El poeta Fabián Rivera nos presenta una muestra representativa de la poesía que se está escribiendo en Chiapas, un estado que ha dado voces definitivas para la poesía mexicana como las de Jaime Sabines, Rosario Castellanos y Efraín Bartolomé. A continuación las nuevas voces de la poesía chiapaneca.
Poetas chiapanecos: 1970-1988
Esta compilación es el primer producto de una investigación que abreva —y ahondará— en torno a la poesía de reciente promoción en Chiapas, tema que tiene antecedentes directos en
las publicaciones 13 poetas jóvenes de Chiapas: 1970-1986 (Punto de Partida no. 149; Unam, 2008) y Poéticarbitraria: Muestra de poesía hecha en Chiapas: 1981-1986 (Revista Salamandra no. 11, 2009), de Balam Rodrigo y Fernando Trejo, respectivamente. Con muy breve diferencia temporal (quizá algunos meses), ambas selecciones recopilan una cierta cantidad de autores cuya relevancia es innegable en lo que a este género literario compete.
Luego de bucear por publicaciones impresas y sitios web, doy constancia de que la poesía escrita por autores chiapanecos (denominación que aplica tanto a quienes nacieron en el estado, como aquellos que radican aquí desde su infancia —incluso, hay quien reniega su pertenencia a la patria chica—), ha conservado su vigencia y asimismo, mantiene una considerable cifra de oficiantes por década.
Esta recopilación pretende completar el panorama de lo que en su momento Rodrigo y Trejo ya iniciaron, y se sujeta a un margen temporal de 18 años (1970-1988). Las estrategias de las que me serví para realizar este trabajo fueron, en primer lugar, solicitar directamente a los autores una muestra de lo más reciente de su producción, sus datos vitales y una breve ficha bio-bibliográfica. Evidentemente, tengo la fortuna de conocer a varios de ellos, y la cercanía de su amistad facilitó las cosas.
Una segunda estrategia fue emprender la relectura de algunos títulos (los cuales sólo han circulado en Chiapas) para proceder a la elección de un texto. Así pues, este primer esbozo fue realizado gracias al apoyo de los autores, aunado a la labor investigativa.
Lo importante, creo yo, es que todos y cada uno de ellos, sin importar los lazos afectivos que nos emparenten, tengan el lugar que les corresponde en el concierto del nuevo panorama de la poesía escrita por autores chiapanecos, con la certeza de que, con el paso de los años, estos autores tendrán una considerable relevancia en el ámbito de la literatura nacional e internacional en lengua española.
Fabián Rivera
Barrio La Lomita, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas
14 de julio de 2011
***
Ulises Córdova
(San Cristóbal de las Casas, 1970)
Circe
Cama 49
Más enemigo del amor y de la vida
es vuestro matrimonio (…)
Quédate Ulises: sé un cerdo.
Silvia Ugidos / España
Mi barca aprendió a relinchar.
La dejé pastando caracolas amarrada al tiempo,
mientras el tiempo crecía como un árbol de luz
que siente todo lo que pasa en este valle.
Ensillo mi barca dispuesto a un periplo en el bar.
La barra es dársena en la que sollozan de filosofía
los veleros, trajineras, algunos yates,
y hasta un carguero con las bodegas repletas
de cielo en polvo.
Mi barca relincha caracolas y medusas venenosas
que flotando se hacen nubes.
Pido al cantinero una Lágrima doble,
porque, como todo navegante,
me duele un amor en cada bar.
Y sin embargo, es éste el último dolor que me tomo solo.
Hoy tengo que marcharme a un lugar
lejano llamado María o Beatriz, Helena o Eloísa,
Penélope o Sofía:
Mujer
en donde vive el mejor de todos
los que existo,
en donde hay grande extensiones de tierra cultivable,
minas de oro y plata, las mil expresiones del diamante
y un desfile interminable de preciosas piedras.
Pero donde también habita
el dios enfurecido que desea mi muerte,
las temibles quimeras,
los lestrigones que destrozarán mi barca,
y la hechicera, la hermosa hechicera
que tarde o temprano
va a convertir en cerdos
mis más caros y preciados sueños.
