España en su poesía: Nuevos poetas españoles

España joven

La poeta argentina Rocío Wittib ha preparado, para acompañar el dossier de poesía española contemporánea, una muestra de ocho poetas jóvenes de España, autores nacidos entre 1982 y 1989. Bárbara Butragueño, Hasier Larretxea, Isabel Cadenas Cañón, Javier Vicedo Alós, Juan Bello Sánchez, Martha Asunción Alonso, Munir Hachemi Guerrero y Rocío Mendoza Blanco integran este primer acercamiento a los poetas de la última promoción en la península.

 

 

 

 

 

Bárbara Butragueño

 

Bárbara Butragueño

Bárbara Butragueño (Madrid, 1985) es abogada e ilustradora. Desde el año 2007 forma parte de la Red de Arte Joven de la Comunidad de Madrid. Ha escrito los poemarios Naufragios diminutos, No sabes nada del viento, La luz que dice (plaquette), Incendiario (publicado recientemente por la editorial Polibea) y Casa útero. Su actividad poética la compagina con el street art y la ilustración. Como ilutradora, ha colaborado con distintas editoriales (Bartleby Editores, Editorial Baile del Sol, Amargord Ediciones) y su obra gráfica ha aparecido en distintas revistas nacionales e internacionales.

 

 

 

Debe usted saberlo

yo nací lejos del umbral

desconozco, así, su gesto

el canto sereno

con el que otros hablan

las grandes palabras

que a una se le ahuecan

como pájaros mojados

en la boca

 

durante años he visto hombres

que manejaban con premura el diccionario

y conocían el sentido exacto

de la palabra culpa

 

y les bastaba

 

pero a mí, que el vocablo se me enquista

y me cava el pecho como un descendimiento

todo me parece un vagar empedernido

por el líquido articular del dígase amor propio

dígase egoísmo

dígase umbral eterno entre las cosas.

 

Yo sólo busco callar el bisbiseo

alcanzar la paz de lo rotundo

hacer callar

al maldito perro

de la indefinición.

 

Y todo porque

tener un cuerpo limpio

requiere hacer hogar de la virtud

y no morar la periferia

 

y de ahí este

quemar con pavor los diccionarios

y exigir conocer, no ya el sentido:

el intervalo  la linde

la fina línea que separa

pongamos el amor del egoísmo

y su oscura simetría.

 

Mi congoja no es más que una forma cauta de certeza.

(inédito)

 

 

 

 

 

 

Abres la boca y miras dentro

con la firme voluntad

de entender algo. Debe

de estar allí escondido

el sordo repicar

de tanta angustia un reloj

una máquina de ritmo

impertinente

que te ata con esta

extraña fuerza

a la cordura.

 

Desde hace algún tiempo

visitas con frecuencia

la mentira y su oscura

catedral. Y sería

faltar a la verdad decir

que no te has familiarizado

poco a poco casi

sin saberlo

con esa falta de exigencia

hacia ti misma

con ese rumor constante

que brota fieramente

de la grieta

que ahora llevas en la cara.

 

Te has dejado ir como

quien baila con delicadeza

una música indescifrable

y de pronto

advierte

que se encuentra

en la otra punta de la sala.

 

Ahora

con el cuerpo aborrecido

con la piel

transida de inminencia

contemplas con pavor

y en ángulo perfecto

de setenta y cinco grados

esa última fisura

que queda por colmar.

 

La culpa es una forma de avaricia

un modo agotador de atesorar virtud.

 

Ya no sé qué es máscara

y qué es rostro.

(inédito)

 

 

 

 

El asunto es éste

el cuerpo se dilata en soledad se expande sobre sí mismo

y de cuando en cuando abre puertas ventanas se proyecta

pero hay algo de negación en la apertura algo de carencia que abre huecos y el cuerpo es pájaro enfermo que gira y se vierte

fósforo en la garganta, sacrificio

y el cuerpo busca porque se busca se lanza porque se niega y es en el salto donde por fin se asume en vertical se asume en punto de fuga:

es lo precisamente otro desde fuera de sí mismo

y cae y se termina de parir en la caída.

 

Y es entonces cuando uno debe asumir el oficio

cuando es debido hacerse límite y cercar el origen y gritar alacranes y apuntalar las casas que nos quedan

dejar de pulirnos a modo de espejo

comprender que somos sed porque somos pozo

y entender que la forma más perfecta del amor es el regreso

y volver a uno para no negarse jamás

volver a uno para ser el centro de toda ausencia

y cobrar sentido en la casa propia de los huesos

en la oscura biología del desahucio que se impone.

