El poeta dominicano Alexis Gómez Rosa nos acerca, a traves de un panorama crítico y una selección de textos, a la poesía dominicana contemporánea, nutrida por nombres tan caros a la poesía latinoamericana como los de José Mármol y León Félix Batista, entre otros. Un excelente acercamiento a esta tradición.
Carta de Santo Domingo
Anochece.
Escribo desde una orilla del Atlántico; desde la orilla caribeña del Océano Atlántico siempre preñado de huracanes. La noticia la puse a correr desde muy temprano: “publicaremos en España”. Así es: nos publicarán en España una “carta dominicana o de Santo Domingo” para decir quiénes somos culturalmente hablando, en una cartografía urbana a la que yo añado un puñado de trece poemas (propuesta de última hora), por ser la poesía el buque insignia de la literatura nacional. Trece poetas y un sólo escalofrío firmado en América.
Primera tarea: seleccionar a los responsables de brindar un ángulo inédito de la ciudad que fundara Bartolomé Colón en 1496.
Elegidos medalaganariamente los poetas (es un decir) de la antología La ciudad en nosotros (2008), de Soledad Alvarez (René del Risco Bermúdez, Jeannette Miller, José Enrique García, Miguel Aníbal Perdomo, Armando Almánzar Botello, Angela Hernández Núñez, César Augusto Zapata, Plinio Chahín, José Mármol, León Félix Batista, Juan Dicent, Homero Pumarol y la propia Soledad), pasé a estructurar una carta concebida como diálogo, forum, o abierta tribuna de las diversas expresiones citadinas que los poetas administran.
Segunda tarea: airear la palabra poética en el contexto de un espacio en permanente mutación. A la luz de los grandes cambios y movimientos urbanos, las grandes motivaciones y desafíos de la palabra.
Me interesaba (me interesa) crear un tejido de signos que articule un lenguaje sostenido en la Historia. Diríamos que no es tanto la visión de la ciudad en su geografía política y cultural, sino el testimonio colectivo de cómo ésta se ha ido transformando afectando la vida de quienes vivimos en ella. Interesante idea, pensé, y procedí a comunicar a los poetas el plan de hacer una carta dialogada que lo integre todo: el día y la noche, el mar y la falda de la loma, lo antiguo y lo moderno. Me senté a esperar pues me había casado con esa idea. Mientras tanto fui haciendo mis apuntes que me llevaron a recorrer la infancia en la ciudad colonial por donde se paseaba el Virrey Diego Colón y yo aprendía los nombres de las carabelas colonizadoras y las leyendas de vírgenes y encomiendas. Muy poco ha cambiado desde entonces el tiempo la transformó. El sector sigue arbolado en sus calles donde tantas veces puse a circular canoas de la flor de amapola en esos días de lluvia torrenciales de mayo a septiembre.
Ahora sólo extraño una cosa notoria por necesidad: ya las campanas de la catedral no llaman a los feligreses a misa, ni las beatas dejan bajo la puerta sus hojitas motivantes para salvar cuerpo y espíritu.
(Me corrijo: “el infierno tan temido” se ha democratizado; Santo Domingo naufraga en el sacrilegio de la santa, si corresponde a su autoría, extraña temeridad)
La ciudad primada (que Nicolás de Ovando trazó con la punta de su verbo en la sangre), llamada “Atenas del Nuevo Mundo”, fue sumando nuevos rostros con sus barrios de madera y zinc, sus glorietas importadas, sin variar lo esencial en su vida de furioso catolicismo. La ciudad tradicional, de calles estrechas y casas de mampostería y ladrillos, con sus portones y postigos y sus ventanales de amplio poyo y alta techumbre, al paso del tiempo sustituyó la nobleza de la piedra por el burdo empañete de cemento. A principio del siglo XX, en un sostenido afán de modernización, gobernantes “desarrollistas” ocultaron la fisonomía de la vieja ciudad tras la faz del progreso.
Visión faraónica, sin lugar a dudas.
Dentro de la muralla el Evangelio -repartido entre siete iglesias coloniales-, y el privilegio enorme de haber sido cuna de grandes escritos de Tirso de Molina y del entremés de Cristóbal de Llerena: primer drama escrito por un criollo en América. Después de la muralla un nuevo credo, agresivo y diverso, que combina el ímpetu del mercado con métodos persuasivos de modificación de hábitos y creencias, se abre a nuevos parroquianos.
Resulta fácil explicar ese fenómeno conductual.
Bastaba pararse al finalizar la calle Palo Hincado, frente al Destacamento Principal de los Bomberos, para ver, hacia la izquierda, el movimiento puntual, reposado, de quienes se consagran a una costumbre: levantarse temprano, tomar el café y repasar el periódico; e ir a trabajar como se acude a la iglesia seguros de concluir el día del parque Colón al parque Independencia, añorando la noticia que los redima.
(Es el Santo Domingo de Guzmán de los dueños de casa.)
Hacia la derecha, al norte, del otro lado de la sepultada muralla, la ciudad es un hervidero de pregones; un bullicio mestizo de inmigrantes del campo que trasladan al asfalto bajo el farol de mercurio, su cultura de conuco y “jumiadora”(2); su hábito de tejer en cuentos las cuentas (en rezo) del rosario, su cachimbo para quemar el ocio en tabaco barato.
(Realidad nueva de un Santo Domingo emergente.)
No se piense que por decir “realidad nueva” la diferencia que describo se aprecia hoy día. Me refiero a la ciudad capital cuando se amarraban los perros con longaniza. En aquellos años de revueltas y montoneras de “inconsultos caudillos” que mantuvieron en jaque la inestable República.
