Tiresias-poeta y Edipo-filósofo: Apuntes sobre poesía, filosofía y ceguera.

Presentamos un texto de Davo Valdés de la Campa (Cuernavaca, 1988), que pretende conciliar el eterno debate entre poesía y filosofía como distintos caminos del hombre. En el 2010 publicó su primer libro de cuentos Relatos de un mundo depravado (EdicioneZetina). A finales de 2011 fue ganador de la convocatoria para publicación de obra inédita del Fondo Editorial del Instituto de Cultura de Morelos con su libro Ignoto (poesía) que salió publicado en 2013. Su más reciente libro, Despertar fue editado por Astrolabio.

 

 

 

Tiresias-poeta y Edipo-filósofo: Apuntes sobre poesía, filosofía y ceguera

 

 

I

Tiresias, mítico profeta de la mitología griega, no fue siempre ciego, ni adivino. Existen varias historias en torno a su ceguera. Según la versión de Ferécides de Atenas, Tiresias, todavía adolescente, sorprendió a Atenea cuando se bañaba desnuda en la fuente Hipocrene en el Monte Helicón. La diosa consideró esto una ofensa a su pureza y le quitó la vista. La ninfa Cariclo, madre del joven castigado le rogó le perdonara, pero como Atenea no podía deshacer lo que ya había hecho, le otorgó otros dones: entender el lenguaje de los pájaros, le dio un bastón de cornejo, “gracias al que caminaba como las gentes que veían”[1] y le concedió además conservar sus dones en los infiernos.

Otra versión proviene de la obra de Ovidio. Ésta cuenta que mientras Tiresias paseaba por el bosque en el Monte Cilene, en el Peloponeso, encontró a dos serpientes que estaban apareándose, desconcertado, con un golpe de su bastón las separó. Hera, quien observó el incidente, disgustada, de inmediato lo transformó en mujer. Lo castigó porque Tiresias interrumpió un rito natural. Tiresias permaneció con esa apariencia durante siete años y se convirtió en sacerdotisa de Hera. El octavo año de su condena, Tiresias-mujer volvió a presenciar a las mismas serpientes durante el acto sexual. Según unas versiones las dejó tranquilas. Como premio a su comportamiento, Hera le levantó el castigo y le devolvió su masculinidad. Ovidio dice que Hera recitó las siguientes palabras: «Si cuando se os castigó, vuestro poder es tan grande para cambiar la naturaleza de vuestro enemigo, voy a cambiaros una segunda vez»[2].

Sin duda la fama de Tiresias proviene de su participación en las tragedias griegas. Desde Las bacantes de Eurípides, pasando por Edipo Rey, Tiresias es uno de los personajes más emblemáticos de la mitología que rodea Tebas. En la época de estos textos conocemos a un Tiresias profeta, adivino y sabio. No se menciona su condición andrógina. Salvo quizá en Las bacantes, en donde aparece junto a Cadmo (fundador de Tebas), disfrazado de mujer. En la trama viajan a las montañas para honrar a Dioniso y unirse a las bacantes tebanas en las fiestas en honor a él. En Edipo Rey, Tiresias es el adivino, ciego de la polis. Él propuso darle el trono de Tebas a quien lograra vencer a la Esfinge, y él mismo reveló la verdad en torno a la vida de Edipo y el asesinato de Layo. La ceguera de Tiresias es física, sus ojos no sirven para ver lo terrenal, pero sí lo místico. Él tiene el don de ver el futuro. De ver más allá, como un oráculo, lo que ha de ocurrir.

La ceguera de Tiresias nace también de un conflicto con Hera. En una discusión en el Olimpo, Zeus aseguraba que en el acto sexual la mujer sentía más placer que el hombre y su esposa Hera decía lo contrario. Los dioses decidieron pedir el consejo de Tiresias, que tenía la experiencia de vivir con ambos sexos. Tiresias declaró: «De diez partes un hombre solamente goza de una». Hera inmediatamente lo volvió ciego por su impiedad.                       «… ofendida que no es conveniente para un sujeto ser tan ligero, y condena los ojos de su juzgado a las tinieblas eternas»[3]. Zeus no podía ir en contra de la decisión de Hera, pero, para compensar su ceguera, le ofreció el don de la adivinación y una larga vida que duraría lo de siete generaciones humanas.

La ceguera de Tiresias está vinculada con su don de ver el futuro. Pero también es una señal mágica de su relación con los dioses. La historia de las serpientes me parece significativa. Es la primera enseñanza de Tiresias. El hombre no tiene el poder de intervenir en los ritos naturales, no por decisión propia o no sin la ayuda de los dioses. Estos ritos están designados por las divinidades. Incluso en la versión de Atenea y su baño ocurre lo mismo. Tiresias interrumpe algo divino (la castidad inmensa de Atenea) y por eso es reprendido. Lo mismo pasa con Edipo y con Ajax, ambos desobedecen lo que dice el oráculo o desprecian la ayuda de los dioses. Ambos son castigados. Atenea castiga a Ajax por no implorar a los dioses antes de ir a batalla. Confundido y delirando (otro castigo relacionado con la visión), Ajax mata a los animales domésticos deshonrando así su espada. Antes de ser descubierto, decide acabar con su vida. Ajax no trasciende su falta porque decide morir antes de ser víctima del oprobio. Pero Tiresias y Edipo sí trascienden su castigo y es desde la ceguera física que ambos aprende la lección de los Dioses. Tiresias se convierte en sabio y Edipo tendrá la oportunidad de enmendar su error en Edipo en Colono. En la tragedia, un Edipo, ciego desterrado, acepta lo que el Oráculo de Delfos designa y se convierte en el salvador de Atenas.

