Arenas movedizas: Poesía iberoamericana y principio de siglo: Diana Bellessi

Diana Bellessi 2Presentamos el trabajo de Diana Bellessi (Zavalla, 1946), que ha desarrollado la propuesta poética más interesante de Argentina de los últimos años. En 2010 recibió el Premio Internacional de Poesía “Ciudad de Melilla”, España,  y en el 2011 le fue otorgado el Premio Nacional de Poesía.

 

 

 

He construido un jardín

 

He construido un jardín como quien hace

los gestos correctos en el lugar errado.

Errado, no de error, sino de lugar otro,

como hablar con el reflejo del espejo

y no con quien se mira en él.

He construido un jardín para dialogar

ahí, codo a codo en la belleza, con la siempre

muda pero activa muerte trabajando el corazón.

Deja el equipaje repetía, ahora que tu cuerpo

atisba las dos orillas, no hay nada, más

que los gestos precisos —dejarse ir— para cuidarlo

y ser, el jardín.

Atesora lo que pierdes, decía, esta muerte

hablando en perfecto y distanciado castellano.

Lo que pierdes, mientras tienes, es la sola compañía

que te allega, a la orilla lejana de la muerte.

 

Ahora la lengua puede desatarse para hablar.

Ella que nunca pudo el escalpelo del horror

provista de herramientas para hacer, maravilloso

de ominoso. Sólo digerible al ojo el terror

si la belleza lo sostiene. Mira el agujero

ciego: los gestos precisos y amorosos sin reflejo

en el espejo frente al cual, la operatoria carece

de sentido.

 

Tener un jardín es dejarse tener por él y su

eterno movimiento de partida. Flores, semillas y

plantas mueren para siempre o se renuevan. Hay

poda y hay momentos, en el ocaso dulce de una

tarde de verano, para verlo excediéndose de sí,

mientras la sombra de su caída anuncia

en el macizo fulgor de marzo, o en el dormir

sin sueño del sujeto cuando muere mientras

la especie que lo contiene no cesa de forjarse.

El jardín exige, a su jardinera verlo morir.

Demanda su mano que recorte y modifique

la tierra desnuda, dada vuelta en los canteros

bajo la noche helada. El jardín mata

y pide ser muerto para ser jardín. Pero hacer

gestos correctos en el lugar errado

disuelve la ecuación, descubre páramo.

Amor reclamado en diferencia como

cielo azul oscuro contra la pena. Gota

regia de la tormenta en cuyo abrazo llegas

a la orilla más lejana. I wish you

were here amor, pero sos jardinera y no

jardín. Desenterraste mi corazón de tu cantero.

 

 

 

 

 

Milonguita

 

Acodadas en la barra

de un bar por la estación

terminal de colectivos

charlamos mi hermana y

yo de bueyes perdidos…

 

digo algo de unos versos

que se andan escribiendo

y su cara se ilumina,

 

me recuerda momentos

muy antiguos, encanto           

 

de niña ante el relato:

así que también de eso

puede hablar la poesía,

dice cuando le cuento

que tengo mis visitas

 

Sí, digo, gente de antes

nítidos y vestidos

de domingo, como eran

 

o con lo mejor puesto

en trotecito lento

 

vienen a recordarme

que yo también, sabés,

me vuelvo gente de antes                    

Ensombrece su cara

y siento que pasa el ángel

 

de la muerte, es decir

el tiempo, vuelto puro

resplandor y recuerdo

 

al principiar y después

noche, sólo silencio

 

Mi padre me enseñó

hace ya algunos años

a caminar tranquilos

por el pequeño y amable

cementerio del pueblo,

                                             

parándonos en frente

de las tumbas con cierta

rememoración, era

 

la gente de su vida

y para mí un eco

 

Pero me voy volviendo

yo también, cosa tierna,

la fila de los que entran

al umbral de recuerdos

tan soleados y dulces,

 

no da miedo quisiera

decirle a mi joven

hermana, así nomás

 

te llega con anuncios

extraños al principio

 

y luego, hay una fe

que celebra el polvo

en reverbero, esto

fuimos para seguir

siendo en la única

 

memoria que cuenta…

allí donde nos dimos

como ahora, vos y yo

 

 

 

 

El fin del día

 

