Foja de poesía No. 313: Bernardo Colipán

bernardo-colipán[1]

Presentamos la poesía de Bernardo Colipán Filgueira (Rahue/ Osorno, 1967). Es poeta e historiador. Fue distinguido con la Beca Fondart de creación literaria, 1997 y con la Beca de escritor del Fondo de Fomento del Libro y la Lectura, 1998.  Ha publicado los poemarios “Arco de interrogaciones” y “Comarcas”. 

 

 

 

Arco de interrogaciones

 

El arco y el despliegue de la memoria 

 

             Con las interrogaciones llegan los pájaros, ellos revolotean toda la noche con nosotros en torno al nguillatún, trazan en el cielo el lugar del sacrificio del tiempo. Ellos vienen del mar, no los trae nadie.

             El arco de interrogaciones es un lugar señalado por un colihue, tensado como un arco en la rogativa huilliche. El nguillantuwe o terreno sagrado, está cercado por un círculo que divide un espacio interior de uno exterior.

             Al interior del círculo sagrado; el tiempo de la memoria con su transparencia; al exterior, la historicidad con su tiempo cotidiano. Por eso el Arco deviene en la ventana, por medio de la cual entramos y salimos de los tiempos. En los pliegues que se abren en el adentro se juega su sentido la memoria, en los pliegues que se abren en el afuera, se juega su sentido nuestra historicidad.

             La comunidad danza, los giros  son en sentido contrario a las agujas del reloj.

             Las interrogaciones son los espejos que nos reflejan las primeras formas de nombrar al mundo.

             Las interrogaciones agujerean al tiempo, lo traspasan para nombrarlo y con ello deshilvanan la madeja del olvido, hacen de la memoria un espacio habitable.

 

B.C.F

 

 

                                                                                                                                                                                                

Lefketumay  Chao Dios

Lefketumay Chao Trokin

Lefketumay Treng-Kawin

Lefketumay Pu lamuen-Wuentru

Lefketumey Ñuke Ale

Lefketumay Chao Antu

Lefketumay Pukatrihuekeche

Lefketumay Aguelito Wenteyao

Lefketumay Ñuke Túe.

 

 

 

Arco de nguillatún

 

Las bandurrias vuelan en bandada.

Bajo las piedras algunos insectos

corren perseguidos por otros.

Harina tostada y muday

ardiendo en el fuego sagrado.

De rodillas esperamos la salida del sol.

Con el rocío las oraciones ascienden

hacia la “Tierra de Arriba”.

La tierra vuelve a ser jardín

poblado por antiguos pasos

Una página en blanco

            una vasija

en donde cabe todo

un puñado de semillas en un instante.

El fin de mi aliento es

el comienzo de otro.

Nuevamente la palabra traduce

la reunión de las cosas.

 

 

 

Lan Antu [1]

 

Fue un día de cosecha, allá donde los Llanquileos.

Nos juntamos nosotros los huilliches

y el sol.

Yo tendría todo el temor alojándose

en lo húmedo del pulmón izquierdo.

Asistimos a la muerte del sol.

Lo velamos en cuerpo presente.

Rezamos mucho.

Rezamos y vimos su rostro

reflejado en la fuente

con agua.

“Antu kushe, Antu fucha wentru”.

Tres veces nos arrodillamos

y el canto

no cayó en el vacío.

Así era la idea hace mucho tiempo.

Ahora podemos estar tranquilos.

Apagar el tizón.

Ya están cantando los gallos. Celestes

se ven los cerros

de San Juan de la Costa, el sol

evapora el rocío de los techos y la noche

cae nuevamente en su mordedura .

 

 

 

 

Noche de wetripantu

 

Anochece. Una mano dibuja en los vidrios

el rostro de una helada, cuyo nombre ha olvidado.

Los manzanos sueñan la felicidad

de compartir el mundo con los pájaros.

La Nueva Salida del Sol ilumina

el camino de los perdidos.

El invierno hunde sus pies

dejando una huella sin forma.

La estación de las lluvias es nuestro único consuelo.

Noche de Wetripantu. Un nuevo orden perdura en las cosas.                                                                                                                   

La memoria recupera el silencio anterior a la palabra.

 

 

*****

 

 

Mudo es tu recuerdo, Padre, que me hace vivir

de la sangre cuajada de tu abandono.

Náufrago de mí mismo en tu geometría de voces

enterradas, guardo el trigo de tu última cosecha

para fermentarlo en los cántaros

                    negros del silencio.