De La vuelta al mundo en 80 camas. Antología de poesía amorosa
(Vitral Editores, 2010)
Luis Daniel Pulido
(Tuxtla Gutiérrez, 1970)
Mi novia es una zombie que ya no come Nutella
Y te vas, desapareces, te urge tu oficina,
atender a los comisarios culturales
de tu pueblo miserable
Te vistes, y tan guapa como siempre,
me dejas notitas sobre tu fe, tu dios,
la dieta del perro y que contribuya
a la salud del teatro y no olvide
caminar con precaución los círculos
bautismales de tu fe sin zapatos
y de blanco
Que no olvide lo buena persona que eres,
la sazón de tu pecho cuando llego triste
a casa, la corona de espinas y los cohetones
y la tambora y los orgasmos que evitan
el escarnio de los que ven tropezar a los ciegos
con la violencia exacerbada de los movimientos
obreros, de las llamadas no contestadas,
de los simulacros antiterroristas,
de los festivales de rock cerveceros
No sé si es necesario que te vistas
de prócer campesina, de turista
de “Mixquic por una noche”,
si donde vives –y desde 1937–
las revoluciones son los juegos florales,
los cielos abiertos donde las moscas
son ultraterrenas y dan votos a la historia
de las mentiras verdaderas.
(2011)
Rolando Mazariegos
(Yajalón, 1973)
A Federico García Lorca
(fragmento)
I
Escribo brazo
para que la vida venga
recueste su cabeza blandamente, respire y descanse
Por eso lo escribo firme
con la fuerza de las huellas
para que venga el mar
a fecundar la tierra
Pero llegó la muerte
quedaron a merced del buitre
y en penumbra mis entrañas
Quedé a oscuras
pero dueño de mí
Dueño de mis testículos
vueltos comida para perros
Dueño de mis intestinos atomizados
hasta la indiferencia
Sigo aquí
En esta vana oscuridad
a punto de quedar en silencio
a punto de aprender a no llorar
con la procesión de los milagros fríos
La invención de la bombilla eléctrica
que atrae los obuses como el imán al fierro
Los bombardeos en nombre de la “paz” y la “justicia”
(Una sirena de alerta
parte en dos la noche
—pájaros metálicos hacen su migración hacia la muerte)
Por cada bomba que cae
la Muerte
Se suelta a contagiar
el ánimo estático de su naturaleza
Por cada bomba que cae
Una tribu de gitanos baila hasta el amanecer
al filo de la primera aurora nuclear
Por cada bomba que cae
un hombre y una mujer
recuperan la memoria
De su época de bestias
Por cada bomba que cae
un niño recupera la vista
Ante el asombroso resplandor del átomo.
De En contra de la sombra (Ediciones de el animal, 2008)
Víctor Cabrera
(Arriaga, 1973)
Mudanza de las cosas
Toda llegada anticipa una mudanza,
cada sangre se sostiene en su latido
—y en ese fluir se advierten los signos del traslado.
Apenas su tosca mansedumbre pisa el suelo,
las cosas urden ya la escapatoria:
en sus vetas la madera traza rutas de salida,
dibuja el tiempo en el tapiz de los sillones
el mapa y la escalera.
No envejece en su sitio la moldura:
madura la ilusión de un nuevo muro
hasta el día en que
—podrido—
cae un fruto del cemento.
De Signos de traslado (Casa Juan Pablos-Leer y Escribir, 2007)
Balam Rodrigo
(Villa Comaltitlán, 1974)
[ antiícaro ]
antiícaro , no quise yo volar , sino caer ;
por eso escribo , para dejar de soñar ,
para dejar el vuelo a los pájaros
y a la memoria ; pero heme aquí
con luengas alas urdidas en el polvo
del sueño y ataviadas con el plumaje
del tiempo sin el tiempo ; por eso escribo ,
para caer y apuntalar con estas letras
mi cuerpo y forzarlo a descender
en esta página , tatuada ya por el peso
todo de mi sangre ; y así , desleído
y cercenadas mis alas con el filo
de tus párpados , yace mi cuerpo
desangrado entre renglones , caído ,
terrestre , soberbio ; y aún señalado
por el dédalo de Dios y la niña de tus ojos
que trazan mi destino , antiícaro ,
no quieres tú volar , sino leer ;
Víctor García Vázquez
(Escuintla, 1975)
Gacelas
Apaga la luz, te digo en mi memoria
Feliz no soy con ver tan claro
mas bien lo oscuro me ofrece protección
y alivia mis temores
Felino soy en la oscuridad y arrastro
mis zarpas entre las sábanas; así, con acento
que si lo vuelvo grave correré
persiguiendo gacelas; y no es eso en lo que pienso.