Bienvenido silencio amigo mío

en la oscura noche que apacigua

el rumor del viento como un guerrero

cuya furia baila entre los árboles

 

y sin verlo yo lo veo limpiar

el ruido de la mente cacatúa 

ensimismada en su graznido brutal

y monocorde y vos silencio mío

 

daga trueno del monte que rasga

la mugre acumulada las costras

sobre el instinto fino muriéndose

de pura sed por esa atención

 

donde yo desaparezco salvo

en la función de tensar el sentido

hacia lo visible y su fortuna

inagotable cercana a dios

 

silencio traicionado amigo nuestro  

en el vendaval oscuro del día

dispuesto vaya a saberse a qué

donde el alma se pierde como un piojo

 

en la cabellera turbia del mundo

 

 

 

 

 

La cara oculta

 

Misterioso es siempre ver el otro lado

como un doblez que no crece aunque empuja

a la superficie indicios de belleza

o de pánico para recordarnos algo

ahí guardado, escapulario que reza

lo bueno está en todas partes y así

lo malo, pero antes, pero ahora quisiera

fijar los ojos en semejante cosa

oculta que me llena, no sé, de dulzura

pienso. Estos hombres, obligándose

siempre a parecer tan duros, obligados

quizá a esconderse como lo hace la luna

con una de sus caras y de repente

la muestran, hoy el Juanchi, tijera en mano

dispuesta para la poda veraniega

se detuvo en seco frente al manzano

y dijo quedo: un nido hay, con pichones

de zorzalito, voy a esperar que crezcan

Ahí se hace silencio, como si fuera

religiosa vergüenza o pavura acaso

o simplemente rendición ante el milagro

Tanto de madre en cada varón liberto

aunque un poco asustado, no pueden más

y a veces yo tampoco, sí señor, o usted  

señora cuentemé, no le pasa a veces?

¿Qué?,

el otro lado de las cosas simplemente

 

 

 

 

 

El jardín de los milagros

                

Temprano en la mañana mi madre intenta

llamarme por teléfono, y en la tarde

luego me cuenta: “tan hermosa noticia

tengo”, con una voz de aterciopelado

misterio, muy serena y suave anunciando

“la pequeña magnolia se abrió en dos flores

por primera vez”. Hay justicia, pensé

con un agua dulce que se abría paso

en mi corazón. Esa magnolia que ella

plantó bajo la mirada de mi padre

años atrás diciéndole melancólico

“si no la verás florecer, tarda tanto”

Y yo, verano tras verano mentía

un poco o creía o pasaba revista

de las pequeñas magnolias florecidas

que supe visitar en una placita

por Colegiales, adonde robé aquella

reina blanca, perfumada y frágil que huelo

aún en la distancia como si fuera,

como si hubiera sido una hostia pascual

o el cuerpo de la amada, la comunión

con lo bello del mundo, como mi madre

lo siente ahora y lo dice en esa voz

que me parece el cantar de los cantares

Florecerá, le aseguraba, el próximo

verano, ya verás, y hoy ha sido visto,

esta vez se unieron belleza y justicia

para ganarles juntas, las dos al tiempo 

 

   

 

 

 

Día del perdón

 

De todas las cosas que me han pasado en esta vida   

son las inocentes las que recuerdo con hondura

y más mientras los años a disparada como potros

en una estela de polvo también pasan y pasan, 

pero el vicio nunca acaba de andar así ensuciando

esa claridad solita que viene por encanto

y por gualicho bruto se va de andar pensando fiero

o pensando mal de esto o de aquello y sobre todo

de la siempre linda inocencia franca para darle

a los demás y más aún de la que tienen los otros

o ganas de tenerlas de seguro como yo,    

dar y recibir así de ida y vuelta y natural 

si miramos bien las cosas qué fácil es perderse

en belleza inocente que no calcula porque ve

solamente hondura o ese espesor de la vida único

al hacer las cuentas donde es llamado el instante

que no nos dio cosa ninguna más que el alma entera

y sabionda de saber nada se lleva y sólo fue

ganar fue seguir en la montura sutil del viento

 

 

 

 

 

El juego nunca acaba 

 

