Poemas de Lawrence Schimel

Presentamos la poesía de Lawrence Schimel (Nueva York, 1971). Además de poeta es narrador, ensayista y traductor. Desde 1999 vive en Madrid y escribe indistintamente en inglés y en español.  En España ha publicado tres libros de relatos: “Mi novio es un duende” (Laertes, 1998), “Bien dotado” (Laertes, 1999; Egales, 2007) y “Dos chicos enamorados” (Laertes, 2001); el poemario “Desayuno en la cama” (Egales, 2008) y el cómic “Vacaciones en Ibiza” (Egales, 2003), además de libros infantiles como “Amigos y vecinos” (La Librería, 2005), “Cosas que puedo hacer yo solo” (Macmillan, 2007), “El huevo de cristal” (Topka, 2007) y “María y el museo” (La Librería, 2008). Es también compilador de la antología en catalán “Ells s’estimen. Poemes d’amor entre homes” (L’Index, 1999) y, en castellano, de “Soñé tu boca” (Egales, 2008). Colabora habitualmente en publicaciones como Zero, Shangay Express, Infogai, Monográfico, etc… Es ganador del premio Lambda Literary (EE.UU.), por “First Person Queer (Arsenal Pulp, 2007) y “PoMoSexuals: Challenging Assumptions About Gender and Sexuality” (Cleis, 1997); del Spectrum Award (EE.UU.) por “The Future is Queer” (Arsenal Pulp, 2006), y del premio Siegessäule al mejor libro del año en Alemania en 2000, entre otros . Sus escritos se han traducido al alemán, castellano, catalán, checo, croata, eslovaco, esloveno y otras lenguas.

 

 

 

 

 

Reencuentros

 

Lo nuestro era una historia recordada

con cariño, como los libros de la infancia,

 

alguna novela de Robinson o Dumas

que no pudimos dejar de leer aunque era ya

 

la hora de acostarnos y seguíamos en secreto

con una linterna debajo de las sábanas.

 

Ya hemos pasado más años separados

que los que estuvimos juntos. Sentirte entre mis brazos

 

de nuevo era inesperado, como la agradable

sorpresa de reencontrar esos libros queridos.

 

Durante años he visto muchas veces esos títulos

en las librerías en nuevas ediciones pero

 

nunca los compré, no eran lo mismo, aunque

hasta volver a encontrarlos aún en la estantería

 

en una visita al pueblo para un cumple familiar

no sabía por qué. No eran primeras ediciones

 

pero para mí son ediciones especiales porque

eran las mías: tocar esas portadas, ver esos dibujos

 

hacía desaparecer los años entre el ahora y ese tiempo

en que me perdí en sus páginas por primera vez…

 

Ya somos mayores, pero abrazarte así de nuevo

también hace que viajemos en el tiempo, aunque sea sólo

 

durante este rato. Hemos vivido, cada uno, otras historias

desde entonces, y viviremos otras en el futuro.

 

Es distinto releer un libro: aunque ya sabes cómo

termina la historia, no por eso lo disfrutas menos.

 

Levantas tu boca hacía la mía y sin palabras

me cuentas de nuevo nuestra historia.

 

 

 

 

 

Autopsia

 

No pienso morirme de amor.

Pero estoy convencido de que

si me abren el cuerpo ahora mismo

descubrirán algún órgano

que no tenía antes

y que ahora tanto me duele.

 

Igual no es nuevo para la ciencia

pero lo es para mí:

algo que el cuerpo ha producido

sólo desde que te conocí,

desde que sigo esperando alguna respuesta

tuya.

 

 

De Desayuno en la cama

 

Receta para el amor

 

Nunca puedo cocinar a partir de un libro:

todo medidas exactas e impersonales.

Necesito que alguien me muestre

paso a paso cómo se hace.

 

Soy un cocinero vago; no empecé

a explorar y a experimentar hasta que no estuve cocinando

sólo para mí.

 

Echamos una pizca

de esto, cocinamos al gusto, probamos cada poco

lo que estamos preparando. 

Nos daremos de comer

el uno al otro. Si falta algo

improvisaremos.

 

Todo lo que sé de la cocina lo he aprendido de una amiga

que me dijo: ‹‹El secreto de cocinar es no dejar nunca

que la comida huela tu miedo.››

 

Es también todo lo que sé del amor.

 

Entramos a la cocina

y te lo muestro.

 

 

#####

 

 

Ya no quiero callarme cuando follo

por miedo a lo que piensen los vecinos.

 

Ya estoy harto de contenerme.

Quiero gritar, quiero celebrar,

quiero cantar… pero me temo que he perdido

la voz de tanto inhibirme.

 

Afónico, me desnudo delante del poema.

 

 

####

 

 

Ya se acabó la fiesta, ya se han marchado

los invitados con mi compañero de piso

para seguir de fiesta por ahí mientras yo

me quedo aquí entre ceniceros llenos y vasos

vacíos, restos de una exitosa celebración

de cumpleaños. Uno por uno, deshago los nudos

de los globos, me los llevo a la boca e inhalo

tu aliento. Podría haber salido con ellos, contigo,

pero no tuve coraje para verte ligar con otro

chico, para ver esos labios –que hace poco

soplaban para inflar estas bolsas de goma

cuando nos ayudabas a preparar la fiesta

de tu amigo– encontrando otros labios

en algún rincón oscuro de un bar. Quise

besarte desde el momento en que entraste

por la puerta, pero no me prestaste atención

más allá de una cortesía elemental y por eso

me quedo aquí, solo y robando esos besos tuyos

de la basura después de la fiesta.

