La poeta argentina Rocío Wittib ha preparado, para acompañar el dossier de poesía española contemporánea, una muestra de ocho poetas jóvenes de España, autores nacidos entre 1982 y 1989. Bárbara Butragueño, Hasier Larretxea, Isabel Cadenas Cañón, Javier Vicedo Alós, Juan Bello Sánchez, Martha Asunción Alonso, Munir Hachemi Guerrero y Rocío Mendoza Blanco integran este primer acercamiento a los poetas de la última promoción en la península.
Bárbara Butragueño
Bárbara Butragueño (Madrid, 1985) es abogada e ilustradora. Desde el año 2007 forma parte de la Red de Arte Joven de la Comunidad de Madrid. Ha escrito los poemarios Naufragios diminutos, No sabes nada del viento, La luz que dice (plaquette), Incendiario (publicado recientemente por la editorial Polibea) y Casa útero. Su actividad poética la compagina con el street art y la ilustración. Como ilutradora, ha colaborado con distintas editoriales (Bartleby Editores, Editorial Baile del Sol, Amargord Ediciones) y su obra gráfica ha aparecido en distintas revistas nacionales e internacionales.
Debe usted saberlo
yo nací lejos del umbral
desconozco, así, su gesto
el canto sereno
con el que otros hablan
las grandes palabras
que a una se le ahuecan
como pájaros mojados
en la boca
durante años he visto hombres
que manejaban con premura el diccionario
y conocían el sentido exacto
de la palabra culpa
y les bastaba
pero a mí, que el vocablo se me enquista
y me cava el pecho como un descendimiento
todo me parece un vagar empedernido
por el líquido articular del dígase amor propio
dígase egoísmo
dígase umbral eterno entre las cosas.
Yo sólo busco callar el bisbiseo
alcanzar la paz de lo rotundo
hacer callar
al maldito perro
de la indefinición.
Y todo porque
tener un cuerpo limpio
requiere hacer hogar de la virtud
y no morar la periferia
y de ahí este
quemar con pavor los diccionarios
y exigir conocer, no ya el sentido:
el intervalo la linde
la fina línea que separa
pongamos el amor del egoísmo
y su oscura simetría.
Mi congoja no es más que una forma cauta de certeza.
(inédito)
Abres la boca y miras dentro
con la firme voluntad
de entender algo. Debe
de estar allí escondido
el sordo repicar
de tanta angustia un reloj
una máquina de ritmo
impertinente
que te ata con esta
extraña fuerza
a la cordura.
Desde hace algún tiempo
visitas con frecuencia
la mentira y su oscura
catedral. Y sería
faltar a la verdad decir
que no te has familiarizado
poco a poco casi
sin saberlo
con esa falta de exigencia
hacia ti misma
con ese rumor constante
que brota fieramente
de la grieta
que ahora llevas en la cara.
Te has dejado ir como
quien baila con delicadeza
una música indescifrable
y de pronto
advierte
que se encuentra
en la otra punta de la sala.
Ahora
con el cuerpo aborrecido
con la piel
transida de inminencia
contemplas con pavor
y en ángulo perfecto
de setenta y cinco grados
esa última fisura
que queda por colmar.
La culpa es una forma de avaricia
un modo agotador de atesorar virtud.
Ya no sé qué es máscara
y qué es rostro.
(inédito)
El asunto es éste
el cuerpo se dilata en soledad se expande sobre sí mismo
y de cuando en cuando abre puertas ventanas se proyecta
pero hay algo de negación en la apertura algo de carencia que abre huecos y el cuerpo es pájaro enfermo que gira y se vierte
fósforo en la garganta, sacrificio
y el cuerpo busca porque se busca se lanza porque se niega y es en el salto donde por fin se asume en vertical se asume en punto de fuga:
es lo precisamente otro desde fuera de sí mismo
y cae y se termina de parir en la caída.
Y es entonces cuando uno debe asumir el oficio
cuando es debido hacerse límite y cercar el origen y gritar alacranes y apuntalar las casas que nos quedan
dejar de pulirnos a modo de espejo
comprender que somos sed porque somos pozo
y entender que la forma más perfecta del amor es el regreso
y volver a uno para no negarse jamás
volver a uno para ser el centro de toda ausencia
y cobrar sentido en la casa propia de los huesos
en la oscura biología del desahucio que se impone.