Sí es sí en la luz del no que se alza

enfrente donde luego será no

en la sombra del sí que ya lo enlaza

 

como el dulce regazo de una madre         

o la cuna del mañana reflejando

la tumba del ayer mecida al aire

 

así lo dijo Chuang y antes el maestro

Lao o todas las cosas lo dijeron

gozosas con su aplauso en el silencio

 

ante la pura belleza de la vida

que se sabe real tan simplemente

por vivirla intensa cada día

 

salvo nosotros vaya a saberse

porqué cortamos el continuo flujo

en la búsqueda de algo que parece

 

la llave de una trampa y es en cambio

la trampa misma armada por la mente

que pierde su atención contemplándose

 

y halla un ratón eterno condenado           

a muerte por la ley que nadie entiende

si fuera sí a solas sin regazo

 

del no en la dulce luz alzada enfrente 

abrazándonos como una madre al fin 

del juego que nos hizo feliz y hunde

 

en el río del sueño aquella gracia

ya completa fluyendo hacia la próxima

como lo hace en las olas la mojarra

 

pequeña cuando hiende sus aletas 

hacia el mar o lo hacen las ballenas

así lo diminuto y lo grande              

 

en la semilla de arroz pero nosotros

olvidamos aquello escrito claro     

y diciéndonos en su sello de oro       

 

que debemos entregar el sí al no

con un aplauso aunque yo no sé hacerlo

ni sé cómo se entregan al océano

 

las madres con sus hijos tan huérfanos

por detrás a pesar de haber oído

la sentencia en su boca ya sin miedo

 

«¿de qué temer si tuve buena y larga

vida?» te dijiste, pero quién lo hará

por mí, madre, al cruzar las grandes aguas

 

 

 

 

 

Arte ni parte

 

Demora el cuerpo su sintonía y más aún

demora la mirada en él, mirada que siente

lo que ve mas perdida en exceso de belleza

y dormida todavía en la bonanza,

nada ve,

 

visito al Tata en las mañanas y me quedo

mirando como trabajan, el Mario y él,

en la magia de las cumbreras y las tijeras

el invisible tejado se levanta

de aire todavía 

bajo las ondas de los sauces y la charla

va de clavo en clavo y giros de la olorosa

madera mientras el Tata enseña, así, o asá,

y los sutiles movimientos del Mario,

lánguidos me hipnotizan como si una calma chicha

aquietara el cuerpo y también la mente

y no hubiera más

porqué que el del presente,

clavarla bien y cepillar la madera hasta que quede la seda

de su tacto, la seda del silencio rozada

por la brisa o el quiquiriquí filoso de un gallo,

 

replegada en este mundo que conozco tanto

o conocí de niña y se renueva siempre

la afinidad con lo amado, empiezo a oír,

a ver, y así las frases vuelven como corderos

al atardecer, de forma tal que ya no temo

si anacrónicos son mis poemas, si me debo

al presente o si ya fui, ni siquiera temo

a esa palabra mala de la que ahora habría

que huir como de un perro sarnoso:

lírica,

 

su fragilidad sí, su intemperie entregada

a cielo abierto, íntima, sin reparo ni cumbrera 

 

 

 

 

 

Dulcita como la mielita, Nicaragua, Nicaragüita…

 

Fue en la mañana de la plaza de Granada

que lo oí, y a una seño chiquitita llena                              

de gracia con su criolla falda sentada                                                                                                                      

como reina de nada a quien pregunté ¿y ése   

el que así canta quién es?, le brillaron presto

los ojitos en la cara y su entusiasmo

era una ráfaga temblando hacia los altos

árboles de la plaza, «al amanecer rasga

la noche con su canto y llega la luz»,

dijo, «como si fuera el espíritu santo»

y así la llama de su voz hacía trinar

al clarinero negro más y más arriba

de la rama, entonces comulgué en Granada

mientras ambos pajaritos de Dios cantaban

como hace la poesía del poeta liberada 

 

 

 

 

 

Amor de cetrería

 

Las siete y mengua la tormenta

el gris acero de las nubes se disuelve

en rosa tenue y pareciera

 

decirnos está bien, hay tregua

como si el cielo nos pusiera una cara

de niño o de cordero antes

 

de entregarse a la negra noche

sedienta que lo espera para acunarlo

en el más claro de los sueños

 

y venga así a nosotros

demente y hermoso al otro día haciéndonos  

olvidar bajo el pacífico

 

sol la tormenta por entero

como si el viernes de la cruz fuera contiguo

y sólo uno con el nacer dulcísimo

 

que se renueva sin cesar

hasta esa hora ciega parada ahí enfrente

donde ni siquiera el amor

 

te salva cuando la noche olvida ser madre

para salir de caza

 

 

 

 

 

Malabar

 

