Foja de Poesía No. 373: Neftalí Coria

Presentamos el trabajo del poeta, novelista, dramaturgo y director escénico Neftalí Coria (Huaniqueo, Mich. México, 1959). Ha publicado principalmente poesía Uno de sus libros más significativos es  LunaMía, editado por la UNAM en la colección El ala del tigre en 1994. En este volumen –como en Adoración de San Juan (UAM, 1996). Publicó en Bélgica Tejer la luna con las manos (Tisser la lune de ses mains), Ed. Bilingüe, traducida al francés por Nayelli Castro Ramírez (2009).

 

 

 

Cielo primero, cielo de lluvia: palabras

 

En el primer cielo de lluvia

ninguna cosa está en su nombre.

¿Qué es la palabra?

¿Una astilla de aquello que nombraba?

 

Está lloviendo en esta única ventana.

¿No es palabra esta tristeza?

¿En qué frase ha quedado el brillo de mis ojos?

En la lluvia pasan más palabras que agua,

pasan, son garabatos, ruido en la página mojada.

 

En el último cielo de este día, también llueve;

los ojos repiten tormentas anteriores,

la noche guarda sus alas,

aquieta sus venas, cierra las compuertas

 

¿Es palabra lo que acecha a mi espalda?

¿Es palabra esta navaja enfrente?

¿Y el filo que abrió mi último sueño sería palabras?

 

Río es una palabra más que se desborda,

Corazón, otra que se apaga,

Cielo, agua limpia del llanto.

 

 

 

 

 

Cielo de la imploración

 

Cielo de la imploración,

en las manos cabe la nueva luz

que dejó el llanto como palabra impía.

En los ojos, la oración y el río,

la lluvia y los fresnos en pie.

 

Cielo de la súplica, en las alas van

tus luminosos cascabeles,

la sangre y las espinas

-clavadas para siempre-

en las plantas de tus blancos pies.

 

Cielo de la palabra perdida,

baja al río de la mañana triste

y bebe la sangre que no dije

cuando a las afueras de mi vida,

llovía la otra música del agua en llamas. °

 

 

 

 

 

Lago del cielo

 

Al principio, todo comenzó con la oscuridad en la mirada, y todo el azul que a los ojos hubo entrado para instalar un retrato del cielo, pero el cielo también es penumbra y la oscuridad cansa los ojos y abre en el sueño nuevas ciudades.

Las ciudades en el sueño son los únicos lugares donde el cielo está ausente y en su lugar las cosas caen. Caen las cosas, no del cielo, sino de la memoria; caen cosas y palabras; frutos maduros, tristes figuras como la madera abandonada que se queda en el corazón de los que un día amaron.

Esos que amaron, han llevado en el pecho, brasas en lugar de corazón, llamarada donde debían tener las manos. Vivían la noche y los clamores de otro cielo. Allí, al cielo cercano, también las cosas cayeron; cosas como sortijas de la gitanía del corazón de los que deben despedirse.

No es la luna, pero en el lago del cielo un astro ofrece luz. Lámpara podría llamarse, pero la luz es dolorosa; luz fugitiva, fantasma que va dejando su canción en el país más alto, donde vive fija la mirada mía…

Sólo en la mirada las cosas se detienen; flotan como lo hacían los pájaros de la melancolía aquella vez -cuando despiertos- nuestros ojos miraron el primer cielo de estrellas y noche sigilosa. Noche de estrellas y cielo sigiloso aquel, noche del mejor vacío. Noche sin más cielo que esas otras estrellas nombradas por el silencio y lo que creí, fue una vez la luna. °

 

 

 

 

 

El cielo, la página posible

 

Cada noche antes de dormir,

miro al cielo por el balcón y le hablo.

Le hablo al cielo antes de soñar

y miro mi voz de frente,

logro ver mi voz buscando el canto,

entra la oscuridad, y en ella,

la única página posible.

 

Subo al llanto de mi noche,

abro en canal al cielo derramado,

dejo en la herida del azul,

los nombres que la memoria

no guardará en sus habitaciones.

