Músico de origen, egresó de la Facultad de Filosofía y Letras donde cursó la licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas de la UNAM. Ha realizado, asimismo, labores como coordinador en talleres de cuento, poesía y composición de canciones. Tiene publicados tres manuales: uno de gramática, otro de géneros literarios y uno más de versificación española.
Todo lo habita el deseo
Toda la resistencia que puedo articular,
toda la negación mondada en los espejos
donde espero encontrarla;
todo el imperio
de la palabra
fracaso
subvertido en los pliegues de mi carne,
en los más delgados gajos de angustia;
toda la muerte agazapada en el esmalte
que tiñe de arrancada cáscara mis dientes.
Todas las gotas, todo el océano
colmado en mis recuerdos
se dispersa contra la claridad
que sabe usted hincar
en mis entrañas.
La espina es espina al tacto,
y yo me dejo caer
dolorido y desahuciado
en el eco amarilloso
de aquella vaina entre mis uñas.
Me duele como aquellos alfileres,
así sabe su voz cuando me nombra:
a proa,
a cálamo,
a broca.
I
Cada orla
en mi memoria
agita el sueño
del lenguaje.
Cada mosaico de mi piel
se entorcha en manantiales:
piedra sobre piedra, desnuda su geometría,
cavan su obsesión de lava en las imágenes
bordadas a mi aliento,
cada puñado de ese incendio
cierne sus lascas
sobre la red que teje en estrictos cercados
la soledad prendida al callejón,
a la violencia y al exceso.
El aire es al cabo un cónclave
de glifos en éxodo
de mi plexo a sus oídos.
Hablo, tendido como envidia
en la alfombra, a sus pies,
coludido en el implacable tránsito
que da a mi búsqueda síndrome de loco.
II
Mi voz se decanta
con la turbia lógica del agua,
horma de siglos proyectada en memoria.
Nada contrasta en esa luz,
tan sólo el trémulo infernal
que la encandece:
caer,
caer,
caer…
De mi boca crece también
y se dispara la tela que araña
mi propia certidumbre,
y esa misma sal me curte, labra en mi sino
la paciencia, el terco empeño de cada instante.
Quiero encontrar mi nombre al pie del laberinto
y tengo un vuelo frágil aún en mis pulmones.
Busco la asociación,
el fallo,
la fe de errar.
IV
De la fisura,
de aquel enorme
tedio que habita en mi memoria
se derraman las velas de un nuevo acantilado:
las muescas de los engranes
que molan mis sueños.
Escuche como crujen mis alas cuando piso:
aquel abismo son sus ojos,
aquellos largos hilos son sus dedos,
cada palabra suya es cálamo y es tinta,
linfa que apenas de filtrarse
corva mis lomos
sobre otros infinitos aún impronunciables.
Cada signo suyo recala en mi conciencia
con el pálpito de un colmillo
y yo me dejo
quebrar con esa súbita
succión la espina.
¿Siente la voluntad del animal en mí?
Véame, allá:
no tengo sombra.
Oiga bramar aquellos goznes:
¿no son sus fauces abstracciones mías?
Dos hombres derivan, ¿los siente?
La baba que empaña sus ojos
es una culpa de filos abiertos
a otro espejo y en esa médula conviven.
Allá, en el fondo
de la fractura,
niegan su imagen,
la transparencia que delata
su complicidad a horcajadas,
ciegos a la tensión
del íntimo cordel que los sostiene.
¡Qué de luz los enciende y cuánta niebla empapa
el horizonte de verdad
en que se ahogan!
Soy esa arquitectura de ganglios y esperma
montada en enunciados.
Soy ese sordo vello
levantado en la nuca de mis labios.
Soy ese mismo hueco alado
hendido en los silencios
cavados a lo largo de mis brazos.
V
No encuentro más el umbral.
Todos mis escondrijos
son lunares abiertos en su carne.
Todas las plazas son
latidos derramados de su pulso.
La habito para encontrarme.
¿A quién observa usted?
