Poetas chiapanecos: 1970-1988

Poetas-chiapanecos[1]El poeta Fabián Rivera nos presenta una muestra representativa de la poesía que se está escribiendo en Chiapas, un estado que ha dado voces definitivas para la poesía mexicana como las de Jaime Sabines, Rosario Castellanos y Efraín Bartolomé. A continuación las nuevas voces de la poesía chiapaneca.

 

 

 

Poetas chiapanecos: 1970-1988

 

 

Esta compilación es el primer producto de una investigación que abreva —y ahondará— en torno a la poesía de reciente promoción en Chiapas, tema que tiene antecedentes directos en

las publicaciones 13 poetas jóvenes de Chiapas: 1970-1986 (Punto de Partida no. 149; Unam, 2008) y Poéticarbitraria: Muestra de poesía hecha en Chiapas: 1981-1986 (Revista Salamandra no. 11, 2009), de Balam Rodrigo y Fernando Trejo, respectivamente. Con muy breve diferencia temporal (quizá algunos meses), ambas selecciones recopilan una cierta cantidad de autores cuya relevancia es innegable en lo que a este género literario compete.  

Luego de bucear por publicaciones impresas y sitios web, doy constancia de que la poesía escrita por autores chiapanecos (denominación que aplica tanto a quienes nacieron en el estado, como aquellos que radican aquí desde su infancia —incluso, hay quien reniega su pertenencia a la patria chica—), ha conservado su vigencia y asimismo, mantiene una considerable cifra de oficiantes por década.

Esta recopilación pretende completar el panorama de lo que en su momento Rodrigo y Trejo ya iniciaron, y se sujeta a un margen temporal de 18 años (1970-1988). Las estrategias de las que me serví para realizar este trabajo fueron, en primer lugar, solicitar directamente a los autores una muestra de lo más reciente de su producción, sus datos vitales y una breve ficha bio-bibliográfica. Evidentemente, tengo la fortuna de conocer a varios de ellos, y la cercanía de su amistad facilitó las cosas.

Una segunda estrategia fue emprender la relectura de algunos títulos (los cuales sólo han circulado en Chiapas) para proceder a la elección de un texto. Así pues, este primer esbozo fue realizado gracias al apoyo de los autores, aunado a la labor investigativa.

Lo importante, creo yo, es que todos y cada uno de ellos, sin importar los lazos afectivos que nos emparenten, tengan el lugar que les corresponde en el concierto del nuevo panorama de la poesía escrita por autores chiapanecos, con la certeza de que, con el paso de los años, estos autores tendrán una considerable relevancia en el ámbito de la literatura nacional e internacional en lengua española.

 

 

Fabián Rivera

Barrio La Lomita, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas

14 de julio de 2011

 


 

*** 

 

 

Ulises Córdova

(San Cristóbal de las Casas, 1970)

 

 

 

Circe

Cama 49

 

 

                        Más enemigo del amor y de la vida

                        es vuestro matrimonio (…)

                        Quédate Ulises: sé un cerdo.

 

                        Silvia Ugidos / España

 

 

Mi barca aprendió a relinchar.

La dejé pastando caracolas amarrada al tiempo,

mientras el tiempo crecía como un árbol de luz

que siente todo lo que pasa en este valle.

 

Ensillo mi barca dispuesto a un periplo en el bar.

La barra es dársena en la que sollozan de filosofía

los veleros, trajineras, algunos yates,

y hasta un carguero con las bodegas repletas

de cielo en polvo.

 

Mi barca relincha caracolas y medusas venenosas

que flotando se hacen nubes.

Pido al cantinero una Lágrima doble,

porque, como todo navegante,

me duele un amor en cada bar.

Y sin embargo, es éste el último dolor que me tomo solo.

Hoy tengo que marcharme a un lugar

lejano llamado María o Beatriz, Helena o Eloísa,

Penélope o Sofía:

                                   Mujer

en donde vive el mejor de todos

los que existo,

en donde hay grande extensiones de tierra cultivable,

minas de oro y plata, las mil expresiones del diamante

y un desfile interminable de preciosas piedras.

Pero donde también habita

el dios enfurecido que desea mi muerte,

las temibles quimeras,

los lestrigones que destrozarán mi barca,

y la hechicera, la hermosa hechicera

 

 

 

que tarde o temprano

va a convertir en cerdos

mis más caros y preciados sueños.