 

 

 

 

 

Has entrado en mis ciudades arrasadas

tanteando los objetos con tu hábil mansedumbre
y me miras como quien grita que viene en legión a hacerse himno
a romper mi fuselaje
a temblar con sus dedos la pureza que me queda.

Como si pudieras volverme cierta

me besas rompes las alambradas quemas la cáscara vacía

y hay algo de lumbre en tu mirada algo de bestia delicada con vocación de jungla.

Y te digo sí porque cercas el origen de las sombras y me haces agua y no desierto
porque en tu cuerpo la música es hondura
grieta entre la sal
y dices que vienes a hermanarte en mi fervor como un latido

y lo dices sin terror ni trayectoria
sin cemento ni herrumbre ni egoísmo
ni grandeza inventada ni fractura.

Pulsas mi cuerpo en su oscura transparencia
mi cuerpo sin fuego sublevado ni hueco que me nombra
y ahora limpios los establos por fin soy luz desde la luz
cadáver sin urgencia.

Tú me haces hallazgo.

Tú me haces claridad ardiendo el pulso ciego de las cosas.

 

 

 

 

 

 

 

Hasier Larretxea

Hasier Larretxea

Hasier Larretxea nació en Arraioz, pueblo del municipio del Valle de Baztan, Navarra, en el año 1982. Ha publicado los libros de poesía Azken bala/La última bala (Point de Lunettes, 2008) y Atakak (Alberdania, 2011). Barreras (La Garúa, 2013) es su traducción al castellano.

 

 

 

 

EN LA LÍNEA de los cuerpos, la tendencia a la soledad,

hileras de muros, espaldas,

el dictamen de los prados entre bosques,

el orden, los horarios, el cumplimiento de las obligaciones.

 

Tiza que ha convertido las cabezas en polvo.

Trazos que serpentean las miradas de al lado.

 

Gaviota que tiene el propósito de la sacudida

desde la misma alineación e inclinación.

Pétalos de colores: blancos, rosas.

El viento los rodea y ordena

colocándolos al lado de las ramas, del helecho, de la paja.

 

Las horas, las décadas, en el río que mantiene el mismo rumbo.

La antena, que desde su sombra atraviesa todos los cuerpos.

 

Las tardes, las semanas, en la misma sucesión,

con la misma desidia de la manera de tumbarse, de los tatuajes.

 

No hay nada que destacar en la mirada oblicua del atardecer

en el reflejo que se une

con el caudal del río.

 

 

 

Cau la neu

EL PETIT DE CAL ERIL

 

 

LAS HOJAS en movimiento y todos sus significados.

Las nubes que se forman y sus fi guras.

El rayo que atraviesa cualquier posibilidad y, haciendo luz,

fotosíntesis del día rebelde de verano.

 

Rezuma el silbido del viento, el compás del

fluir del río: las sombras se reclinan perezosas.

 

El baile premonitorio de las ramas: su saludo,

nuestra bienvenida.

 

 

NO ES EL DESTINO el que nos abraza.

 

En el océano de la soledad

no hay viento para navegar.

 

Agua

para salir a flote.

 

 

 

 

 

 

La última bala

 

Aprovecho mi última oportunidad.

 

Porque la palabra tiene tanta fuerza como una bala.

 

Ahora es tu turno.

 

A pesar de que yo muera,
este poemario sobrevivirá.
Este poemario será mi heredero.
Mi recuerdo.

 

Me puedes matar,
pero nunca asesinarás,
nunca destruirás la poesía.

 

Porque la palabra permanecerá en el tiempo.

 

¿Y la violencia?

 

 

 

 

Isabel Cadenas Cañón

Isabel Cadenas

 

Isabel Cadenas Cañón (Basauri, Bizkaia, 1982) es autora de los poemarios Irse y de También eso era el verano, que publicará en 2014 la editorial Difácil. Ha recibido el  XII Premio Internacional de Poesía Joven Martín García Ramos y el III Premio de poesía Caja de Guadalajara – Fundación Siglo futuro. Ha traducido a varios autores latinoamericanos al francés y al euskera y sus textos han aparecido en revistas como Brooklyn Rail, Mandorla, y El coloquio de los perros. Cursó un máster en Estudios teatrales en la Universidad París 3, y un MFA en Creación literaria en New York University, donde realiza su doctorado. También aprende tango (mal) y mecánica de bicicletas (un poco mejor). Ante todo, es Insigne Vaivodesa del Longevo Instituto de Altos Estudios Patafísicos de Buenos Aires (LIAEPBA). Vive en Brooklyn, Nueva York.

