Presentamos algunas ideas estéticas de la poeta argentina Diana Bellessi (Zavalla, 1946). Le fue otorgada la beca Guggenheim en 1993. Mereció el Premio a la Trayectoria Artística del Fondo Nacional de las Artes, el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Melilla (España). En 2011 ganó el Premio Nacional de Poesía.
Ideas estéticas 1998-2003
El lirismo más puro es siempre arcaico. Señala una sola cosa: nuestra pertenencia.
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¿Qué decimos cuando decimos lírico o, más bien, cuáles son los ecos que la palabra porta como una estela? Lírica es una voz desnuda en la impudicia de volverse sobre sí y hallar, en lo profundo del yo, aquello que lo rebasa, aquello que también le hace lugar de habla cuando se hablan las pequeñas cosas, las pequeñas voces en concierto. Una voz siempre impúdica frente a la escena literaria, a sus modas, a sus diminutos pero poderosos espacios mediáticos donde se construye la crítica y la fama de la época.
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¿Qué hace la voz lírica sino volverse a preguntar las mismas y viejas cosas que el espíritu humano siempre y nunca olvida? Por eso, con leves variaciones sobre la misma nota, esta voz es siempre arcaica. Reedita el asombro primero, el asombro final frente al mundo atravesado por el tiempo.
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La voz lírica halla la intimidad del yo cuando en lo mirado se extravía.
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Cada brizna de hierba, el insecto, el humano, el gatito ronroneando se vuelven sagrados, frágiles y eternos porque desde allí, en mágica transformación, el yo nos mira, el yo es otro en cerrado círculo de amor.
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Nada mejor para la voz lírica, “la libertad es fiebre, es oración, fastidio y buena suerte…”
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La construcción del artista implica siempre la construcción de una ética personal. Tan antiguo. Wang Wei, Tu Fu, Tao Ch’ien, poetas chinos al principio del primer milenio, ya lo decían: el estilo es el espíritu.
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Demandarle luz a la inocencia ha sido siempre el camino de la poesía, su devenir revolucionario. Debe confiar en la emoción acosándola con la duda, hasta esa precaria, móvil certeza a la que se entrega, tensa en la atenta lucidez y en la música hipnótica a través de la cual, hablada por el mundo, habla.
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Fe en la emoción llena de sentido que en la vulnerable mano del poeta se dice a sí y es siempre dicha para decirlo a otros. En la poesía la historia se vuelve emoción, y en la imagen de otro que recibe y da, se alza la ilusión del yo.
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¿Cuál es el miedo a la poesía? Comunicación entendida como comunión. Cómo no habría de temérsele a algo tan deseado y tan prohibido. Le temen los poetas mientras lo buscan y escriben; le teme el lector, a quien han intentado masacrar con aquello de la letra con sangre entra; le temen las clases que dominan y sus instituciones de control; y las empresas del dinero, las que regulan y administran qué libros, qué voces llegan al lector, las que optaron largamente por la marginación de la poesía y aún lo hacen.
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¿Cómo no habría de trasladarse al espacio de la escritura, o sea de la emoción y del pensamiento, la incertidumbre que vivimos? La escritura de un poema es un acto de fe y de certidumbre emocional. La aparición del poema es uno de los pocos sitios de certidumbre que reconozco en mi vida. Lo acompaña siempre la incertidumbre de no encontrar lo buscado. La incertidumbre aparece de facto en el objeto creado y aparece también como temor a extraviarse.
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Hoy la física cuántica parece retomar aspectos de la antigua teoría de las analogías cuando nos dice que por debajo del orden desplegado del universo que conocemos, yace un orden replegado. Puede abordarse al primero conla razón, pero al segundo sólo con la intuición.
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¿Y qué revela el poema? Siempre revela la historia, o sea, el tiempo que vivimos, el tiempo compartido con todos los demás. Y un orden replegado que sostiene su misterio, la fuente de donde todos abrevamos.
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La palabra traición suena siempre sorda en alguna parte.
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La poesía es rara por lo mucho que se parece al habla de la gente común, la rareza muda, un habla nunca domesticada por la sintaxis educada, más imprevisible y portadora de un malestar que puede parecerse a la diversión o a la furia, o a un lirismo que flamea en el borde del abismo.