeda
inaugurando manifiestos
Pasaba con el viento en sus cabellos
y con todo el cielo en la mirada
sus ojos reclutaban los gemidos
que, olvidando el rugir de los motores
se iban detrás de las manzanas
que dejaban temblando el horizonte
Sus pechos bailaban al son de la alegría
ser hermosa era su única consigna
ser hermosa para los que sufren
Nunca vi mayor belleza
que esa niña marchando por las calles
alzando su bandera roja
contra los inmensos monolitos
los luminosos ilegibles
los argonautas de palacio
y las ventanas engrilladas
Llevaba en sus manos la esperanza
del vino de los campos secos
la sal de los días venideros
el grito de la tierra
en su frente se leía desde lejos
la porfía de la primavera
Esa muchacha que pasó cantando
sobre las tumbas y las sombras
dejó flameando en mi memoria
la humanidad de su bandera roja
Ya no sé que hacer con la belleza
cuando la rosa se desnuda
cuando la sangre se desnuda:
ser digno de su amor es mi tarea

 

 

 

Ola

Caballo
de agua
galopa
rumbo
al sol
sudando
peces

 

 

 

Gorriones

 

Pájaros huevones

que me vienen a entusiasmar

no ven que estoy ocupado!

Ya; váyanse, váyanse…

que en una de esas

me pongo las alas

y dejo todo botado

 

 

 

 

Vendedor de cochayuyo

Miro hacia el camino
y toda la antigüedad
viene descalza
tirando su mulita parda

 

 

 

Peluche

Cuando no están
mis hijos
un oso de peluche
me lee cuentos

 

 

 

Leyenda

 

Se va en el viento

el nombre de la aldea

 

 

 

Tío Pedro

(-1993 )

Los muertos nos ayudan
desde la lejana presencia de lo insobornable
que se va tornando familiar, común
desde la inefable certeza de las rosas
Los días se disuelven cuando decimos Tío Pedro
y se pinta la tarde púrpura violeta
así, las últimas palabras no enmohecen
Los muertos nos miran
desde ventanas entornadas por el aire
desde un árbol cargado de trinos
desde un surtidor
Los muertos conversan con nosotros
y nos preguntan por los sueños que teníamos antes
o por el niño que quería jugar solo
cuando callan se escucha el canto de la luz
el rumor de los gestos
el secreto de la voz
Los muertos nos quieren todavía
y sus miradas se nos clavan en el alma
como estrellas en la soledad del horizonte
Cual más, cual menos, todos sentimos en la espalda
el roce de los cielos

 

 

 

Florencio

A mi papá le pesaba el carbón de piedra
que traía al tranco sobre la escarcha
cuando éramos apenas dos ojos
intentando descubrir la superficie de la mesa
le dolían las manos de tanto apretar las orejas de la uva
la sarta de pejerreyes
o la bolsa de limones que lo tironeaban hacia el rastrojo
golpeaba la puerta con las rodillas
pasaba tardes enteras desmalezando los tomates
haciéndole tacitas a las matas de durazno
espantando a los pájaros
a veces, envuelto en una manta
jugaba interminables partidas de ajedrez
lavaba estampillas
o cantaba tonaditas de dos posturas, tres
en una guitarra más vieja que él
incluso, dormía siesta con los ojos abiertos
para no olvidar el rebaño de la abuela
que pastaba en el monte a la sombra de las pataguas
la tumba de Antonio en el cementerio de Nirivilo
la carreta cargada de mareas
las cuelgas de ajo
que iluminaban los corredores de la casa natal
el río, las promesas, el silencio…
Quizá por eso nunca aprendió a decir adiós

 

 

 

Visita

a los treiles

Vengo sólo de visita al predio del recuerdo
en busca de un par de iniciales grabadas en los muros del granero
vengo por tapar la noria que se me quedó abierta
hace ya más de treinta años
vengo por regar las matitas de cedrón
vengo a pintar abejas
vengo a contar las cabras entrando en el ojal de mi única chaqueta
vengo a dejarle flores a la animita del cruce
vengo a preguntar qué fue de ella
qué pasó con los espinos del cerro
por qué no hay pejerreyes en el río
dónde está el camino a la capilla
por qué no pasa el tren de los pañuelos?

