Presentamos, en versión del poeta y traductor Gustavo Osorio de Ita, una selección de poemas de unos de los escritores franceses más representativos su tradición: Yves Bonnefoy (1923). Además de poesía escribe ensayo y crítica literaria. también es traductor. Uno de sus últimos libros de creación es La longue chaine de l’ancre, 2008. Mereció el Premio Franz Kafka en 2007.
NOMBRE VERDADERO
Nombraré desierto este palacio que fuiste
Noche esta voz, ausencia tu rostro,
Y cuando caigas en la tierra estéril
Nombraré nada al destello que te ha portado.
Morir es un país que tu amabas. Yo vengo
Mas eternamente por tus sombreados caminos.
Yo destruyo tu deseo, tu forma, tu memoria,
Soy tu enemigo quien no tendrá piedad alguna.
Te nombraré guerra y tomaré
Sobre ti las libertades de la guerra y tendré
En mis manos tu rostro obscuro y apesadumbrado,
En mi corazón este país que ilumina la tormenta.
ORILLA DE UNA OTRA MUERTE
III
La arena es al principio como será
El horrible fin bajo el empuje de este viento frío.
¿Dónde está el límite, dices, de tantas estrellas,
Porqué avanzamos en este lugar frío?
¿Y por qué decimos tantas palabras vanas,
Andando y como si la noche no hubiese existido?
Más vale caminar más cerca de la línea de espuma
Y aventurarnos en el umbral de un otro frío.
Veníamos de siempre. Precipitadas luces
Portaban a lo lejos para nosotros la majestuosidad del frío.
– Poco a poco crecía la costa largamente vista
Y dicha por las palabras que no sabíamos.
EL PUENTE DE HIERRO
Existe sin duda siempre al final de una larga calle
Donde caminaba cuando niño una charca de aceite,
Un rectángulo de pesada muerte bajo el cielo negro.
Desde la poesía
Ha separado sus aguas de las otras aguas,
Ninguna beldad ningún color la retiene,
Ella se angustia por el fierro y por la noche.
Ella alimenta
Un largo penar de orilla muerta, un puente de hierro
Lanzado hacia la otra orilla aún más nocturna
Y su sola memoria y su único verdadero amor.
LA IMPERFECCIÓN ES LA CIMA
Sería necesario destruir y destruir y destruir,
Sería necesario que la salvación no se diese más que a este precio.
Arruinar la cara desnuda que crece en el mármol,
Martillar toda forma toda belleza.
Amar la perfección porque es el umbral,
Mas negarla tan pronto haberla conocido, olvidarla muerta,
La imperfección es la cima.
A LA VOZ DE KATHLEEN FERRIER
Toda dulzura toda ironía se asemejaban
por un adiós de cristal y de bruma,
Los cortes profundos del hierro hacían casi silencio,
La luz de la espada se encontraba velada.
Celebro la voz combate de color gris
Que vacila en las lejanías del canto que se perdió
Como si más allá de toda forma pura
Temblase un otro canto y el único absoluto.
¡Oh luz y ausencia de la luz, oh lágrimas
Sonrientes más allá de la angustia o la esperanza,
Oh cisne, lugar real en la irreal agua sombría,
Oh fuente, cuando esto fue profundamente la noche!
Parece que conocieses ambas orillas,
La extrema alegría y el extremo dolor,
Allá abajo, entre estos juncos grises a la luz,
Parece que extrajeras de lo eterno.
EL MIRTO
A veces te sabía la tierra, bebía
Sobre tus labios la angustia de las fuentes
Cuando ella brotaba de las piedras calientes, y el verano
Dominaba alto la piedra dichosa y el bebedor.
A veces te decía mirto y hacíamos arder
El árbol de todos tus gestos todo un día,
Eran grandes fuegos breves de luz vestal,
Así te inventaba entre tus cabellos claros.
Todo un inmenso verano desastroso había secado nuestros sueños,
Herrumbrado nuestras voces, acrecentado nuestros cuerpos, deshecho nuestros hierros.
A veces el lecho volcaba como una balsa libre
Que gana lentamente lo más lejano de la mar.
EL ADIOS
Somos devueltos a nuestro origen
Este fue el lugar de la evidencia, mas desgarrado,
Las ventanas entreveraban demasiadas luces,
Las escaleras subían demasiadas estrellas
Que son arcos que se hunden, escombros,
El fuego parecía arder en otro mundo.