 

Mirar una vez más el cielo en la ventana,

traerlo a mis cuadernos, verlo sangrar,

dejarlo en mis ojos desangrarse.

 

 

 

 

Las nubes son árboles

 

Árboles como pequeñas nubes

en el viento esparcidos,

árboles como el azul que sube

por la escalera del aéreo bosque.

Árboles en la diáspora del ventarrón,

enjambre verde, túmulo en el polvo del cielo.

 

Es el cielo un bosque; catafalco de sombras,

rebaño de polvo que a los ojos acecha,

cielo y mayúscula arboleda, son un solo canto.

 

Pájaros y ángeles conviven en las sábanas de la tormenta.

 

El cielo es todo lo que ante mis ojos estalla:

cielo el destierro, cielo este desfile de ríos,

cielo las piedras derrumbadas,

cielo los versos que estaban a la sombra de la lengua,

cielo las palabras, la voz…

 

Cielo, el cielo mismo y todo lo que me falta por decir.

 

 

 

 

 

El cielo en tus ojos pequeños

 

Los ojos no miran lo que han de olvidar,

por eso miro el cielo para olvidar el vacío

del amor que se me agota, veo de reojo

la opaca luz de mi piel cautiva, veo el cielo

de todos mis pasos por esas calles de dios

y desde aquí, sin esfuerzo, puedo ver por

última vez el horizonte donde nombré

         los últimos pájaros de mi alegría.

 

Veo también -con lento asombro- pasar

por cada cicatriz, la luz de lo que fue mi vida,

y como si ya no mirara nada, veo el cielo,

lo miro para creer que miro nada y recordar

entonces lo que en el cielo vi.

 

La luz repite su triste llegada, se reacomoda,

como si en los árboles -otra vez-

la oscuridad venciera.

 

El cielo de mis días nublados es más

pequeño si lo miro en tus ojos pequeños.

 

 

 

El cielo y el poema

 

De norte a sur

va una trama de

luz de mi amarillo cielo.

Agua y flama van

como un solo disparo

por el patio de la lluvia.

 

El cielo y su revés,

la noche y su luna cava,

la vocación de la llamarada

por convocar las palabras

trazan el camino hacia el poema.

 

  

 

 

 

El cielo sangrante

 

El cielo azul sangrante

me habla como si fuera

agua en la blancura.

Habla y la voz se hace

de nubes en la página.

 

Cielo de borbotón azul,

ilumíname en la caída

donde va mi corazón perdido.

 

Háblame como el fuego.

 

 

 

 

 

 Datos vitales

Neftalí Coria (Huaniqueo, Mich. México, 1959) es Poeta, Dramaturgo, Novelista  y Director de teatro.  Ha publicado, entre otros, los siguientes libros de poesía y teatro: Cuaderno para detener un río (Ed. Tierra adentro, México, 1990), El libro de los duraznos (Secretaría de Cultura de Jalisco, 1994), LunaMía (UNAM, 1994), Cuaderno infiel, (CONACULTA/Instituto de Cultura de Chiapas, 1996), Adoración de San Juan* (UAM, México,1996), Bestiario de Viento y Fuego (VERDEHALAGO, 1998), Javiera en el acuario de los peces rotos (Instituto Michoacano de Cultura, Teatro, 1988), Comienza el Tango (Instituto Michoacano de Cultura, Teatro, 1992); Camas de Espesura y Jade, (Bilingüe) Art Alliance, New York, (2003); Tejer la luna con las manos (Tisser la lune de ses mains), Ed. Bilingüe, traducida al francés por Nayelli Castro Ramírez y publicada en Bélgica (2009). Desde hace 1989 coordina talleres de poesía. Ha sido coordinador del suplemento Cultural Acento de La Voz de Michoacán, Editor de la Colección de libros Luna de Río de la Universidad Michoacana, Coeditor de la revista Ventana Interior  y Director de la revista de poesía LunaMía. Fue becario del FOESCAM en el área de Letras (Dramaturgia) en el periodo (2002–2003)

 

 

 

 

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