Vengo, en fin, a saludar a un niño
que nunca quiso jugar conmigo…
a ver, a ver si ahora me presta el tirador

 

 

 

Sábado

Los sábados alrededor del espino
empiezan a las tres de la tarde:
mi padre pega en un cuaderno
partidas de ajedrez recortadas de los diarios
burros pardos comen rosas en la vereda del frente
alguien escribe con carbón un nombre de mujer
las cercas de madera se hunden en la hierba
seguramente Zamorano hará un gol de cabeza
y las noticias lo repitan en cámara lenta
ahora recuerdo que el vecino me pidió la bicicleta
para ir a pescar
el perro negro mueve la cola
igual que los brazos de un niño abriendo su regalo
Dormito, dormito oliendo el aire
sintiendo una voz que me llama de lejos
salgo al patio, contemplo el cielo…
y otro día ha pasado:
ya dieron Telenoche
la lluvia lavó la muralla tiznada
del pilar del galpón cuelgan seis pejerreyes
las velitas de la torta las apagó el viento

 

 

 

Motel galega

a una nube

Amo las mariposas que vuelan por tu frente
aquí nadie nos cobra
ni nos piden carné por mirar las estrellas
el viento que se aleja se lleva los recuerdos
amo tu piel distinta debajo de la luna
tu ay olor a sueño
tus ojos sin espejos
aquí yacemos solos
atados por un fuego que nos moja los huesos
(ah, cosas que de pronto parecían lejanas…
la manera, la pausa, el desenfado)
amo cuando te inundas
y cuando te disuelves
amo cuando me arañan las uñas del deseo
Aquí nadie tropieza
huyendo de su nombre
nos desnuda otra herida, otro canto, otra vida
que estaba entre las hojas

 

 

 

Canto de amor a una desconocida

Me cautiva el silencio
que fluye de una hermosa:
pongo mi dedo índice sobre tus labios
para que no digas nada
para que oigas el zureo de otra voz
el murmullo de las hojas rozando un secreto
el rumor del pañuelo
el canto del crepúsculo
el leve musitar de las distancias
No sabes que eres bella, así, callada
callados ambos, sintiendo como gimen
orugas en la piel? Ahora, cuando
las estrellas han ocupado su lugar
los pájaros pliegan las alas
en el perfume de tus manos
se posan celajes tras las ruinas del día
y solo anda el viento por los caminos
silbando la balada de las cosas perdidas
Me hiere la luz que te rodea
cuando no me revela tu sonrisa
en algún lugar deshabitado
un rito se desnuda para que huya el tiempo
gotean racimos sobre tus hombros
el musgo embellece los candados
se hunden las sombras en las herramientas
y las viejas profecías del cántaro regresan…
Lentos, tranquilos, sentados bajo un árbol
creo que ya podemos mirarnos a los ojos

 

 

 

Bailahuén

a tía Elba

Cuando bebo agua de bailahuén
en el fondo de la jarra duerme la montaña azul
cóndores planean sobre cráteres dormidos
lento entre las pircas enciendo mi fueguito
para entibiar el lucero que aveces asedia
con esa soledad que golpea los húmeros
la herida de los labios se cubre de intemperie…
Entonces, reconozco lo humano que hay en mí
allá, tendido al amparo de las piedras
los malos espíritus abandonan mis úlceras
y puedo regresar en paz a la faena
de ir con mis hermanos descifrando otros ritos
Cuando bebo agua de bailahuén
recupero la parte más sabia de mi cuerpo:
ser aire en el paisaje donde vagan los sueños

 

 

 

En el cuarto del fondo
descansan los caminos

Hay heridas que duelen
cuando sanan

Abre el día
y un aroma viejo escapa del pan amasado
como una bandada de tórtolas
afuera la neblina es un anciano ciego
que pasa tanteando las murallas
del armario destila miel y, yo, zángano
me robo los labios de las flores
sale una liebre del bosque y se pierde tras la loma:
por ahí me vine, por ahí me iré
creo que sólo necesitamos un breve momento para ser felices
y luego mendigamos ese esplendor de pueblo en pueblo
nadie podría decirme hoy cuál es la palabra más bella
Muere el día
y un buey se echa en su largo mugido, mientras
a oscuras el lucero enciende otro pitillo
a veces uno canta con golpes en la voz
mas, no se llega muy lejos
prefiero, entonces, la soledad de esta mesa
de donde siento pasos de ratas en el entretecho
a cualquier mentira que nunca podría ser piadosa
Yo te dije un secreto pero tú lo olvidaste
y olvidaste las figuras que bailaban en el agua
los círculos de la luna
los dedos del viento desabrochando el primer botón de tu sonrisa
Pasa el día…
Ahora, se derrumban las sombras sobre las llaves mohosas
que cuelgan detrás de la puerta del galpón