Ahora estoy en casa camuflándome
y avanzando silenciosamente
para atrapar tus pieles tiernas:
túnicas que mis filos no rasgan.
Pero entonces tú te das la vuelta y tapas
Yo me quedo sintiendo la aspereza de la concha
y comprendo por qué no tienen tantos depredadores las tortugas
Mi derrota me levanta del hecho
y avanzo
en la oscuridad
tentando nerviosamente
hacia la brasa del cigarro
para apagármelo
en la ingle.
Arbey Rivera
(Ángel Albino Corzo, 1976)
Apuntes de ventana para un muro
2
Estuve en silencio un día y aprendí que nada sé de las palabras. Supe que el sonido abre túneles por el que trenes viajan rasgando la armadura de las sombras. Vi que las imágenes venían cayendo desde el fondo hacia la aurora, dejaban ápices de color en la boca del sol. Amuralladas palabras se mataban unas a otras (vestigio de lo humano) tratando de salir del fondo. Y cada vez que abría más los ojos, me ponía triste la miseria que trataba de abrir paso a las palabras. Nada había aquella vez en esa voz que detuviera el ir y venir imaginario que no voceaba nada. Pero abría muchas grietas para que la muda boca aprendiera por primera vez el alfabeto.
(Inédito, 2011)
Ignacio Ruiz-Pérez
(Tuxtla Gutiérrez, 1976)
13
cuando la lira dispersó las notas, el bosque fue un eco y los árboles ideas
¿existe algo más seguro que andar a oscuras,
tocar las cuerdas de la lira o soplar en el olifante
un resplandor de marfil, un asombro de cuarzo?
ah, la fuerza mineral, la idea de la forma, la caída de las vocales,
el pájaro intentando volver a su vuelo, el olifante como eco de la lira
y la lira como resplandor de la infamia:
hasta el fruto necesita un cuchillo para abrirse como el tiempo se necesita
a sí mismo para madurar como una granada
(De Islas de tierra firme)
Gerardo Moctezuma
(México DF, 1977)
Testamento
Dejo a los ríos correr sin haber bebido de ellos,
dejo a los montes reverdeciendo sin aventurarme en ellos,
dejo en los manantiales la leche brotar sin lavar mi alma.
Dejo en el árbol el fruto no tocado por mi mano,
dejo en tu piel caricias no ungidas por mi vida,
dejo correr las sombras de las nubes por mi tumba
y a mi aliento escapar como el humo del incienso
que abandona esta tierra.
Sin mirarle,
dejo al sol, mi protector, en el cenit
danzando en círculos de fuego.
Sin oírle,
dejo a la luna cantar con frescura,
la tierna luna, la mi alimento umbilical.
Dejo a mi cuerpo oxidándose en la montaña de cruces,
dejo a la lluvia borrar el nombre de mi epitafio.
Te dejo danzando con tu vestido de flores,
en los árboles desde donde cantan los pájaros.
Danzando para recuperarme.
No llores, sé fuerte.
La muerte me besa, la soledad termina,
mi dolor se derrumba, he sido, por fin, libertado.
Es invierno, tengo frío, ahora dormiré sin final.
Voces que maduran en su caída (Universidad Autónoma de Chiapas, 2006)
Víctor Avendaño Porras
(San Cristóbal de las Casas, 1979)
Rodeado de mar por todas partes/ nadie escucha mi voz/ soy tierra desgajándome/ Hay momentos en que él me ciega y me acobarda/ en que el agua es la muerte donde floto/ Pero abierto a mareas y ciclones/ surjo del mar-raíz roto/ crezco del mar y muero de él/ me alzo ¡para volverme en nudos desatados…!/ ¡Me come un mar batido por las alas de arcángeles sin cielo/ sumergidos!
