Presentamos, en versión de escritor costarricense Gustavo Solórzano Alfaro, algunos textos del poeta serbio norteamericano Charles Simic (1938). Simic fue reconocido con el Premio Pulitzer y ha merecido también el Griffin International Poetry Prize. Fue nombrado Poet Laureate por la Biblioteca del Congreso. La revista Poetry de Chicago lo define como “one of the most visceral and unique poets writing today”.
Finales de setiembre
El camión del correo va por la costa
con una sola carta.
Al final del extenso muelle
una aburrida gaviota levanta de vez en cuando una pata
y luego olvida bajarla.
En el aire se cierne una amenaza
de tragedias por venir.
Ayer en la noche, creíste escuchar la tele
en la casa vecina.
Estabas seguro de que estaban reportando
sobre algún horror nuevo.
Así que saliste para averiguarlo.
Descalzo, con apenas una pantaloneta.
Era tan solo el mar que sonaba cansado
después de tantas vidas
de pretender apresurarse hacia algún lugar
sin lograr jamás llegar a él.
Esta mañana parece domingo.
El cielo hizo su parte
y no proyectó ninguna sombra en la acera
o en la hilera de cabañas vacías.
Entre ellas, una pequeña iglesia
con una docena de tumbas grises arropadas
como si también tuviesen escalofríos.
Late September
The mail truck goes down the coast
Carrying a single letter.
At the end of a long pier
The bored seagull lifts a leg now and then
And forgets to put it down.
There is a menace in the air
Of tragedies in the making.
Last night you thought you heard television
In the house next door.
You were sure it was some new
Horror they were reporting,
So you went out to find out.
Barefoot, wearing just shorts.
It was only the sea sounding weary
After so many lifetimes
Of pretending to be rushing off somewhere
And never getting anywhere.
This morning, it felt like Sunday.
The heavens did their part
By casting no shadow along the boardwalk
Or the row of vacant cottages,
Among them a small church
With a dozen gray tombstones huddled close
As if they, too, had the shivers.
En la biblioteca
Para Octavio
Hay un libro llamado
El diccionario de los ángeles.
Nadie lo ha tocado en cincuenta años,
lo sé porque al abrirlo
la cubierta se rompió, las páginas
se desmoronaron. Entonces descubrí
que los ángeles una vez fueron tan plenos
como especies de moscas.
El cielo al amanecer
solía estar repleto de ellos.
Uno tenía que batir ambos brazos
para poder alejarlos.
Ahora el sol brilla
a través de los altos ventanales.
La biblioteca es un lugar tranquilo.
Ángeles y dioses se reúnen
en oscuros libros sin abrir.
El gran secreto yace
en algún estante que la señorita Gómez
revisa cada día en sus rondas.
Ella es muy alta, así que mantiene
su cabeza atenta como si escuchase.
Los libros susurran.
Yo no escucho nada pero ella sí.
In the Library
for Octavio
There’s a book called
“A Dictionary of Angels.”
No one has opened it in fifty years,
I know, because when I did,
The covers creaked, the pages
Crumbled. There I discovered
The angels were once as plentiful
As species of flies.
The sky at dusk
Used to be thick with them.
You had to wave both arms
Just to keep them away.
Now the sun is shining
Through the tall windows.
The library is a quiet place.
Angels and gods huddled
In dark unopened books.
The great secret lies
On some shelf Miss Jones
Passes every day on her rounds.
She’s very tall, so she keeps
Her head tipped as if listening.
The books are whispering.
I hear nothing, but she does.
Ojos sujetos con alfileres
Cómo trabaja la muerte,
nadie sabe cuán largo es su día. La pequeña
esposa siempre sola
plancha la ropa de la muerte.
Las hermosas hijas
se sientan a cenar a la mesa de la muerte.
Los vecinos juegan
naipes en el patio
o sencillamente se sientan en las gradas
a beber cerveza. La muerte,
mientras tanto, en una extraña
parte de la ciudad busca
a alguien con un mal resfriado,
pero de algún modo la dirección está equivocada.
Incluso la muerte no puede encontrarla
entre todas las puertas cerradas…
Y la lluvia empieza a caer.
Una noche larga y ventosa se aproxima.
La muerte no tiene ni un periódico
para cubrirse, tan siquiera
una moneda para llamar al elegido,
que se desviste lentamente, somnoliento,
y se acurruca desnudo
en el lado de la cama de la muerte.