 

De La vuelta al mundo en 80 camas. Antología de poesía amorosa

(Vitral Editores, 2010)

 

 

 

Luis Daniel Pulido

(Tuxtla Gutiérrez, 1970)

 

 

Mi novia es una zombie que ya no come Nutella

 

Y te vas, desapareces, te urge tu oficina,

atender a los comisarios culturales

de tu pueblo miserable

 

Te vistes, y tan guapa como siempre,

me dejas notitas sobre tu fe, tu dios,

la dieta del perro y que contribuya

a la salud del teatro y no olvide

caminar con precaución los círculos

bautismales de tu fe sin zapatos

y de blanco

 

Que no olvide lo buena persona que eres,

la sazón de tu pecho cuando llego triste

a casa, la corona de espinas y los cohetones

y la tambora y los orgasmos que evitan

el escarnio de los que ven tropezar a los ciegos

con la violencia exacerbada de los movimientos

obreros, de las llamadas no contestadas,

de los simulacros antiterroristas,

de los festivales de rock cerveceros

 

No sé si es necesario que te vistas

de prócer campesina, de turista

de “Mixquic por una noche”,

si donde vives –y desde 1937–

las revoluciones son los juegos florales,

los cielos abiertos donde las moscas

son ultraterrenas y dan votos a la historia

de las mentiras verdaderas.

 

(2011) 

 

   

 

 

Rolando Mazariegos

(Yajalón, 1973)

 

 

 

A Federico García Lorca
(fragmento)

I

Escribo brazo
     para que la vida venga
recueste su cabeza blandamente, respire y descanse

Por eso lo escribo firme
    con la fuerza de las huellas
para que venga el mar
    a fecundar la tierra

Pero llegó la muerte
     quedaron a merced del buitre
           y en penumbra mis entrañas

Quedé a oscuras
     pero dueño de mí
Dueño de mis testículos
    vueltos comida para perros
Dueño de mis intestinos atomizados
    hasta la indiferencia

Sigo aquí
En esta vana oscuridad
    a punto de quedar en silencio
       a punto de aprender a    no llorar
con la procesión de los milagros fríos

La invención de la bombilla eléctrica
       que atrae los obuses como el imán al fierro
Los bombardeos en nombre de la “paz” y la “justicia”

(Una sirena de alerta
         parte en dos la noche
—pájaros metálicos hacen su migración hacia la muerte)

Por cada bomba que cae
     la Muerte
Se suelta a contagiar
    el ánimo estático de su naturaleza

Por cada bomba que cae
Una tribu de gitanos baila hasta el amanecer
     al filo de la primera aurora nuclear

Por cada bomba que cae
     un hombre y una mujer
          recuperan la memoria
De su época de bestias

Por cada bomba que cae
     un niño recupera la vista
Ante el asombroso resplandor del átomo.

 

De En contra de la sombra (Ediciones de el animal, 2008)

 

 

 

 

Víctor Cabrera

(Arriaga, 1973)

 

 

 

Mudanza de las cosas

 

Toda llegada anticipa una mudanza,

cada sangre se sostiene en su latido

—y en ese fluir se advierten los signos del traslado.

 

Apenas su tosca mansedumbre pisa el suelo,

las cosas urden ya la escapatoria:

en sus vetas la madera traza rutas de salida,

dibuja el tiempo en el tapiz de los sillones

el mapa y la escalera.

 

No envejece en su sitio la moldura:

madura la ilusión de un nuevo muro

hasta el día en que

—podrido—

cae un fruto del cemento.

 

De Signos de traslado (Casa Juan Pablos-Leer y Escribir, 2007)

  

 

 

 

Balam Rodrigo

(Villa Comaltitlán, 1974)

 

 

[ antiícaro ]

 

 

antiícaro , no quise yo volar , sino caer ;

por eso escribo , para dejar de soñar ,

para dejar el vuelo a los pájaros

y a la memoria ; pero heme aquí

con luengas alas urdidas en el polvo

del sueño y ataviadas con el plumaje

del tiempo sin el tiempo ; por eso escribo ,

para caer y apuntalar con estas letras

mi cuerpo y forzarlo a descender

en esta página , tatuada ya por el peso

todo de mi sangre ; y así , desleído

y cercenadas mis alas con el filo

de tus párpados , yace mi cuerpo

desangrado entre renglones , caído ,

terrestre , soberbio ; y aún señalado

por el dédalo de Dios y la niña de tus ojos

que trazan mi destino , antiícaro ,

no quieres tú volar , sino leer ;

 

 

 

 

Víctor García Vázquez

(Escuintla, 1975)

 

 

Gacelas

 

Apaga la luz, te digo en mi memoria

Feliz no soy con ver tan claro

mas bien lo oscuro me ofrece protección

y alivia mis temores

Felino soy en la oscuridad y arrastro

mis zarpas entre las sábanas; así, con acento

que si lo vuelvo grave correré

persiguiendo gacelas; y no es eso en lo que pienso.