 

 

 

 

 

Locus amoenus

 

La naranja completa

Los siempres

Los nombres de los futuros hijos

La exclusividad de los afectos

Las excusas, los losientos, las cuentas

Las cuentas bancarias

El nunca antes

La casa

La casa en el campo

La casa en el campo y el perro y todas sus variantes.

 

Yo creo que el amor existe.

Pero no donde lo buscamos.

 

 

 

 

 

 

AF 5962

 

 

i.

 

en 15 horas he dejado mi vida

en 2 aviones

1 coche

algunas cajas

 

no tengo llaves

 

 

ii.

 

me rodean en este París-Bilbao

miradas  extraviadas

en el estertor de unos auriculares

préstamos a plazo fijo

ancianos prematuros

seguridad gregaria seguridad

 

nada

nunca

me parece tan gris

como esto que a lo que fielmente

pertenezco

 

 

 

 

iii.

 

estoy aterrizando

 

a esta hora la plaza Serrano

está llena de europeos que se quieren australes

como yo

San Telmo espera al domingo

los teatros empiezan a abrirse

alguien ceba un mate en  una vida recién estrenada en Caballito

ahí abajo está el Cantábrico que explica tantas cosas

que sin embargo ahora carecen de importancia

 

estoy volviendo a casa

 

mi hermana y mi padre

me hacen gestos de bienvenida

detrás del cartel de llegadas

 

ellos probablemente no entiendan que ésta no es mi casa

que estoy caminando por Rivadavia y es invierno y está anocheciendo

y la luz naranja baña los edificios altos.

 

 

 

 

 

 

Ocio (IV)    

 

 

Primero está la oscuridad breve, el espacio contenido en las ventanas cerradas.

El ruido del frigorífico que se apaga y da paso al los árboles y columpios de tarde de domingo.

 

La luz entra de a poco, espesa.

Es luz como acolchada que desborda las celosías y lo baña todo pero leve;

no luz cosida que se va a posar sobre los muebles tomando su geografía exacta.

Es luz de final de verano, que calienta ya lejana.

 

He visto esas hebras de puntos invadir horas idénticas.

Las tardes de siesta obligada de mi padre, mientras sus amigos conquistaban el frontón.

Su espera de la quietud completa, de la señal muda para huir.

Sé que jugaba entonces a abrir y cerrar las manos, a encarcelar las líneas claras que se colaban por rendijas que nunca vi y que recuerdo nítidamente.

 

Lo sé porque también ahora la luz es la sola presencia móvil de este cuarto, cuando la casa entera duerme y sin embargo afuera

y tú ignoras que el recuerdo prestado me impide cerrar los ojos.

Lo sé porque la luz marca este privilegio de estar despierta mientras tu brazo me cubre sin peso y sé que tengo que liberarme para escribir esta calma

y no.

(inédito)

 

 

 

 

 

 

Ocio (VI)

 

Sin querer estás haciendo recuento

de las calles de cuando las manos de las horas

sobre todo de las horas –y te habías prometido no contarlas.

La línea está ahí y se acerca. Lo sabes. La esperas.

Por eso y porque tú la has dibujado, su filo es doble.

 

Empiezas a mirar en sellos –me llevo eso, eso también, quizá un día me devuelva aquí.

Y que algo tan exacto esté tan lejos de la verdad.

Que existan gestos, por ejemplo, que se lean fronteras

a la vez que llega el taxi, un pasaje, un libro más en la maleta.

Vienen a invadir; no respetan.

 

Todo esto que construyes final – todo signo – todo lo que hiere

esto también desaparecerá.

No hay duda y sin embargo has vuelto a mirar la hora –y si no fuera la última

te dices

y si la noche no termina.

                                                                                  Como irte de un país.

(inédito)

 

 

 

 

 

 

Javier Vicedo Alós

 

Javier Vicedo

 

Javier Vicedo Alós (Castellón, 1985) es autor de los libros Ventanas a ninguna parte (Ed. Pre-textos, 2010), La última distancia (Ed. Puerta del Mar, 2010) y El azul silencio del hombre (Ed. Aula de Poesía, 2008). Con sus obras ha obtenido el Premio de poesía Joven RNE (2010) y el Premio de poesía Bancaja (2007). Durante el 2008 fue residente de la 6ª promoción de la Fundación Antonio Gala. Libros suyos han sido traducidos al francés y al italiano.

 

 

 

 

 

Tríptico de la caída

 

I

 

No hace falta, no intentemos la palabra

ni los gestos hacia el ánimo,

sólo podéis acompañarme

como yo os acompaño a vosotros.