Has entrado en mis ciudades arrasadas
tanteando los objetos con tu hábil mansedumbre
y me miras como quien grita que viene en legión a hacerse himno
a romper mi fuselaje
a temblar con sus dedos la pureza que me queda.
Como si pudieras volverme cierta
me besas rompes las alambradas quemas la cáscara vacía
y hay algo de lumbre en tu mirada algo de bestia delicada con vocación de jungla.
Y te digo sí porque cercas el origen de las sombras y me haces agua y no desierto
porque en tu cuerpo la música es hondura
grieta entre la sal
y dices que vienes a hermanarte en mi fervor como un latido
y lo dices sin terror ni trayectoria
sin cemento ni herrumbre ni egoísmo
ni grandeza inventada ni fractura.
Pulsas mi cuerpo en su oscura transparencia
mi cuerpo sin fuego sublevado ni hueco que me nombra
y ahora limpios los establos por fin soy luz desde la luz
cadáver sin urgencia.
Tú me haces hallazgo.
Tú me haces claridad ardiendo el pulso ciego de las cosas.
Hasier Larretxea
Hasier Larretxea nació en Arraioz, pueblo del municipio del Valle de Baztan, Navarra, en el año 1982. Ha publicado los libros de poesía Azken bala/La última bala (Point de Lunettes, 2008) y Atakak (Alberdania, 2011). Barreras (La Garúa, 2013) es su traducción al castellano.
EN LA LÍNEA de los cuerpos, la tendencia a la soledad,
hileras de muros, espaldas,
el dictamen de los prados entre bosques,
el orden, los horarios, el cumplimiento de las obligaciones.
Tiza que ha convertido las cabezas en polvo.
Trazos que serpentean las miradas de al lado.
Gaviota que tiene el propósito de la sacudida
desde la misma alineación e inclinación.
Pétalos de colores: blancos, rosas.
El viento los rodea y ordena
colocándolos al lado de las ramas, del helecho, de la paja.
Las horas, las décadas, en el río que mantiene el mismo rumbo.
La antena, que desde su sombra atraviesa todos los cuerpos.
Las tardes, las semanas, en la misma sucesión,
con la misma desidia de la manera de tumbarse, de los tatuajes.
No hay nada que destacar en la mirada oblicua del atardecer
en el reflejo que se une
con el caudal del río.
Cau la neu
EL PETIT DE CAL ERIL
LAS HOJAS en movimiento y todos sus significados.
Las nubes que se forman y sus fi guras.
El rayo que atraviesa cualquier posibilidad y, haciendo luz,
fotosíntesis del día rebelde de verano.
Rezuma el silbido del viento, el compás del
fluir del río: las sombras se reclinan perezosas.
El baile premonitorio de las ramas: su saludo,
nuestra bienvenida.
NO ES EL DESTINO el que nos abraza.
En el océano de la soledad
no hay viento para navegar.
Agua
para salir a flote.
La última bala
Aprovecho mi última oportunidad.
Porque la palabra tiene tanta fuerza como una bala.
Ahora es tu turno.
A pesar de que yo muera,
este poemario sobrevivirá.
Este poemario será mi heredero.
Mi recuerdo.
Me puedes matar,
pero nunca asesinarás,
nunca destruirás la poesía.
Porque la palabra permanecerá en el tiempo.
¿Y la violencia?
Isabel Cadenas Cañón
Isabel Cadenas Cañón (Basauri, Bizkaia, 1982) es autora de los poemarios Irse y de También eso era el verano, que publicará en 2014 la editorial Difácil. Ha recibido el XII Premio Internacional de Poesía Joven Martín García Ramos y el III Premio de poesía Caja de Guadalajara – Fundación Siglo futuro. Ha traducido a varios autores latinoamericanos al francés y al euskera y sus textos han aparecido en revistas como Brooklyn Rail, Mandorla, y El coloquio de los perros. Cursó un máster en Estudios teatrales en la Universidad París 3, y un MFA en Creación literaria en New York University, donde realiza su doctorado. También aprende tango (mal) y mecánica de bicicletas (un poco mejor). Ante todo, es Insigne Vaivodesa del Longevo Instituto de Altos Estudios Patafísicos de Buenos Aires (LIAEPBA). Vive en Brooklyn, Nueva York.