 

 

 

El musgo embellece los candados

“Y el papel se llena de signos
como un hueso de hormigas”
E. Lihn

Cuando contemplo el horizonte
todos los pájaros me reconocen
recojo el viento de la montaña
y con él avento los luceros; salgo
al camino apoyado en mis ojos
y me basta la primera palabra
que brota del abismo, de la flor
del durazno o de un simple caracol
trepando por su tallo para, así
recuperar los gestos, la fe ciega
en las minucias, la porfiada terneza
que me roban los ruidos de las cosas
Cuando hago una raya en el tiempo
el patio se ordena, toma forma
el polvo, el agua, el fuego; toma
sentido esa cicatriz, el silencio
incluso el olvido de aquellos días
en que sólo caían hojas secas sobre los
epitafios. Ahora el musgo embellece
los candados, los llaveros sin puertas
la cuchilla olvidada sobre la piedra
que sostiene el sonido de mi sangre
Cuando contemplo las lejanías
no envejezco – qué cosa – no muero
me quedo insomne esperando volver
a los dominios de la calabaza, por
si sufres o estás sola deshojando
margaritas frente al calendario
Cuando abandono las formas
hasta los desconocidos me saludan
un perro viene a tenderse a mis pies
cada murmullo sabe lo que dice, emergen
aromas de huerta húmeda, de hierbas
mojadas, que caen sobre mis párpados
desde el cielo de la tarde y mi sombra
duerme en paz dentro del cántaro

 

 

 

La luna me protegió por los caminos

Madre, si me demoro
deja un pan sobre la estufa
cáscaras de naranja, algo vivo
que te diga que pronto volveré
Yo sabré que descansas pensando en los gatos
en las tareas de los nietos
en las patillas de geranios que te trajo Lucía
en la húmeda ropa, en los alambres
en la luna que protege a los perdidos
No pienses que me ha pasado algo malo
porque la vida siempre es bella a pesar de los pesares
quédate tranquila que yo estaré bien
incluso en las horas más feroces
ni un temporal, ni un terremoto, ni la torpeza
de beber soledad en el camino
jamás podrán separarme de ti
Deja un poco de comida en la olla chica
que atizaré las cenizas con un lápiz
para entibiar la noche que se va
déjame un papelito: Nano, llamó tu amigo,
dijo que el lunes le lleves la maleta
Los tiuques te cuidarán en mi ausencia
confía en mí, que nada me duele sino
la pequeñez de los que han asfaltado los adoquines
por donde me llevabas a la escuela en bicicleta
amaba esos baches que me hacían cosquilla
lo demás tiene arreglo: florecen los aromos
Deja tu voz por los rincones de la casa
para cuando regrese callado del trabajo
Madre, y si llego algo tarde, duerme en paz
que ya aprendí a engañar mis emociones
a esperar, a silbar, a contar las estrellas…
Te prometo que mañana iré a visitar a mis hermanos

 

 

 

El pueblo

A Elías Letelier

 

Hay una manera de ser
que madura hacia adentro:
el fruto es su momento
un pájaro es el aire

 

Hay una lentitud en los caminos
que se puede prolongar de tiempo en tiempo
hasta que se acostumbre a la intemperie
a ese andar que tienen las palabras

 

Hay una rebeldía en cada cosa
buscando su canción, su agua
porque duelen los gritos de las piedras
cuando ya nada vemos, nada oímos

 

Hay una desnudez en la porfía
que sufre su respirar, su nombre
es una herramienta que callada espera:
somos hijos de nuestras propias manos

 

 

 

 

 

Origen del silbo

 

“El solitario reconoce

una voz entre las sombras”

                  Cesare Pavese

 

