A propósito de El zarco: forajidos de ayer, narcotraficantes de hoy

 Ana Joaquina de la Concha Escalante , estudiante de la Maestría en Literatura Mexicana de la BUAP, nos presenta un curioso ensayo que compara dos épocas con más de una similitud: el siglo XIX, con sus hombres al margen de la ley (Plateados, Bandidos de Río Frío, Hermanos de la hoja) y este principio de siglo pleno de cárteles, camellitos y gatilleros.

                                                

 

 

EL NARCO ZARCO FORAJIDOS DE HOY Y DE ENTONCES

 

Me atrevo hacer esta reflexión impulsada por el recuerdo de un pasado que como fantasma se me apareció hace dos años como todos los fantasmas: espantándome de por vida y previniéndome de algo aún peor. Bajaba a comprar unos listones para el recital de piano de mi hija cuando una lluvia de balazos me obligó a echarme pecho tierra  a medio centro comercial acabando con mi paz y trayéndome como un déja vu las historias que contaban las bisabuelas de un México Revuelto. El pasado me oscureció desde entonces el porvenir espantada por las similitudes que han engranado el juego de policías y ladrones, balazos y desventuras que me han movido a encontrar alguna pieza para evitar un grave juego de repetición.  Los balazos de aquel día tuvieron como saldo un policía muerto a quince metros de donde yo estaba y la persecución de Beltrán Leyva… un capo más del narcotráfico. Sin listones y con una manía enfermiza de intentar encontrar las hebras de la madeja, con  la intuición de una historia que tiende a repetirse, las pistas de la logia de tunantes me empezaron a perseguir desde la literatura:  Comparto mis hallazgos sin afán de propagar el espanto, al contrario, de comparar similitudes para evitar tropezar de nuevo con la misma piedra.

 

HISTORIA Y SIMILITUDES

 Una de las primeras similitudes que he encontrado en esta historia no es únicamente el cuadro de los civiles pecho tierra en plena luz del día. A niveles más impactantes: el ejército nacional dividido, tal como hace 150 años.

 México estaba en el proceso de intervención, endeudado, resquebrajado después de la guerra de tres años, liberales y conservadores luchaban por el poder y Juárez, trascendiendo su orgullo, invita a una conciliación. Miguel Negrete accede, Leonardo Márquez se une a los franceses. Ya hemos analizado en la conmemoración de la batalla del 5 de mayo lo que sucedió a los enlistados, el motivo de gloria nacional y el devenir. Hoy se celebra la victoria en medio de una situación parecida: el ejército resquebrajado, los civiles hambrientos y la muerte como espectacular de noticieros y primeras planas.

En1850 los novelistas románticos de México reflejan una aguda crítica social no exenta de sensacionalismo. Juan Díaz Covarrubias será considerado el primer novelista de Reforma, en estrecha relación con Altamirano, tenían ambos el objetivo de  “Fijar el ideal de nación a partir del patriotismo liberal que tenía su base en Hidalgo y la insurgencia independentista”[1]. Pizarro Suarez tenía presente desde un principio, la idea de que para poder hacer nación no sólo se necesita la apreciación de la historia y la acción política resultante de ésta como ente redentor…  Ya  se planteaba claramente la pregunta ¿Cómo hacer primeramente ese concepto de pueblo en un país marcadamente dividido por privilegios y diferencias raciales?, ¿Cómo hablas de de libertad social en comunidades que han sido subyugadas y que cuando se ha hecho el esfuerzo a su favor  sólo muestran los vicios que están plagados y la profunda ignorancia en que están nutridos?…

Podemos encerrar estas preguntas en un armario y considerarlas propias del fenómeno literario. Pero ¿Qué es la literatura sino la voz creadora y anticipada?. Tal vez, a través de bitácoras de sucesos o libros de historia, podremos enterarnos de algunos hechos, pero el alma del acontecer siempre se ha encontrado en la literatura, desenmascarando personajes y tendencias que se escapan a los aparatos de poder bajo cuyo patrocinio o conveniencia se escribe la historia.