Locus amoenus
La naranja completa
Los siempres
Los nombres de los futuros hijos
La exclusividad de los afectos
Las excusas, los losientos, las cuentas
Las cuentas bancarias
El nunca antes
La casa
La casa en el campo
La casa en el campo y el perro y todas sus variantes.
Yo creo que el amor existe.
Pero no donde lo buscamos.
AF 5962
i.
en 15 horas he dejado mi vida
en 2 aviones
1 coche
algunas cajas
no tengo llaves
ii.
me rodean en este París-Bilbao
miradas extraviadas
en el estertor de unos auriculares
préstamos a plazo fijo
ancianos prematuros
seguridad gregaria seguridad
nada
nunca
me parece tan gris
como esto que a lo que fielmente
pertenezco
iii.
estoy aterrizando
a esta hora la plaza Serrano
está llena de europeos que se quieren australes
como yo
San Telmo espera al domingo
los teatros empiezan a abrirse
alguien ceba un mate en una vida recién estrenada en Caballito
ahí abajo está el Cantábrico que explica tantas cosas
que sin embargo ahora carecen de importancia
estoy volviendo a casa
mi hermana y mi padre
me hacen gestos de bienvenida
detrás del cartel de llegadas
ellos probablemente no entiendan que ésta no es mi casa
que estoy caminando por Rivadavia y es invierno y está anocheciendo
y la luz naranja baña los edificios altos.
Ocio (IV)
Primero está la oscuridad breve, el espacio contenido en las ventanas cerradas.
El ruido del frigorífico que se apaga y da paso al los árboles y columpios de tarde de domingo.
La luz entra de a poco, espesa.
Es luz como acolchada que desborda las celosías y lo baña todo pero leve;
no luz cosida que se va a posar sobre los muebles tomando su geografía exacta.
Es luz de final de verano, que calienta ya lejana.
He visto esas hebras de puntos invadir horas idénticas.
Las tardes de siesta obligada de mi padre, mientras sus amigos conquistaban el frontón.
Su espera de la quietud completa, de la señal muda para huir.
Sé que jugaba entonces a abrir y cerrar las manos, a encarcelar las líneas claras que se colaban por rendijas que nunca vi y que recuerdo nítidamente.
Lo sé porque también ahora la luz es la sola presencia móvil de este cuarto, cuando la casa entera duerme y sin embargo afuera
y tú ignoras que el recuerdo prestado me impide cerrar los ojos.
Lo sé porque la luz marca este privilegio de estar despierta mientras tu brazo me cubre sin peso y sé que tengo que liberarme para escribir esta calma
y no.
(inédito)
Ocio (VI)
Sin querer estás haciendo recuento
de las calles de cuando las manos de las horas
sobre todo de las horas –y te habías prometido no contarlas.
La línea está ahí y se acerca. Lo sabes. La esperas.
Por eso y porque tú la has dibujado, su filo es doble.
Empiezas a mirar en sellos –me llevo eso, eso también, quizá un día me devuelva aquí.
Y que algo tan exacto esté tan lejos de la verdad.
Que existan gestos, por ejemplo, que se lean fronteras
a la vez que llega el taxi, un pasaje, un libro más en la maleta.
Vienen a invadir; no respetan.
Todo esto que construyes final – todo signo – todo lo que hiere
esto también desaparecerá.
No hay duda y sin embargo has vuelto a mirar la hora –y si no fuera la última
te dices
y si la noche no termina.
Como irte de un país.
(inédito)
Javier Vicedo Alós
Javier Vicedo Alós (Castellón, 1985) es autor de los libros Ventanas a ninguna parte (Ed. Pre-textos, 2010), La última distancia (Ed. Puerta del Mar, 2010) y El azul silencio del hombre (Ed. Aula de Poesía, 2008). Con sus obras ha obtenido el Premio de poesía Joven RNE (2010) y el Premio de poesía Bancaja (2007). Durante el 2008 fue residente de la 6ª promoción de la Fundación Antonio Gala. Libros suyos han sido traducidos al francés y al italiano.
Tríptico de la caída
I
No hace falta, no intentemos la palabra
ni los gestos hacia el ánimo,
sólo podéis acompañarme
como yo os acompaño a vosotros.
