En el marco de la antología Arenas Movedizas. Poesía iberoamericana y prncipio de siglo, presentamos la poesía de Yolanda Pantin (Caracas, 1954), una de las autoras más representativas de la tradición poética venezolana. Es poeta, ensayista y editora. En 2004 publicó el libro “Poesía reunida, 1981-2004”, ese año recibió la Beca Guggenheim.
Escribir poesía es para mí una necesidad y una costumbre. Una necesidad porque se hace imperativo hacerlo, porque el poema se impone siempre y es una costumbre porque escribir poesía es también una forma de mirar que con el tiempo se hace cuerpo, parte de ti. Yo estoy cada vez más convencida de la ‘diferencia’ del poeta, una diferencia que es también una falta. Es diferente porque percibe las cosas de una manera diferente, y es una falta porque no puede mirar de otra manera. Todo eso es inevitable. Al final, el trabajo de uno consiste en olvidarlo todo.
***
La infancia es una gracia que me fue desprendida. Aquello que se viene me devuelve persona con brío de reír. Ya no tengo memoria para el nombre del árbol y semilla tallada. Ni de aquel que resiste con caballos en las palmas y tiene a cada lado una rienda tejida. Lo cierto, más oscuro. Cuando divago y pregunto, háblame de aquello, de las cosas sucedidas, cuando antes: La rudeza de sentarnos en las sillas de madera.
Casa o lobo, 1981
Nadie juega montura de palma. Ni dan siquiera de beber a las bestias. Ni así tenemos casa. Ni somos. Ni aún seremos parte. Pájaro de árbol, jamás. Ni pasto nuevo. Rajadura donde filtra tu voz haciendo daño. De qué lugar o infierno esa palabra a morir. Y no poseo rincón, sitio de la tierra, reloj para esa hora, ni así donde guardarme. Cómo no volver. Volver mientras tachamos o estarnos en pie sobre el roto de marzo.
Casa o lobo, 1981
Poema de las dos cabezas
Este es el poema de las dos cabezas
Sol
Cuello Cortado
descansa sobre la hierba
Cabeza Soberbia partió a los Australes
Sol
Cuello Cortado
dejó que un insecto
revoloteara en sus labios
y durmió un instante
Cabeza Soberbia
cansada del viaje
haló de los pies a su amante
Estuvieron parloteando un largo rato
Una tormenta siguió a la otra
mas estas cabezas tenían mucho que decirse
Sol
Cuello Cortado
saltó sobre la nieve
y posó sus labios
sobre la boca tumefacta que hervía
sobre un hervidero de palabras
Se contaron sus vidas
Esto era todo lo que tenían que decirse
sus vidas sus amores
La noche las encontró
bajo un bloque helado
-el viento ululaba en el paisaje blanco-
“Es un presagio”
dijo Sol
Cuello Cortado
“No hagas caso”
Cabeza Soberbia sintió pánico
y entrechocaron sus orejas en un largo abrazo.
La canción fría, 1989
Las vacas (Lyons la Foret)
Aquí, en la Normandie
fui inmensamente infeliz
A la sombra de las vacas
tomé un coche
-vagaré por estos mundos
tan extraños tan profundos-
Sentí miedo
por los verdes diluvios
por los cisnes en los lagos
y el camino serpenteante
-lloraba en los brazos
de la Francia impenetrable-
Nunca más veré este cielo
ni a estas vacas de tersas orejas
les dije: adieu
Rumien hermosas también
sus dulces sueños
del prado al establo
En el bosque
miré al cielo
donde dios habita
mudo imperturbable
-Dios es bueno-
Las vacas mugían
locas de miedo
Quise acariciar
la pelambre de sus pechos
susurrar a las orejas
tatuadas de metales
-registros sementales
fríos rendimientos-
Nada es puro
en esta noche
ni estos animales
-tontas vacas en las verdes colinas-
pienso en ustedes
sin nostalgia
rumiando conmigo la última cena.