 

Que ya nadie prometa una mano junto a otra,

el universo es una mano que tiembla a solas.

 

 

II

 

Demos presencias a la intimidad

como se llena un abismo.

Demos los pájaros en fuga de los significados,

la mirada oscura de lo que aguarda.

Demos a lo cercano nuestro perfil de roca.

Precipitemos promesas, ecos, turbulencias.

Abramos la mano y cifremos el mundo.

 

III

 

Una mano escribe su soledad de hombre,

la igual caída de sus distintos,

el vértigo de ser

en otros.

 

 

 

 

 

 

Principio de la llama

 

A Gorka García Herrera

 

A ti que en lo imposible fuiste hombre,

a ti que articulaste el sueño de las palabras,

que seguiste en desdibujados caminos

un instinto de luz; tuya es,

a ti pertenece la noche entera.

 

Ahora tienes un fin como quien tiene un fuego,

como quien recibe la mirada de un dios claro.

Si todo fue bordear la voz infinita,

ceñirla a la silueta de nuestros afanes;

si todo fue dar pulso a un cuerpo

cada vez menos cuerpo.

 

Tú has sido la luz en las horas,

la ardiente aguja en los objetos

–el calizo resplandor de las piedras,

el nervioso latido de las hojas…–

Por fin en tu consumirte has sabido la llama.

A ti no será en vano la noche.

 

 

 

 

 

 

Kind of grey

 

Inmóvil frente al curso de las horas

eres cuerpo enfrentado de silencio.

La tarde es un bostezo desbordado,

una larga avenida de carencias,

un horizonte que se desmorona

–ninguna luz que escape de su estricta mecánica–.

Cada amigo naufraga en su quietud.

Los libros y la música entristecen

como notas de lluvia en el silencio.

Ni aquellos labios suyos –parece– salvarían

tu figura del gris precipicio de las horas.

Eres esta intención informulable,

esta infame verdad del desconcierto:

un hombre oscuro que busca quebrar

la presencia estancada de la tarde,

y que cansado de ser hombre no sabe cómo.

Sin embargo parece que algo esperas.

Quizá estés esperando esa llamada imposible

que invite a los oficios olvidados:

las alquimias capaces de fundir

fuego, labios, altura y vida.

Pero nada acontece mientras tanto,

únicamente unas palomas

picotean en la baranda

los pedazos de tedio de la tarde:

los restos de tu vida sin proyecto.

 

 

 

 

 

 

Canción sin motivo

 

A Andrés Almada

 

Ahogaremos la voz en blancos días
y no habremos dicho nada.
Nuestra fuerza no es tal, el hombre es otro.
Sólo hay agitación de pulmones y manos
que nada cambian, que nada construyen
—pero persiste un ánimo,
una pequeña euforia en el techo del aire—.
Hay pájaros que cantan y se prenden en música
por el puro placer de escucharse;
igual nosotros, libres de lo eterno,
diciendo y brillando sólo para nosotros.

(inédito)

 

 

 

 

 

 

Martha Asución Alonso

Martha Asunción Alonso 1

Martha Asunción Alonso (Madrid, 1986) es licenciada en Filología Francesa y profesora de literatura en la secundaria francesa. Ha enseñado en distintos institutos de la Francia metropolitana y de ultramar. En 2012, recibe el Premio Nacional de Poesía Joven “Miguel Hernández” por su libro Detener la primavera (Hiperión, 2011, Premio de Poesía Joven Antonio Caravajal) y el Premio Adonais por La soledad criolla (RIALP, 2013). Es también autora de los poemarios publicados y premiados Crisálida (2010, Editorial Alhulia, Premio Nuevos Creadores de la Academia de Buenas Letras de Granada) y Cronología verde de un otoño (2008, Editorial UCM, Premio Blas de Otero). En 2009, fue además premiada en el certamen La voz + Joven de la Obra Social de Caja Madrid y obtuvo un accésit en el certamen Antonio Machado de la Fundación de Ferrocarriles Españoles. Sus poemas han sido traducidos al griego moderno por la editorial Vakxikon.

 

 

 

 

Plegaria para la estación de los ciclones

 

Me dijeron: de alguna forma Dios sangra en todas las tormentas.

Y a su carne le rezo,

a las palmas broncíneas de su dolor les rezo,

porque toda oración es un complejo de poema,

porque todo poema es un cuerpo desnudo y un hechizo y la magia

es el nombre de pila del Señor.

No importa cuál de todos. Las cóleras de todos los dioses

se parecen.