Que ya nadie prometa una mano junto a otra,
el universo es una mano que tiembla a solas.
II
Demos presencias a la intimidad
como se llena un abismo.
Demos los pájaros en fuga de los significados,
la mirada oscura de lo que aguarda.
Demos a lo cercano nuestro perfil de roca.
Precipitemos promesas, ecos, turbulencias.
Abramos la mano y cifremos el mundo.
III
Una mano escribe su soledad de hombre,
la igual caída de sus distintos,
el vértigo de ser
en otros.
Principio de la llama
A Gorka García Herrera
A ti que en lo imposible fuiste hombre,
a ti que articulaste el sueño de las palabras,
que seguiste en desdibujados caminos
un instinto de luz; tuya es,
a ti pertenece la noche entera.
Ahora tienes un fin como quien tiene un fuego,
como quien recibe la mirada de un dios claro.
Si todo fue bordear la voz infinita,
ceñirla a la silueta de nuestros afanes;
si todo fue dar pulso a un cuerpo
cada vez menos cuerpo.
Tú has sido la luz en las horas,
la ardiente aguja en los objetos
–el calizo resplandor de las piedras,
el nervioso latido de las hojas…–
Por fin en tu consumirte has sabido la llama.
A ti no será en vano la noche.
Kind of grey
Inmóvil frente al curso de las horas
eres cuerpo enfrentado de silencio.
La tarde es un bostezo desbordado,
una larga avenida de carencias,
un horizonte que se desmorona
–ninguna luz que escape de su estricta mecánica–.
Cada amigo naufraga en su quietud.
Los libros y la música entristecen
como notas de lluvia en el silencio.
Ni aquellos labios suyos –parece– salvarían
tu figura del gris precipicio de las horas.
Eres esta intención informulable,
esta infame verdad del desconcierto:
un hombre oscuro que busca quebrar
la presencia estancada de la tarde,
y que cansado de ser hombre no sabe cómo.
Sin embargo parece que algo esperas.
Quizá estés esperando esa llamada imposible
que invite a los oficios olvidados:
las alquimias capaces de fundir
fuego, labios, altura y vida.
Pero nada acontece mientras tanto,
únicamente unas palomas
picotean en la baranda
los pedazos de tedio de la tarde:
los restos de tu vida sin proyecto.
Canción sin motivo
A Andrés Almada
Ahogaremos la voz en blancos días
y no habremos dicho nada.
Nuestra fuerza no es tal, el hombre es otro.
Sólo hay agitación de pulmones y manos
que nada cambian, que nada construyen
—pero persiste un ánimo,
una pequeña euforia en el techo del aire—.
Hay pájaros que cantan y se prenden en música
por el puro placer de escucharse;
igual nosotros, libres de lo eterno,
diciendo y brillando sólo para nosotros.
(inédito)
Martha Asución Alonso
Martha Asunción Alonso (Madrid, 1986) es licenciada en Filología Francesa y profesora de literatura en la secundaria francesa. Ha enseñado en distintos institutos de la Francia metropolitana y de ultramar. En 2012, recibe el Premio Nacional de Poesía Joven “Miguel Hernández” por su libro Detener la primavera (Hiperión, 2011, Premio de Poesía Joven Antonio Caravajal) y el Premio Adonais por La soledad criolla (RIALP, 2013). Es también autora de los poemarios publicados y premiados Crisálida (2010, Editorial Alhulia, Premio Nuevos Creadores de la Academia de Buenas Letras de Granada) y Cronología verde de un otoño (2008, Editorial UCM, Premio Blas de Otero). En 2009, fue además premiada en el certamen La voz + Joven de la Obra Social de Caja Madrid y obtuvo un accésit en el certamen Antonio Machado de la Fundación de Ferrocarriles Españoles. Sus poemas han sido traducidos al griego moderno por la editorial Vakxikon.
Plegaria para la estación de los ciclones
Me dijeron: de alguna forma Dios sangra en todas las tormentas.
Y a su carne le rezo,
a las palmas broncíneas de su dolor les rezo,
porque toda oración es un complejo de poema,
porque todo poema es un cuerpo desnudo y un hechizo y la magia
es el nombre de pila del Señor.
No importa cuál de todos. Las cóleras de todos los dioses
se parecen.
Me dijeron: no importa que tu sudor sea invisible,
también para los celtas negros de corazón habrá un hueco en el arca de Noé.