 

Ahora estoy en casa camuflándome

y avanzando silenciosamente

para atrapar tus pieles tiernas:

túnicas que mis filos no rasgan.

Pero entonces tú te das la vuelta y tapas

Yo me quedo sintiendo la aspereza de la concha

y comprendo por qué no tienen tantos depredadores las tortugas

 

Mi derrota me levanta del hecho

y avanzo

en la oscuridad

tentando nerviosamente

hacia la brasa del cigarro

para apagármelo

en la ingle.

 

 

 

 

Arbey Rivera

(Ángel Albino Corzo, 1976)

 

 

Apuntes de ventana para un muro

2

 

Estuve en silencio un día y aprendí que nada sé de las palabras. Supe que  el sonido abre  túneles  por el que  trenes viajan rasgando la armadura de las sombras.  Vi que las imágenes venían  cayendo desde el fondo hacia la aurora, dejaban ápices de color  en la boca del sol. Amuralladas  palabras  se mataban unas a otras  (vestigio de lo humano) tratando de salir del fondo. Y cada vez que abría más los ojos,  me ponía triste la miseria  que trataba de abrir paso a las palabras. Nada había aquella vez en esa voz que detuviera el ir y venir imaginario que no voceaba nada. Pero abría muchas grietas para que la muda boca aprendiera por  primera vez el  alfabeto.

 

(Inédito, 2011)

 

 

 

 

Ignacio Ruiz-Pérez

(Tuxtla Gutiérrez, 1976)

 

 

13

 

cuando la lira dispersó las notas, el bosque fue un eco y los árboles ideas

¿existe algo más seguro que andar a oscuras,

tocar las cuerdas de la lira o soplar en el olifante

un resplandor de marfil, un asombro de cuarzo?

ah, la fuerza mineral, la idea de la forma, la caída de las vocales,

el pájaro intentando volver a su vuelo, el olifante como eco de la lira

y la lira como resplandor de la infamia:

hasta el fruto necesita un cuchillo para abrirse como el tiempo se necesita

a sí mismo para madurar como una granada

 

(De Islas de tierra firme)

 

 

 

Gerardo Moctezuma

(México DF, 1977)

 

 

Testamento

 

Dejo a los ríos correr sin haber bebido de ellos,

dejo a los montes reverdeciendo sin aventurarme en ellos,

dejo en los manantiales la leche brotar sin lavar mi alma.

 

Dejo en el árbol el fruto no tocado por mi mano,

dejo en tu piel caricias no ungidas por mi vida,

dejo correr las sombras de las nubes por mi tumba

y a mi aliento escapar como el humo del incienso

que abandona esta tierra.

 

Sin mirarle,

dejo al sol, mi protector, en el cenit

danzando en círculos de fuego.

 

Sin oírle,

dejo a la luna cantar con frescura,

la tierna luna, la mi alimento umbilical.

 

Dejo a mi cuerpo oxidándose en la montaña de cruces,

dejo a la lluvia borrar el nombre de mi epitafio.

 

Te dejo danzando con tu vestido de flores,

en los árboles desde donde cantan los pájaros.

 

Danzando para recuperarme.

No llores, sé fuerte.

La muerte me besa, la soledad termina,

mi dolor se derrumba, he sido, por fin, libertado.

Es invierno, tengo frío, ahora dormiré sin final.

 

Voces que maduran en su caída (Universidad Autónoma de Chiapas, 2006)

 

 

 

 

Víctor Avendaño Porras

(San Cristóbal de las Casas, 1979)

 

 

Rodeado de mar por todas partes/ nadie escucha mi voz/ soy tierra desgajándome/ Hay momentos en que él me ciega y me acobarda/ en que el agua es la muerte donde floto/ Pero abierto a mareas y ciclones/ surjo del mar-raíz roto/ crezco del mar y muero de él/ me alzo ¡para volverme en nudos desatados…!/ ¡Me come un mar batido por las alas de arcángeles sin cielo/ sumergidos!