 

Me dijeron: no importa que tu sudor sea invisible,

también para los celtas negros de corazón habrá un hueco en el arca de Noé.

Y me pasaré agosto rezándole a los cuellos mansos de las jirafas,

nubes como palmeras. Quisimos abrazarnos

igual que sus raíces, pero la luna salió de su volcán y nos jugó una mala fábula,

tenía un zorro dentro y no soltaba el cáncer

de la fruta con látigos.

Yo le rezo a los látigos, la sangre de los látigos

y la leche de coco en los látigos de amamantar panteras.

 

Yo le rezo a la lava.

 

Yo le rezo al café.

Yo les rezo a las aspas milagrosas de los ventiladores sin precio de los bazares árabes de Basse- Terre.

 

Yo les rezo a la lima y a los borrachos de los embarcaderos, una sola mirada

y adivinan cuántos besos con lengua

has dado en tu vida y cuántas veces cerraste

los ojos para darlos,

cuántas monedas te enferman todavía los bolsillos.

 

Yo le rezo a las olas con tiburón y a las cucarachas y a Vishnú.

 

Me dijeron: puedes tener miedo. Rézale al miedo.

 

Y eso hago. En la noche inundada, de rodillas,

voy rezando mi vida en Duracell, que es un santo y el nuevo criollo

de los blancos con padres superhéroes barbudos, padres que daban rabia

y están lejos y a quien pedir perdón

y conocer-

amar

antes de no morir.

 

 

 

 

 

Los perros

 

Estoy llena de perros.

Tienen grandes cabezas y cabezas oscuras, todas llenas de dientes,

hambre todas. Estoy llena de perros,

preñada hasta las cejas de perros con cadenas,

pero no me dan miedo. Soy hectáreas y hectáreas de docilidad para la espuma

contagiosa. Y me retumban.

Un océano de perros mariachis de perfil ladrándole

a la luna aquí en mi útero.

Yo les grito: SIT !

Y ellos ladran peor, porque tal vez les va la muerte

en ello. Le ladran a la luna, pero la luna sana está escribiéndose

por el otro hemisferio del dolor. Luego les grito:

¡Lorca!

Pero no. Tampoco. Ladra que te ladra.

Y me miran

con los ojos tapiados por la rabia,

como diciéndome: es la sangre. Como diciéndome:

quiérenos, o te muerdo.

 

 

 

 

 

 

 

Corazón de naranja

 

Al pastor alemán que tú recuerdas, trotando por tu infancia,

lo atropelló un tractor cuando creciste.

 

Se nos cayeron luego los vencejos,

como guantes raídos, de las tardes azules,

tardes de manos llenas, cielo bajo.

 

Miro cómo mi abuela,

los ojos muy abiertos, fervorosa,

está exprimiendo un zumo en la cocina;

miro temblar sus manos, debajo de esas manos

miro girar el sol, aroma antiguo,

sangre pura del tiempo más redondo,

corazón de naranja que aún nos ciega.

No queremos morirnos, no queremos…

 

La miro y habla sola en la cocina,

mientras exprime un zumo como quien reza un salmo,

apura la inocencia y el candor, bebe memoria.

 

Miro temblar sus manos. Y el almendruco estéril,

la tapia; blanco sucio para trepar de sed,

amarga adolescencia, fruta viva.

 

Son cosas que brillaron antes de que te fueras.

 

 

 

 

 

 

Línea 6

 

Todo lo que merece algo la pena

es circular. Tus pupilas.

Los neumáticos de aquel Seat Ibiza que tuve,

ya sabes: tus pupilas y las aceitunas

y aquella tarde en Ávila con Santa Teresa.

Cuando volví a encontrarte,

llevabas un anillo en el dedo meñique.

Me dejaste probármelo. Yo estaba mareada.

Gilipollas. Todo lo que hemos sido,

la forma en que estuvimos una junto a la otra,

nuestro amor, todo y nada, es circular.

El recuerdo. La samba. Carteles

de Se Alquila por la glorieta de Bilbao.

Todo lo que te quise.

La línea seis del metro. Estas ganas de hablarte.

La espera: circular.

 

 

 

 

 

Juan Bello Sánchez

 

Juan Bello Sánchez

 

Juan Bello Sánchez (Santiago de Compostela, 1986), es autor del libro de poemas “El futuro es un bosque que ya ardió en alguna parte” (La Bella Varsovia, 2011), por el que obtuvo el IV Premio de Poesía Joven “Pablo García Baena”, y del pliego de descarga gratuita “Nueva York no existe” (Nanoediciones, 2011). También ha colaborado con sus poemas en la exposición “(No puede haber) dos morales para dos sexos”, de la artista Paula Cabaleiro.