***
Ola comunicadora/ sin cifra/ sin polvo/ Ola y mi pecho salado/ por las ensenadas de los antiguos días y el joven matiz/ tierno en los senos del cielo/ Fuerzas eruptivas trazan tus orbes
De El mar océano de la noche de un día después (Coneculta-Chiapas, 2007)
Bernardo Farrera Vázquez
(Berriózabal, 1979)
Selva oscura
II
Oculta una cálida humedad
entre los resquicios en penumbras
donde los aullidos
son de incitación a la cópula y no al espanto.
En esa lejana región
el pasto es devorado
y el devorador es pasto de otro devorador.
La vida en la muerte se multiplica.
IX
En cada hoja
los minutos.
En cada rama
las horas.
En cada flor
los días.
En cada fruto de los árboles
el círculo completo de la luna.
(2010)
Mikeas Sánchez
(Chapultenango, 1980)
RAMA
Jojpajkin tajsu’xys
jojpajk kutpa yuñ’ijtkuy’omo dyom’ijtkuy’omo
ñä’ ijtu’ ips’ komajk komojsay ame’
teje’ myusabya Mahoma’s kyusku’y
uka ñä’ ijtpa patsoke’une
tekoroya jyokpa jyaya
joyätsäkibä’ yasa’kämä
sudgu’y kämä’
poñi’bä konukskuy’jin
konukspä tsu’ ko’ tsu’
wäkä myajk’pä’ä sudguy’is tyoya’
kasujpa tä’ ägba’ jana’pama
uka’ ni’ijs ji’ tä’ pi’ke’ dä yomijtku’y
teje’ nkipspa’ sone’naka
yangamyajpasen’omo wyrun’dam
teje’ myabaxäbya’ Dakar’pä kubgu’y
juwä sone’ yujk’tambä yomo’istam
ne’ pyojkin’dchokiaju pyabiñomo’ajkutyam
tumdumäbä’is wyadba peka’wane olof’ore’omo
tumdumäbä pabiñomo nä’ jonchire’
ne’ xirijtubä sudguy’ käjsi
RAMA
Los ríos que la habitan
se bifurcan entre su infancia y su sexo
tiene treinta y cinco años
y sabe que Mahoma no le perdonará
un hijo sin padre
por eso su vientre espera con calma
debajo de su vestido de flores
debajo de la pasión
desde una plegaria silenciosa
que pronuncia cada noche
para ahuyentar los malestares de la carne
Ser libre es dormir desnuda
sin unas manos buscando tu sexo
piensa mil veces
mientras cierra los ojos
y se sueña en una calle de Dakar
entre una decena de muchachas negras
recién llegadas a la pubertad
cada una ensaya cánticos ancestrales en Olof
cada una es una gaviota salvaje
volando alrededor del deseo
(Versión bilingüe, zoque-español, traducida por la autora)
Raúl Vázquez Espinoza
(San Cristóbal de las Casas, 1981)
habría de ser mejor la vida, esta, la única, pensión a solas, la vida;
porque de cerca nada es lo mismo: el deseo, una sed tautológica;
el amor, enlaces bioquímicos; la guerra, democracia empresarial;
el hambre, existencia; la cultura, cierta gramática textual;
la defensa de la humanidad, formas para expresar la palabra “apariencia”,
entropía, entropía, entropía en la ciencias humanas o conjuntos borrosos, bah
no, eso lo dicen mejor un conjunto de letras
que se hunden
Inédito (2010)
Marco Antonio Castañeda
(México DF, 1981)
CON LA CARNE ROTA, con los brazos roídos de tanta oscuridad,
voy lanzando esquirlas serpentinas
a la esférica superficie,
con el pensamiento leído,
con mi gesto en pie en la batalla
digo tu nombre aduraznado en mi sopor.
Así te observo, noche, desde mi caverna llena de inmensidad.
Fundidos ya los vocablos de mi risa, recojo tu paisaje
en la retina,
en un balcón más barroco cual morada nocturna en lo profundo
del estanque que tañe lleno de estrellas como de lumbre
como de furia,
en la sesga de la historia que da la mirada.
A caballo heráldico lleno de sueños
y con mi boca llena de palabras
he de nombrar tu más mínima señal
como nombro al mundo, en esta noche navegable.
Detrás de mis pestañas filamentosas.