                                  Nada tengo.

Sino fuerzas

para arrebatar al vacío, lo que por derecho

pertenece a la memoria.

 

 

 

 

A José Dolores Colipán, quién con su alma

paralela a la nuestra

nos sueña desde otro mundo 

 

 

 

Si algún día te robaran el aliento

yo soplaré mi espíritu

dentro de ti,

para llenar el vacío.

 

 

 

Se te advirtió que tengas cuidado

 

Cuando emigraste Arnoldo de San Juan de la Costa

Para hacer tu servicio militar en la ciudad.

En el potrero se echó la vaca de la angustia.

Se te dijo que la vida en la ciudad

era una gallina de espinazo pelado

de tanto ser pisada por el gallo del destino.

SE TE ADVIRTIÓ QUE TENGAS CUIDADO.

Pero ascendiste en las laderas de lo esencial,

cambiaste a la Rosita Rupailaf por la Lulú Salomé.

Titubeaste en los barrancos de lo sustancioso.

Para después caer como un terrón de tierra

LUEGO

              NO QUEDO MÁS

                                            QUE JUNTAR TUS PEDAZOS.

Nunca se olvidará el día que volviste al campo.

DE TU ROSTRO PÁLIDO RESBALÓ UNA LÁGRIMA DE ALQUITRÁN.

 

 

 

Se notó tu ausencia en el domingo de ramos

 

Nos dices en tu carta Carmen, que Santiago

es una gran ciudad, barata y de muchas luces.

Que tienes un personal estereo y escuchas a Michael

Jackson.

Que usas la minifalda que acá nunca mostraste.

Que tu felicidad es un C.D que tocas por las noches

a todo volumen.

Nosotros – tus amigos del barrio – con un parchecurita

sellamos tu vacío.

El domingo de ramos se notó tu ausencia.

El Johny consiguió trabajo y aún se acuerda de ti.

Carmencita – tu hija – ya tiene cuatro años.

Bien te haría Carmen volver a Rahue.

 

 

 

No todas las noches son como las de Quenac

 

No todas las noches son como las  de Quenac.

(Corazón de tierra en Chono).

Ni detrás de todas las edades se oculta el tiempo.

Antes que los mapuches descubrieran el fuego

cada estrella era un antiguo abuelo

                                      iluminado

que cazaba avestruces en la noche.

                                                El nocturno

canto de la guada

                      anunciaba

enfermedad y muerte. Detrás

del silencio se encontraba el hombre.

 

Yo quisiera tanto que recordaras.

Mi madre acogía mi mano en la suya:

había barro, lluvia, gente y tanto

ruido, que sólo tengo memoria

                                   de la noche

apretándose en mi cuerpo.

                                              Aún

no olvido mi Título de Comisaria

ni el Tratado de Paz de 1793.

                              El silencio,

                              tú sabes

es un rostro semejante a un espejo olvidado.

                              Duerme

oscuro dentro de su vejiga y el tiempo

se encarga de unir a quienes

se encuentran, sin hacer ningún ruido.

 

 

 

Cuando de viaje, hija, salgas al mar

 

Cuando de viaje, hija, salgas al mar.

ten siempre en tu corazón a Wenteyao.

 

Llegar hasta allí es tu destino.

 

A Kanillo, kalkus y anchimallenes no temas.

Tales espíritus nunca hallarás

si tu alma no los pone en tu camino.

 

Deseo, Alen, que el camino sea largo.

 

                                Detente

en Pucatrihue, Choroy

                                    Traiguen.

Recolecta como tus antiguos rulamas

         lunfo y sobre todo algas

                       todo tipo de algas.

 

Con la shumpall de Caleta Manzano

comparte los dulces cantos de tu madre.

 

Pero no apures tu viaje en absoluto

mejor es que muchos ríos cruces.

 

Deseo, hija, que no manquée tu caballo.

 

Detén tu viaje en los catrihues.

Detrás de un cielo azul te hablarán en voz baja.

 

Y si pobre encuentras la isla

el viejo no te ha engañado

hermosa, como has llegado a ella, sabrás

                                                   del lugar

donde los pájaros van

a nacer con los ojos cerrados.

 

 A Kavafis, en la memoria

 

 

 

Aparición de Likán Amaru

 

No hay un viento, hijo, tan alado

Ni tan orgulloso como tu vuelo

                                          Likán.

El sol fue tu única semilla.