II

En Filosofía y poesía de la española, María Zambrano, ésta habla de dos caminos: filosofía y poesía como dos mitades del hombre en enfrentamiento constante. Estos dos caminos, según Zambrano, inalcanzables los dos en un mismo ser, unidos anunciarían la totalidad del hombre, similar al Sócrates músico de Nietzsche.

En su texto, El hombre y lo divino, María Zambrano asegura que la realidad “es algo anterior a las cosas, es una irradiación de vida que emana desde un fondo de misterio, es la realidad oculta, escondida”[4]. Lo sagrado y lo divino se muestran en dicho texto como categorías ontológicas que hablan del ocultamiento y del desocultamiento de la realidad que se realiza con la palabra poética y que poéticamente abre el hombre su espacio en el mundo. La poesía es una forma de ceguera. Hablamos de los dioses y de la magia, pero no los vemos sino que lo experimentamos. Y esa experiencia es el delirio, la exaltación de los sentidos, el apasionamiento, el terror, la angustia, conceptos opuestos, o desterrados del imperio de la razón.

María Antonia González Valerio en su texto “Filosofía y poesía en el pensamiento de María Zambrano” dice:

(…) todo se encuentra poblado de dioses, el hombre está lejos de tener un espacio propio, de sentirse libre, antes bien, se siente poseído: posesión divina, manía divina. Esta posesión se refleja, se refracta en la poesía: fruto del delirio divino, no de la sabiduría humana, como en su momento señalaron los griegos. La poesía no es nuestra, sino de los dioses. Allí encuentra Zambrano a Platón, quien como guerrero trataría, en ese espacio poblado todo de dioses, de ganar algo para el hombre: el conocimiento. Platón encarna la lucha entre filosofía y poesía: un enfrentamiento proveniente no del logos, sino del delirio primero. Y es que Platón vivía en medio del terror trágico, de la injusticia divina representada en la tragedia, donde el destino del hombre se le escapaba a él mismo de las manos[5].

Platón y Edipo se equivalen en ese sentido, ambos luchan contra el mito. Edipo fracasa en ese primer intento de gesto filosófico y Platón triunfa, al menos en el mundo occidental, con la instauración de la razón como imperio del conocimiento verdadero, y con la creencia de que la poesía es vehículo de falsedad. Cuando en otro tiempo, la poesía era la única forma de ver la verdad de los dioses. Una verdad que podía ser irracional, onírica, confusa y también anti dialógica.

Tiresias sería en ese caso el equivalente al poeta. Profeta que tiene acceso al misterio del futuro y que a través de la palabra desoculta lo que está oculto pero que no toma ninguna decisión. No cuestiona el destino sino que lo acepta y lo canta.

III

Homero es el poeta por excelencia. En la tradición Occidental, su imagen difusa se yergue como el primero de los profetas griegos que cantó a los dioses. Platón arremete contra él en su República y en su discutido exilio de los poetas de su proyecto político-filosófico. Los poetas como Homero deben salir de la polis porque le cantan a dioses que mienten, y gozan con la violación y que son vengativos y se dejan consumir por sus pasiones. Y eso no debe prevalecer en la República de la razón, nos dice Platón. Homero es, como Tiresias, ciego. De su vida se sabe muy poco o se cree, incluso, que en realidad eran varios poetas (de Tiresias se dice lo mismo, que no existió o que se usa su nombre para calificar al que era adivino en términos generales). Sólo nos quedan sus cantos o ciertos cantos que podrían no tener un autor sino el misterio de los dioses y su participación en la vida de los griegos, antes de la razón. Homero da fe de una época. Él es el poema antes del diálogo filosófico. La filosofía accede al mundo en busca de la verdad pero no desde el canto (no enuncia la verdad, sino que la cuestiona) y lo hace a través de la duda. La filosofía utiliza un método que se convierte en desconsuelo porque es una interrogante infinita. Y los papeles se invierten porque la poesía, de pronto se convierte en el consuelo, cuando antes se le asociaba al enigma.