Los bajos sentimientos, 1993
Son tres los zopilotes
Mira volar los zopilotes son horrendos
Allí están en la cornisa del otro edificio
Mientras sirvo el café las aves negras
se han posado en la antena parabólica diríase atalaya
Cada uno conserva el equilibrio que es suyo y no del Otro
¿De quién comen?
Ahora vuelan sin moverse no hacen ruido
Son tres los zopilotes ya lo he visto
una madre y dos de sus pequeños
o una pareja de amantes y su sombra.
Los bajos sentimientos, 1993
Una especie de vacío
La imagen se avenía
con pasmosa realidad
Pensé: es la montaña
que nunca había mirado
como esa tarde
cuando el perfil me sorprendió
su inmanencia
Ahora no me importa
porque me he vaciado
Sin embargo hecho en falta
la intensidad de mis efectos
Siento un vacío
una especie de vacío
aún en la luz
iridiscencia
-malvas naranjas-
de la inaprehensible realidad
La quietud, 1998
Der Kleine Vampir
Aunque sin hambre debo comerme todo
llenar mi estómago de frutas y de pasto
mi sed toda beber las jarras de agua
que me fueran ofrecidas
los refrescos
Debo saciar mi pensamiento
de muchas maneras engordarlo
Darle lumbre al fuego que me alumbra
pollo
las mesas de la casa dispuestas
para el niño que llega sin hambre
Mis fauces tribales quieren carne
mis dientes de leche amoladarse
porque viene el silencio si no
a torturarme.
La quietud, 1998
Nouvelle
A veces parecía indiferencia
ese andar por la casa, distante.
Nosotros conocíamos el habla
y el lenguaje también de las miradas: calla.
Hasta que una voz nos llamaba:
“Vengan la cena está servida”.
Entonces nuestra madre nos saludaba
como si nos reconociera,
y en la mesa ya sentados sonreía
para que no pensáramos que la habíamos perdido.
de La quietud, 1998
Traduciéndonos a nosotros mismos
Entre la incomprensión
y el deseo de entender
ocurre algo extraordinario
semejante a la tarea de
escribir un poema
o traducir un fragmento
de un idioma desconocido
Algo cierto
como un hachazo
en la infantil necesidad
de articular un pensamiento
o dibujar algo
que haga señales
en el claro del bosque
para el niño autista
Pequeños sucesos
de la comunicación humana
–¿Qué dice?
–¿Qué quiere decir?
Mínimos gestos y mínimas palabras
que en algo calman
la creciente ansiedad
:Voy entendiendo sólo
lo que proyecto sobre ti
lo que tu lengua
desencadena
desde su música extraña
cuando
desde algún lugar
desencajado
emergen
como faros, también, inesperadas
alusiones a osos, a leopardos
O la palabra “lobo”
traída por el deseo
más allá de las referencias
a la fundación de Roma
y pasando por alto
lo que podría ser
en el diálogo y no en el monólogo
poético
si pudiésemos hablar
en el mismo idioma
un intercambio de eruditas lecturas
y salas de museos
la palabra “lobo”
enaltecida
sustanciada
Porque
lo que al final se entiende
desde la callada
orfandad
de frases imposibles
y oídos
sordos
vacilaciones
intentos de avanzar
en el claro del bosque
–¿Qué dices?
–¿Qué me quieres decir?