Y me pasaré agosto rezándole a los cuellos mansos de las jirafas,
nubes como palmeras. Quisimos abrazarnos
igual que sus raíces, pero la luna salió de su volcán y nos jugó una mala fábula,
tenía un zorro dentro y no soltaba el cáncer
de la fruta con látigos.
Yo le rezo a los látigos, la sangre de los látigos
y la leche de coco en los látigos de amamantar panteras.
Yo le rezo a la lava.
Yo le rezo al café.
Yo les rezo a las aspas milagrosas de los ventiladores sin precio de los bazares árabes de Basse- Terre.
Yo les rezo a la lima y a los borrachos de los embarcaderos, una sola mirada
y adivinan cuántos besos con lengua
has dado en tu vida y cuántas veces cerraste
los ojos para darlos,
cuántas monedas te enferman todavía los bolsillos.
Yo le rezo a las olas con tiburón y a las cucarachas y a Vishnú.
Me dijeron: puedes tener miedo. Rézale al miedo.
Y eso hago. En la noche inundada, de rodillas,
voy rezando mi vida en Duracell, que es un santo y el nuevo criollo
de los blancos con padres superhéroes barbudos, padres que daban rabia
y están lejos y a quien pedir perdón
y conocer-
amar
antes de no morir.
Los perros
Estoy llena de perros.
Tienen grandes cabezas y cabezas oscuras, todas llenas de dientes,
hambre todas. Estoy llena de perros,
preñada hasta las cejas de perros con cadenas,
pero no me dan miedo. Soy hectáreas y hectáreas de docilidad para la espuma
contagiosa. Y me retumban.
Un océano de perros mariachis de perfil ladrándole
a la luna aquí en mi útero.
Yo les grito: SIT !
Y ellos ladran peor, porque tal vez les va la muerte
en ello. Le ladran a la luna, pero la luna sana está escribiéndose
por el otro hemisferio del dolor. Luego les grito:
¡Lorca!
Pero no. Tampoco. Ladra que te ladra.
Y me miran
con los ojos tapiados por la rabia,
como diciéndome: es la sangre. Como diciéndome:
quiérenos, o te muerdo.
Corazón de naranja
Al pastor alemán que tú recuerdas, trotando por tu infancia,
lo atropelló un tractor cuando creciste.
Se nos cayeron luego los vencejos,
como guantes raídos, de las tardes azules,
tardes de manos llenas, cielo bajo.
Miro cómo mi abuela,
los ojos muy abiertos, fervorosa,
está exprimiendo un zumo en la cocina;
miro temblar sus manos, debajo de esas manos
miro girar el sol, aroma antiguo,
sangre pura del tiempo más redondo,
corazón de naranja que aún nos ciega.
No queremos morirnos, no queremos…
La miro y habla sola en la cocina,
mientras exprime un zumo como quien reza un salmo,
apura la inocencia y el candor, bebe memoria.
Miro temblar sus manos. Y el almendruco estéril,
la tapia; blanco sucio para trepar de sed,
amarga adolescencia, fruta viva.
Son cosas que brillaron antes de que te fueras.
Línea 6
Todo lo que merece algo la pena
es circular. Tus pupilas.
Los neumáticos de aquel Seat Ibiza que tuve,
ya sabes: tus pupilas y las aceitunas
y aquella tarde en Ávila con Santa Teresa.
Cuando volví a encontrarte,
llevabas un anillo en el dedo meñique.
Me dejaste probármelo. Yo estaba mareada.
Gilipollas. Todo lo que hemos sido,
la forma en que estuvimos una junto a la otra,
nuestro amor, todo y nada, es circular.
El recuerdo. La samba. Carteles
de Se Alquila por la glorieta de Bilbao.
Todo lo que te quise.
La línea seis del metro. Estas ganas de hablarte.
La espera: circular.
Juan Bello Sánchez
Juan Bello Sánchez (Santiago de Compostela, 1986), es autor del libro de poemas “El futuro es un bosque que ya ardió en alguna parte” (La Bella Varsovia, 2011), por el que obtuvo el IV Premio de Poesía Joven “Pablo García Baena”, y del pliego de descarga gratuita “Nueva York no existe” (Nanoediciones, 2011). También ha colaborado con sus poemas en la exposición “(No puede haber) dos morales para dos sexos”, de la artista Paula Cabaleiro.