 

 ENTRE LINEAS

 La literatura en cambio tiene el privilegio de la libertad, sabe esconder o denunciar a través de la trama la indignación o la verdad que se resguarda de la mirada reprobatoria de los poseedores de la verdad absoluta bajo el nombre de ficcionalidad. Nosotros, sabemos ya desenmarañar estos disfraces. Nos hemos vuelto expertos en decodificar el verdadero sentido de estos textos que como hemos podido adivinar encierran más que un simple nudo. Ahí está enterrada el alma del hombre sin miedo a ser juzgada. Ahí esta la verdadera denuncia y la ciencia de quienes somos sin disfraces… o por lo menos quienes nos gustaría ser.

Altamirano vivió la esperanzadora promesa de la patria. Una patria justa para ciudadanos ideales. Un mexicano naciente producto de la lucha de la que él fue participe. Ese ideal se quedó grabado en los libros de texto que denuncian una y otra vez cuán desgraciados hemos sido por estar siempre subordinados.  Es tiempo de detenerse. Si el problema está mal planteado nunca habrá una solución adecuada. El mexicano no es el espíritu de la paz que nos ha tratado de vender el libro de texto de 4º año. El mexicano es un ente bélico, hecho de importaciones, desde su inicio. Los dioses, los españoles, los Franceses, los gringos, la imitación es una moda constante, doloroso sí, pero real. La imitación de modelos extranjeros ha sido una constante en el modelo de Nación y es por eso que tal vez nunca ha funcionado. Nuestro empeño de parecernos a lo que no somos ha construido el caos.

Vivimos lamentando las pérdidas: la caída del Anáhuac, la pérdida del territorio Nacional, primero  a manos de Iturbide, luego a manos de Santa Ana, repetimos y repetimos como la llorona el lamento conocido “Ay mis hijos”, la pérdida del territorio Nacional. Tal vez el único elemento unificador entre los abismos sociales, sea el lamento “y mis hijos”. “Ay California donde estaban las mejores tierras.” “Ay la raza Cósmica” y el México que se nos va de las manos donde otros tiempos fueron mejores.

 

ALARMANTES SIMILITUDES.

 El recuento de muertes en la novela “Cartucho” de Nelly Campobello anuncia abiertamente una dedicatoria que hoy que se ha convertido en un rasgo vigente:

A mamá que me regaló cuentos verdaderos en un país donde se fabrican leyendas y donde la gente vive adormecida del dolor oyéndolas…”[2]

 Entre otras características el lamento a lo perdido es el común denominador que han  resguardado desde el peregrinaje de la tribus de Chicomostoc, hasta la partida de Quetzalcóatl. El desembarco de Cortés, los sueños  Independentistas y la Revolución que no es más que la independencia Revuelta. Una constante lucha sin causa: un terror al presente. Todo esto nos lleva a un lugar común: la nostalgia, la evocación continua a tiempos pasados. Lo que ya no es. No no somos, después de cien años la raza cósmica planteada por Altamirano,  no somos ciudadanos rectos ni nos tratamos como iguales como desearía Martín Luther King, no somos fieles ni hemos logrado construir un orgullo Mexicano. La Historia se nos ha ido en una lucha, una lucha de élites y de poder sin causa. Las innumerables narraciones  de fusilamientos y muertes en la novela “Cartucho” no son más que la primera plana del diario matutino, antes el Alarma hoy el Reforma o El país…  Cito nuevamente a Campobello

[3] “Traía las orejas cortadas y prendidas, de un pedacito le colgaban, Gudelio era especialista en cortar orejas a las gentes”.

El mocha orejas renace ahora con los mismos odios: la revuelta sin causa, el ente bélico enardecido por la búsqueda de una sola cosa: pan y paz. Al parecer resultado de un gremio ignorado durante siglos, avasallado por el odio. Hemos tratado de desarrollar  modelos para superar la pobreza basados en ideales extranjeros que nos digan qué hacer. No nuestra naturaleza no es reformista ni hemos heredado del anglosajón su puritanismo. En México no basta con tener 9 mujeres para que un candidato quede desprestigiado. ¿Qué es entonces lo que nos une como mexicanos?

Las preguntas planteadas por Altamirano y Prieto siguen siendo los planteamientos fundamentales sin resolver.                      