Inédito (2010)
René Morales
(Cd. Valles, San Luis Potosí, 1981)
vii
+
Auschwitz siete de mayo de 1944
Josef Mengele baila con Perla Ovitzes
antes de enviarla a la cámara de gas
30 años después desde una ranchería en Paraguay
recordaría con una ternura inusitada
el bien que hizo al salvar a esa familia de enanos
que le recordaban tanto a su infancia en las calles de Baviera
+
Hiroshima seis de agosto de 1945
Sumiteru Taniguchi
sale en bicicleta a entregar el correo
unos segundos después
todo se queda en silencio
oscurece a las ocho de la mañana
y comienza a llover
algo parecido al aceite quemado
40 años después en el mismo sitio de la explosión nuclear
pensaba nuestro amable cartero
que la mañana era perfecta
para morir con el resto de su familia
+
Chernóbil 27 de abril de 1986
Anna Korolevskaya
después de salir con sus hijos a ver
los pinos más altos de la avenida Pripiat
sonríe en silencio después de toser
sabiendo al fin que la luz que había visto la noche anterior
no era un incendio sino la navaja de la muerte deslizándose
sobre el cuello de los habitantes de su ciudad
De Notas sobre el fin del mundo (Public Perver, 2011)
Diana Ivonne Martínez Tovilla
(San Cristóbal de las Casas, 1982)
Desterrada
Quise jugar a ser reina
y dar jaque-mate a todo.
Al primer movimiento,
un peón se burló de mí.
Las torres se derrumbaron.
Me abandonaron los caballos
dejando un recado que decía:
No estamos dispuestos a jalar
el carruaje de ninguna Cenicienta.
Para qué hablar del alfil;
se unió al enemigo y asesinó al rey.
Ahora estoy desterrada del tablero.
(Inédito, 2011)
Ameht Rivera
(Cacahoatán, 1982)
Hipocanto II
Se enredó mi lengua entorno al canto
cual sierpe de niebla estruja al cuello del aire
lengua espesa,
fría, dispersa
apéndice de carne,
blando timonel de la palabra
árabe astrolabio
aritmética de los vientos rosa
anémona lasciva
palabra de piel desnuda,
es mi lengua que ensaliva tu garganta.
Lluvia de papel en jardines de origami.
Escondí tu corazón, thesoro mío,
bajo una ínsula de nubes
náufrago, pirata de los vientos
oculto silencio bajo la piel del firmamento
sierpe de luz
se ajetrea entre tus ojos
cuando me ves,
aunque aún no has susurrado:
quiero aquellas zapatillas rojas…
separo cada olor
con la rosa cosechada de tu aroma
alargo tus espasmos con puntos suspensivos…
(coitos interrumpidos de este poema sexual)
Mientras callas,
(tus besos vocálicos, mi lengua bucólica)
cual impávida y suspensa luna
el aliento de Dios
sostiene sobre la nada
el círculo de amor mordido
me santiguo ante tu acunado vientre
nido de la larva vida
no importa qué posición goce mi carne
mi corazón está de rodillas.
Se enredó mi corazón al canto,
cual sierpe de grana al rededor de tu saliva
piel de aliento le tejí al licor desnudo de tu boca,
suavizar la roca, herir de sol la cicatriz
es oficio del poeta,
pero sólo el zoon erotikón
pudo haberte domeñado besándote la boca
en tanto, un jardín de mari-rojas posas
abría la mirada unánime
entre tu sexo
verde almendra desollada
y un nefando colibrí, ahíto de sangre,
bacanal Huitzilopochtli
bebió (beodo de feromonas),
el aguamiel de flor lunar
(eco líquido de tus orgasmos)
¡Oh dulce alcatraz del cielo!,
ojo de la noche sorprendido
suspendido
luna silente que vigila
mientras me enredo
al pie
del
canto.
De Hipocampos (inédito, 2010)
Miguel Ángel Guzmán Velázquez
(Ángel Albino Corzo, 1983)
Habitante del mundo
No puedo hablar de esto. No. Puedo levantar las velas e irme a los mares vistos por ninguno. Puedo ir al norte, al sur, al este. A las grandes montañas de Pekín.
Puedo levantar al sol otras murallas pero ya sin sangre.
No me basta el polvo que hay en los vestigios de este pueblo antiguo.
Yo voy más allá: al Éufrates, al Nilo, a las aguas del Grijalva.