Mis sueños brotan de las míseras piedras

que pisan los ganados y las horas secas

– el aire es una canción sin voz

sendero agreste que viene por el valle

cuando el atardecer es un prodigio –

Así, lento, palpo la primera inocencia

niña de tus ojos, la sabiduría del hueso

la vieja sencillez de las cosas usadas

porque no todo yace en la lujuria ni

en las despiadadas fauces del capullo

Necesaria es la piel y el sudor y la sangre

para que ahí navegue la preciosa mentira

de sentirnos carozo en el perfume, ay

pero, aves de paso, dejamos el vacío

lleno de algo: un silbo, acaso otra palabra

 

 

 

 

 

Li Po conversa con el viento
 

 

 A Ramón Riquelme

 

Yo escribo para el que pueda leer
como quien escucha a un pájaro en la rama
pero quién escucha a un pájaro en la rama
quién siente caer gotas de rocío desde el pétalo?
Yo escribo para uno o dos amigos
que de tarde en tarde nos llamamos por teléfono
o salimos a los alrededores de la ciudad a mirar valles
amapolas, puentes, bosques de pinos
donde se ocultan amantes furtivos
o celajes detrás de montañas azules
Pocos tienen hoy el pudor de callar
Muchos van de puerta en puerta ofreciendo sus ojos
por un resto de agua, apenas por un pan
que olvidado endurece su gesto primitivo
Yo escribo para nadie
como quien lanza al viento palabras desde el púlpito
en la nave vacía de una iglesia rural
y éstas caen y se duermen sin que alguien escuche
el gemir de los muros
la canción del visillo
el himno del carbón
así, después de siglos, un eco se repita
en el cajón oscuro donde espera otra voz
Yo escribo para mí
cuando estoy solo
como quién habla a un pájaro en su árbol
pero quién atina a sentarse bajo un árbol?

 

 

 

 

Canto de la herida tenaz
 

 

“Existe sólo una mujer en el mundo,
una mujer con muchos rostros”
 N. K.

 

Hay mujeres que duelen, así pasen los años:
la muchachita siempre lejana, rumorosa
que cruzó descalza el paisaje
y se llevó mi adolescencia
la fruta silvestre abriendo su carozo
en las infinitas siestas de la aldea
la novia azul tendida sobre el piano
de su piel transparente salieron mis pupilas
y la desconocida que borda su soledad
bajo un árbol florido simplemente desnuda
como una mariposa sedienta de rocío

Hay mujeres que amo, así pasen los días
cuando cae la tarde en las playas del sueño
y vuelven a musitar sus rostros invocados
en lentos labios húmedos que rondan mi secreto
al amparo de un canto que nos deja más sabios

Y hay mujeres calladas, sentadas junto al fuego
que guardan el perfume de las cosas antiguas
el nombre de la aldea en sus huesos cansados
esperando en silencio que la muerte sonría

 

 

 

 

Canto al Descabezado Grande

Jadeante aún, sin aire en los huesos
dentro del cráter, pienso:

Antes que se poblara el territorio
con silencios traídos por el puelche
antes, mucho antes, que los hombres de la tierra
llegaran desde donde nace el sol
y se quedaran entre los árboles más antiguos
amansando sus herramientas
antes que los caballos galoparan sobre el trigo
y la locomotora espantara a las perdices
antes, digo, que naciera todo remordimiento
tú, Padre Volcán, purificabas los contornos
lanzabas hacia los pastos de otros valles
fecundas aguanieves
ensanchabas los ríos que bajaban al mar
con pómez, lamas burbujas
y hoy nos descubres tus hondos barrancos
para que trepemos desvencijados hacia los vahos
de azules termas donde maceramos
estas intrusas palabras manchadas de sangre
Jadeante aún, sin aire en los tendones
dentro del cráter, sueño

 

 

 

 

Morandé 80

 

A Fernando Hermosilla

    + 2004

 

Aún escucho la voz de Allende por la radio

llenando mi anhelo de banderas

de murales proclamando la reforma agraria

de trenes llenos de vacunos

Cuando hojeo diarios viejos

y lo veo sonriendo en los balcones

con su dedo índice rayando el cielo

de blanco delantal

de guayabera

disparando al aire

a la luz de la luna

el alma me dice que era bueno

que era un hombre especial

un carismático

mi compañero Presidente:

