Oda a los poetas populares

El poeta, ensayista y narrador colombiano José Luis Díaz Granados (1946) nos presenta un ensayo en torno a la poesía popular que configura, de algún modo, el imaginario de las distintas sociedades a lo largo del tiempo. Dice Díaz Granados: rendir homenaje a esos anónimos o conocidos poetas populares de todas las latitudes de la tierra, porque de alguna manera hacen parte de la identidad de sus naciones.

 

 

 

ODA A LOS POETAS POPULARES

 

 

 

“Este era un rey muy ducho / en hacer sufrir a sus vasallos: / los hacía montar en sus caballos / y los caballos los tumbaban mucho”.

A lo largo y ancho de la historia de las naciones, esta expresión nacida de la más profunda entraña popular, en donde se funden ironía, ingenuidad, autenticidad y sencillez, se perpetúa en la memoria colectiva de manera soterrada y sólo emerge, como los caballitos de barro de Ráquira, cuando los pueblos hacen un alto en el camino de sus luchas y sufrimientos, y con un potito de chicha o de aguardiente en sus manos, sacan a flote sus arteriales agudezas.

Es así, que en algún lugar del Altiplano suramericano encontramos que en boca de poetas, troveros, improvisadores u hombres comunes y corrientes, brotan versos como éstos:

“Oh María, / novia mía, / toda sentada en un banco, / toda vestida de blanco /, toda llena de melanco / Lía…”.

En los años 20, los veteranos revolucionarios de la Guerra de los Mil Días en Colombia, luego del vil asesinato de su líder Rafael Uribe Uribe, vivieron el dolor de la muerte de su sucesor Benjamín Herrera, y lo expresaron así:

“De luto está la liberal bandera / porque se ha muerto el General Herrera. / Y como si esto no fuera bastante, / en una clínica de Bogotá se encuentra gravemente enfermo el General Pablo Emilio Bustamante!”.

Casi por la misma época, un anónimo poeta chileno, publicaba su valoración personal de un alimento popular común a nuestros pueblos: el poroto (o frijol):

“Suculento poroto, / alimento eficaz del pobre roto, / ¿Pensaste tú algún día / que un vate, aunque infeliz, te cantaría? / Lo afirmo, pues en más de un alboroto, / cantando este producto nutritivo. / Caramba!, que hay motivo / para entonar hossanas al poroto!”.

También de aquellos tiempos es el díptico del llanero con el que, en agudo delirio machista, quiso fustigar a los “afeminados”:

“Maldito el hombre que nació mujer. / Debía pegarse un tiro por doquier!”.

Claro que también se da el caso de poetas cultos que no vacilan en caer en la tentación de  cultivar el verso procaz, seguramente para divertirse a costa de alguna respetable  creencia popular. Es el caso del venezolano Miguel Otero Silva, quien publicó bajo seudónimo una serie burlesca del santoral católico. Allí decía cosas como ésta:

“Hace milagros bonitos / San José Gregorio Hernández, / dando maridos chiquitos, / pero con palomas grandes”.

Otro bardo venezolano, Aquiles Nazoa, muy conocido en Cuba, recogió no sólo ingeniosas composiciones del alma popular de su país, sino que escribió de su propio cacumen algunos versos prodigiosos:

“(A un perro sarnoso): Este pobre animal, antes obeso, / hoy parece un inglés con paludismo; / se vio al espejo y se mordió a sí mismo / creyendo que era un hueso”.

O este otro:

“Yo soy Toribia Pepilla, / muchacha tan resignada, / que me dan una nalgada / y pongo la otra mejilla”.

Bartolomé Mitre, escritor y estadista argentino, obtuvo celebridad por el paciente trabajo de traducción de La Divina Comedia. En la pared de su casa algún desocupado escribió:

“En esta casa pardusca / vive el traductor del Dante. / Apúrate, caminante, / si no quieres que te traduzca”.

Por su parte, Borges solía divertir a los amigos recitando esta cuarteta de Herrera y Reissig, la cual calificada de “horrible”:

“Úrsula punta  la boyuna yunta, / la lujuria perfuma con su fruta, / la púbera frescura de la ruta / por donde ondula la venusa junta”…

En la tradición popular colombiana encontramos estos dípticos burlescos escritos por poetas de seriedad incuestionable:

“El cacique y señor Quemuentatocha / joven murió por frecuentar la Cocha (seguramente en alusión a la célebre laguna andina o a algún otro humedal).

“Y cuentan que el cacique Nemequene / azotaba a los indios con el nene”.

En fin, no tenemos más remedio que rendir homenaje a esos anónimos o conocidos poetas populares de todas las latitudes de la tierra, porque de alguna manera hacen parte de la identidad de sus naciones. En ocasiones logran rozar la gracia misteriosa del arte y, lo que es más importante, divierten a sus habitantes generación tras generación.

 

 

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