 

 

 

 

Cuentos de hadas para escritores

 

 

 

La bella durmiente

 

Hay muchos que desean ser congelados

cuando su juventud está en su apogeo,

para prolongar ese momento efímero

durante cien años o más.

 

Hay otros que parecen no descubrirse

hasta un momento tardío, siguiendo muchos otros caminos

hasta tropezarse con una vocación verdadera, como la escritura.

Les llamamos <<bellos durmientes>>, esos autores

que florecen en una estación otoñal, su prosa madura y precisa

un antídoto oportuno contra la algarabía juvenil

que está de moda en el mercado hoy en día.

 

Pero son demasiados los verdaderos bellos durmientes,

quienes a una tierna edad se encuentran con un áspero crítico

que menosprecia su talento y sus fantasías

con un dardo verbal más agudo que una plumilla

que silencia las historias, los poemas, los sueños

que podrían haber escrito.

 

Sea de padre o maestro, hermano o cónyuge,

a veces un solo pinchazo es todo lo que requiere

para hacer dormir a un aspirante escritor

para cien años,

para todo una vida,

para tanto tiempo que no quedan príncipes

para abrirse paso a machetazos por las zarzas,

y si queda uno, ni se le ocurre molestarse.

 

 

 

 

 

 Sleeping Beauty
 

There are many who yearn to be frozen
while their youth is at its peak,
to stretch out that ephemeral time
into a hundred years or more.

 

There are others who seem not to discover themselves
until late in life, following sundry other paths
until they stumble upon a true vocation, such as writing.
We call them sleeping beauties, these authors
who blossom in a later season, their measured, mature prose
a welcome antidote to the youthful brouhaha
that’s all the rage in the marketplace these days.

 

But far too many are the true sleeping beauties,
who at a tender age find a harsh critic
who belittles their talent and their fantasies
with a verbal barb sharper than the nib of any fountain pen
that silences the stories, poems, daydreams
they might have written.

 

Be it from parent or teacher, sibling or spouse,
just one tiny prick of criticism is all it takes sometimes
to put a burgeoning writer to sleep
for a hundred years,
for a lifetime,
for so long that no princes are left
to hack through the brambles,
or if one is, he can’t imagine that he should bother.

 

 

 

 

 

 La sirenita

 

Ella renunció su voz para él,

aprendiendo a imitar el estilo minimalista

que abogaba en sus talleres.

 

Se habían conocido en un congreso.

Él era uno de los escritores invitados,

y durante todo su charla sobre pasión

y oficio, la miraba fijamente.

 

En la sesión individual sobre su obra,

le alabó a ella su forma

y le dijo que prometía mucho.

Las cosas que le podría enseñar…

 

El grave timbre de su voz estaba lleno de garantías

e indirectas, y ella sucumbió a ambas.

 

Trabajó como una esclava para ahorrar

dinero suficiente para apuntarse al master

donde enseñaba, soportando doble turnos

como camarera que le dejaron con dolores agudos

en las piernas por estar de pie todo el día

y la noche también. No tuvo tiempo para escribir.

Pero aguantó todo, alentada por la memoria

de su tiempo juntos en el congreso,

y la promesa que el porvenir contenía.

 

En el cóctel, la noche antes

del primer día de clase, donde los alumnos

se conocieron entre ellos y con los profesores,

le presentó a su esposa

que también había aspirado a escribir, pero ahora

ella se contentaba con permanecer a su sombra,

ser vista con él cuando ganaba premios y

mirar al otro lado cuando él se perdía

en los brazos de otra.

 

 

 

 

 

 The Little Mermaid
 

She gave up her voice for him,
learning to mimic the minimalist style
he advocated in his workshops.

 

They had met at a conference.
He was one of the guest lecturers,
and all during his talk about passion
and craft, he kept his eyes on her.

 

In the one-on-one discussion of her work,
he complimented her form
and said she showed tremendous promise.
The things he could show her…
His deep-timbred voice was full of assurances
and innuendo, and she succumbed to both.

 

She slaved to scrape together
enough money to join the MFA
where he taught, working double shifts
as a waitress that sent sharp pains
shooting up her legs from being on her feet
all day and night.&nbsp; She had no time to write.
But she bore it all silently, buoyed by the memory
of their time together at the conference,
and the promise the future held.

 

At the cocktail party, the night before
the first day of classes, where the students were
to meet and mingle with the faculty and each other,
he introduced her to his wife,
who had also once aspired to write, but now
was content to remain in his shadow,
to be seen on his arm when he won awards and
to look the other way when he followed
his wandering eye.

 

 

 

 

 De Los cuerpos del lenguaje

 

 

Lonely Planet

 

Follas como un turista:

tienes prisa por visitar

las atracciones principales

siguiendo el itinerario recomendado

en las guías, no porque tienes interés

en cada parada sino para luego

poder decir a tus amigos

que las has hecho.

 

Debería haberme dado cuenta

cuando me abordaste en el bar

que, aunque eres de aquí, tienes

miles de millas de volador frecuente

a tus espaldas.

 

Has visto tantos cuadros, tantos cuerpos,

que ya ni miras, mi desnudez desplegada

como un plano delante de ti. Pero en este plano

falta el indicador “Estás aquí” porque

tú estas en otra parte, igual pensando en

qué recuerdos vas a comprar en el gift shop,

qué historias vas a contar de nuestro encuentro,

 

y me siento forastero en mi propia cama.

 

 

 

 

Posesivo

 

Me siento celoso al visitar a un amigo

y ver en la cabecera de noche

un libro que le presté yo

 

como encontrar por la calle a un chico

con quien has echado un polvo

cogido de la mano de otro tío.

 

 

 

 

 

 

También puedes leer