Sobre la blanca helada en los fondos

que ahora roza el sol de la mañana

baila la luz de fuego en el espejo

de hielo y se desliza en él un silbo 

de patinador fantasma que hace               

círculos o volutas en el aire                       

y se pierde en el monte del vecino           

juntando leña imagino o resaca

de los cipreses y los pinos y es              

la melodía que tirita pura                       

magia donde se montan los cucúes        

de las palomas y un tanto después                        

todo el concierto que más bien parece

un silencio con plumas o un gorjeo

de terciopelo sobre la helada

haciéndonos despertar y decir

bajito al corazón del invierno

llegaste ya y sabremos si tenés 

el malabar de gracia de las cosas         

más pequeñas que sueñan como el silbo

fantasma el dulce y lejano calor

de un verano incierto

 

 

 

 

 

La faena

               

Viéndome, en lento caminar y en vértigo                                  

no obstante por el áureo corredor

hacia la orilla donde al fin se para

                        

el tiempo y llega aquél, aquel sin límites

que da la espalda al porvenir y gira

sonriendo a la miríada naciente

 

como hace el corazón ante el invierno

y por un segundo y frente a frente

contempla lo desnudo entre las ramas

 

con muda admiración para después

asegurarse en la canción extraña

de un ave loca que susurra algo

 

sobre un temblor de hojas o un latido

en el vacío seno del invierno

veo cerrar al enemigo tiempo                                                                                                       

                                               

las puertas a los héroes finalmente

mortales y disueltos en el fuego

de efímeras victorias, llora Aquiles

 

a Patroclo y se llora por saberse

él también un mortal, no torcerá

la espalda de aquél que nos espera

 

junto al río más sombrío y viéndonos

por un momento ve a nuestros hijos

y los hijos de sus hijos cuando el otro

 

no el campeón ni el dios sino el rapsoda

hambriento y satisfecho en sus harapos

nos da la bienvenida en el estrecho

 

corredor donde baila esa última

luz extraordinaria y no sabemos                                              

decir si acorralada o liberada

 

pareciera invitarnos a una fiesta

de alianza con el bello perdedor

¿que es el tiempo menor o es Aquiles

 

emergiendo en la dulce sangre propia   

que llora lo perdido y lo tenido              

para siempre aunque sólo en esa forma?

 

y busca un centro o la guiñada esquiva                                             

del menor harapiento que le diga

te ha tocado lo mejor haciendo

 

a su medida como a la medida

de un infinito dios el resplandor

del presente que brilla sólo de ese

 

modo por caminar sobre la cuerda

de la muerte y el geniecillo todo

en oro inmerso de la luz de otros

 

gastada en la alegría de ser por un

momento viéndose en el vórtice o

no viendo ya, se une a los balidos     

                                                   

de corderos que entran por el brete  

al tremor del magnífico concierto    

 

ya se hizo la faena, no vemos nada

 

 

         

 

Datos vitales

Diana Bellessi nació en Zavalla, provincia de Santa Fe, Argentina, en 1946. Estudió filosofía en la Universidad Nacional del Litoral, y entre l969-75 recorrió a pie el continente americano. Durante dos años coordinó talleres de escritura en las cárceles de Buenos Aires, experiencia encarnada en el libro  Paloma de contrabando (1988). Ha publicado: Crucero ecuatorial (l981); Tributo del mudo (1982); Contéstame, baila mi danza (selección y traducción de poetas norteamericanas contemporáneas, 1984); Danzante de doble máscara (1985); Eroica (1988); Buena travesía, buena ventura pequeña Uli (1991); El jardín (l993); Colibrí,¡lanza relámpagos! (l996); Lo propio y lo ajeno (1996); The twins, the dream (con U.K Le Guin, 1996); Sur (1998); Gemelas del Sueño (con U.K.Le Guin, 1998). Leyenda (2002); Antología poética (2002); Mate cocido (2002); Desnuda y aguda la dulzura de la vida (selección y traducción de la obra de Sophia de Mello Breyner, 2002); La edad dorada (2003); La rebelión del instante, 2005; Tener lo que se tiene (obra reunida), 2009; Variaciones de la luz, 2011; La pequeña voz del mundo, 2011. En 1993 le fue otorgada la beca Guggenheim en poesía; en 1996 la beca trayectoria en las artes de la Fundación Antorchas; en 2004 el diploma al mérito del Premio Konex; en 2007 el premio trayectoria en poesía del Fondo Nacional de las Artes; en 2010 Premio Fundación del Libro –mejor libro año 2009- Feria del libro de Buenos Aires; en 2010 el XXXII Premio Internacional de Poesía “Ciudad de Melilla”, España. Fue declarada Ciudadana Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires en el año 2010; y en el 2011 le fue otorgado el Premio Nacional de Poesía.

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