Sobre la poesía de Giovanni Quessep

Giovanni Quessep 1

Presentamos un ensayo del poeta colombiano Jorge Cadavid (Pamplona, 1962) sobre la poesía de Giovanni Quessep (1939), uno de las referencias de la poesía de Colombia. Quessep ha merecido distinciones como el Premio Nacional de Poesía José Asunción Silva y el Premio Nacional de Poesía por Reconocimiento de la Universidad de Antioquia.

 

 

 

 

 

EL ORIENTE SECRETO DE GIOVANNI QUESSEP

Oriente es el mito. Occidente es la modernidad. Giovanni Quessep vive entre ambos como una ínsula extraña. Su poesía pura es una emoción recordada en tranquilidad. Sus versos místicos, míticos, dejan el ajetreo moderno –vita activa- por la contemplación. Para Giovanni, todas las tareas deben quedar sumidas idealmente en una sola, la dictada por el furor de conocer lo divino, lo inefable.

Queseep es un poeta de la inmanencia, de la autotrascendencia. Mira la naturaleza en un gesto sufí, como si buscara mirarse a sí mismo, y es radical: la mayor parte de su obra es una conversación sobre pequeñas cosas: un pájaro, un cedro, un aljibe, un jardín, un desierto. No la ironía, sí la analogía, la alegoría expresada en dichosos madrigales.

Su poesía oriental intenta de un modo quietista ampliar la percepción de lo real. Sus textos son eventos. El poeta juega a hablarle a una presencia. Sigue buscando una imagen del alma en el paisaje. Su poesía es a veces una plegaria:

 

                        Mi vida es esto y nada más,

Era una vez, érase mi alma

 

El clasicismo oriental de Giovanni Quessep y su peculiar vanguardismo se reconcilian. Tradición no es continuidad sino ruptura y de ahí que no sea inexacto llamar a este espacio germinativo, a esta tradición moderna, “tradición de ruptura”, esencial heterodoxia. Estos postulados, la declarada voluntad de sustituir la teología por la “apertura incierta”, sus comentarios –qasidas– que la corriente de cada poema arrastra en sus intermitencias deben callar algo, “lo que aún no tiene nombre en los ideogramas de la escritura del cielo… El más conmovedor de sus sortilegios… La brasa que ilumina la noche oscura del ser”. La verdadera afirmación de esta poesía está en la forma. La versificación de Giovanni es la más rica y variada de la poesía colombiana contemporánea. Sobriamente rica en imágenes y aliteraciones. Ritmos respiratorios, música del sentido, puntuación minimalista, encabalgamientos invisibles realizan la entrada de la palabra en lo “indeterminado armónico”, las correspondencias.

 

Tú historia es lo que sueñas

Lo real es ya fábula naciendo de tu mano

 

El drama profundo de esta poesía está en la búsqueda oriental del vacío, la nada, que en sus labios es viento, agua, aliento entrecortado que fluye en la contemplación de un pájaro en el ciprés:

Digamos que una tarde

El ruiseñor cantó

(Alguien se salva por escuchar al ruiseñor)

 

La fructuosa marginalidad de Giovanni lo lleva a acampar en una zona fronteriza, en la periferia e Occidente y del Oriente próximo desde la que contempla su cultura a la luz de otras culturas, y su lengua, a la luz de otras lenguas. La suya es una revolución sin seguidores. La secta de un solo miembro. El poeta inexorablemente queda aislado en su ínsula, como un hito sin parangón en la poesía colombiana. Ese es su prodigio, hacer que cada poema suyo renueve todos los días los actos de la creación primera.

Giovanni Quessep, “poeta de los pájaros”, “pájaro sufí”, desde un Oriente que fluye naturalmente en sus más profundas raíces libanesas, busca la invención de una espiritualidad laica. De ahí el motivo de sus alabanzas. Son los rezos de un solitario bajo el cielo azul.

 

                        No tenemos conjuros

Quien crea la leyenda

Puede mirar las nubes

Verá que empieza

A detenerse el tiempo

 

La leyenda se deja desear pero no poseer. Giovanni lo sabe, por eso su gusto por las pequeñas variaciones de la luz, su atención a la aparición de una imagen ancestral en medio de lo cotidiano. Sus revelaciones no son las de la creencia, sino los preciosos portentos de nuestros propios poderes. La realidad es un vacío para el poeta. Si la destrucción es pasar de lo creado a la nada, la descreación supone volver a las condiciones mismas de la creación, la creación absoluta. La escritura es la facultad mediante la cual el poeta importa lo irreal a lo real. La fábula, el encantamiento, la leyenda, el mito, traen la flor de lo real en su plenitud. Esta suerte de conjuro poético que es la poesía de Giovanni permite que realidad e imaginación sean literalmente concebibles, verosímiles.

 

Aquí lo legendario y lo real

Nuestra historia resulta semejante

A la de esa muchacha maravillosa que penetró en el espejo

Estuvo siempre a punto de desaparecer

Pero ninguno pronunció la fórmula que la devolviera al polvo (…)

(…) Lo único que tenía que hacer era despertarse

 

(Poema para recordar a Alicia en el espejo)

 

Artificio de la eternidad. Artificio de la fugacidad: el ruiseñor de lo real en su plenitud. Es la realidad fugaz que no cesa de metamorfosearse. Giovanni no sabe cuán viejo es, ni cuán joven ha de ser aún. Cuando leo un poema de Giovanni Quessep tengo la ilusión religiosa de que una palabra crea una real presencia: “No digas nada: escucha las estrellas”. Vislumbro la ilusión orgánica de que un verso suyo crea una especie de unidad: “La luz viene del aire”. Intuyo la ilusión retórica de que una estrofa posee o crea una forma definida: “Callar es bello, a veces, en la desdicha”. Cuando leo un poema de Giovanni Quessep tengo la ilusión casi metafísica de que una palabra me lleva al más allá de la fábula. Su presencia es una promesa de que sí existe un sitio a donde ir, de que sí existe “una muchacha Bella como la palma del templo de Delos”. De que sí existe “La voz de lo invisible”.

 

 

 

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