Sobre la poesía de José Vicente Anaya

José Vicente AnayaGidi Estefani Loza Torre nos presenta un ensayo breve en torno a la obra de José Vicente Anaya (Villa Coronado, Chihuahua, 1947). El eje del texto es la “despoesía”. Anaya es autor del poemario “Híkuri”, un clásico contemporáneo que cuenta con diversas reediciones y es ejemplo de una poesía distinta a lo que se lee en el panorama mexicano. Anaya, asimismo, es quizá el mayor traductor de los poetas de la generación beat.

 

 

Creation does not start until we destroy prestructure.

Heriberto Yépez del taller en Naropa

 

 

Poesía-Poseía

(Sobre José Vicente Anaya)

 

 

La poesía ha dejado de ser. Ha sido despoesía. Quitada del cuerpo. Limpiada. Poesía no es más que poseía. El avatar poético derrocado. La verdadera poesía es acto, manifestación performática. La poesía estado extático del devenir lectura o acto corpóreo: del canto.

Hacer chamánico como poesía que desposeo. Como una unión no pretenciosa ni simuladora, sino como manifestación cataclísmica.

 

Al volarme

me caigo

y quedo limitado por el cuerpo.

Estoy aquí

d e l i m i t a d o,

al grado de que

HOY

siento nostalgia de

HOY

 

Vicente Anaya desposee porque comparte. Hace en un principio una escritura colectiva, desde que sumerge en sus textos a las plantas, a los lugares, a las visiones. Anaya desestructura. Anaya revuelve. Devuelve. Reacciona.

Para vivir esta poesía es necesario escuchar del autor mismo el canto que de ella hace. La desestructuración de la normal lectura y la vuelta al canto-acción-ritual demoledor. Gertrude Stein decía que para realmente entender un libro-texto era necesario o copiarlo o corregirlo —para ella la práctica normal de la lectura era incompleta—. El ritual desde la voz es otra de esas formas de realmente llegar al texto, de sentirlo. Anaya comparte y hace suyo el momento, lo transforma. Ritual poético.

De la estructura del texto en Anaya destaco tres posibles lecturas: una, la lectura normal, de entendimiento; dos, la lectura de palabra por palabra; tres, la lectura-imagen de la forma dada a la composición del texto, el texto en forma colectiva, ya no palabra por palabra. Estas tres posibles lecturas que descubro en sus textos me dicen que de lo individual deriva lo colectivo y viceversa. El texto está compuesto de voces redondas-dobles-dispersas-unidas.

Poesía es el acto de desposeerse. Entrar en delirio(s). Eterno viaje simultáneo, geografías cruzadas.  El viaje re-aparece al momento de comenzar el canto. Al momento de abrir el libro.

Nomadismo: peregrinaje autóctono. Este peregrinaje resuelve total despojo espacio-tiempo y a la vez su total aceptación. Aceptando el aquí-ahora. Resolviendo en dejarlo entrar, en no cerrar puertas, en buscar más puertas. Interminables. En abrirlas. En abrir al texto.

 

Soy astilla de carabela

en el centro del maremoto, al volverme

velocidad

 

En el texto los espacios se dejan escuchar y su silencio mueve al ojo y lo traspasa. El silencio: el espacio vacío-blanco es lectura, verlo como un todo completa el libro, no restar, sino, sumar. Se lee completa la hoja. Llega la total voz. Lo que realmente dice.

El nomadismo —en Anaya— es un viaje hacía la naturaleza, un viaje hacía el cuerpo. Artaud decía, y está bien que de tanto en tanto se produzcan cataclismos que nos inciten a volver a la naturaleza, es decir, a reencontrar la vida, lo que provoca Anaya con sus textos es un choque, un golpe que a través de su nomadismo hacia la tierra, hacia el cuerpo hace que se encuentre, viva y renueve una experiencia alteradora. Una experiencia vívida.

 

 

 

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