Definitivamente, la ciudad se hizo otra. La ciudad romántica de Tulio Manuel Cestero y Joaquín Balaguer se fue transformando entretejiendo calles que alargaba con sus luces a un ritmo sorprendente. Primero se hizo preciso y doloroso padecer la Intervención Militar Norteamericana de 1916 que, como consecuencia directa, nos dejó en Rafael Leonidas Trujillo su representante de hierro. Tanto norteamericanos como el dictador impulsaron obras de infraestructura que consolidaron las bases del desarrollo. Muy pronto Santo Domingo ganó un perfil cosmopolita, con aires de modernidad, amplificado por el rugido de sus carros. Se levantaron instituciones en la medida en que el país, y particularmente la ciudad sede del gobierno, reglamentaba su vida de acuerdo a patrones de administración que decretaron la muerte del “conchoprimismo”(1), con la implementación de rigurosos controles fiscales.
Trujillo se convirtió en el Gran Constructor de la República. Construyó el Palacio Nacional, el Palacio de Bellas Artes, los edificios de la Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre (posteriormente utilizados para albergar la mayor parte de las oficinas públicas), y el Palacio Radial La Voz Dominicana donde se creó un complejo artístico de insospechada significación y trascendencia. Su hermano, José Arismendy Trujillo (Petán), a partir de entonces, hizo de padrino del arte nacional en lo que a danza, música y voz concierne. Se realizó anualmente un evento artístico internacional durante la década del 50, llamado “Semana Aniversaria”, que aglutinaba lo más granado del arte popular de América Latina. Por La Voz Dominicana desfilaron artistas como Silvana Pampanini, Libertad Lamarque, Ima Zumac, Lucho Gatica, Antonio Prieto, Daniel Santos, Bobby Capó, Olga Chorens, Daniel Riolobos, Dámaso Pérez Prado, Celia Cruz, René Cabel, Gregorio Barrios, Leo Marini, Juan Legido, Néstor Mesta Chaire, Alfredo Sadel, Pedro Vargas, Toña la Negra, Amalia Mendoza, Pedro Infante y una constelación de mexicanos de los que llevan el grito anclado en el espíritu.
Por otro lado, en el Palacio de Bellas Artes, se creó la Escuela de Artes Plásticas con un cuerpo profesoral dirigido por Rafael Díaz Niese (español), e integrado por otros peninsulares como José Vela Zanetti, José Gausach y Manolo Pascual. En el campo de la crítica literaria es insoslayable la presencia de Don Manuel Valldeperes y Doña María Ugarte (refugiados de la Guerra Civil Española, como los anteriores), que desde las páginas del diario El Caribe hicieron una labor encomiable de orientación y de difusión enriquecedoras. Suerte pareja corrió el teatro en una explosión permanente de representaciones criollas y extranjeras, reservando para la música y la danza, con el Conservatorio Nacional de Música, un espacio incesante de manifestaciones creadoras y temporadas internacionales de renombrados artistas que han posibilitado el diálogo con los músicos, cantantes y coreógrafos nacionales.
Si en el pasado reciente el universo de las artes se mantuvo en el polígono central, la realidad del momento permite apreciar manifestaciones artísticas en barrios y urbanizaciones periféricas. Recientemente se inauguró el Teatro Narciso González en el populoso sector de Villa Juana, como una “oficialización” del trabajo tesonero que realizó en la zona, el Club Mauricio Báez. Mucho antes, en otro sector de la ciudad del Ozama, Casa de Teatro, del mítico Freddy Ginebra; Las Máscaras, dirigida por Germana Quintana; el Centro Cultural de España, el Grupo Gratey y el Teatro Guloya, estremecieron las tablas en continuas representaciones. Conjuntamente con la puesta en escena de obras de la dramaturgia mundial, el Santo Domingo del tercer milenio ha diversificado su oferta cultural internándose tras un solo de Michael Camilo, en el más exclusivo Jam Session de la noche caribeña. Con él tenemos anualmente un conocido festival en la costa norte del país que se diversifica en Cabarete, Punta Cana, La Romana, pero fundamentalmente en Santo Domingo, donde se dan cita Gonzalo Rubalcaba, Dave Valentín, Arturo Sandoval, Bebo Valdez, Rafaelito Mirabal, Fellé Vega, Pengbian Sang, entre otros virtuosos que, irremisiblemente, me conducen a las primeras guaridas de los misioneros del rock y el jazz en ese Santo Domingo posterior a la contienda bélica de abril de 1965 que halló, en Bonnie Baehr, su marchito ángel de la guarda. Por lo general el periplo nocturno arrancaba en El Drake Pub, llamado posteriormente Pata de Palo; periplo de apaga y vámonos. Después recalábamos en El Village Pub y Raffles; o allá, encendiendo los motores, en el Bar Ibiza, Café Atlántico y en el Café Concert Punto Clave, con su lejano toque de tecno-music y sus chicas de pelo verde y naranja negadas a dar paso a un nuevo día.
Si para subir al cielo tomábamos la Máximo Gómez, para bajar, por la Lincoln, terminábamos haciendo un contrapunto en el Proud Mary Pub o en El Bodegón, donde Tavito Vásquez colgara de su enronquecido saxo, fieros latidos.
(Circularidad de la noche no exenta de una fuerte dosis de poesía).
Otras veces, descendiendo las escaleras de El Conde a la Avenida del Puerto, abordábamos el barquito del jazz que sube y baja por el Ozama. No puedo precisar ahora si Guillo Carías tocó allí; pero el recuerdo se impregna de melodías de su grupo Cuatro más uno sobre la grama, hasta cuando el barquito se interna en las luces del malecón: El Placer de los Estudios, Guibia, La playita.