Además, publica poemas con frecuencia en su blog:
bluesambulante.blogspot.com
Tal vez sea eso la tarde
Tal vez sea eso la tarde, un martillazo
en los ojos. Y la ciudad
una manada de bisontes en estampida.
Tal vez casi un sol sin orificio alguno
que deje pasar la claridad.
Hierro repetido en un vagón de tren.
Tal vez sea eso la tarde, un hombre
alejándose de sus pies. Y
las ventanas una bandada de pájaros,
sin principio ni final.
Dos veces mentira
Para no mentir he dicho
En la orilla de un vaso he abreviado
el cielo atlántico
El cielo atlántico es un insecto diminuto
El cielo atlántico es un caballo desbocado
El cielo atlántico es una brújula
sin norte ni sur
En el norte la lluvia es acupuntura
En el sur tu cuerpo recoge el sol
con manos de cal
La raya del horizonte es una cuerda
que ata el mirar
Observador y observado a veces son el mismo.
Abril se acaba
Abril se acaba, es algo obvio.
El sol está de rodillas
pero apenas calienta, aunque
si pienso en el mar
todo parece ser más concreto.
Espera: los árboles también
se han inclinado
y han escupido sus flores
sobre los ancianos que pasean.
Una mujer está fregando
el portal y el olor de la lejía
penetra en mí,
purificando mi alma.
Todo esto ocurre una mañana,
cuando un ángel ha muerto
y el viento ha arrastrado
los cabellos del pájaro gris
hasta el borde de mi ventana.
Últimos poemas
1
Los espacios vacíos
eran manos que devolvía el mimo
bajo el sonido de las campanas
o pájaros apagados
ya entrada la noche.
2
La lluvia dormía en los portales,
dormía en la corteza del mar,
dormía en la fiebre de los árboles
e inmediatamente después
abría la mano.
3
Erguida como un barco hundido
caminaba la golondrina,
llevaba el cielo de un lado a otro,
de un lado a otro.
4
Pegué mi oreja a la puerta
y pude escuchar el mar y las hogueras
que pasaban entre los dedos de una playa
y al final una niña bailaba
con un racimo de rosas atado a su tobillo.
5
Peiné el cabello de la carretera
porque también atardece
en las manos amargas de los carpinteros,
esos que construyen lentísimos gatos
con la madera que sobra de cada invierno.
Aprendimos a pronunciar Brooklyn en las películas
aprendimos a pronunciar brooklyn en las películas
a desnudarnos en los asientos traseros de los coches
a esperar el azar en una tirada de dados
aprendimos la serenidad del que fuma un cigarrillo
y la frialdad del que apunta con un revólver
pero también aprendimos a quedarnos solos
a morir a decir sal de mi vista quédate esta noche
que la vida de un hombre se mide por el tamaño
de su sombra
y que marcharse no siempre es lo contrario de quedarse
Rocío Mendoza Blanco
Rocío Mendoza (Jaén, 1988) es licenciada en Filología Hispánica por la universidad de Jaén. Finalista del II Premio Internacional de poesía Asociación Ágora de Castellón con A veces sueño poemas y ganadora del 1º Premio Facultad de poesía de la Universidad de Jaén con su poemario Las mariposas de Nabokov.
Forma parte del colectivo poético en la red “La mala reputación” y colabora periódicamente con la revista literaria online Seconal Literaria (http://seconal-revistaliteraria.blogspot.com.es/ Y la publicación también online, Obituario http://obituariomag.blogspot.com.es/. Es autora del blog La cafetera de Einstein.
Ha publicado poemas en el periódico Diario de Avisos de Tenerife y en el Diario Jaén, así como en diversas antologías: Quizá mañana de la Ed. Boreal, Las mariposas de Nabokov, publicaciones de la Universidad de Jaén y Anónimos del Festival de poesía Cosmopoética de Córdoba.
Actualmente prepara un poemario que se titulará “De las pequeñas decepciones”
Aurora boreal
A ti, sin tilde.
Cuando alguien te mira y mira también las cosas que tú miras, desaparece el terror de las cosas imaginadas.
Ray Loriga
Es tan fácil dormirse en lo decible de tus labios,
en la tormenta de promesas, sueños y ciudades
que proclaman conmigo.