 

***

 

Ola comunicadora/ sin cifra/ sin polvo/ Ola y mi pecho salado/ por las ensenadas de los antiguos días y el joven matiz/ tierno en los senos del cielo/ Fuerzas eruptivas trazan tus orbes 

 

De El mar océano de la noche de un día después (Coneculta-Chiapas, 2007)

  

 

 

 

Bernardo Farrera Vázquez

(Berriózabal, 1979)

 

 

Selva oscura

 

II

 

 

 
 
 
 
 

 

Oculta una cálida humedad
entre los resquicios en penumbras
donde los aullidos
son de incitación a la cópula y no al espanto.
En esa lejana región
el pasto es devorado
y el devorador es pasto de otro devorador.
La vida en la muerte se multiplica.

 

 

 

IX



En cada hoja
los minutos.
En cada rama
las horas.
En cada flor
los días.
En cada fruto de los árboles
el círculo completo de la luna.

 

(2010)

 

 

 

Mikeas Sánchez

(Chapultenango, 1980)

 

 

RAMA 

 

Jojpajkin tajsu’xys

jojpajk kutpa yuñ’ijtkuy’omo dyom’ijtkuy’omo

ñä’ ijtu’ ips’ komajk komojsay ame’

teje’ myusabya Mahoma’s kyusku’y

uka ñä’ ijtpa patsoke’une

tekoroya jyokpa jyaya

joyätsäkibä’ yasa’kämä

sudgu’y kämä’

poñi’bä  konukskuy’jin

konukspä tsu’ ko’ tsu’

wäkä myajk’pä’ä sudguy’is tyoya’

 

kasujpa tä’ ägba’ jana’pama

uka’ ni’ijs ji’ tä’ pi’ke’ dä yomijtku’y

teje’ nkipspa’ sone’naka

yangamyajpasen’omo wyrun’dam

teje’ myabaxäbya’ Dakar’pä kubgu’y

juwä sone’ yujk’tambä yomo’istam

ne’ pyojkin’dchokiaju pyabiñomo’ajkutyam

tumdumäbä’is wyadba peka’wane olof’ore’omo

tumdumäbä pabiñomo nä’ jonchire’

ne’ xirijtubä sudguy’ käjsi

 

 

 

RAMA

 

Los ríos que la habitan

se bifurcan entre su infancia y su sexo

tiene treinta y cinco años

y sabe que Mahoma no le perdonará

un hijo sin padre

por  eso su vientre espera con calma

debajo de su vestido de flores

debajo de la pasión

desde una plegaria silenciosa

que pronuncia cada noche

para ahuyentar los malestares de la carne

 

Ser libre es dormir desnuda

sin unas manos buscando tu sexo

piensa mil veces

mientras cierra los ojos

y se sueña en una calle de Dakar

entre una decena de muchachas negras

recién llegadas a la pubertad

cada una ensaya cánticos ancestrales en Olof

cada una es una gaviota salvaje

volando alrededor del deseo

 

(Versión bilingüe, zoque-español, traducida por la autora)

 

 

 

 

Raúl Vázquez Espinoza

(San Cristóbal de las Casas, 1981)

 

 

 

habría de ser mejor la vida, esta, la única, pensión a solas, la vida;

 

porque de cerca nada es lo mismo: el deseo, una sed tautológica;

el amor, enlaces bioquímicos; la guerra, democracia empresarial;

el hambre, existencia; la cultura, cierta gramática textual;

la defensa de la humanidad, formas para expresar la palabra “apariencia”, 

 

entropía, entropía, entropía en la ciencias humanas o conjuntos borrosos, bah

 

no, eso lo dicen mejor un conjunto de letras

que se hunden

 

Inédito (2010)

  

 

 

Marco Antonio Castañeda

(México DF, 1981)

 

 

 

CON LA CARNE ROTA, con los brazos roídos de tanta oscuridad,
voy lanzando esquirlas serpentinas
a la esférica superficie,
con el pensamiento leído,
con mi gesto en pie en la batalla
digo tu nombre aduraznado en mi sopor.
Así te observo, noche, desde mi caverna llena de inmensidad.

Fundidos ya los vocablos de mi risa, recojo tu paisaje
en la retina,
en un balcón más barroco cual morada nocturna en lo profundo
del estanque que tañe lleno de estrellas como de lumbre
como de furia,
en la sesga de la historia que da la mirada.
A caballo heráldico lleno de sueños
y con mi boca llena de palabras
he de nombrar tu más mínima señal
como nombro al mundo, en esta noche navegable.
Detrás de mis pestañas filamentosas.

