Antología de poesía colombiana No. 21: Ela Cuavas

ElaEn el marco de la antología de poesía colombiana, preparada por Federico Díaz Granados, presentamos el trabajo de Ela Cuavas (Montería, Córdoba, 1977). Su primer libro de poesía, Juntar los huesos,  fue publicado dentro de la colección Voces del fuego, Testigos del Bicentenario de la Editorial Pluma de Mompox 2011 de la ciudad de Cartagena.

 

 


 

LA ESTACIÓN DOLOROSA

 

Vivo en un lugar lleno de árboles y vacas, y mujeres con niños en sus brazos que caminan largos trayectos buscando un poco de leña, un poco de agua, un poco de leche; mujeres hechas de viento, de madera gastada y de sed.

Mujeres que amasan el barro del desamparo en sus costillas y encienden sus lámparas con el aceite que brota de sus muslos.

En el verano el lugar que habito se llena de polvo, el sol quiebra el rostro de los animales y Dios se esconde como un niño detrás de los árboles.
Todo se transforma en esa estación dolorosa, hay una llaga que acosa el pie izquierdo y un ángel lanzallamas juega con su aburrimiento a las puertas del cielo.

Pero el invierno es lo peor, el barro se pega al alma como una maldición y no hay manera de transportarse, el camino se llena de Cristos con sus cruces a cuestas y sólo caminar nos vuelve mansos.

Me toca vivir aquí, cada día debo ponerme una máscara que oculte las lágrimas; yo que soñaba con una casita frente al mar y pescadores de piel renegrida hablando de sus dulces preocupaciones; hablando del sol, del viento y la marea.

En este lugar hay una montaña donde ayer hubo hombres con la inteligencia de un pequeño dios, el alma blanca y las manos cuarteadas por el trabajo.

Aquí  Dios ha olvidado sus zapatos para que recordáramos que no todo es luz en su reino.

 

Y a mí sólo me ha tocado el viento amenazando con llevarse mi casa, y dentro de poco no seré más que un cristal esparcido después de la estampida.

 

 


 

TE SEDUJO EL CANTO DE UN PÁJARO

 

Tú me esperabas frente a la galería,

con aquella blusa azul casi transparente

y una fina sensualidad en tu labio inferior

que no necesita lápiz,

porque las mujeres como tú

son más que carne.

Yo, al otro lado, en la estación,

viendo partir autobuses,

con la tristeza de un judío

que ve partir el tren en una película nazi,

atravieso la calle; y el agua y sus colores

se desvanecen lentamente en la acera;

los cristales de la galería revelan

las trampas de la luz.

Eres la mujer con la que soñé una noche,

sentada en mi mesa,

bebiendo de mi vaso,

bailando un jazz de John Lee Hooker,

cabello azabache, ojos de pantera.

¿Dónde hubiéramos ido esa tarde

de alucinados demonios

en la que neones y automóviles

nos ocultaban el cielo?

Aquel día que no quisiste seguirme

porque te sedujo el canto de un pájaro

y yo tuve que devolverme ebrio

a mi barrio de hojalata.

 

 


 

BALADA DE LA DESEADA MUERTE

 

La muerte seduce el hilo de sangre

que asoma por mi frente.

Atravieso  el patio florecido de jazmines,

aprendí a encogerme y a estirarme

como el gusano por entre los laureles.

Reducida a hoja sobrevuelo la noche

y junto a los pájaros muertos

me desgarro en el follaje.

Triste por no encontrar

suficiente tierra para mis huesos,

vuelvo a entonar esta canción,

como la última canción que cantan

los marineros en la alta noche.

 

 


 

ALEJANDRA PIZARNIK

 

Ha amanecido nuevamente,

pero el mundo ya no es lo que antes fue.

Todo está agrietado y disperso como mi alma.

Estoy sentada en una piedra,

solo conservo mi boca y mis mordidas uñas,

lo demás se perdió en el naufragio.

Los peces lo comieron tímidamente.

Leo sin ojos mis poemas,

me las arreglo para que sea memoria mi boca.

¿De qué me servirá mi verbo en este mundo que me inaugura?

Es como comprar  un vestido roto.

Siempre soñé este Apocalipsis

conmigo sobreviviendo a sus sombras.

Ahora debo inventar un nuevo lenguaje para nombrarme.

Intentaré un canto de ave,

pero aquí no hay aves, tendré que inventarlas.

Pero primero inventaré el bosque.

 

 

 

 

ESCRITURA

 

Las palabras me asaltan y de tanto tocarlas enloquece el piano. Las palabras duermen en mí, pero al tomar el lápiz despiertan todas en confusión de pájaros.

Platón y el nombre de los amantes, Van Gogh y su desordenado alfabeto, Artaud y su Torre de Babel.