Además, publica poemas con frecuencia en su blog:
bluesambulante.blogspot.com

 

 

 

 

Tal vez sea eso la tarde

 

Tal vez sea eso la tarde, un martillazo

en los ojos. Y la ciudad

una manada de bisontes en estampida.

 

Tal vez casi un sol sin orificio alguno

que deje pasar la claridad.

Hierro repetido en un vagón de tren.

 

Tal vez sea eso la tarde, un hombre

alejándose de sus pies. Y

las ventanas una bandada de pájaros,

 

sin principio ni final.

 

 

 

 

 

Dos veces mentira

 

Para no mentir he dicho

En la orilla de un vaso he abreviado

el cielo atlántico

 

El cielo atlántico es un insecto diminuto

 

El cielo atlántico es un caballo desbocado

 

El cielo atlántico es una brújula

sin norte ni sur

 

En el norte la lluvia es acupuntura

 

En el sur tu cuerpo recoge el sol

con manos de cal

 

La raya del horizonte es una cuerda

que ata el mirar

 

Observador y observado a veces son el mismo.

 

 

 

 

 

 

Abril se acaba

 

Abril se acaba, es algo obvio.

El sol está de rodillas

pero apenas calienta, aunque

si pienso en el mar

todo parece ser más concreto.

 

Espera: los árboles también

se han inclinado

y han escupido sus flores

sobre los ancianos que pasean.

 

Una mujer está fregando

el portal y el olor de la lejía

penetra en mí,

purificando mi alma.

 

Todo esto ocurre una mañana,

cuando un ángel ha muerto

y el viento ha arrastrado

los cabellos del pájaro gris

hasta el borde de mi ventana.

 

 

 

 

 

 

Últimos poemas

 

1

Los espacios vacíos

eran manos que devolvía el mimo

bajo el sonido de las campanas

 

o pájaros apagados

ya entrada la noche.

 

 

 

2

La lluvia dormía en los portales,

dormía en la corteza del mar,

dormía en la fiebre de los árboles

 

e inmediatamente después

abría la mano.

 

 

 

3

Erguida como un barco hundido

caminaba la golondrina,

llevaba el cielo de un lado a otro,

 

de un lado a otro.

 

 

 

4

Pegué mi oreja a la puerta

y pude escuchar el mar y las hogueras

que pasaban entre los dedos de una playa

y al final una niña bailaba

con un racimo de rosas atado a su tobillo.

 

 

 

5

Peiné el cabello de  la carretera

porque también atardece

en las manos amargas de los carpinteros,

 

esos que construyen lentísimos gatos

con la madera que sobra de cada invierno.

 

 

 

 

Aprendimos a pronunciar Brooklyn en las películas

 

aprendimos a pronunciar brooklyn en las películas

a desnudarnos en los asientos traseros de los coches

a esperar el azar en una tirada de dados

 

aprendimos la serenidad del que fuma un cigarrillo

y la frialdad del que apunta con un revólver

 

pero también aprendimos a quedarnos solos

a morir a decir sal de mi vista quédate esta noche

 

que la vida de un hombre se mide por el tamaño

de su sombra

y que marcharse no siempre es lo contrario de quedarse

 

 

 

 

 

 

Rocío Mendoza Blanco

 

Rocío Mendoza Blanco

 

Rocío Mendoza (Jaén, 1988) es licenciada en Filología Hispánica por la universidad de Jaén. Finalista del II Premio Internacional de poesía Asociación Ágora de Castellón con A veces sueño poemas y ganadora del 1º Premio Facultad de poesía de la Universidad de Jaén con su poemario Las mariposas de Nabokov.

Forma parte del colectivo poético en la red “La mala reputación” y colabora periódicamente con la revista literaria online Seconal Literaria (http://seconal-revistaliteraria.blogspot.com.es/ Y la publicación también online, Obituario http://obituariomag.blogspot.com.es/. Es autora del blog La cafetera de Einstein.

Ha publicado poemas en el periódico Diario de Avisos de Tenerife y en el Diario Jaén, así como en diversas antologías: Quizá mañana de la Ed. Boreal, Las mariposas de Nabokov, publicaciones de la Universidad de Jaén y Anónimos del Festival de poesía Cosmopoética de Córdoba.

Actualmente prepara un poemario que se titulará “De las pequeñas decepciones”

 

 

 

Aurora boreal

 

A ti, sin tilde.

Cuando alguien te mira y mira también las cosas que tú miras, desaparece el terror de las cosas imaginadas.