Y divisar un destino que se abre como dos hojas de acero
que han aprendido a talar árboles que lloran,
como las dos partes de una ventana que nos muestra el mundo del otro lado.
Es tan fácil deslizarse en tus brazos,
conjugar la piel,
olvidarnos del tiempo imperfecto.
Y que se nos haga de día en este abrazo
y nos descubran las palabras en silencio.
No pido nada, solo equivocarnos
Las sobras que tú creas no tienen derecho a la noche
Paul Éluard
Empezar o terminar
son también lo mismo
pero con diferentes nombres.
El punto de articulación
“Amanece pronto”, donde los dos lexemas constituyen un mensaje común y corriente, y los trece fonemas, alineados en ese orden, y solo en ese, constituyen el fundamento de la cadena fónica significativa.
Álvaro Calderón Rivera
Mi nombre empieza por vibrante múltiple.
Hace mucho frío aquí dentro,
las letras silabean de miedo.
Los días de la semana son dragones azules
con fauces pequeñas. Tus ojos no me miran.
Los caballos están sucios y secos.
La piel es un tubérculo o un tratado de fonética.
Amanece pronto:
y yo sigo sin saber decir adiós.
Espacio euclídeo
Las corrientes del tiempo nunca son iguales para dos personas,
ni siquiera cuando son amantes
Yasunari Kawabata
No sé de qué manera el tiempo te habrá hecho justicia
o simplemente daño.
tampoco sé el idioma frío de la desposesión,
ni entiendo lo indefenso de tu cuerpo.
yo solo conozco los silencios
que le faltan al mundo
para callarnos.
De las pequeñas decepciones
Las palabras fatídicas
el silencio
el hueco de la mano
la almohada limpia
todas las calles extranjeras
y después
la repetición
el ciclo
las manos,
la piel,
la almohada sucia.
la misma herida insoportable
lo mismo
irremediablemente
lo mismo de siempre:
educar a otros hijos
que serán tuyos y míos
pero no los nuestros.
(inédito)
Munir Hachemi Guerrero
Munir (1989 – 2022) nació, a los nueve meses de haber sido concebido, en la ciudad de Madrid, y hoy aspira con vehemencia a alcanzar la maestría en el nobilísimo arte de vivir sin dar un palo al agua. Por su voluntad escribe cuentos y, a pesar de ella, algún que otro poema. A los diecinueve años conoció a Gonzalo Torrente Malvido, quien se interesó en su fabulosa capacidad para contar puertas, y actualmente descascara sus horas de vida jugando gravemente al ajedrez mientras intenta desentrañar qué es lo que lo convierte en un juego tan afectado y pretencioso; ha jurado no pronunciar una palabra hasta que lo consiga, y ha roto esa promesa en numerosas ocasiones. Mientras duerme estudia Filología Hispánica, violín y claqué. Hasta la fecha, sólo ha aparecido publicado en losescritoresbarbaros.blogspot.com, en lifevestunderyourseat.wordpress.com y en la Antología Poética de Bukowski Club, en Canalla ediciones.
A Gonzalo
A Gonzalo Torrente Malvido
a tus cuentos
a tus poemas
a tu sangre
por hacerme comprender
que en el fin del mundo todo será silencio
no porque no vaya a haber labios que hablen
sino porque no quedarán oídos que los puedan escuchar.
Ahora.
Ahora que me elevo mientras me hundo en la miseria
en una tierra en que mi voz
es un limo nauseabundo
un ritmo espeso
donde los pobres me odian
y yo odio a los ricos
donde cincelo inútilmente el tiempo
en los Templos del Silencio
para evadir
al menos un minuto más
mi lecho que ahora
Gonzalo
ahora que te has ido sé que
es
—como todos los lechos―
un sepulcro
seductor
sí
pero insaciable.
Sólo ahora.
Sólo ahora que los hombres buenos se esconden de mi hedor
y los miserables
—como yo—
se refugian en él
entiendo lo que custodiaban aquellos dos garabatos blancos
como el hueso viejo
que impedían el paso a tu frente y
que tú me dejaste apartar.