La ceguera de Homero, como la de Tiresias significa clarividencia, acceso al mundo mágico de los dioses, por lo tanto ambos son poetas. Ambos enuncian la verdad. Edipo y Platón, son la otra mitad del hombre que propone María Zambrano, el filósofo. Edipo se jacta de haber vencido a la Esfinge con su razón, sin ayuda de los dioses. Por eso los dioses lo castigan y su castigo es creer que ha burlado el destino que el Oráculo le había deparado, para después descubrir que todo lo que hizo lo acercó a su destino. Lo curioso de la tragedia es que la verdad la conocemos a través de dos métodos. Por un lado, Tiresias a través de la poesía nos revela la verdad. De forma indirecta y enigmática le revela a Edipo que él es el culpable de la muerte de Layo. Pero no ofrece explicaciones (porque la poesía-profecía no las necesita), sin embargo, y por otro lado, Edipo descubre la misma verdad de forma empírica, entrevistando a los pastores, a los testigos que vieron con sus propios ojos lo que realmente pasó. Ambos descubrieron la verdad pero utilizando métodos distintos: poesía y filosofía.

IV

Desde el punto de vista de la filosofía, el conocimiento de Tiresias no tiene valor epistémico. Es una verdad revelada que Edipo no  asume sino que experimenta a partir del horror. Al final de su investigación racional y empírica, descubre que la verdad  era tal cual había sido enunciada por Tiresias, sólo que esa experiencia de conocer o de lllegar a la verdad es completamente distinta. La derrota de Edipo es por conocer la verdad, pero no es el método el que falla, sino el Ser ante la verdad revelada.

V

Pienso en la aseveración de Sartre de que el conocimiento es angustia. Quizá el destino del racionalismo, sea ese sentimiento de frustración ante la verdad. Una deformación del mito que reivindica el mito pero desde otra experiencia diferente a la de la poesía. La filosofía accede a esa verdad por medio de la violencia. Y la angustia es el único resultado de la filosofia porque buscamos la verdad desde otro método, pero anhelando el mismo efecto de la poesía: el arrobo. La filosofía ha de elevarse sobre la realidad y, por ello, le llama Zambrano un éxtasis fracasado por un desgarramiento. Es como querer ver lo invisible y encontrar la Nada. Los ojos (la razón) no sirven para encontrar la felicidad o el terror de la poesía. Para eso es necesario la ceguera (y quizá también la androginia de Tiresias). La ceguera es la poesía. Se abandona la razón y se gana lo innombrable, el arrobo, la magia. Se renuncia a una cosa para acceder a otra, aún más grande e inabarcable. Pero la filosofía, también es otra renuncia, la de la felicidad y también la de la esclavitud, porque no se resigna con la promesa de la divinidad.  El filósofo gana el control de sí mismo, o al menos el intento, y la esperanza de poder construir su propio camino. Me pregunto yo si hoy podemos renunciar a renunciar a uno de esos dos caminos. Porque creo que la forma no es  la unión perfecta de poesía y filosofía, como lo plantea Zambrano, sino la experiencia esquizofrénica de seguir la poesía con ceguera y de experimentar la verdad con los ojo del método. A veces es necesario sentir angustia, y otras veces arrobo. A veces es prudente vivir en el desconsuelo. Y siempre es posible volver a la poesía.

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Bibliografía

  • María Antonia González Valerio, “Filosofía y poesía en el pensamiento de María Zambrano”, Signos filosóficos, Num 9.
  • Ovidio, Las metamorfosis, III: texto latino en Wikisource. http://es.wikisource.org/wiki/Las_metamorfosis:_Libro_III#Tiresias_.28316_-_338.29
  • Sófocles, Edipo Rey, Biblioteca de Textos Grecolatinos, http://www.cayocesarcaligula.com.ar/grecolatinos/sofocles/edipo_rey.html
  • Zambrano, María, El hombre y lo divino, México, Fondo de Cultura Económica, 1993.

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Datos vitales

Davo Valdés de la Campa. Cuernavaca, Morelos, 1988. Estudiante de Letras Hispánicas en la Universidad Autónoma del estado de Morelos. Forma parte del Colectivo La Piedra. Fue editor de la revista La Piedra durante cuatro años. Columnista de cine en La Jornada Morelos y en Penumbria. Beneficiario del Programa de Estímulos para el desarrollo y la creación artística en 2009 con Sopor Aeternus (cuento) y en 2011 con Las mariposas (novela). En el 2010 publicó su primer libro de cuentos Relatos de un mundo depravado (EdicioneZetina). A finales de 2011 fue ganador de la convocatoria para publicación de obra inédita del Fondo Editorial del Instituto de Cultura de Morelos con su libro Ignoto (poesía) que salió publicado en 2013. Su más reciente libro, Despertar fue editado por Astrolabio. Forma parte del Grumo de Escritores de la Barba Naranja y organiza el encuentro Plumas Verdes de literatura para Cinema Planeta: Festival Internacional de Cine y Medio Ambiente de Cuernavaca.


[1]
                        [1] Pseudo-Apolodoro: Biblioteca mitológica, III, 6.7.

[2]
                        [2] Ovidio: Las metamorfosis, III, 316 – 338.

[3]
                        [3] Ibídem

[4]
                        [4] María Zambrano, El hombre y lo divino, México, Fondo de Cultura Económica, 1993, p. 33.

[5]
                        [5] María Antonia González Valerio, “Filosofía y poesía en el pensamiento de María Zambrano”, Signos filosóficos, Num 9, p 20.

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