cuando una palabra surge
y uno cree entender
lo que no era
y Es
en la certeza también
y en el fracaso del poema
La épica del padre, 2002
Hallazgo de la forma o poema del fantasma
Rememorar los viajes
habidos
a los cementerios
de esas tribus
en Paya
sin hacer alarde
hasta desaparecer
siendo uno con él
dejar de ser
sobre el cuerpo del caballo
Llevar la bestia
de las riendas
por terrenos baldíos
o desencontrados
de las que fueron
en el tiempo
tus haciendas
Desensillar al animal
para que descanse
bajo los samanes
en el bosque
enmarañado
de caídos cafetos
Ir luego
entre el gamelotal
hasta el lugar
que has elegido
entre los muchos otros
por las voces que has oído
y los tantos escritos
Escarbar
con celo
de no dañar
o romper
lo que descubres
Recoger
mutilaciones
que alguna vez tuvieron
utilidad o forma
–Oh, te has engañado
Volver
a donde estaba
el caballo
regresar
hasta la casa
a paso
ido
después de atravesar
las calles
de ese pueblo
donde vives
y oír a las gentes
que te ignoran
gritar sus desafueros
–¿De qué te has ufanado?
Tomar fragmentos
que has traído del sueño
bajo la lámpara
de tus alucinaciones
soplar con suavidad
sobre ellos
como si nada aconteciera
igual que montas a caballo
en la liviandad
del aire
hasta quitar
el polvo
de las piezas
Seguir
el orden
que alguna vez tuvieron
sus toscas líneas
de barro endurecido
para que pueda verse
luego
sobre la mesa
inscrito
en las urnas
funerarias
el mensaje
que allí estaba
sin que tuvieses
noticia
hasta encontrarlo
La épica del padre, 2002
Piel de vaca
Silvia Guerra
fue quien dijo
algo acerca
de la res colgada
como un signo (fiero)
o un espejo de
estos tiempos que corren
tras nosotras, mujeres.
Amores perros, es lo mismo,
o no: carne sacrificada. Yo
pensé en Simic, al oírla,
y en su poema de las carnicerías
que había utilizado como pórtico
en uno de mis libros.
Guerra continuó
hablando de sus hijos:
cómo eran
sus cuerpos extraños
aún cuando se habían
descolgado del suyo.
No hay crimen, Silvia,
si se piensa en el desolladero, porque
la suave extensión
de esta piel moteada de vaca
donde Loqui duerme,
es un olvido de infancia.
Poemas huérfanos, 2003
Retrato de muchacha con su padre en las Torres Gemelas
Es una panorámica. A ambos extremos
el espacio entre ellos, lleno
por la vista de Manhattan.
La expresión de la joven, serena,
igual que el padre, equidistante.
Están separados, sí, pero unidos
por lo mismo que los distancia:
Aire, perfiles, nubes,
término y comienzo de un viaje.
Para el padre, añoranza;
para la hija, el mundo.
Así, miran a la cámara
en el día soleado:
Ladeado el rostro, sonríen,
desde adentro, desde donde son felices.
Perpetuidad de la memoria,
instancia plena,
desea la muchacha:
Belleza, equilibrio.
El padre entrecierra los ojos
que ha cegado el sol, arriba,
con un brillo inédito.
De Poemas huérfanos, 2002
GACELA
(no por su belleza)
Nada le asegura
a la gacela permanencia
sino, al contrario, le confirma
tal es el estrépito de hojas
o pisadas de elefantes
a lo lejos
su fragilidad
que finalmente es pánico
El CIERVO
Iba yo con mi hermano por el bosque,
cuando lo vi entre las ramas asomarse.
Pude verlo como era,
y él, mirarme:
Macho, de alta cornamenta.
Aunque de noche,
los ojos clarearon en su estupor al verme.
Volvió la grupa,
temeroso.
Yo alcé el arma que llevaba
y apunté entre los cuernos.
Disparé. Y con ello la cabeza
se deshizo en el aire
que había respirado.
Donde hubo belleza
quedó el cuerpo tendido
sobre la hierba.
Tomé el arma
y se la di a mi hermano.
“Ten –le dije: el rifle
con el que he matado sin deseo”.
Volví la espalda
y caminé hacia el auto
que había dejado
en el umbral del bosque.
De Poemas huérfanos, 2002
Magma
Los cauces
de estos ríos.
Mismo cuando fluye
el hervidero humano
colmando el país
que nos parió.
‘Vengan mañana’.