“Viva Chile, viva el pueblo

vivan los trabajadores…”

Pero todo es un mito

Hoy la realidad es diferente

hemos conocido la maldad

del Traidor en carne y hueso

y esto y aquello otra vez nos recuerda

que la violencia es la partera de la historia

 

 

 

 

Canción para morder la almohada

Ahora, muerde la almohada, Amada mía
para que huela el néctar de tus pétalos húmedos
para lamer el zumo de tu madriguera
que late como el penacho de una loica enamorada
refugio mi lengua en el terrible origen de las mitologías…
Te acaricio las ancas espléndidas
te tomo de las caderas como quien levanta una gavilla
cinturita de fucsia mecida por la travesía
muerde, muerde los puentes de madera
muerde los canastos, las pesebreras, las marquesas
que yo nadaré en la tersura de tus nalgas
donde se reflejan temblando los manzanos en flor
los panales, las carretas llenas de mazorcas
Muerde la almohada, Amada mía
sentirás como ceden los postigos mojados de tus bodegones
refriégate, Amada mía, lacera las pulpas de tu vellocino
que penetre mi azadón hasta el fondo de tus melgas
que penetre mi racimo hasta el fondo de tus cántaros
mis pajas en tus adobes, mi cuchilla en tu sandial
que mi remo entre y salga de tus aguas hambrientas
como una merluza ciega en los mares lejanos
muerde los terrones, Amada mía
para que mi camarón escarbe en tu delirio
en el ladrido primordial del trueno
para que muela mi mortero el comino de tus sentimientos
de bella despechada por los dueños del reino
Muerde la almohada, Hermosa mía
para que tus ubres se entierren en los hormigueros
para que brames y brinques en los zanjones
para que tus uñas arañen los hornos carboneros
hasta rumiar la profunda raíz de los barbechos
hasta babear agónica por los antros de la poesía
Y olvidarás el nombre de las cosas
y la enagua perdida en los confines
y gemirás con el tropel que pasa
y no sabrás en qué aldea vives
Muerde la almohada, Amada mía
que pulsaré en el clavicordio de tu espalda
la más intensa melodía jamás escuchada
en los jardines colgantes de las ciudades antiguas
los acordes del relámpago que apagarán el fuego
de potra chúcara, de fiera domeñada monte arriba
y, así, en el aprisco seas pelleja, cordera huacha, leyenda
elevándote, arrebujada, hacia el firmamento
donde sollozan de placer los astros

 

 

 

Testamento

 

Si ves a la mujer más hermosa de la tierra

y te pregunta por mí

y ya esté muerto

dile que me alejé a las montañas

y allá vivo en el canto de los pájaros

Si la mujer más hermosa de la tierra

te pregunta por un poeta

no dudes

dile que en cada pez sigo nadando en el río

Si la mujer insiste

dile que estoy durmiendo bajo un boldo

tendido sobre la hierba

y que en cada piedra se refleja mi alma

Si la mujer no calla

y aún te pregunta por un simple hombre

con mucha paciencia dile que, seguramente

está esperando el tren

tomando vino

Si aquella mujer, entonces

se retira en silencio

ha llegado la hora de mencionar su nombre:

Poesía

 

 

 

Datos vitales

Bernardo González Koppmann (Talca, Chile, 1957). Su padre era ferroviario y su madre profesora normalista. Pertenece a la Generación del Roneo, poetas cuyas primeras publicaciones se realizan a principios de los 80´, durante los días más álgidos de la dictadura militar de Pinochet. Su obra poética se reúne en “Cantos del bastón”. Por su trabajo literario ha obtenido importantes distinciones como Tercer Premio en Concurso Nacional El Mercurio 1988 y Primer Lugar en Concurso Nacional “Pablo Neruda” 1989 realizado por la revista Pluma y Pincel, ambos en Santiago de Chile. Ha investigado y difundido la literatura de su región rescatando la cosmovisión campesina en la formación de una identidad cultural propia, publicando títulos de notables autores maulinos como Jorge González Bastías y Emma Jauch, entre otros. La Ilustre Municipalidad de Talca le otorga el Premio Nacional de Poesía Stella Corvalán en el año 2004. Licenciado en Educación y Profesor de Estado en Historia y Geografía. Pertenece a la Sociedad de Escritores de Chile.

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