La denuncia de un estado caótico y lamentable como en el Zarco son tan vigentes que a duras penas se distinguen ahora “los plateados” de “los pitufos”. El Zarco del Chapo. Regresando a  Campobello, descubrimos con horror el hallazgo. Ya desde entonces había un Chapo, los forajidos arrastran siglos de similitudes:

 [4]Tomás Urbina, o el Chapo, Caballerango antes de la revolución tenía pistola lazo y caballo. La sierra, el sotol la acordada, hicieron de él un hombre como era. Su madre, Doña Refugio se desvelaba esperándolo. Rezaba al santo niño de Atocha, él se lo cuidaba… Llegó a General porque sabía tratar hombres y tratar bestias…”

A doscientos años un panorama idéntico que vale la pena subrayar no para seguir llorando sino para replantear el derrotero de esa lucha que no ha tenido un plan de trabajo que no sea defender la opresión para volver a oprimir. Villistas contra Carrancistas, Zetas contra Chapo, la muerte abanderando la lucha por el poder. La patria está muy lejos, el proyecto de un panorama de progreso aún peor. La triste victoria a costa de la muerte.

La enfermedad sigue, con pocas alteraciones, el virus sigue estando ahí: La causa, el abismo inyectado por la desigualdad, la marginación más absurda de una gran parte de la población y de nosotros mismos que no destaca sino una vez más esta falta de reconocimiento a quienes somos en realidad lamentando lo que jamás hemos sido “Ay mis hijos”, “Ay de la raza cósmica perdida en la imaginación”…. Hay de los jóvenes sin oportunidades. Lamentamos, siempre lamentamos nuestro destino desgraciado en el que Occidente acabó con lo “nuestro” y lo poco que queda de ese universo esta sometido por condiciones de pobreza extrema. Qué devastador y alarmante fue descubrir en las líneas de Altamirano . “El Zarco”, escrita en 1885, la descripción de la banda de[5] forajidos “los plateados” y el preocupante parecido con los delincuentes de hoy.

 “Cubríanse con un sombrero de lana oscura, de las grandes y tendidas,  tenían tanto encima como debajo de ellas una ancha y espesa cinta de galón de plata bordada con estrellas de oro. Rodeaba la copa redonda y achatada una doble toquilla de plata, sobre la cual caían a cada lado dos chapetas también de plata, en forma de bulas rematando en anillos de oro. Llevaba además de la bufanda de lana con la que se cubría el rostro, una camisa también de lana debajo del chaleco, y en el cinturón, un par de pistolas de empuñadura de marfil… La silla que montaba estaba bordada profusamente de plata, la cabeza grande era una maga de ese metal, lo mismo que la teja y los estribos y el freno del caballo estaba lleno de chapetes, de estrellas y de figuras caprichosas” .[6]

 La similitud no es sólo en la descripción física, la forma de proceder es alarmante y parecida:

 “Recorrían impunemente la comarca, viviendo sobre el país, imponiendo fuertes contribuciones a las haciendas y a los pueblos, estableciendo por su cuenta peajes en los caminos, y poniendo en practica todos los días el plagio, es decir, el secuestro de personas, a quienes no soltaban sino mediante un fuerte rescate. Este crimen, que más de una vez ha sembrado terror en México fue introducido en el país por el español Cobos, jefe clerical de espantosa nombradía y que pagó al fin sus fechorías en el suplicio.”[7]

 

Las coincidencias sean tal vez porque el problema es más que parecido. En este país hay riqueza, una exuberante riqueza mal equilibrada. Una riqueza para mantener una de las monarquías más promiscuas y derrochadoras del continente: la clase política. Los capitalistas importados que como no son mexicanos, porque aquí nadie lo es, saquean al país sin dejar nada a cambio. Los senadores, reyes de la monarquía de un cuerpo burocrático que desgraciadamente, como señala ya Samuel Ramos hace casi cien años desmenuzando el perfil del mexicano entonces con otra alarmante analogía:

[8]“ La mejor oportunidad de vivir que tenía la clase media  era la burocracia. Así, la masa de la población reducida a la inactividad se hizo perezosa y resignada a la pobreza, de la cual no tenía otra esperanza de salir que el favor de Dios manifestado en forma de lotería”

 Cualquier parecido con la realidad no es coincidencia..  Pizarro Suárez propone un panorama más alentador,  “El Monedero” comprende un paisaje de la historia mexicana que se propone exponer una reflexión crítica de la realidad conflictiva entre las clases sociales. Proyecta una realidad alternativa donde la norma conduce a la armonía. “

Desde su fundación, cada integrante conoce, asume y profesa sus leyes laborales, espirituales, educativas y humanitarias. La única política, si así se le puede llamar, es la que requiere de la armonía mutua en la equidad de derechos y responsabilidades entre los socios”[9]

En cuanto la élite de este aparato burocrático, los regentes de entonces robaban y lo hacían asegurando que el país diera para unas tres generaciones más qué robar. Ahora el piratismo consiste en llevarse las arcas, a suiza o a un Chalet de Francia… Volvemos a la tendencia de extranjerizar.

 

CONCLUSIONES

El Zarco y el Narco existe en el mismo lugar porque no se ha resuelto: la ignorancia, el destello de la riqueza exprés sin calidad. Y por calidad me refiero a optimizar la condición de vida, el entorno de la vida, el latir del entorno. Aquí se puede robar un banco sin estar condenado a pena de muerte pero la condena se hace expansiva y hemos terminado por estar nosotros resguardados por rejas. La impunidad ha costado cara pues ha convertido las ciudades en guetos con cercas eléctricas y vigilancia… Hemos creado sectas entre nosotros mismos unificados sólo por los medios de comunicación.  El 80% de la población de México son menores de 30 años y un porcentaje alarmante de esos jóvenes no tienen alternativa ni carrera ni trabajo: no se necesita tener una bola mágica para predecir el futuro.  El Chapo  de la revolución arrastra el mismo caris de el Chapo de hoy. El Zarco y el narco denuncian un problema que se ha venido arrastrando: no hay alternativas para estos jóvenes.

 

 La siguiente cita no es del noticiero de ayer, regreso a la novela el Zarco hace más de cien años:

 “¿No sabes que les pagan el peaje para poder llevar su cargamento a México?, ¿No sabes que en las poblaciones grandes como Cuautla y Cuernavaca sólo los vecinos armados son los que se defienden? ¿Tú piensas quizás que estos bandidos andan en partidas de diez o doce? Pues no: andan en partidas de a trescientos y quinientos hombres, hasta traen sus músicas y cañones y pueden sitiar las haciendas y los pueblos…” (p.34)[10]

La juventud de entonces, como los ninis de hoy  no tiene para empezar, educación, su territorio conocido ha sido ya abandonado: el campo. Durante años la gente se refugió arriesgando la vida para encontrar mejor suerte en el extranjero: fuga de campesinos. Llegó la segunda entrada de ingresos más importante del país pero el resultado fue la herida en la familia mexicana que resquebrajada sobrevivió sin figura paterna. Los niños crecidos sin padre o con varios al mismo tiempo han encontrado ahora como única alternativa el Narco.