Ahora son otros los templos y tabernas porque el centro citadino ya no es mi centro. La ciudad corre, (corrió rápidamente), invitándonos a transitarla por sus bulevares y elevados; por sus pasos a desnivel y grandes avenidas; por su metro recién inaugurado como si se procurara borrar todo vestigio de un Santo Domingo apacible, en voz baja, con sus personajes y animales de tiro para el comercio de los más variados productos del campo a su mesa.
“Marchanta, marchante”, dice el pregón matutino, para conformarnos con lo que se nos devuelve vía celuloide, en no pocas películas. Así es, el cine ha recuperado la memoria histórica de una ciudad (cuna de la primera universidad y primera catedral americanas), que ha ido perdiendo sus añoradas salas de proyección y sus fabulosos cine-forum capitaneados por los poetas de la Generación del 60. Había llegado el momento. El prometido cine dominicano nació, pero nació huérfano. Las películas se deben disfrutar en video –desgraciadamente-, entre sollozos de infantes y urgencias domésticas, sin el encanto de la sala oscura ni la fundita de pop corn que legitime nuestra mala educación. Una vez más lo digo: “para hablar de magia y encanto en Santo Domingo hay que hablar en pasado”.
-¿Me decías? Una cultura de fugas y regresos permanentes.
Después del cine en El Capri nos vemos (era común escuchar), si una aleve propuesta no nos arrastra hacia el autocinema Iris presenta una variadísima cartelera: cena incluida. Podía ser ésta la opción o el comedor de Men el Chino, frente al Parque Independencia que, del otro lado, tenía al Restaurant Mario (también de chinos): preferencia de mis amigos poetas de la Generación del 48, eternamente abocados a refundar la patria. Era como tener el mundo en un puño. Al doblar la esquina, Radio Guarachita con su antena poli-direccional “rumbo al futuro”, y su música un lamento que traducía latidos de tierra adentro. La recuerdo muy bien porque allí se recibían los mensajes de los amigos procedentes del interior del país. “Aló, aló, aló, último aviso: el poeta Luis Alfredo tiene aquí un sobre que puede ser su futuro. Envía su tía Rosa Elena”. O, en su reverso y por lo general, mandábamos mensajes cifrados para que algún compañero fuera trasladado de escondite u otras emergencias políticas; a excepción de las notas que dejaban en el anonimato nuestras urgencias amatorias. La verdad es que la emisora se había convertido en un ícono de la ciudad, con personajes tan pintorescos como su director Radhamés Aracena, que al morir, dejó una audiencia abandonada en un dolor metafísico. Eran sus fieles oyentes, los inmigrantes. En otro sentido nosotros también, los poetas, levantamos un altar sabatino desde el viernes por la noche. “Mañana María Ugarte me publica un poema”. El acontecimiento precisaba un bautizo: una celebración mojada, un brindis. Y durante una semana, hasta el sábado siguiente, el teléfono no dejaba de sonar. Doña María se retiró; pero, Caribe en mano, acudo a La Cafetera religiosamente a ejercer la crítica en su aspecto más ruin: la oralidad, después de abonar a mi muerte una hora terrible en la librería La Trinitaria. Lo de terrible va entre comillas porque con esa primera tertulia del sábado ganaba suficiente energía como para enderezar esquinas en esa nueva parte de la ciudad cuyo movimiento invita a recorrer el firmamento. Atrás quedaron las librerías, las imprentas, los cines, las heladerías (ah, Los Imperiales, con esos helados de uva playa), los vespertinos de titulares sangrientos y el penetrante olor a mirra de la Semana Santa.
(Un paréntesis se hace necesario. La Semana Mayor: período que devuelve a sus origenes a los verdaderos capitaleños, pocos la llevan consigo. Las calles vacías tras el éxodo de cuaresma, te abre la posibilidad de frecuentar en la inveterada ciudad los museos y monumentos que, por la extrema cercanía, nunca se visitan. Se impone, entonces, salir hacer peregrinación de puerta en puerta sus siete iglesias coloniales, dejan a la imaginación viajar al corazón de los siglos en la metálica voz de las campanas, Cierro el paréntesis).
Now, (aguijoneando bífida la lengua), la ciudad se desplaza y se eleva; se contrae y se dispersa. Santo Domingo es un espacio de convergencia cultural en el que se habla, indistintamente, español, inglés y francés, como en Madrid, Londres y París, se ha creado un mercado para las artes plásticasnacionales.)
Por primera vez los poetas (en grupo considerable) se desempeñan en dos y tres lenguas creando una sociedad de poetas vivos que hacen el coro de la posmodernidad, penetrando en el campo de la traducción. La poesía, por décadas la cenicienta de la literatura latinoamericana, ha saltado al ruedo internacionalizando sus poemas fundamentales, al tiempo que pone a circular textos fundacionales traducidos por autores dominicanos que brillan con luz propia. El telón se ha corrido. En escena se mueven jóvenes poetas en agraz articulando un lenguaje de altas torres y estrellas ( en el decir del poeta Franklin Mieses Burgos), de quienes espero un “nuevo escalofrío”.
De pronto advierto que están abiertas las plazas, que se iluminan las estaciones del vino, para darme cuenta que los poetas no han acudido a mi cita (salvo Jeannette Miller, para quien la ciudad es un enigma), negándome la oportunidad de alcanzar el contrapunto que anunciaba en principio. Pero, ¿acaso podríamos conseguir de los poetas
mejor visión citadina que lo declarado por declamado en sus versos?
Veamos qué nos dicen.
(1). Se conoce como “tiempo de Conchoprimo” al período posterior a la muerte del presidente Ramón Cáceres (1911) y que comprende la ocupación militar estadounidense de 1916 a 1924.
(2). Lámpara casera dominicana.