Y ahora los pájaros vuelan de recámara en recámara
Los postigos caídos, el lecho está cubierto de piedras,
El hogar pleno de restos del cielo que pronto se apagarán,
Allá nosotros hablábamos, la noche, casi a voz baja
A causa de los rumores de las bóvedas, allá sin embargo
formamos nuestros proyectos: mas una barca,
Cargada de piedras rojas, se alejaba
Irresistiblemente de una orilla, y el olvido
Posaba ya su ceniza sobre los sueños
Que recomenzábamos sin fin, poblando imágenes
El fuego que ardió hasta el último día.
¿Es verdad, amiga mía,
Que no existe más que una palabra para designar
En la lengua que llamamos la poesía
Al sol de la mañana y aquel de la tarde,
Uno sólo el grito de alegría y el grito de angustia,
Uno solo el río arriba desierto y los golpes de hachas,
Uno solo el lecho destruido y el cielo de tormenta,
Uno solo el niño que nace y el dios muerto?
Sí, yo lo creo, quiero creerlo, ¿pero cuáles son
Estas sombras que dominan el espejo?
Y ve, la zarza toma entre las piedras
Sobre la vía de hierba aún mal trazada
Donde se sostenían nuestros pasos hacia los jóvenes árboles.
Me parece hoy, aquí, que la palabra
Es este cántaro medio quebrado, en donde se derrama
Con cada nube de lluvia el agua inútil.
La hierba y en la hierba el agua que brilla, como un río.
Todo busca siempre retejer el mundo.
El paraíso es disperso, lo sé,
Es la mancha terrestre de en ello reconocer
Las flores diseminadas en la hierba pobre,
Mas el ángel ha desaparecido, una luz
Que no fue más repentina que el crepúsculo.
Y como Adán y Eva nosotros caminaremos
Una última vez en el jardín.
Como Adán el primer arrepentimiento, como Eva la primera
Valentía nosotros querremos y no querremos
Franquear la puerta baja que se entreabre
Allá abajo, al otro extremo de los bordes, coloreado
como auguralmente por un último rayo.
El porvenir se toma en el origen
Como el cielo reflejado en un espejo curvo,
¿Podremos recoger de esta luz
que ha sido el milagro de aquí
La semilla en nuestras manos sombrías, para otras charcas
Al secreto de otros campos “tachados de piedras”?
Claro, el lugar para vencer, para nosotros vencer, es aquí
Del cual partimos, esta noche. Aquí sin fin
Como esta agua que se escapa del cántaro.
EL TODO, LA NADA
Es la última nevada de la temporada,
La nieve de primavera, la más hábil
En rezurcir los desgarros de la madera muerta
Antes de que carezca de importancia y se le queme.
Es la primera nieve de tu vida
Pues, ayer, no eran aún más que manchas
De color, placeres breves, temores, penas
Inconsistentes, falta de la palabra.
Y veo que la felicidad triunfa sobre el miedo
En tus ojos donde se abre la sorpresa
Una avanzada, de un gran salto claro: este grito, este reír
Que amo, y que encuentro meditable.
Porque estamos muy cerca, y el infante
Es el progenitor de quien lo ha tomado
Una mañana en sus manos de adulto y levantado
En el consentimiento de la luz.
II
Sí, entender, sí, hacer mía
Esta fuente, el grito de alegría, que efervescente
Surgía de entre las piedras de la vida
Toda, y tan fuerte, luego debilitada y se ciega.
Mas escribir no es tener, no es ser,
Porque el estremecimiento de la felicidad no es ahí
Más que una sombra, tal vez la más clara,
En palabras que aún se recuerdan
De tanto en tanto cosas que el tiempo
Tiene duramente aprisionadas por sus garras,
– Y así no puedo hacer más que decirte
Lo que no soy, salvo en deseo.
Una forma de tomar, que sería
De cesar de ser uno mismo en el acto de tomar,
Una manera de decir, que haría
Que uno no estuviese más sólo en el lenguaje.
III
Te sea la gran nieve el todo, la nada,
Niño de primeros pasos titubeantes en la hierba,
Los ojos aún plenos del origen,
Las manos no se sujetan más que a la luz
Te sean estas ramas que centellean la palabra
Que tú debes escuchar pero sin comprender
El sentido de su tala sobre el cielo,
De lo contrario no nombrarás más que al precio de perder.
Te basten los dos valores, el uno brillante,
De la colina en la sisa de los árboles,
Abeja de la vida, cuando se agotará
En tu sueño del mundo este mundo mismo.
Y que el agua que chorrea en el prado
Te muestre que la dicha puede sobrevivir al sueño
Cuando la brisa de quien sabe dónde llegada, ya dispersa
Las flores del almendro, sin embargo el otro nieva.