Sólo basta levantar los ojos. Hay heridas en mi alma -es cierto-. Mas vendrá el aire pronto y me dejará su nuevo polvo. Y en algunos meses, ya curados, rodearemos Troya.
Heredad
Yo conocí muy pronto la tristeza.
La eterna herencia de mi estirpe.
Germinó a la voz de los relámpagos.
Me hizo envejecer.
Mis hermanos se echaron a correr.
Se escondieron en el humo, en la leña, entre las cenizas del fogón.
Cubrieron sus oídos con el ruido de la lluvia.
Yo conocí muy pronto la tristeza.
Sus garras araron mis entrañas y en ella dejaron su semilla.
Yo: humilde carne.
Cubierto de hierba, cuyas hojas ahora tiemblan
al encontrarse con el aire.
De Un forastero canta (Universidad Autónoma de Chiapas, 2008)
Jacob Levy Pérez Toledo
(Tuxtla Gutiérrez, 1983)
Magla
A Lyrea
Ya te (re)tuve entre sueños
entre sueños retuve la esencia lejana de tu roce
y tuve —al final de la antorcha y nebulosa—
hasta el más mínimo filamento de tu rostro
de tus venas
de tu agónica saciedad en la penumbra
—como estando descalzos en un tiritar interminable
Te retuve (tu piel entre mis yemas)…
Más desperté —huido de mí mismo entre las sábanas—
Queriendo estrechar tu ser como una idea convertida
en calor y fingimiento sobre mí
el humo de cigarro entre los nervios
las palabras cortas y distantes (pero tocan)
avasallada la barrera pululante de la tarde
—y con el olvido receloso en la memoria—
refutas (levantando el entrecejo)
la verdadera edad antes repetida
AQUÍ, en este tiempo pasado en que discurro
rehúyo de tu encuentro—
más siempre pensando pensando siempre más
en ir o regresar
o enfrentarte mientras puedo,
en una dulce reyerta desconocida
desconocida en tanto carezco de armas (sólo venas, impulsos…)
pero la doy absorto por perdida
porque la has ganado en la mirada
Inédito (2011)
Claudia Pola Solórzano
(Tuxtla Gutiérrez, 1983)
Desvelo
No se duerme tranquilo en este espacio
no se duerme el ojo ni la lengua
no se presta el corazón para hacer túnel
en la boca
no se encorva el sueño
entre la glotis:
se escapa
deja sin aliento mi cuerpo
para recuperarse
para volver al otro día
con las manos llenas de silencio
no hay fuerza ni descanso en esta sangre
no existe la demencia de lo eterno.
De Voces que maduran en su caída (Universidad Autónoma de Chiapas, 2006)
Matza Maranto
(Ocozocuautla, 1984)
Contienda en el ocaso
7:45 p.m.
Abres los párpados
para el inicio de la fiesta.
La ciudad, batalla vespertina.
No soy más,
sólo una mujer
que pronuncias
y arde.
7:50 p.m.
A tu altura
un vacío nos habita.
Cae la nostalgia
y tus letras se estrellan contra el muro.
No soy más,
sólo una mujer que habita
este lugar herido por un río.
8:00 p.m.
Tirana, vencedora,
la reina y su festín de gala.
Corte sombría que nos invade,
mirada en desapego.
No soy más. Sólo una mujer que observa
cómo se incendia el horizonte.
De Atajos para llegar a nadie.
Rodolfo Girón
(México DF, 1984)
ahora caemos. Dejamos el pedazo de neblina, la nave y su barullo. Atrás, muy atrás del silencio. Resbalamos. A qué superficie de mimbre llegarán nuestras huellas, en qué arbusto de piel, pondremos a sombrear el deseo. La resonancia tardía: grito que escapó del desconocimiento. Del oficio de caminarnos entre lenguajes distorsionados. Tanta música para nada, tanta música para seguir descendiendo incomprensibles. Hoy nos ha tocado abrir los ojos; reconocer que anteriormente el abismo rozaba ya nuestros pulmones, nos había sedado las alas, adormecido la visión. Llevamos ese sabor agrio. Esta humedad de espanto y sentimos su fardo en la garganta. Caemos, y aterrizar sin desorden es cuestión de sanar las heridas, de crucificar el horizonte turbio que la aurora de Octubre prometió durante el sueño.
