Rara Avis: Discurso de Jaime Sabines al recibir un premio en 1960

Jaime-Sabines1 Álvaro Solís nos presenta esta rara avis, este documento curiosísimo, el discurso de Jaime Sabines en la recepción del Premio Chiapas en 1960. Se trata de palabras que nos ayudan a reconstruir la visión de mundo de Sabines, poeta fundamental del siglo XX.

 

 

PALABRAS DE JAIME SABINES AL RECIBIR EL PREMIO CHIAPAS OTORGADO EN EL MES DE ABRIL DE 1960

 

Detrás del mostrador de una tienda de ropa, en este Tuxtla nuestro y mío, tantas veces negado y repudiado, y tantas amado con asombro, −perpetuamente amado como a la propia mujer, como a nuestra debilidad y nuestra fortaleza, nuestro defecto, nuestro error, nuestra salud y nuestra esperanza−, detrás del mostrados, me puse a aprender humildad y paciencia, y sentí que debía disciplinarme, y que la vida está antes y por encima de la poesía. Quiero decir que comprendí que no se debe vivir a la poeta sino a lo hombre. (Quizás éste sea el truco más sutil de la poesía para exprimir a los que estamos en sus manos).

Yo guardo una profunda gratitud a Pepe, a Fidel, a Rodulfo, a Humberto, a mi compadre Daniel, a todos los que me rodearon esos seis años de mi vida, a los que entraban a la tienda y a los que no entraron nunca y me decían unánimemente que la vida no era fácil y que estar sobre la tierra de pie, cuesta trabajo. – yo me dije desde un principio: “hay que arriesgarse. No valdría la pena ser poeta si se fracasara como hombre. ¿Por qué no der ser hijo, esposo, padre, comerciante, oficinista, hombre común y corriente, perdido y encontrado entre todos los hombres?” desde un principio me negué a que se me llamara “poeta”, que se me apartara con este título de la mayoría de las gentes, que se me concedieran privilegios o canongías. Para muchas personas el poeta tiene derecho a emborracharse, a decir majaderías, a ser rebelde porque sí, a transgredir las leyes: el poeta es superior al orden. Y yo siempre he querido emborracharme como cualquier hombre, con el mismo sentimiento de liberación de culpa.

No quiero decir, sinceramente, que yo haya encontrado una solución. Hay tensiones, hay fuerzas expuestas, contradictorias, que hacen la lucha. Pero siento que voy bien. Me alegro de poder agarrar la escoba sin avergonzarme, sin pensar siquiera en la escoba; me alegro de poder visitar a un establero de México y hablar con él de las vacas, de su alimentación, de los precios que fija el gobierno. Siento, con todo esto, que cada día soy un poco más hombre que poeta.

Porque, de veras, cada vez siento crecer en comprensión y en humildad, me siento crecer en la poesía. Creo, con toda el alma, que hay que vivir perdonándonos a nosotros mismos, por los crímenes que cometen los demás y por los nuestros. (Otra vez quiero decir algo: toda arte poética debe estar comprendida, subordinada al arte humano, al arte de vivir.)

Yo vine a recibir este premio. Me siento orgulloso, alegre; pero me siento también apenado, confundido. Ustedes dicen “A Jaime Sabines le corresponde este premio”, y yo digo: “Tienes razón, pero, ¿quién es este Jaime Sabines? Dos o tres libros con algunas páginas que quieren ser poemas, no son nada. ¿Y qué va a hacer este Jaime Sabines con esta confianza de toda esta gente, con esta credulidad que es casi un milagro? ¿Qué va a hacer este pobre diablo con este premio? Es casi seguro que se ha gastado los cinco mil pesos antes de recibirlos, pero ¿qué va a hacer con este premio? ¿qué va a hacer con estas palabras, con esta presencia de ustedes, con esta confianza de ustedes a esta hora? ¿Saben ustedes qué piedra, qué peso enorme le ponen sobre su corazón? Porque este premio es lo mismo que las palabras del padre: “Toma esto hijo, hijo mío, yo espero”.

¡Qué bueno que yo venga a recibir este premio de las manos del Doctor León! Porque la aventura política del Doctor León es la aventura de la honradez humana en un tiempo deshonrado. Es la misma aventura del poeta en nuestros días.

Créanme ustedes que lo recibo alegre y afligido. Y lo recibo también esperanzado. Tengo la esperanza de vivir un poco más, de trabajar un poco más, de hacerme como ustedes me presentan y como yo deseo: un poeta, un hombre al nivel de su sangre, al ras de su tiempo. Ojalá que con esto algún día pueda darles las gracias.

 

 

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