Eyes Fastened With Pins
How much death works,
No one knows what a long
Day he puts in. The little
Wife always alone
Ironing death’s laundry.
The beautiful daughters
Setting death’s supper table.
The neighbors playing
Pinochle in the backyard
Or just sitting on the steps
Drinking beer. Death,
Meanwhile, in a strange
Part of town looking for
Someone with a bad cough,
But the address somehow wrong,
Even death can’t figure it out
Among all the locked doors…
And the rain beginning to fall.
Long windy night ahead.
Death with not even a newspaper
To cover his head, not even
A dime to call the one pining away,
Undressing slowly, sleepily,
And stretching naked
On death’s side of the bed.
Mis zapatos
Zapatos, la cara oculta de mi vida interior:
dos bocas abiertas y desdentadas,
dos pieles de animales parcialmente descompuestas
que huelen a nido de ratas.
Mi hermano y mi hermana, quienes murieron al nacer,
extienden su existencia en ustedes,
y guían mi vida
hacia la incomprensible inocencia.
¿Qué sentido tienen los libros para mí
cuando en ustedes es posible leer
el evangelio de mi vida sobre la tierra
y aún más allá, de lo que está por venir?
Quiero proclamar la religión
que he diseñado para su perfecta humildad
y la extraña iglesia que estoy construyendo
con ustedes por altar.
Ascéticos y maternales, ustedes perduran:
parientes de los bueyes, de los santos y de los condenados,
con su muda paciencia dan forma
al único y verdadero retrato de mí mismo.
My Shoes
Shoes, secret face of my inner life:
Two gaping toothless mouths,
Two partly decomposed animal skins
Smelling of mice-nests.
My brother and sister who died at birth
Continuing their existence in you,
Guiding my life
Toward their incomprehensible innocence.
What use are books to me
When in you it is possible to read
The Gospel of my life on earth
And still beyond, of things to come?
I want to proclaim the religion
I have devised for your perfect humility
And the strange church I am building
With you as the altar.
Ascetic and maternal, you endure:
Kin to oxen, to Saints, to condemned men,
With your mute patience, forming
The only true likeness of myself.
El cuarto blanco
Lo evidente es difícil
de probar. Muchos prefieren
lo oculto. Yo también, de hecho.
Yo escucho a los árboles.
Ellos tienen un secreto
que estaban a punto
de revelarme…
y no lo hicieron.
Vino el verano. Cada árbol
en mi calle tenía su propia
Scherezade. Mis noches
eran parte de sus salvajes
narraciones. Nosotros
entramos en oscuras casas,
cada vez más oscuras,
abandonadas y llenas de murmullos.
Había alguien con los ojos cerrados
en los pisos de arriba,
el miedo, y el asombro,
me mantuvieron despierto.
La verdad es dura y fría,
dijo la mujer
que siempre vestía de blanco.
Ella no abandonaba su cuarto.
El sol apuntó a una o dos
cosas que sobrevivieron
intactas a la larga noche.
Las cosas más simples,
difíciles en su obviedad.
No hicieron ruido.
Fue esa clase de día
que la gente describe como “perfecto”.
¿Dioses que se disfrazan a sí mismos
como prensas negras, un espejo de mano,
un peine sin un diente?
¡No! No era eso.
Tan solo las cosas tal cual son.
Imperturbables, acostadas y mudas
en esa luz brillante…
Y los árboles que esperan la noche.
The White Room
The obvious is difficult
To prove. Many prefer
The hidden. I did, too.
I listened to the trees.
They had a secret
Which they were about to
Make known to me–
And then didn’t.
Summer came. Each tree
On my street had its own
Scheherazade. My nights
Were a part of their wild
Storytelling. We were
Entering dark houses,
Always more dark houses,
Hushed and abandoned.
There was someone with eyes closed
On the upper floors.
The fear of it, and the wonder,
Kept me sleepless.
The truth is bald and cold,
Said the woman
Who always wore white.
She didn’t leave her room.
The sun pointed to one or two
Things that had survived
The long night intact.
The simplest things,
Difficult in their obviousness.
They made no noise.
It was the kind of day
People described as “perfect.”
Gods disguising themselves
As black hairpins, a hand-mirror,
A comb with a tooth missing?
No! That wasn’t it.
Just things as they are,
Unblinking, lying mute
In that bright light–
And the trees waiting for the night.