De De cómo los desesperados naufragan en las lenguas de aguardiente (Editorial Jex, 2010)
Mario Alberto Bautista
(Mazatán, 1984)
Mantarraya
Yo quiero tocar los ojos, el mundo
oscurecido. Las podridas
líneas
de la vida.
Rafael Courtoisie
Cuál es mi nombre,
las sílabas que
una a una
edifican mi saliva.
(Mantarraya:
ojos abiertos, vocales
en lo oscuro buceando
en la profundidad de lo invisible).
Yo busco mi nombre,
la extraña grafía que contiene mi epitafio. Voy
por lo oscuro,
voy
por lo oscuro,
por la senda del nado bajo, del nado
a pique,
asciendo, bajo, busco:
zig-zag,
danza de ciegos yo y mi sombra.
En el huerto marino la sal esparce su semilla.
Todo es quietud, el lecho sucio, el
lodo escurridizo que me arropa,
mi detritus residual,
mi eterna cobija.
(Estoy desnudo. Sigo
desnudo: manto mi sombra de la sombra. No
veo dónde, cuándo. Ah, cómo
pasan los días que nadie
nombra).
Pero no voy a hablar más de los muertos.
Qué son los días:
olvidada respuesta a una pregunta
de fugitivo demonio
con
tridente.
El claroscuro reviste el lecho marino
con pesado ropaje de sal
y la noche comienza su larga canción.
Qué soy.
De dónde proviene mi equilibrio
si es que tengo
un punto fijo
referencia.
Qué soy;
qué venenos me recorren y me avivan.
De Entre lo timorato y lo arrogante (Ediciones de el animal, 2008)
Fernando Trejo
(Tuxtla Gutiérrez, 1985)
Cameo cuando el abuelo Carlos nos recorrió Viaje para siempre.
A la Caro, mi hermana. A la Gis.
Nos fue la infancia más larga aquella tarde. Atravesamos el pueblo, sin gota de agua en la garganta, ahogándonos de sed. Salimos con el sol detrás, pintarrajeaba de oro las ventanas. Mi madre, recuerdo, nos tomó una foto. Caminamos varios kilómetros y recorrimos el pequeño pueblo que cabía en mi mano. Las ventanas con su vista clavaban la figura del abuelo y de los nietos, y no creían capaz que la música del viento nos mugiera un silencio, y que la metralla de las piedras al rodar nos abriera camino, y que los perros con su lengua ya muerta nos dejaran en paz. Fue la tarde más larga de la infancia, estoy seguro que de eso se encargó el abuelo. Supo mantenernos al tanto, con el ojo pelón, engallados, sin mencionar palabra, en ese camino-film y largo que se ha convertido Viaje para siempre, del que no querré volver.
De Travelling (Limón Partido, 2011)
Fabián García Gómez
(Comitán de Domínguez, 1985)
De otra urbe
de otra sangre llegué
y construyo aquí mi casa
El tejado es viejo el maíz del patio joven
Las calles que me trajeron las recorrí
cuando niño
Eran amplias y llenas de sombras
Grandes jacarandas que rozaban
con su oscura forma de luz
el cuerpo restregado del hombre sobre el suelo
Tenían las calles en aquellos años el
espectro de otros que ahora como yo
reunieron las imágenes y huellas
Estaba escrito que vendría a tejer
de vino el campo donde nací
Convalezco de premura y deseo
que mi casa flote o se incinere
La casa será a la vez agua
y candelilla todos los días
El dormitorio donde no se debe dormir
la cocina donde no se debe cocinar
la casa donde no se debe vivir
Esta es una sala barroca diré
cuando las visitas huelan lo que
se está cocinando
Allá ¿ve usted? Está el dormitorio
Y he de recordarle que no duerma
porque la casa es un sueño que
se duerme solo
Entonces vendrán más visitas y
colegas y patrias destruidas y gente
pudriéndose porque también son
paredes quirúrgicas
donde probablemente se cure nadie
Mi casa será
ha sido ya el resuello del viento sobre los árboles
los nombres de las cosas
¿Cómo sabía que se llamaría casa?
¿Cómo sabía —la casa— qué vendría?