 

Tu primera palabra fue

                            ábreme

                            vengo del vacío

                            dame tu escritura.

 

¿Dónde estabas antes que vinieras?

 

¿Acaso es tu sombra anterior a ti?

 

 

       Tú y yo somos dos raíces

dormidas en un bosque milenario.

 

 

 

          

              Yo estoy en ti.

        Por eso te busco en el aire.

              En la pureza

        del sol atrapado en tu cristal.

 

 

 

Arco de nguillatunes

 

El invierno trae en sus ojos

caminos por donde se alejan

todas las carretas.

Fantasmas buscando el vino

que brilla en la oscura

soledad de los armarios.

Aún nos queda buscarnos

calor en nuestros cuerpos

como se busca la moneda más escondida

dentro de los bolsillos del padre. Soñarnos

los unos más fuertes que otros mordiendo

el mismo cordón umbilical.

Iniciar el camino de regreso

a esa parte del mundo donde uno podría

escuchar  la respiración del  río. Ver

la soledad girando

como una rueda

en torno a su propio movimiento.

Allí  uno  podría sorprender

a Wenteyao mirando al vacío

mientras sostiene un jarro

de agua entre sus manos.

 

 

 

Malón de kuriñamku

 

De las tierras del sur nos llegan

noticias de un malón.

Listos están nuestros üllmenes, sanos

y despiertos los kapitanes.

A las tierras del norte nos llevarán

los caballos celestes.

Ya viene, pues la mañana hermanos.

Para todos tendrá la suerte

muchos animales.

Despierta, hijo a tus mocetones.

Si ganas traerás mujer para casarte.

La soledad la ocultaremos

debajo de las piedras.

Tu corazón, hijo

saltará

alegre

como un choike.

 

 

 

Konakul

A José Santos Quilapán

 

En la mañana se posesionaron de ti

dos anchimallen

 

Y te causaron tristeza.

 

Y te vinieron a ver

dos anchimallen.

Aunque te hubiesen  llevado  por toda

la tierra abierta,

cobrarás nuevo ánimo

capitán de mocetones.

 

Confusa es la palabra del cuchillo

clavado en la tierra. Luminoso

el misterio

anterior a nuestras vidas.

Cabalgarás de nuevo en tu caballo

Pillán de regiones celestes.

Aún late en tus manos el corazón

del cordero

muerto en la mañana.

 

 

 

Vinieron por nosotros, palabras

De levantamiento nos trajeron

 

“A sí dicen ocurrió la guerra”:[2] 

vinieron por nosotros los patriotas, palabras

de levantamiento nos trajeron .

“Que vengan nuestros señores caciques”.

Que nos acompañen pues, tenemos la desgracia entrando

como una espina, en la palma de la mano.

En sueños alguien vio salir del monte un animalito.

Hubo sospechas en quienes no alcanzaron la señal.

Salimos sin despertar al tiempo

que dormía como un gato en el fondo de la casa.

“Llevamos nuestros capitanejos, sargentos, fiscales

y cuatro de nuestros caciques”.

Maipo se llamaba la tierra, lugar donde ahora

transitan las carretas.

Era la vida flotando ciega    borracha

negándose a reflejar lo que no sea la negra

transparencia de cuchillos.

Así, nos encontramos nosotros

agazapados tras los matorrales

hiriendo para cobijarnos del frío

de un solo tajo a la noche.

La muerte crecía lenta como las uñas

y con su lengua dibujaba

el contorno de nuestras almas.

Entonces terminó la guerra

ensillaron

los conas sus caballos.

“Murió peleando mucha gente, españoles muchos.

Mi abuelo trajo dos machetazos de sable en la cabeza “.

Hubo quienes no alcanzaron el camino de regreso.

Atrás nuestros pies dejaron

el polvo de las batallas.

Nuevamente juntos ahora buenas vacas comemos.

Somos felices, sí, pero también lloramos

por quienes esta noche

no están junto a nosotros

buscando

el lugar indicado en donde

cicatrizar también sus heridas.

 

 

 

Putrentre, putrape

Putrentren, putrape.

 

Sólo tenemos recuerdo que el cielo estuvo gris.

El mar vino por nosotros

No lo esperábamos, simplemente era

el final de nuestro viaje.

Llegó cuando el sueño fue más pesado.

Cuando en el cansancio del cuerpo

uno suelta toda la vida.

Nuestros ojos eran espejos apagados

mirando la tierra que se hundía.