Ray Loriga

 

Es tan fácil dormirse en lo decible de tus labios,

en la tormenta de promesas, sueños y ciudades

que proclaman conmigo.

 

Y divisar un destino que se abre como dos hojas de acero

que han aprendido a talar árboles que lloran,

como las dos partes de una ventana que nos muestra el mundo del otro lado.

 

Es tan fácil deslizarse en tus brazos,

conjugar la piel,

olvidarnos del tiempo imperfecto.

 

Y que se nos haga de día en este abrazo

y nos descubran las palabras en silencio.

 

 

 

 

 

 

No pido nada, solo equivocarnos

 

Las sobras que tú creas no tienen derecho a la noche

Paul Éluard

 

Empezar o terminar

son también lo mismo

pero con diferentes nombres.

 

 

 

 

 

 

El punto de articulación

 

“Amanece pronto”, donde los dos lexemas constituyen un mensaje común y corriente, y los trece fonemas, alineados en ese orden, y solo en ese, constituyen el fundamento de la cadena fónica significativa.

Álvaro Calderón Rivera

 

Mi nombre empieza por vibrante múltiple.

Hace mucho frío aquí dentro,

las letras silabean de miedo.

Los días de la semana son dragones azules

con fauces pequeñas. Tus ojos no me miran.

Los caballos están sucios y secos.

La piel es un tubérculo o un tratado de fonética.

Amanece pronto:

y yo sigo sin saber decir adiós.

 

 

 

 

 

 

 

Espacio euclídeo

 

Las corrientes del tiempo nunca son iguales para dos personas,

ni siquiera cuando son amantes

Yasunari Kawabata

 

No sé de qué manera el tiempo te habrá hecho justicia

o simplemente daño.

 

tampoco sé el idioma frío de la desposesión,

ni entiendo lo indefenso de tu cuerpo.

 

yo solo conozco los silencios

que le faltan al mundo

para callarnos.

 

 

 

 

 

 

De las pequeñas decepciones

 

Las palabras fatídicas

el silencio

el hueco de la mano

la almohada limpia

todas las calles extranjeras

y después

la repetición

el ciclo

las manos,

la piel,

la almohada sucia.

la misma herida insoportable

lo mismo

irremediablemente

lo mismo de siempre:

 

educar a otros hijos

que serán tuyos y míos

pero no los nuestros.

(inédito)

 

 

 

 

 

 

 

Munir Hachemi Guerrero

Munir Hachemi Guerrero

Munir (1989 – 2022) nació, a los nueve meses de haber sido concebido, en la ciudad de Madrid, y hoy aspira con vehemencia a alcanzar la maestría en el nobilísimo arte de vivir sin dar un palo al agua. Por su voluntad escribe cuentos y, a pesar de ella, algún que otro poema. A los diecinueve años conoció a Gonzalo Torrente Malvido, quien se interesó en su fabulosa capacidad para contar puertas, y actualmente descascara sus horas de vida jugando gravemente al ajedrez mientras intenta desentrañar qué es lo que lo convierte en un juego tan afectado y pretencioso; ha jurado no pronunciar una palabra hasta que lo consiga, y ha roto esa promesa en numerosas ocasiones. Mientras duerme estudia Filología Hispánica, violín y claqué. Hasta la fecha, sólo ha aparecido publicado en losescritoresbarbaros.blogspot.com, en lifevestunderyourseat.wordpress.com y en la Antología Poética de Bukowski Club, en Canalla ediciones.

 

 

 

 

 

A Gonzalo

 

A Gonzalo Torrente Malvido

a tus cuentos

a tus poemas

a tu sangre

por hacerme comprender

que en el fin del mundo todo será silencio

no porque no vaya a haber labios que hablen

sino porque no quedarán oídos que los puedan escuchar.

 

Ahora.
Ahora que me elevo mientras me hundo en la miseria
en una tierra en que mi voz
es un limo nauseabundo

un ritmo espeso

donde los pobres me odian
y yo odio a los ricos
donde cincelo inútilmente el tiempo
en los Templos del Silencio
para evadir
al menos un minuto más

mi lecho que ahora
Gonzalo
ahora que te has ido sé que
es
—como todos los lechos―
un sepulcro

seductor

pero insaciable.