 

Inédito (2010)

 

 

 

René Morales

(Cd. Valles, San Luis Potosí, 1981)

 

 

vii

 

+

 

Auschwitz siete de mayo de 1944 

Josef Mengele baila con Perla Ovitzes

antes de enviarla a la cámara de gas

 

30 años después desde una ranchería en Paraguay

recordaría con una ternura inusitada

el bien que hizo al salvar a esa familia de enanos

que le recordaban tanto a su infancia en las calles de Baviera

 

 

+

 

Hiroshima seis de agosto de 1945

Sumiteru Taniguchi

sale en bicicleta a entregar el correo

 

unos segundos después

todo se queda en silencio

oscurece a las ocho de la mañana

y comienza a llover

algo parecido al aceite quemado

 

40 años después en el mismo sitio de la explosión nuclear

pensaba nuestro amable cartero

que la mañana era perfecta

para morir con el resto de su familia

 

 

+

 

Chernóbil 27 de abril de 1986

Anna Korolevskaya

después de salir con sus hijos a ver

los pinos más altos de la avenida Pripiat

sonríe en silencio después de toser

sabiendo al fin que la luz que había visto la noche anterior

no era un incendio sino la navaja de la muerte deslizándose

sobre el cuello de los habitantes de su ciudad

 

De Notas sobre el fin del mundo (Public Perver, 2011)

 

 

 

 

Diana Ivonne Martínez Tovilla

(San Cristóbal de las Casas, 1982)

 

 

Desterrada

 

Quise jugar a ser reina 

y dar jaque-mate a todo.

Al primer movimiento,

un peón se burló de mí.

Las torres se derrumbaron.

Me abandonaron los caballos

dejando un recado que decía:

No estamos dispuestos a jalar

el carruaje de ninguna Cenicienta.

Para qué  hablar del alfil;

se unió al enemigo y asesinó al rey.

Ahora estoy desterrada del tablero.

 

(Inédito, 2011)

 

 

 

 

Ameht Rivera

(Cacahoatán, 1982) 

 

Hipocanto II

 

Se enredó mi lengua entorno al canto

cual sierpe de niebla estruja al cuello del aire

lengua espesa,

fría, dispersa

apéndice de carne,

blando timonel de la palabra

árabe astrolabio

aritmética de los vientos rosa

anémona lasciva 

palabra de piel desnuda,

es mi lengua que ensaliva tu garganta.

Lluvia de papel en jardines de origami.

Escondí tu corazón, thesoro mío,

bajo una ínsula de nubes

náufrago, pirata de los vientos

oculto silencio bajo la piel del firmamento

sierpe de luz

se ajetrea entre tus ojos

cuando me ves,

aunque aún no has susurrado:

quiero aquellas zapatillas rojas…

separo cada olor

con la rosa cosechada de tu aroma

alargo tus espasmos con puntos suspensivos…

(coitos interrumpidos de este poema sexual)

Mientras callas,

(tus besos vocálicos, mi lengua bucólica)

cual impávida y suspensa luna

el aliento de Dios

sostiene sobre la nada

el círculo de amor mordido

me santiguo ante tu acunado vientre

nido de la larva vida

no importa qué posición goce mi carne

mi corazón está de rodillas.

Se enredó mi corazón al canto,

cual sierpe de grana al rededor de tu saliva

piel de aliento le tejí al licor desnudo de tu boca,

suavizar la roca, herir de sol la cicatriz

es oficio del poeta,

pero sólo el zoon erotikón

pudo haberte domeñado besándote la boca

en tanto, un jardín de mari-rojas posas  

abría la mirada unánime

entre tu sexo

verde almendra desollada

y un nefando colibrí, ahíto de sangre,

bacanal Huitzilopochtli

bebió (beodo de feromonas),

el aguamiel de flor lunar

(eco líquido de tus orgasmos)

¡Oh dulce alcatraz del cielo!,

ojo de la noche sorprendido

suspendido

luna silente que vigila

mientras me enredo

al pie

del

canto.

 

De Hipocampos (inédito, 2010)

 

 

 

Miguel Ángel Guzmán Velázquez

(Ángel Albino Corzo, 1983)

 

 

 

Habitante del mundo

 

No puedo hablar de esto. No. Puedo levantar las velas e irme a los mares vistos por ninguno. Puedo ir al norte, al sur, al este. A las grandes montañas de Pekín.

Puedo levantar al sol otras murallas pero ya sin sangre.

No me basta el polvo que hay en los vestigios de este pueblo antiguo.

Yo voy más allá: al Éufrates, al Nilo, a las aguas del Grijalva.