SELECCIÓN DE POESÍA DOMINICANA
RENÉ DEL RISCO BERMÚDEZ
René del Risco Bermúdez (1937-1972). Nació en San Pedro de Macorís. Poeta, cuentista. Figura paradigmática de su generación. Durante variosaños exiliado anti-trujillista en Puerto Rico. A su regreso al país, tras la muerte del dictador, fundó junto a otros jóvenes escritores el grupo literario “El Puño”. En la década del 60 recibió diversos premios literarios por su obra narrativa. Es autor de El viento frío (1967), libro de poemas al que siguieron Del júbilo a la sangre (1967), En el barrio no hay banderas (1974-1989), y Cuentos y poemas completos (1981). En 2000 Miguel D. Mena editó la novela, inédita, El cumpleaños de Porfirio Chávez.
EL DIARIO CAMINAR…
En la ciudad
el mar besa levemente los cristales,
busca las piedras,
los metales con luna,
el cabello de las altas muchachas…
El mar nos trae canciones
para los que van a dormir
cerca de las ventanas.
Una mano encenderá una luz en esta hora,
será cuando la espuma estalle
y yo piense en el niño y el hombre
de otra ciudad.
En la mujer con su guitarra
en el último balcón,
al viento…
No podré esta noche
tocar los pies de los que pasaron.
Levantar el puñado de polvo
y en él reconocer otras miradas,
rotos labios quedados en una época de olvido.
Hay mar y noche suficiente
para rodear todos los muros,
para entrar, para tocar el borde de los lechos,
para llegar a la garganta
de alguien que prefiera cantar….
Tal vez la muerte nos hallará
en este mismo lugar, no como antes,
no sobre algún hombro enrojecido.
Nos hallará en los dinteles,
junto a las puertas,
limpiando los estantes,
preparando el amanecer,
los viajes repentinos…
No será como aquella vez
cuando, sentada junto a mí,
tomabas las cosas de otro modo…
Ahora iremos reconociendo las esquinas,
los trabajos,
las vidrieras,
el diario caminar hacia otro tiempo…
JEANNETTE MILLER
Jeannette Miller (1944). Nació en Santo Domingo. Poeta, narradora, crítica de arte. Ha recibido diversos premios y reconocimientos por su obra crítica y literaria: Premio de Investigación Teatro Nacional y Comisión Jurídica de la Mujer ante las Naciones Unidas 1975, Premio a la Crónica y Crítica de Arte Fundación Pellerano Alfau 1976, Supremo de Plata Jaycees 1977, yPremio Feria del Libro “Don Eduardo León Jimenes” 2007 por el libro Importancia del contexto histórico en el desarrollo del arte dominicano. Cronología del arte dominicano 1844-2005. Ha publicado los libros de poemas El viaje (1967), Fórmulas para combatir el miedo (1972), Fichas de identidad/Estadía (1985). Como narradora, es autora de Cuentos de mujeres (2002) y de la novela La vida es otra cosa (2005). En la crítica de artes plásticas cuenta con una amplia bibliografía: Gilberto Hernández Ortega o la trascendencia de un mundo mágico y poético (1978), Historia de la pintura dominicana (1979), Guía de la Galería de Arte Moderno (1982), Paul Giudicelli: sobreviviente de una época oscura (1983), Fernando Peña Defilló, desde el origen hacia la libertad (1983), Fernando Peña Defilló:mundos paralelos (l985), Paisaje dominicano: pintura y poesía (1992), José Rincón Mora (1996), Arte dominicano, artistas españoles y modernidad 1920-1961 (1996), Noemí Ruiz y la poesía visual del trópico (1997), Gaspar Mario Cruz: poetas de las formas (1997), Domingo Batista, esencia y monumentalidad del paisaje dominicano. Domingo Batista: fotografías dominicanas; Fernando Peña Defilló (2000), Arte dominicano 1844-2000. Escultura, instalaciones, medios no tradicionales y arte vitral (2000), Magia y verismo del blanco y negro en el arte fotográfico de Max Pou (2005), La mujer en el arte dominicano (1844-2000) (2005), Freddy Miller: realidad y leyenda (2005). También ha publicado Participación de la mujer en el proceso electoral dominicano (1975) y Actualización ortográfica (1980).
LOS ÁNGELES SON PROPICIOS A LAS CUATRO
1
Aquí
de vuelta,
la luz es esta cosa grande pegándose a los ojos,
a la piel,
a los poros pequeños, entreabiertos.
Innumerables láminas dividen el espacio
situándolo entre árboles, o casas, o edificios huesudos.
Desde el alarido,
punto de partida del inmenso viaje,
todo se divide,
el terror, las caricias, el pan,
las necesidades.
Las junglas de sol entremezcladas de hombres
calientan hacia el centro del día,
los pitos detenidos en ese tiempo largo
entre hojas revoloteadoras como llanto antiguo.
El caer de la tarde es tormenta,
como si todo despegara de pronto y nos odiara,
como si el brillo sostenido hubiera sido terror,
mentira, muerte.
Un viento indiferente golpeando las hojas,
la capota del cielo,
los techos tan visibles corno un segundo pavimento.
El túnel oscuro de la ciudad
abajo,
la noche arriba,
pestañeando,
despertando.
2
La ciudad se abre antes de la noche en una sucia bocanada.
Después de haber comido,
después del balanceo en la penumbra de lagartos y
hongos
recorro los hoyos familiares,
las calles vomitadas en el muelle,
el olor golpeante del asfalto podrido.
La sal es un resguardo,
inmuniza la boca, el tórax, las membranas,
este cielo profundo sin gaviotas.
En esos muros de cal y piedras viejas,
de dolorosos relieves transparentes,
donde mis voces anteriores rieron,
donde viví feliz entre arboledas y estatuas
y plazas pequeñas redondas como el tiempo,
en esos muros me sostengo.