¿A qué pared guiña su inteligencia
y cómo admite ese lento calado
la conversión en pábulo
del dios que me alimenta?
Es una exacta frontera donde cabe igual
la cólera de amarla
y el hábito y la celda de saberla
una mentira mía.
Aborrezco la grava que sus dedos
reblandecen cuando oficia y me empozo
como un pincho en los lentos latidos de esa envidia.
Y todo lo rasgan, en cada
ranura se fragmentan,
todas las sombras humedecen
sus pupilas abiertas a mi espalda.
Todo lo habita el deseo,
ese querer ser en usted.
VI
Lo suyo es una muesca hollada
en el mango de mis muñecas,
es un rincón
cada vez más profundo
en la raíz de mi locura.
Y yo giro
como una quebrada espuma
en torno a las blancas comisuras
de esa ausencia.
Reconozco el muñón de su mirada
en la propia abstracción
que arguyo
para olvidar sus ojos.
La intuyo en el absurdo de su realidad
ausente, en el cubismo de su propio
devenir inenarrable, en el límpido
tajo de cada instante
escindido en el acto de leernos.
Vive encarnada
en la salvaje distensión
donde me pliego:
cuando la realidad se ajusta como un tropo
a la verdad intuida en su encuentro,
cuando uno de los dos se desdobla
a imagen y semejanza del otro
y reescribe la historia:
El total
que sólo usted
percibe claramente,
apoltronada
en su nicho
de perfecta
ambigüedad.
Soy un alambre aún más fino
que toda la distancia
cercada en su cuaderno.
Qué de lápices encallan
en los renglones
donde vertebra su noción de mí.
VII
No entiendo,
luego de tantos años tratando de clavar
aún más profundo las gubias
que hincaron cada grieta en mi destino.
Luego de cuánto abandonarme
y tanta gravedad
cavando las raíces
de mi propio responso.
Luego de tanto miedo
purgando las esquinas
donde encajé y contuve
cada perfil de mí.
Luego de tanto amanecer
y ver medrar mis sueños
como salvajes nubes
oteando el horizonte,
alto su pálpito
de párpados en celo.
Luego de tanto envejecer
no entiendo la razón
de usted en mí.
¿Qué márgenes buscaba en el fermento
del grano derramado por su voz?
¿Por qué me sueño ahora
como un charco de mierda
calado en sus zapatos?
¿Por qué me observan todos
como a la exacta soledad de un ebrio
cayendo hacia el asfalto?
Mi naturaleza es caer.
Quebrarme como un fardo
en la zwástica que perfilan
mis brazos abiertos contra el más alto
racimo de memoria.
Y no entiendo a qué viene
nombrarla cuando debo concentrarme
como un feto hundido en su manto
de brazos, torsos y rodillas.
No pude nunca descifrarla
porque enlarvadas en su estaño
medran las nervaduras de mi propio estallido.
Y todo el universo,
cada noción está enraizada y muere
en la lenta caída de ese escombro.
No encontré nada
que no pudiera ver
en los profundos orificios
hollados en su espejo.
Sólo la sed,
el infinito ardor de un sueño,
sólo la piel de una esperanza
pudriéndose en destino.
¿Huele? Soy ese olor.
Datos vitales
Yuri R. Vargas (1967). Mexicano nacido en la ciudad capital, pero generosamente adoptado por varias ciudades del país en el curso de su deambular por la vida. Músico de origen, egresó de la Facultad de Filosofía y Letras donde cursó la licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas; desde entonces vincula ambas experiencias en torno a un fenómeno que lo atribula particularmente, en tanto relaciona ambos ejes de sentido, la literatura y la música. Ha realizado labores como docente en diversas instituciones impartiendo clases de redacción, géneros literarios, composición y poética. Ha realizado, asimismo, labores como coordinador en talleres de cuento, poesía y composición de canciones. Tiene publicados tres manuales: uno de gramática, otro de géneros literarios y uno más de versificación española. Paralelamente a su actividad profesional, ha desarrollado una discreta pero intensa labor como escritor de cuento y poesía.