Seguiré caminando, Gonga
tallando los rubíes de la mentira
porque aún te veo
en las piedras silenciosas
en los pumas de obsidiana
en el cóndor vigilante
y en el áspid subterráneo
y porque
—como tantos ecos repiten—
aún te oigo
en el repicar de cada cigarrillo
en la barra de cada bar
recitando
a la exida de Vivar…
aunque eso
amigo mío
no me arranca la tarántula de los ojos
yo
quiero que tú
que tú me veas
que tú me escuches
y acunes mi calavera.
Por el camino que seguiste
—y que yo no puedo recorrer.
Estoy aquí encerrado—
cómo pude esperar que no alcanzases los palacios de la sabiduría…
Viajaré hasta las salas del Castigo
a olisquear en nuestra covacha
—a la que llamábamos eternidad—
cuando ya tus restos viajen
rumbo a Ítaca
o a Egipto
o a Polonia
y desde Salamanca
te ofrendaré mis labios rotos
y el secreto manuscrito que te debo
y tú me retornarás a cambio
Gonzalo
amigo mío
nuestros cuentos restañados al borde del abismo
y nuestras mil
y una conversaciones.
Santa Cruz, Bolivia, 4 de enero de 2012.
(A mis amigos escritores)
A mis amigos escritores
(escriban o no)
os agradezco:
que comáis
que no os suicidéis
que durmáis
que tengáis teléfono móvil
y que no hayáis muerto de cirrosis.
Gracias.
No quiero ser Rimbaud.
(Y tal vez él
tampoco quiso).
No quiero que jamás la fama
me pese más que las palabras.
No quiero comerciar
en África, con esclavos.
Quiero vivir
como un pez cuando llueve en el mar
y encontrar, en la última página de cada cosa que escriba, la marca de un
[mordisco.
No quiero ser Monfreid
ni siquiera Nicanor Parra
acaso querría ser Bolaño
si no supiese quién es Bolaño.
No he dado la vuelta al mundo
—he mirado cómo un burro se guarecía
de la lluvia, bajo un olmo.
No me he batido en duelo
—he conducido automóviles
he ido al cine.
No leo bajo el chorro de la ducha
(y si lo hiciera, lo haría simplemente
como quien lee bajo el chorro de la ducha,
sin ninguna otra pretensión)
y mi presencia
no conturba las almas cuando entro en una habitación.
—he comido los bocadillos de calamares
más anodinos
que uno pueda imaginar
mientras hablaba con gente cuyos poemas favoritos eran
“Amor constante más allá de la muerte”
o
“Volverán las oscuras golondrinas”
o incluso ése de
“Puedo escribir los versos más tristes esta noche”
y les he escuchado
digiriendo calamares
sin que un solo verso se me vienese a la cabeza.
¡Oh, juglares!
Un poeta sin nombre es poesía.
El mejor lugar para escribir poemas
es, sin duda, la taza del váter
donde uno puede
en calma y soledad
cagarse en su biografía.
Antes que viajar de lengua en lengua
prefiero volar de diente en diente
y que éstos muerdan con placer la última página
de cada uno de los poemas que escriba.
Y que luego todos caigan
a plomo
en el olvido.
Sin título
El tiempo es un sepulcro derramado sobre un sepulcro.
Un trino que gorgotea desde honduras incompletas.
La conjunción de cuerpos y gargantas en un solo Caos.
La negación de sí mismo.
El poema es el cadáver desplazado de unos niños en el tiempo.
La poesía es una sucesión de fosas
que gotean
un recién nacido aferrado al asa
de un chupete pérfido que no necesita
y ya envuelve la noche
que ha aprendido a no atrapar.
La poesía es la confirmación del loco.
La locura es un batir de acordes transitorios que aletean
golpeando nuestros rostros
y culpándonos por no haber emprendido la travesía
sur le bateau ivre Chopin estaba loco Borges las metáforas Mallarmé la derrota el
fracaso y
el alcohol debe de ser un caldo que conserva la cordura,
pues he visto a hombres en esquinas
y viceversa.
Hombres.
Los hombres sois un poema
capaz de leerse a sí mismo
y yo os envidio
pues mi cráneo ya se ha cascado
de tanto llamar a las puertas del Tártaro
y Lynch Paganini Nietzsche
y sus monstruos se sumergen
en las ruinas del tiempo por venir.
¿Y qué es el tiempo?
El tiempo es la continuidad de los sepulcros.