Sacudo las palabras,
las distribuyo entre grutas y murciélagos,
entre mi pobre y débil mente, y los rosarios fuertes en el
cuello,
entre este piso frío, obligatorio,
y el viento de la tarde subiendo a las noches del silencio.
JOSÉ ENRIQUE GARCÍA
José Enrique García (1948). Nació en Santiago de los Caballeros. Poeta, novelista, profesor universitario. En 1980 obtuvo el Premio Siboney de Poesía con El Fabulador (1980), y en 2000 el Premio Nacional de Poesía con el libro Recodo. En 1977 apareció su primer poemario, Meditaciones alrededor de una sospecha, al que siguieron El Fabulador (1980), Ritual del tiempo y los espacios (1982), Cuando la miraba pasar (1987) El fabulador y otros poemas (1989), Huellas de la memoria (1993). Ha publicado el libro de relatos Contando lo que pasa (1986), y la novela Una vez un hombre (2000). También Ejercicios ortográficos y prácticos de redacción (1994) y Lengua española I (1997).
EL FABULADOR
(parte final)
Hay una ciudad, su nombre no lo guardo, donde todos los
caminos del mundo convergen. Allí los múltiples caminantes
se encuentran y en las tabernas se intercambian las historias.
Allí es donde el mar detiene su extensión y empiezan a
elevarse los muros y las nieblas, allí se multiplican las
ventanas al encenderse uno a uno los fuegos, y es el lugar
donde el hombre con el hombre se juega la existencia. En
aquella ciudad arden al unísono la vida y la muerte. Quien
llega a ella atesora muchas horas, quien regresa de ella
nunca más volverá, pero siempre recordará su aspecto
sombrío y su íntimo estado de abandono.
MIGUEL ÁNÍBAL PERDOMO
Miguel Aníbal Perdomo (1949). Nació en Azua. Poeta, narrador, ensayista. En el año 2003 obtuvo el Premio Nacional de Poesía con La colina del gato (2004), en 2006 le fue otorgado el Premio Nacional de Ensayo por La cultura del Caribe en la narrativa de Gabriel García Márquez (2007), y en 2007 el Premio Nacional de Cuento con “La estación de los pavos reales”. Ha publicado los siguientes libros: Cuatro esquinas tiene el viento (1981), Los pasos en la esfera (1984), El inquilino y sus fantasmas (1997), La colina del gato (2004), y La cultura del Caribe en la narrativa de Gabriel García Márquez (2007).
CIUDAD CERRADA
Durante mucho tiempo viví en una ciudad que se
abría junto al mar y allí amé a una mujer de tierno pelo
que una noche sin bordes me dio un niño.
Recuerdo vagamente el rostro de un amigo con
quien me disputaba el sopor de la siesta, jugando al
ajedrez a la sombra del castaño del trópico, mientras un
serrín tibio que soplaba del mar impregnaba las cosas.
Mi oficio de contable cada día me ordenaba un
tercio de la tarde y las verdes mañanas, pero el leve
domingo lo pasaba abstraído en la ardiente penumbra de
una copa de ron.
Prefería sobre todo encerrarme en las páginas de
un libro luminoso y viví tensas noches en largas
reuniones clandestinas.
Pero un día los soldados tocaron a mi puerta y el
impasible juez me condenó a vagar por diversas
ciudades.
Desde entonces no encuentro la que ahora se cierra
frente a las tibias aguas, cuyo nombre olvidé.
SOLEDAD ÁLVAREZ
Soledad Álvarez (1950). Nació en Santo Domingo. Poeta y ensayista. En 1980 obtuvo el Premio Siboney de Ensayo por La magna patria de Pedro Henríquez Ureña: una interpretación de su americanismo. En 2006 mereció el Premio Nacional de Poesía “Salomé Ureña” por Las estaciones íntimas. Ha publicado los poemarios Vuelo posible (1994) y Las estaciones íntimas (2007). Además, los libros de ensayos La magna patria de Pedro Henríquez Ureña: una interpretación de su americanismo (1980) y Complicidades. Ensayos y comentarios sobre literatura dominicana (1998). En 1999 publicó, en colaboración, El Siglo XX dominicano. Economía política, pensamiento y literatura.
PAISAJES
Hay ciudades de las que una no puede alejarse
Pródigas ciudades donde calmamos la sed y la errancia:
Renuevo del misterio
Travesía nocturna por bóvedas, cancelas, portales.
La fortuna de la ciudad es esta entrega
Hasta dejar de ser una misma
Y la que nunca sería asome a la ventana.
Mucho anduve por estas calles
Guiada por febriles presagios
Mas la humedad de las piedras es un bálsamo
Y el oleaje de los árboles me adormece
Como si anduviera ahogada.
De este lado encelesta la quietud
Más allá el viento impulsa a los que parten.
ARMANDO ALMÁNZAR BOTELLO
Armando Almánzar Botello (1956). Nació en Higüey. Poeta y ensayista. Es autor de los poemarios: Cazador de agua y otros textos mutantes (2003), antología poética personal que reune una selección de sus textos poéticos escritos entre 1977 y 2003 y Francis Bacon, vuelve. Slaughterhouse’s crucifixion (2007).
CIUDAD
Borracha la ciudad se levanta la falda
y muestra sin rubor sus laberintos:
vertederos inmensos del vacío,
ministerios atávicos de niebla,
iglesias resoplantes,
y sus cárceles.
Tocada en las sienes por el humo
violeta del delirio,
en crecimiento
cimbreante de caderas,
con el bello
furor del vértigo
desgarra
el tapiz vegetal del ciclo y de la forma…
Enfurece la ciudad
frente a los muros.
Retornan desde adentro los viajeros del olvido:
historias palpitantes de la herida iluminada.