Sólo basta levantar los ojos. Hay heridas en mi alma -es cierto-. Mas vendrá el aire pronto y me dejará su nuevo polvo. Y en algunos meses, ya curados, rodearemos Troya.

 

 

 

Heredad

 

Yo conocí muy pronto la tristeza.

La eterna herencia de mi estirpe.

Germinó a la voz de los relámpagos.

Me hizo envejecer.

Mis hermanos se echaron a correr.

Se escondieron en el humo, en la leña, entre las cenizas del fogón.

Cubrieron sus oídos con el ruido de la lluvia.

Yo conocí muy pronto la tristeza.

Sus garras araron mis entrañas y en ella dejaron su semilla.

Yo: humilde carne.

Cubierto de hierba, cuyas hojas ahora tiemblan

al encontrarse con el aire.

 

De Un forastero canta (Universidad Autónoma de Chiapas, 2008)

 

 

 

 

Jacob Levy Pérez Toledo

(Tuxtla Gutiérrez, 1983)

 

 

Magla

A Lyrea

 

Ya te (re)tuve entre sueños

entre sueños retuve la esencia lejana de tu roce

y tuve —al final de la antorcha y nebulosa—

hasta el más mínimo filamento de tu rostro

                                                         de tus venas

                                                         de tu agónica saciedad en la penumbra

—como estando descalzos en un tiritar interminable

Te retuve (tu piel entre mis yemas)…

Más desperté —huido de mí mismo entre las sábanas—

Queriendo estrechar tu ser como una idea convertida

en calor y fingimiento sobre mí

 

el humo de cigarro entre los nervios

las palabras cortas y distantes (pero tocan)

 

avasallada la barrera pululante de la tarde

—y con el olvido receloso en la memoria—

refutas (levantando el entrecejo)

la verdadera edad antes repetida

 

AQUÍ, en este tiempo pasado en que discurro

rehúyo de tu encuentro—

más siempre pensando   pensando siempre más

en ir o regresar

                            o enfrentarte mientras puedo,

en una dulce reyerta desconocida

desconocida en tanto carezco de armas (sólo venas, impulsos…)

pero la doy absorto por perdida

porque la has ganado en la mirada

 

Inédito (2011)

 

 

 

 

Claudia Pola Solórzano

(Tuxtla Gutiérrez, 1983)

  

 

Desvelo

 

No se duerme tranquilo en este espacio

no se duerme el ojo ni la lengua

no se presta el corazón para hacer túnel

en la boca

 

no se encorva el sueño

entre la glotis:

se escapa

 

deja sin aliento mi cuerpo

para recuperarse

para volver al otro día

con las manos llenas de silencio

 

no hay fuerza ni descanso en esta sangre

no existe la demencia de lo eterno.

 

De Voces que maduran en su caída (Universidad Autónoma de Chiapas, 2006)

 

 

 

 

Matza Maranto

(Ocozocuautla, 1984)

 

 

Contienda en el ocaso

 

7:45 p.m.

 

Abres los párpados

para el inicio de la fiesta.

La ciudad, batalla vespertina.

No soy más,

sólo una mujer

que pronuncias

 

             y arde.

 

 

 

7:50 p.m.

 

A tu altura

un vacío nos habita.

Cae la nostalgia

y tus letras se estrellan contra el muro.

No soy más,

sólo una mujer que habita

este lugar herido por un río.

 

 

 

8:00 p.m.

 

Tirana, vencedora,

la reina y su festín de gala.

Corte sombría que nos invade,

mirada en desapego.

No soy más. Sólo una mujer que observa

cómo se incendia el horizonte.

 

De Atajos para llegar a nadie.

  

 

 

 

Rodolfo Girón

(México DF, 1984)

 

 

ahora caemos. Dejamos el pedazo de neblina, la nave y su barullo. Atrás, muy atrás del silencio. Resbalamos. A qué superficie de mimbre llegarán nuestras huellas, en qué arbusto de piel, pondremos a sombrear el deseo. La resonancia tardía: grito que escapó del desconocimiento. Del oficio de caminarnos entre lenguajes distorsionados. Tanta música para nada, tanta música para seguir descendiendo incomprensibles. Hoy nos ha tocado abrir los ojos; reconocer que anteriormente el abismo rozaba ya nuestros pulmones, nos había sedado las alas, adormecido la visión. Llevamos ese sabor agrio. Esta humedad de espanto y sentimos su fardo en la garganta. Caemos, y aterrizar sin desorden es cuestión de sanar las heridas, de crucificar el horizonte turbio que la aurora de Octubre prometió durante el sueño.