No debe importar
porque aquí la hora décima del día
declinará su enorme concha de mar
sobre mis oídos para que duerma
y dormiré afuera entre el maíz joven
al lado del perro que guarda la casa
con su ladrido o junto al pozo
en la claridad del agua que ve desde
arriba Allí dormiré viendo cómo la
casa se yergue siendo fuego para
habitarla cuando el mal sueño me despierte
y la casa del tigre sea un manso riel que dirija
todos los caminos al lago de los vivos
(Inédito)
Fausto Carámbura
(Comitán de Domínguez, 1985)
Poemas
i
mujer: he aquí todos mis huesos hurgando tu nombre, solitarios y combatientes hijos de la nada; la casa se planta como un velero que parte el mar en dos y en sus esquinas siente recomenzar mi caída hacia el abrevadero: ruido y polvo cortados como frutos resistiendo su propio torbellino.
iii
podrá llover toda la sangre de los puertos; mostrar lentamente mi cadáver como el contacto de la muerte que el azar impuso —vuelvo a las imágenes, a los terribles fantasmas apareciendo tras apagar el último foco de la ciudad en llamas—; podrán, con silenciosos rituales, comparecer el tedio del mar y sus arrabales, porque toda la noche me invadió la angustia: he visto la enorme muralla sobreviviendo bajo la ceniza.
(Inédito, 2010)
Marco Morova
(Tonalá, 1985)
Un puñado de pingüinos revoloteando
en los hielos de su mente.
La noche es basura
pero Laura,
tiene intenciones de celebrar
un aquelarre.
Nos desnudamos.
Y de sus pechos brotan
raras alegorías.
(Le hablo de las noches en que suelo
soñar que se me caen todos los dientes,
ella, desnuda, juega a hacer aún más grande
el charco de mi ombligo)
—¿Cuántos pingüinos caben en tu mano?
No respondo,
la abro como con un abrelatas
y pienso
en esas ebrias noches
en que la mente
parece deslizarse
como un puñado de pingüinos
por los hielos de la locura.
(Inédito, 2011)
Juan Carlos Cabrera Pons
(San Cristóbal de las Casas, 1986)
VI
Pero si el tiempo justo
–su balanza de seda milagrosa–
no depara fortuna a mis papeles,
dirás:
Nunca fui suya,
jamás entró sus manos en mis aguas tranquilas,
no me tocó al tocarme;
y además era feo:
su imagen aumentó mi astigmatismo.
EDUARDO LIZALDE
No persistió mi palabra en la distancia, no deparó fortuna
el tiempo a mis papeles. Jamás la amada se bañó en mis aguas turbias.
Manco y torpe, feo astígmata,
mi imagen alentó el olvido en su memoria. No deparó fortuna
el tiempo a mis papeles.
Para que mejor pudieran escucharla, cubrí sus oídos de antemano sordos,
pero ninguno supo distinguir su canto del agitado canto de las olas. Para mejor
vencerla
caí en su oscura trampa cegadora, para mejor huir
até mi cuerpo a erecto mástil impaciente. La perdí para mejor buscarla,
para que las amarras en mi piel ardieran esa noche. Pero no deparó fortuna
el tiempo a mis amarras.
No persistió mi canto en sus oídos como su silencio en la palabra mía, no deparó
fortuna
el tiempo a mi ceguera. Nadie sabrá que he muerto,
que si feo astígmata en vida anduve, doblemente ciega fue mi muerte. Pero lo triste
no fue que mis ojos lo cegaran todo,
fue no ser visto por ella que cegaba, dadora del astigmatismo. No deparó fortuna
el tiempo a mis papeles, ya nunca los lectores
sabrán de su ceguera.
(Inédito)
Alonso Gordillo
(Tuxtla Gutiérrez, 1988)
Hay un caballo entre nosotros
La mesa puesta/el tallo de los alcatraces
como una fusta anunciaban su llegada
Los granos de sal
bajo la luz
resplandecían como el brío de un caballo
frente a la ventana
[entró rompiendo la vidriera]
Escupí leche tibia al primer sorbo
el problema no fue la vajilla de
porcelana o el mantel de puntos
fue ese animal
que saltó
por la ventana
y se metió en tus ojos
como negros fantasmas en la carne
Jaime Sabines. 83 aniversario 83 poetas (Coneculta-Chiapas, 2009)