Loca boca del abismo,
descubre la ciudad sus cadáveres ocultos.
Y en el rostro cobarde del espejo que pregunta,
estrella desde el fondo
un pájaro de sangre…
ÁNGELA HERNÁNDEZ
Angela Hernández (1954). Nació en Jarabacoa. Poeta, narradora, ensayista. Ha merecido distintos premios por su obra poética y narrativa: en 1998 obtuvo el Premio Nacional de Cuento con el libro Piedra del Sacrificio, y en 2001 el Premio de Novela Cole con Mudanzas de los sentidos. En 2005 mereció el Premio Nacional de Poesía con Alicornio. Su obra poética comprende los libros Desafío (1985), Tizne y cristal (1987), Arca espejada (1994), Telar de rebeldía (1998). Ha publicado los libros de cuentos Las mariposas no le temen a los cactus (1985), Los fantasmas prefieren la luz del día (1986), Alótropos (1989), Masticar una rosa (1993), Piedra de sacrificio ( 1999), Alicornio (2004). En el género Novela, Mudanza de los sentidos (2001), y Charamicos (2003) A su amplia bibliografía feminista, se añaden los libros de ensayos: Emergencia del silencio (1986), De críticos y creadoras (1987), La escritura como opción ética (2002). Como editora, en 2004 publicó Pensantes. Cultura e historia dominicanas vistas por sus mujeres (2004).
VEINTISIETE DE FEBRERO
Discurre la avenida. Un túnel suave como camino de
una existencia. Mirar fuera, inclino pretenciosa.
La mañana encerrada en una fecha, en una
circunstancia con gasolina y rayo.
Lentamente me muevo con las máquinas.
En el retrovisor guiñan los ojos.
Mirar otro.
Escruto el tronco de acacia fijamente.
La savia es hembra de sangre. Como la luz al hueso.
El lapsus de mi alma se prolonga hasta la incubadora
de raíces.
“Galería de /arte”. Una frase a la izquierda. Palmas,
desnudo enfermo.
Trazos rudos como comerciales. A la derecha,
una bifurcación. Un cuadro de mar quiere salirse en
brillo. Han bajado cristales. “Sacramento”. Enya desde
el automóvil que me guiña el ojo. La planta se retuerce.
El contén corta el agua.
Una lanilla roja cae sobre el cristal. Musú, aguacates,
mandarinas, un espaldar de abalorios, perritos púder,
un hombre sin un pie, una mujer con genes de elefante,
una haitiana colgada de mellizos, un joven
con esqueleto de coral… ¿Qué es lo cierto?
Concha y raíz en el cráneo de la niña negra que va
abrazada de extranjero rubio.
¿Cuánto cuesta la chispa? Manuel enreda en la guitarra
a la prostituta. Cae una insolación de florecillas.
Lentas, como si descendieran a los polos.
La esmeralda fortuita astilla el ojo.
Al policía de tránsito se le rizan los calzones. Una
copia de tribu merenguera: Y Morel tiene una pesadilla.
Un framboyán se derrama de tanto crepúsculo mal
puesto.
Me da por liberar cosas y cosas. El que va delante
observa de reojo en mis labios la arenilla
incensaria.
“Árbol te libero de tu nombre”.
“Cúmulonimbo, llámate, o como quieras”.
A cada hora empujo. Luego, miro el árbol, no es el
mismo.
Ahora es humus, grietas, cacá de ciguas, ventarrones;
el corte de un cuchillo en corazón,
la flauta de un místico en su sombra;
hogar del eco; aparador de pelotas;
un ojo abierto siempre en timidez por cielo…
Nada de esto.
El árbol es silencio. Prueba.
Grafitis de la oculta inteligencia.
La memoria del hacha.
Cópula de vientos.
Otros mundos.
Lentamente me muevo con las máquinas. Me estiro
hasta el retrovisor.
Le digo al aire: “negación de geometrías”.
Miro una boca gris. Le digo “puerta”.
Una lanilla roja sigue a un río.
El policía de tránsito consulta su brújula y se decide
por ser marinero. En la bifurcación, una flecha de tres
caras.
Me muevo con las máquinas, en espejos.
CÉSAR ZAPATA
César Zapata (1958). Nació en Santo Domingo. Poeta, narrador y ensayista. En el año 2004 obtuvo el Premio de Poesía “Casa de Teatro” con su libro Piedad de toque. Sus libros de poesía son: Acrobacias del ser (1990), Jardín de augurios (1996), Poesía junta (1999), Piedad de toque (2004) y Edades del instante (2007). Ha publicado los libros de cuentos Un nuevo día ayer (1996) y Asombros de sombras (2002).
CIUDAD PENSADA
XII
Nadie tirará estos dados como edificios:
velos roídos por el viento.
Nadie andará ventanas con los pies sucios
y los ojos abiertos.
Nadie comerá este pan
que tardó de Dios en el día postrero.
Porque nadie queda para ponerse
la navaja debajo de la corbata;
nadie, en su felicidad de paracaídas,
abrirá los brazos al vértigo.
Todos en esta hilera hemos sabido
entrar por la puerta que se cierra,
huir y acecharnos en la noche
que nosotros, solos, hemos diseñados.
Rectángulo erigido para acallar bocas,
habitáculo donde comemos nuestros hijos.
Casa, ciudad, país, punto de fuga.
Ahora sé que nadie tirará los dados,
en esta libertad que nos concedes.