 

De De cómo los desesperados naufragan en las lenguas de aguardiente (Editorial Jex, 2010)

 

 

 

 

Mario Alberto Bautista

(Mazatán, 1984)

 

 

Mantarraya

 

Yo quiero tocar los ojos, el mundo

oscurecido. Las podridas

líneas

de la vida.

 

Rafael Courtoisie

 

 

Cuál es mi nombre,

las sílabas que

 

una a una

 

edifican mi saliva.

 

(Mantarraya:

ojos abiertos, vocales

en lo oscuro buceando

en la profundidad de lo invisible).

 

Yo busco mi nombre,

la extraña grafía que contiene mi epitafio. Voy

por lo oscuro,

voy

por lo oscuro,

por la senda del nado bajo, del nado

a pique,

asciendo, bajo, busco:

zig-zag,

 

danza de ciegos yo y mi sombra.

 

En el huerto marino la sal esparce su semilla.

Todo es quietud, el lecho sucio, el

lodo escurridizo que me arropa,

 

mi detritus residual,

 

mi eterna cobija.

 

(Estoy desnudo. Sigo

desnudo: manto mi sombra de la sombra. No

veo dónde, cuándo. Ah, cómo

pasan los días que nadie

nombra).

 

Pero no voy a hablar más de los muertos.

 

Qué son los días:

olvidada respuesta a una pregunta

de fugitivo demonio

con

tridente.

 

El claroscuro reviste el lecho marino

con pesado ropaje de sal

 

y la noche comienza su larga canción.

 

Qué soy.

De dónde proviene mi equilibrio

si es que tengo

un punto fijo

referencia.

Qué soy;

qué venenos me recorren y me avivan.

 

De Entre lo timorato y lo arrogante (Ediciones de el animal, 2008)

 

 

 

 

Fernando Trejo

(Tuxtla Gutiérrez, 1985)

 

 

Cameo cuando el abuelo Carlos nos recorrió Viaje para siempre.

  

A la Caro, mi hermana. A la Gis.

 

Nos fue la infancia más larga aquella tarde. Atravesamos el pueblo, sin gota de agua en la garganta, ahogándonos de sed. Salimos con el sol detrás, pintarrajeaba de oro las ventanas. Mi madre, recuerdo, nos tomó una foto. Caminamos varios kilómetros y recorrimos el pequeño pueblo que cabía en mi mano. Las ventanas con su vista clavaban la figura del abuelo y de los nietos, y no creían capaz que la música del viento nos mugiera un silencio, y que la metralla de las piedras al rodar nos abriera camino, y que los perros con su lengua ya muerta nos dejaran en paz. Fue la tarde más larga de la infancia, estoy seguro que de eso se encargó el abuelo. Supo mantenernos al tanto, con el ojo pelón, engallados, sin mencionar palabra, en ese camino-film y largo que se ha convertido Viaje para siempre, del que no querré volver.

 

De Travelling (Limón Partido, 2011) 

 

 

 

 

Fabián García Gómez

(Comitán de Domínguez, 1985)

 

 

De otra urbe  
de otra sangre llegué  
y construyo aquí mi casa 
El tejado es viejo el maíz del patio joven 
Las calles que me trajeron las recorrí 
cuando niño  
Eran amplias y llenas de sombras 
Grandes jacarandas que rozaban 
con su oscura forma de luz 
el cuerpo restregado del hombre sobre el suelo 
Tenían las calles en aquellos años el 
espectro de otros que ahora como yo 
reunieron las imágenes y huellas 
Estaba escrito que vendría a tejer 
de vino el campo donde nací 
Convalezco de premura y deseo 
que mi casa flote o se incinere 
La casa será a la vez agua 
y candelilla todos los días 
El dormitorio donde no se debe dormir 
la cocina donde no se debe cocinar 
la casa donde no se debe vivir 
Esta es una sala barroca diré 
cuando las visitas huelan lo que 
se está cocinando 
Allá ¿ve usted? Está el dormitorio 
Y he de recordarle que no duerma 
porque la casa es un sueño que 
se duerme solo 
Entonces vendrán más visitas y 
colegas y patrias destruidas y gente 
pudriéndose porque también son 
paredes quirúrgicas 
donde probablemente se cure nadie 
Mi casa será  
ha sido ya el resuello del viento sobre los árboles 
los nombres de las cosas 
¿Cómo sabía que se llamaría casa? 
¿Cómo sabía —la casa— qué vendría? 
No debe importar 
porque aquí la hora décima del día 
declinará su enorme concha de mar 
sobre mis oídos para que duerma 
y dormiré afuera entre el maíz joven 
al lado del perro que guarda la casa 
con su ladrido o junto al pozo 
en la claridad del agua que ve desde 
arriba Allí dormiré viendo cómo la 
casa se yergue siendo fuego para 
habitarla cuando el mal sueño me despierte 
y la casa del tigre sea un manso riel que dirija 
todos los caminos al lago de los vivos 