 

Las palabras juegan a las escondidas y yo quiero atraparlas como a moscas, derribarlas con mi arco de fuego sin molestar a Dios.

 

 

 

ME RECONOZCO EN ESTA CASA

Para Mónica Jaramillo

 

Estoy sola con los lotos.

Cuando el cristal se quebró

temí al nido de las arañas

y no encontré otro refugio.

Ahora quiero regresar a la casa

pero estoy empapada,

subo la escalera y el humo me aturde.

Ahora un sabor de vino fuerte,

ahora un blues, creo que es Billie, no lo sé.

Creo que amé o habité en esta casa;

he encontrado mis monedas en la fuente,

trato de recomponer mis fragmentos.

Mi presencia en esta casa es un aleteo.

Sólo un canto triste de ave.

Una mujer se peina en el balcón,

las estrellas lo anuncian;

creo que me reconozco en esta casa.

 

 

 

 

UN POETA

                                     

 Poco importa que perdamos al poeta

si salvamos la poesía.    

Henry Miller 

 

Este es el mundo

y bajo mis pies no funciona.

Debo internarme en él sin miedos,

A fuerza de golpes se transforma lo vil.

Esta maleta es demasiado grande

para mis sueños, han de caber todos en

mi bolsillo, si no caben, desecharé algunos.

Quiero vivir como en el poema, pero me falta

coraje, entonces el papel se vuelve pretexto.

¿Cuántas noches malgastadas

incendiando el lenguaje?

Pero no fue aquella noche en la taberna

cuando los ojos de tu amigo

te revelaban el mundo, tu más bello poema.

La poesía no está contenida en engañosos

caracteres, la poesía es esta luz,

ese labio, esta ebriedad.

Hagámosla con el cuerpo.

Un cuarto oscuro y alejado

no será nunca el laboratorio del poeta.

Debe ser Abisinia

o cualquier otro lugar del mundo

que le proporcione emoción.

Una gira por Norteamérica deteniéndose

en todas las esquinas

sólo para beber una cerveza,

no es nada despreciable.

Incluso irse a la guerra

dejando de lado todo bienestar,

puede ser una opción.

Vida, eso es lo que se necesita,

meter las uñas en la tierra

para descubrir sus secretos.

El poeta no tiene entrañas,

nació del sueño y debe vivir en él.

 

 

 

 

UNAS LÍNEAS PARA RIMBAUD

 

Niño desobediente, te despojaste de todo, de todos, no amaste a nadie y tampoco nadie trató de entenderte nunca. Sólo dejaste esa estela de luz que precede a algunas estrellas y que apenas podemos ver por un momento.

Dónde fuiste a dar, a una porqueriza a comer con los cerdos o a una plaza vacía a gritar con los ángeles. Qué bella melodía tocaste aquella noche, nadie ha podido volver a tocarla jamás después que te rompiste el violín en la cabeza. 

 

 

 

 

 ESCRITO DESDE EL PURGATORIO

 

Mis huesos desnudos

no son necesariamente una mala señal,

es probable que en el afán de mostrarte

el color de mi alma la sonrisa desfigure en mueca.

Apuesto que no me has visto por la calle

con mi paraguas negro y mis libros en la mano;

cuando me veas, obsérvame bien,

pues pueda que yo sea uno de los tantos zombis

que habitan esta ciudad  y cualquier madrugada

peques por necrofilia.

Yo trabajaba en una oficina y creían que estaba viva,

yo trabajaba en una escuela y decían que estaba viva,

yo alimentaba a los niños y comía yo también

con las mandíbulas bien apretadas

y aún así decían que estaba viva;

pero en las noches me asomaba a la ventana

y veía a mamá remendando mis alas con su sangre.

¿Por qué no puedes hablar de tu madre

sin que broten las lágrimas?
Es que madre no sabe que estoy muerta

e insiste en coserme un vestido de bodas.

 

También hubo un tiempo

en el que bailaban las estrellas en mi cuarto

y papá sabía que ensuciarían mi cabello,

aún así, no las apagó;

pero ahora es el agua la que me inunda,

y llevo una mariposa azul en la solapa

que huye de la mandrágora.

Sílabas y sílabas, alfabeto derramado

sobre las margaritas del patio.

He puesto comas donde iban los guiones

y tengo ganas de escribir pero mi mano delira.

Quiero gritar que la muerte no tiene boca

ni posesión de gusanos,

sólo una triste cara detrás de un escritorio.

 

 

 

Datos vitales

Ela Cuavas (Montería, Córdoba, 1977) es docente de Lengua Castellana de la Universidad de Córdoba. Sus poemas y ensayos han aparecido en periódicos y revistas de circulación nacional. Su primer libro de poesía, Juntar los huesos,  fue publicado dentro de la colección Voces del fuego, Testigos del Bicentenario de la Editorial Pluma de Mompox 2011 de la ciudad de Cartagena.

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