PLINIO CHAHÍN
Plinio Chahín (1959). Nació en Santo Domingo. Poeta, ensayista y crítico literario. En1998 obtuvo el Premio Poesía de Casa de Teatro con Hechizos de la Hybris, en 2005 el Premio Nacional de Ensayo con ¿Literatura sin lenguaje? Escritos sobre el silencio y otros textos. Ha publicado los libros de poemas Consumación de la carne (1986), Solemnidades de la muerte (1991), Hechizos de la Hybris (1999), Oficios de un celebrante (1999), Consumación de la carne (1986), y Cabaret místico (2007). En el género Ensayo ha publicado ¿Literatura sin lenguaje? Escritos sobre el silencio y otros textos (2005), Pasión en el oficio de escribir (2007). En 2002 publicó, en colaboración con René Rodríguez Soriano, Salvo el Insomnio.
EL PABELLÓN INSOMNE
El pabellón opulento de los insomnes vendedores de opio
En rincones frescos mancebos ofrecían tazas aromáticas
con tal de reincidir en las historias polvorientas
de los monstruos distribuyendo entre sus grandes sacos
alidonas y licores
Luego la plaza y altos templos si por desgracia la tarde
se tornaba amenazante
a las ventanas saturnales alzando trombones de varas
bruñidas de la feria del festejo
Cinco notas repetidas sobre los tambores
Paños menores en la ciudad temerosa de Santo Domingo
y los transeúntes sin detenerse ponían en el cielo
la mirada seria: así
mientras las nubes iban de prisa desgarrándose
en los pináculos
de aluminio de Plaza Central
Por las noches abierto el Malecón un aliento espectral
En los barrios de las hospederías
Hasta muy tarde pisadas y querellas mercaderes de
algún país remoto
Ahora el oficiante
Desde el trampolín el primer saco de productos
pirotécnicos
Ah estruendos esplendores
azul rojo verde
ya empieza a oler desde el púlpito
El halo de la lámpara el dormitorio arrasado
por la vehemencia y el remolino de sus hojas
Sobre las sábanas vacías
un arpa de fuego apoya
en laúd ocre de su presa
En la ciudad confusa abierta en todas las direcciones
donde la furia y la pasión se mezclan con el polen
y otra vez Santo Domingo despliega sus alas y arde de
sed
intacta y sin raíces
JOSÉ MÁRMOL
José Mármol (1960). Nació en Santo Domingo. Poeta y ensayista. En 1987 obtuvo el Premio Nacional de Poesía 1987 por La invención del día (1989), galardón al que siguieron el Premio de Poesía Pedro Henríquez Ureña 1992 por Lengua de paraíso (1992), Premio de Poesía Casa de Teatro 1994 y Accésit del Premio Internacional “Eliseo Diego” 1994, de la revista Plural, del diario Excelsior de México, por Deux ex machina (1994). Su obra poética está integrada por: El ojo del arúspice (1984), Encuentro con las mismas otredades I (1985), Encuentro con las mismas otredades II (1989), La invención del día (1989), Poema 24 al Ozama (1990), Lengua de Paraíso (1992), Deus ex Machina (1994), Lengua de Paraíso y otros poemas (1997), Voz reunida 1984 a 1994 (1999), Criatura del aire (1999), La invención del día (2000). Deus ex machina y otros poemas (2001), Premese per morire (2001), Torrente sanguíneo (2007). En prosa ensayística ha publicado Ética del poeta (1997), Rufino de Mingo (en colaboración con José David Miranda, 1991), Premisas para morir. Aforismos y fragmentos (1999), Las pestes del lenguaje y otros ensayos (2004), El placer de lo nimio (2004), Cansancio del trópico (2006), Maravilla y furor. Aforismos y fragmentos (2007), La poética del pensar y la Generación de los Ochenta (2007).
POEMA 24 AL OZAMA: ACUARELA
superficie de luces agotadas donde apenas el sonido de la
sombra suena. yo te nombro ciudad irreal hundida en
la penumbra de un recuerdo invernal. el ozama que fluye
por cada objeto a la deriva es una historia. El ozama
que sube del fondo de la noche hacia mi palabra. un pez
flota suspenso entre la imaginación y un escarceo
brillante de hojas secas. El ozama refugio del miedo de la
noche y de toda la pobreza de unos hombres. largo
testimonio de secretas temporadas de amor y de todo
excremento vertedero. yo te nombro ciudad irreal
hundida en la penumbra de un recuerdo invernal, cuando
en la orgía de las horas oscuras no queda diferencia
y el amanecer estalla en su maravilla cotidiana, cuando
el silencio penetra el aire ancho y el murmullo de los
troncos y las piedras. el río que hay en el ozama
empieza
a sudar leche de luna y baba. empieza a mostrar sus
ahogados. sus ángeles suicidas. sus dioses imperfectos.
sus luases orinados. sus vírgenes violadas por
murciélagos
y sapos. los lanchones de hueso dejan la superficie
cantando su retorno hacia lo profundo. todo mi cuerpo.
toda mi memoria contenidos por el río que corre en
el ozama. todo mi ser desgonzado y transido. superficie
de luces diluidas por donde ya no se oyen las rancias
velloneras. yo te nombro ciudad irreal hundida en la
penumbra de un recuerdo fatal.
LEÓN FÉLIX BATISTA
León Félix Batista (1964). Nació en Santo Domingo. Poeta. En el año 200 obtuvo el Premio de Poesía “Casa de Teatro” con Burdel nirvana (2001), en 2005 el Premio Nacional de Poesía “Emilio Proud´Homme” con Mosaico fluido (2006), y el mismo año el Premio Nacional de Poesía de la Universidad Central del Este con Pseudolibro. Sus libros de poesía son: El oscuro semejante (1989), Negro eterno (1997), Vicio (1999), Crónico (segunda edición de Vicio, 2000), Se borra si es leído, poesía 1989-1999 (2000), Burdel nirvana (2001), Prosa del que está en la esfera, (2006, 2007), y Mosaico fluido (2006).