 

(Inédito)

 

 

 Fausto Carámbura

(Comitán de Domínguez, 1985)

 

 

Poemas

 

i

mujer: he aquí todos mis huesos hurgando tu nombre, solitarios y combatientes hijos de la nada; la casa se planta como un velero que parte el mar en dos y en sus esquinas siente recomenzar mi caída hacia el abrevadero: ruido y polvo cortados como frutos resistiendo su propio torbellino.

 

iii

podrá llover toda la sangre de los puertos; mostrar lentamente mi cadáver como el contacto de la muerte que el azar impuso —vuelvo a las imágenes, a los terribles fantasmas apareciendo tras apagar el último foco de la ciudad en llamas—; podrán, con silenciosos rituales, comparecer el tedio del mar y sus arrabales, porque toda la noche me invadió la angustia: he visto la enorme muralla sobreviviendo bajo la ceniza.

 

(Inédito, 2010)

 

 

Marco Morova

(Tonalá, 1985)

 

 

Un puñado de pingüinos revoloteando

en los hielos de su mente.

 

 

La noche es basura

pero Laura,

tiene intenciones de celebrar

un aquelarre.

Nos desnudamos.

Y de sus pechos brotan

raras alegorías.

(Le hablo de las noches en que suelo

soñar que se me caen todos los dientes,

ella, desnuda, juega a hacer aún más grande

el charco de mi ombligo)

—¿Cuántos pingüinos caben en tu mano?

No respondo,

la abro como con un abrelatas

y pienso

en esas ebrias noches

en que la mente

parece deslizarse

como un puñado de pingüinos

por los hielos de la locura.

 

(Inédito, 2011)

 

 

 

 

Juan Carlos Cabrera Pons

(San Cristóbal de las Casas, 1986)

 

 

VI 

 

Pero si el tiempo justo

–su balanza de seda milagrosa–

no depara fortuna a mis papeles,

dirás:

Nunca fui suya,

jamás entró sus manos en mis aguas tranquilas,

no me tocó al tocarme;

y además era feo:

su imagen aumentó mi astigmatismo.

 

EDUARDO LIZALDE

 

 

No persistió mi palabra en la distancia, no deparó fortuna

el tiempo a mis papeles. Jamás la amada se bañó en mis aguas turbias.

Manco y torpe, feo astígmata,

mi imagen alentó el olvido en su memoria. No deparó fortuna

el tiempo a mis papeles.

 

Para que mejor pudieran escucharla, cubrí sus oídos de antemano sordos,

pero ninguno supo distinguir su canto del agitado canto de las olas. Para mejor

vencerla

caí en su oscura trampa cegadora, para mejor huir

até mi cuerpo a erecto mástil impaciente. La perdí para mejor buscarla,

para que las amarras en mi piel ardieran esa noche. Pero no deparó fortuna

el tiempo a mis amarras.

 

No persistió mi canto en sus oídos como su silencio en la palabra mía, no deparó

fortuna

el tiempo a mi ceguera. Nadie sabrá que he muerto,

que si feo astígmata en vida anduve, doblemente ciega fue mi muerte. Pero lo triste

no fue que mis ojos lo cegaran todo,

fue no ser visto por ella que cegaba, dadora del astigmatismo. No deparó fortuna

el tiempo a mis papeles, ya nunca los lectores

sabrán de su ceguera.

 

(Inédito)

 

 

 

Alonso Gordillo

(Tuxtla Gutiérrez, 1988)

 

 

Hay un caballo entre nosotros

 

La mesa puesta/el tallo de los alcatraces

como una fusta anunciaban su llegada

 

Los granos de sal

                        bajo la luz

resplandecían como el brío de un caballo

frente a la ventana

[entró rompiendo la vidriera]

 

Escupí leche tibia al primer sorbo

el problema no fue la vajilla de

porcelana o el mantel de puntos

fue ese animal

que saltó

            por la ventana

y se metió en tus ojos

como negros fantasmas en la carne

 

Jaime Sabines. 83 aniversario 83 poetas (Coneculta-Chiapas, 2009)

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