Pero afuera,
entre los buses,
y los autos vomitando,
pasa un río.
Es la afluencia
de la hora.
Y el sol.
Y la congoja.
Y la niña maromera.
País, 2007
Playa El triguillo, Estado Vargas
Azuza el aire
que fue translúcido
igual a un viejo
que tiene una gasa
sobre la córnea.
También el enclave:
empedrado del deslave
en el litoral
inhumano
como el paisaje mismo
sobre un cuerpo-cosa
País, 2007
Blanco sobre blanco
1
Iba por el río Yenisei
hacia su desembocadura
en la boca del paisaje
para ser devorado.
Iba en la borda
por sobre el paisaje
sin contar los días
desde mi destrucción.
Iba hacia la capitulación,
de las casas sin vistas
en el barro aherrojadas,
sin pensar en la humilde
investidura del monje.
Iba distraído, sin mirar,
cuando vi a los caballos
acercarse a la orilla,
y perdí la razón.
2
Iba por el río Yenisei
hacia su desembocadura
en la boca del paisaje
para ser devorado.
Iba en la borda
por sobre la Historia
sin contar los días
desde mi destrucción.
Iba hacia mi rendición
en las casas sin vistas
al temor amarradas,
sin pensar en la fiera
arquitectura del laico.
Iba distraído, sin mirar,
cuando vi a los caballos
abrevar en la orilla,
y perdí la razón.
3
Iba por el río Yenisei
hacia su desembocadura
en la boca del paisaje
para ser devorado.
Iba en la borda
por sobre mi historia
sin contar los días
desde mi destrucción.
Iba hacia mi perdición,
a las casas sin vistas
doblemente cerradas,
sin pensar en la blanca
tajadura del Santo.
Iba distraído, sin mirar,
cuando vi a los jinetes
en un óleo pequeño,
y perdí la razón.
21 caballos, 2011
Fuga
A mis hijos
Fue lo primero que advertí
cuando no estaba conciente,
ni podía pensar.
Lo primero
que miraron ustedes
al acercarse a la ventana
durmiendo todavía: el trazo
azul profundo
del río
cuando pasaba un barco
y una línea blanca
de humo
que alcanzamos mirar.
La escritura debería recoger
esa oscura transparencia. Yo
se las ofrezco con la luz delgada
en un parque y las tantas ardillas
que atrevidas se acercaron
sobre sus miedos para mirarnos.
El ser completo donde no puedan
separarse ni el aire, ni las calles
que recorrimos en aquella maraña,
ni los edificios ardiendo
en sus cúpulas, ni los muelles
que mecen los barcos,
ni el puente más antiguo
con su ruidoso tráfico
de trenes.
¿Será que al fin la escritura
saldrá de la bolsa donde traje
las graciosas figuraciones
de oso, de lobo y de tigre
que pude haber perdido en el viaje?
La piel de las ardillas no se asemeja
a la piel de las ratas
odiosas en los albañales,
y la luz que se agosta en el parque
no es tristeza
en la agilidad de los perros, ni aquel
edificio en la esquina
va a derrumbarse, ni los árboles
de un verde profundo
contra el cielo
cada vez más oscuro,
como el azul oscuro del río, van
a desaparecer.
21 caballos, 2011
Datos vitales
Yolanda Pantin (Caracas, 1954) es poeta, ensayista y editora. Estudió Letras en la Universidad Católica Andrés Bello en Caracas. Ha publicado “Casa o Lobo” (1981), “Correo del Corazón” (1985), “La Canción Fría” (1989), “Poemas del Escritor” (1989), “El Cielo de París” (1989), “Los Bajos Sentimientos” (1993), “La Quietud” (1998), “El Hueso Pélvico” (2002), “Poemas Huérfanos” (2002), “La Épica del Padre” (2002), “País” (2007). “21 caballos (2011, en prensa). En 2004 publicó el libro “Poesía reunida, 1981-2004”, ese año recibió la Beca Guggenheim.