 La falta de posibilidades ha dividido al país en tres partes. Los pudientes, los explotados y los que quedan fuera del sistema de explotación: los forajidos, los condenados de la obra “Cartucho”. Los plateados se han apoderado una vez más de la país denunciando violentamente el problema no resuelto. No es la pobreza. México no es pobre, lo afirmo basada en los saldos que dan para un saqueo sexenal de dimensiones millonarias. México es un país pésimamente mal administrado, un país que ha abandonado la tierra en argumentos obsoletos de otra lucha sin causa. La reforma agraria que acabó con un problema para generar otro, nuevamente, la  manía de imitación. Los conservadores de hace cien años querían unirse a las tropas francesas e importar una monarquía extranjera como gobierno. Los postulantes de hoy, enfermos de megalomanía no  ofrecen soluciones concretas y nosotros aceptamos por inercia  la imagen sin propuesta. Escogemos a nuestros dirigentes con la esperanza de la divinidad del Santo niño de Atocha, ellos van a solucionar, ellos nos van a “cuidar”. Dejamos en ellos la responsabilidad de compromiso de comunidad. “Ellos” son simples administradores o deberían serlo. Los forajidos de la calle, los emigrantes los jóvenes involucrados en el Narco menudeo denuncian el desfalco de una sociedad que no ofrece alternativas. Un país beligerante y mal administrado  que abandera la paz persignándose y lamentando “Ay mis hijos” mientras se encomiendan al espíritu santo que hasta hoy, poco entiende de política. Un país herido desde el principio que no ha logrado unificar su lucha ni su identidad, ni superar la herida. Un país rico, heterogéneo y dolido que sigue cambiando adoptando modelos extranjeros ajenos repitiendo el mismo error, cambiando espejos por oro y tortillas por coca-colas. Un país que a diferencia de los demás, ha retrocedido. Denunciar la problemática, no es el objetivo de esta ponencia . Hemos sobrevivido, cuando no a los franceses, a las devaluaciones, a los temblores y a los asaltos. Lo único que nos puede salvar es la misma estrategia de la victoria del 5 de mayo: la unión. Abandonar el puesto de liberales y conservadores para entendernos como un mismo México.

 Leer la situación idéntica de ciento cincuenta años atrás puede, esclarecernos el panorama para no repetir lo mismo y para tener el valor de replantear  quienes somos en realidad sacudiéndonos de la ensoñación.

 

¡Ah si todos pensaran así- dijo la señora-, si todos resolvieran a defenderse, no habría bandidos ni necesitaríamos de las fuerzas del  gobierno, ni viviríamos aquí muertos de miedo, temblando como pájaros azorados”… [11]

 

–Es verdad señora; así debía ser y no se necesita para ellos más que un poco de sangre fría. Vea usted: en Atlihuayan todos estaban atemorizados cuando comenzaron a inundar esto los bandidos, y no sabían qué partido tomar. Pero antes que comenzaran a pisarnos la sombra, los maquinistas de la hacienda y los herreros nos reunimos y determinamos comprar buenos caballos y armarnos bien, decidiendo defendernos unidos, siempre unidos, aunque fuésemos pocos…” (p.40)[12]

 

Hoy hemos de luchar nuevamente contra los invasores.  Esta vez sin pólvora, haciendo consiente lo inconsciente de nuestro país, el detonante debe ser la educación, la equidad y el México que se sacuda del pasado y proyecte un posible progreso que planee en un intento conjunto sin más lamentos, el futuro.

 

 

 

 

BIBLIOGRAFIA

 

Ramos, Samuel. El Perfil del hombre y la cultura en México. Ed. Espasa Calpe. México 1993. p. 35

 

Cortázar, Alejandro. Reforma, Novela y Nación p. 39. Pizarro Suárez ,Pensador y Narrador de la Reforma.

 

 

Altamirano, Ignacio Manuel. El  Zarco; Ed. Océano, México, 1986. p.26

 

Campobello, Nelly “Cartucho”. E.D.I.A.P.S.A, México, 1940

 

Vasconcelos, José. La Raza Cósmica. Ed. Porrúa, Colección Sepan Cuántos., México D.F. 2010

 

 



 

[1] Vasconcelos, José. La Raza Cósmica. Ed. Porrúa, Colección Sepan Cuántos., México D.F. 2010 p. 13,16

 

[2] Campobello, Nelly “Cartucho”. E.D.I.A.P.S.A, México, 1940

[3] Op cit. p.35

[4] Campobello, Nellie, op.cit, p.109,110.

[5] Altamirano, Ignacio Manuel. El  Zarco; Ed. Océano, México, 1986. p.26

[6] Op.cit.p.44

[7] Op.cit. p.46

[8] Ramos, Samuel. El Perfil del hombre y la cultura en México. Ed. Espasa Calpe. México 1993. p. 35

[9] Alejandro Cortázar. Reforma, Novela y Nación p. 39. Pizarro Suárez ,Pensador y Narrador de la Reforma.

[10][10] Altamirano, El zarco op. cit.p.34.

[11] Op. cita El zarco. p.40

[12] Op.cit El Zarco. p.40

 

 

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