Se nos llenó la boca de soledad.

Apoyados nos quedamos en el inestable

equilibrio de la muerte.

“Unos mapuches se encontraban

mariscando en la isla

ellos alcanzaron a salir gritando

         PUTRENTREN, PUTRAPE

         PUTRENTREN, PUTRAPE “[3] 

Entonces nos cobijamos

en la más oscura eternidad.

Mejor fue no haber escupido más

saliva de la que teníamos.

La vida fue algo como una carcajada.

La muerte

labios que seducen tanto como el vacío.

Hueso y carne para sentir

cuanto duele el mundo a un altura

en que no importa saber que la sombra

es anterior al hombre que la sigue.

Tuvimos un gusto de tempestad en los labios.

Partimos un pan tan blanco como las raíces de una nalca.

Ahora pienso en el pie, la mano

lo que a uno le queda en el pecho

y busco en el mar el camino

y sólo está el agua palpitando

en la orilla de los sueños.

Ahora pienso en todo  el silencio

silbando dentro de los huesos

y en la cicatriz que se abría en el cielo.

Todo se quedó en el tiempo.

Todo se hundió allá lejos.

“Esto lo tengo en mi corazón

como si sólo fuera ayer” [4]      

 

 

 

Ese difícil oficio de leer a Encina

 

Por años estuvo en boca de muchos

       maestros de escuela,

puzzles

       y varias calles aún

llevan hoy su nombre.

 

      Todo lo aprendido

con buena razón fue olvidado.

 

       La historia es un ojo,

sumergido en las noche,

                               palabras

                                   para no ser dichas

sino para mirarnos en ellas

                             como si fueran

                                     un espejo roto.

 

 

Y fue difícil leer el lenguaje

                  oculto

       detrás de lo nombrado.

                  Hoy,

bailamos purrún al mediodía

      sobre nosotros

vuelo circular de gaviotas.

                 Mañana

        tendremos respuesta

de cartas enviadas a parientes lejanos.

 

                 Nuevamente

       se hablará del Séptimo de Línea

 

 

                El silencio

       será lo más mano que se tenga.

 

También en los territorios del vacío

se juega su sentido la palabra.

 

 

 

 

La historia recolecta monedas falsas[5] 

 

Detrás de la Municipalidad, atravesando la calle

se encuentra el Museo Mapuche de Villarrica

                                                                en él

yacen molinos de piedras, estribos retorcidos,

                                             hierros oxidados,

bajo una cubierta de vidrio: kultrunes, pifilkas

                                                             y mudas

máscaras de madera.

La historia recolecta monedas falsas.

                            Y los recuerdos permanecen

                                              los segundos

que demoran en T.V un spot de la coca – cola.

Y el testimonio es el olvido

entrando a mansalva por el costado

                                                 izquierdo de la memoria.

Y sólo quedan las cartas de Cornelio Saavedra,

                                          una armadura del S. XVI,

una fotografía de un cacique de 1890

                                            y el aserrín

con que mañana barrerán el museo.

 

 

 

Datos vitales

Bernardo Colipán Filgueira (Rahue/ Osorno, 1967): Poeta e historiador. Ha sido profesor de Desarrollo Comunitario y profesor de la cátedra de Territorio y Medio Ambiente de la Escuela de Diseño de la Universidad de los Lagos. Entre sus libros de poemas destacan: Arco de interrogaciones y Comarcas. Publica junto a Jorge Velásquez “Zonas de Emergencia”. Antología crítica (Poesía del Sur de Chile). Ediciones Páginadura, Valdivia 1994. “Pulotre: Testimonios de vida de una comunidad huilliche 1900-1950” (Historia). Editorial Universidad de Santiago. Stgo, 1999. Ha sido antologado en: Desde los Lagos: Antología de Poesía Joven, 1994; Antología de Poesía Joven. Ed. LAR 1998; Voces del Silencio, Antología de poesía Joven, 1997; Selección Nacional de Poesía “El Joven Neruda”, 1998. Fue distinguido con la Beca Fondart de creación literaria, 1997 y con la Beca de escritor del Fondo de Fomento del Libro y la Lectura, 1998.  

 

 


[1] Muerte del Sol

[2] Domingo Quintupurray en “Estudios Araucanos “. Rodolfo Lenz. 1895 – 1897.

[3] “Que crezca la tierra, que crezca la tierra “. Filomena Maripán

[5] Clemente Riedemann.

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