UNA TARDE ME FUI HACIA EXTRAÑA NACIÓN
Aturde un componente (adultera el territorio) varios metros
calle arriba. He aquí el contrargumento: sea un cielo con
mancillas como oscura parentela e hilvanándose tenaz como
un cardumen, ramas. A la mente le repugna el contenido
heterogéneo, presunción de que el prodigio va alcanzando
claridad. Aunque sé cómo trenzar ambas manifestaciones:
fraguar con todo y huesos dimensión y escalofríos para
tejer tapices, extenderlos en alambres y ponerme a equilibrar
respiración y asfixia. Con buen método, asilándome (sin
tacha la simbiosis): así llego a la ciudad que parece una
mucosa que injertara a su volumen materia muy lejana. Así
como el dolor, que se ubica en zonas álgidas y desde allí
se irradia para inhabilitar.
Juan Dicent
Nació en Bonao, República Dominicana. Ha publicado “Un día en la Ciudad”, entre otras obras. Cuentos Premiados, Casa De Teatro, Rep. Dom. 2000 Happy New Year to You, Pequeñas Resistencias 4. Antología del Nuevo Cuento Norteamericano y Caribeño, Páginas de Espuma, España, 2006. Poeta en Animal Planet, (Poemas) Segundo Lugar Concurso Hispanoamericano de Poesía, Editorial Vox, Argentina, 2006. Summertime, (Cuentos) Santiago Arcos Editor, Argentina 2007. Tiene en imprenta Winterness, por la Editorial Universos, España. Su obra puede ser consultada en la Web: www.blogworkorange.blogspot.com
GARBAGE TRUCK
El camión de la basura volvió a pasar
Los hombres silbaban esperando la propina de navidad
Cerradas verjas, puertas y ventanas.
El camión de la basura volvió a pasar
No había basura, pero igual silbaron y levantaron tanques.
Salió la vieja de enfrente y ellos se alegraron,
Pero en la funda sólo frascos de pastillas y cascarones de huevo.
Volvió a pasar y siguió pasando,
Se llevaron los tanques, las flores amarillas, las aceras,
Los pájaros, el asfalto.
Ahora el barrio es el vertedero de la ciudad.
HOMERO PUMAROL
Homero Pumarol (1971). Nació en Santo Domingo. En el año 1997 obtuvo el Premio de Poesía Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña. Ha publicado los libros de poemas Cuartel Babilonia (2000) y Second round (2003).
LA REPÚBLICA
En la plaza pública, el ministro de cultura
reveló los nombres de los poetas escogidos
para cantar los nuevos mitos de la ciudad moderna.
Rápidamente se levantaron estatuas en su honor
y las mujeres lloraron extasiadas cuando el congreso
para continuar la farsa, los declaró malditos.
Quedaron así iniciadas las fiestas, los banquetes,
las orgías y demás prebendas de la gloria.
Mientras me alejo a toda prisa
por odiosas avenidas y túneles,
con la cabeza descubierta
sin pelos ni laurel,
pienso que si el año que viene
no tengo mejor suerte,
cuando otra vez regrese a la ciudad,
será mejor que busque otro oficio.
Datos vitales
Alexis Gómez Rosa (Santo Domingo, República Dominicana, 1950), realizó estudios de literatura en la Universidad Autónoma de Santo Domingo y en New York University, Estados Unidos de Norteamérica. Su vida la ha invertido en correrías de cama y mesa y en el conocimiento de ciertos oficios con los que sobrevive a su inestabilidad y a sus mudanzas. Durante el verano de 1983 preparó un viaje de exploración por algunas ciudades de la costa Este norteamericana con un resultado nada glorioso, salvo para su producción poética, que se nutrió y engorda de la difícil y comentada experiencia. Tras mucho explorar y trasnochar, se quedó finalmente en Nueva York donde obtuvo una maestría en Literatura Española e Hispanoamericana (New York University, 1993). Su poesía es una (a)puesta en escena contra la página de los que escriben con un seguro full ante los accidentes y reclamos de la historia. Allí se vende un temblor, un relámpago/escalofrío y no se negocia con el establishment de un gusto acartonado que atraviesa, por igual, al decente y al docente, tan amigos de graduar y consagrar. Su obra poética ha sido traducida al inglés, francés, italiano y portugués. Tiene en prensa El festín: (S)obras completas (poemas). (1967-2007).
http:/www.alexisgomezrosa.com
Bibliografía
Bibliografía Activa
Poesía. Oficio de post-muerte. New York: Williamsburg Printshop, 1973; segunda edición, editora Alfa & Omega, Santo Domingo, República Dominicana, 1976); Pluróscopo (plaquette de la revista Ahora!, Santo Domingo, Pluróscopo. Santo Domingo: Ediciones Ahora!, 1977. High Quality, Ltd. Santo Domingo: Colección Luna Cabeza Caliente, 1985. Contra la pluma la espuma. Santo Domingo: Editora Taller, 1990. Tiza y tinta. Lima, Perú: Ediciones Lluvia, 1991; New York en tránsito de pie quebrado. Santo Domingo: Editora Taller, 1993. Si Dios quiere y otros versos por encargo. Santo Domingo: Editora Amigo del Hogar, 1996. Self Service Poems (Ahora disponible en su versión castellana). Madrid: Editora Huerga y Ferro, 2000. Adagio cornuto (Ediciones Bangó, Santo Domingo, 2000); Lápida circa y otros epitafios de la torre abolida (Editorial Manatí, Santo Domingo, 2003); La tregua de los mamíferos (Editora Amigo del Hogar, Santo Domingo, 2005); Ferrybout de una noche invertebrada (Editora Nacional, Santo Domingo, 2006).
Bibliografía Pasiva
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