Sólo ahora.
Sólo ahora que los hombres buenos se esconden de mi hedor
y los miserables
—como yo—

se refugian en él
entiendo lo que custodiaban aquellos dos garabatos blancos
como el hueso viejo
que impedían el paso a tu frente y
que tú me dejaste apartar.
Seguiré caminando, Gonga
tallando los rubíes de la mentira
porque aún te veo
en las piedras silenciosas
en los pumas de obsidiana
en el cóndor vigilante
y en el áspid subterráneo
y porque
—como tantos ecos repiten—
aún te oigo
en el repicar de cada cigarrillo
en la barra de cada bar

recitando
a la exida de Vivar…
aunque eso
amigo mío
no me arranca la tarántula de los ojos
yo
quiero que tú
que tú me veas
que tú me escuches
y acunes mi calavera.
Por el camino que seguiste
—y que yo no puedo recorrer.
Estoy aquí encerrado—
cómo pude esperar que no alcanzases los palacios de la sabiduría…
Viajaré hasta las salas del Castigo
a olisquear en nuestra covacha
—a la que llamábamos eternidad—
cuando ya tus restos viajen
rumbo a Ítaca
o a Egipto
o a Polonia
y desde Salamanca
te ofrendaré mis labios rotos
y el secreto manuscrito que te debo
y tú me retornarás a cambio
Gonzalo
amigo mío
nuestros cuentos restañados al borde del abismo
y nuestras mil
y una conversaciones.

Santa Cruz, Bolivia, 4 de enero de 2012.

 

 

 

 

 

 

(A mis amigos escritores)

 

A mis amigos escritores
(escriban o no)
os agradezco:
que comáis
que no os suicidéis
que durmáis
que tengáis teléfono móvil
y que no hayáis muerto de cirrosis.
Gracias. 

No quiero ser Rimbaud.
(Y tal vez él

                         tampoco quiso).
No quiero que jamás la fama
me pese más que las palabras.
No quiero comerciar
en África, con esclavos.

Quiero vivir
como un pez cuando llueve en el mar
y encontrar, en la última página de cada cosa que escriba, la marca de un

                                                                                                                   [mordisco.

No quiero ser Monfreid
ni siquiera Nicanor Parra
acaso querría ser Bolaño
si no supiese quién es Bolaño.

No he dado la vuelta al mundo
—he mirado cómo un burro se guarecía
de la lluvia, bajo un olmo.
No me he batido en duelo
—he conducido automóviles
he ido al cine.
No leo bajo el chorro de la ducha
(y si lo hiciera, lo haría simplemente
como quien lee bajo el chorro de la ducha,
sin ninguna otra pretensión)
y mi presencia
no conturba las almas cuando entro en una habitación.
—he comido los bocadillos de calamares
más anodinos
que uno pueda imaginar
mientras hablaba con gente cuyos poemas favoritos eran
“Amor constante más allá de la muerte”
o
“Volverán las oscuras golondrinas” 
o incluso ése de
“Puedo escribir los versos más tristes esta noche”
y les he escuchado
digiriendo calamares
sin que un solo verso se me vienese a la cabeza.

¡Oh, juglares!
Un poeta sin nombre es poesía.

El mejor lugar para escribir poemas
es, sin duda, la taza del váter
donde uno puede
en calma y soledad
cagarse en su biografía.

Antes que viajar de lengua en lengua
prefiero volar de diente en diente
y que éstos muerdan con placer la última página
de cada uno de los poemas que escriba.

Y que luego todos caigan

          a plomo

                   en el olvido.

 

 

 

 

 

Sin título

 

El tiempo es un sepulcro derramado sobre un sepulcro.
Un trino que gorgotea desde honduras incompletas.
La conjunción de cuerpos y gargantas en un solo Caos.
La negación de sí mismo.
El poema es el cadáver desplazado de unos niños en el tiempo.

La poesía es una sucesión de fosas
que gotean
un recién nacido aferrado al asa
de un chupete pérfido que no necesita
y ya envuelve la noche
que ha aprendido a no atrapar.
La poesía es la confirmación del loco.

La locura es un batir de acordes transitorios que aletean
golpeando nuestros rostros
y culpándonos por no haber emprendido la travesía
sur le bateau ivre Chopin estaba loco Borges las metáforas Mallarmé la derrota el
fracaso y
el alcohol debe de ser un caldo que conserva la cordura,
pues he visto a hombres en esquinas
y viceversa.
Hombres.

Los hombres sois un poema
capaz de leerse a sí mismo
y yo os envidio
pues mi cráneo ya se ha cascado
de tanto llamar a las puertas del Tártaro
y Lynch Paganini Nietzsche
y sus monstruos se sumergen
en las ruinas del tiempo por venir.
¿Y qué es el tiempo?

El tiempo es la continuidad de los sepulcros.

 

 

 

 

También puedes leer