Presentamos, en versión del poeta y traductor nicaragüense Francisco Larios, tres textos del poeta y ensayista norteamericano John Koethe (San Diego, 1945). Es autor de varios volúmenes de poesía, incluyendo North Point North: New and Selected (2002), Ninety-fifth Street (2009), and ROTC Kills (2012).
Sally’s Hair
It’s like living in a light bulb, with the leaves
Like filaments and the sky a shell of thin, transparent glass
Enclosing the late heaven of a summer day, a canopy
Of incandescent blue above the dappled sunlight golden on the grass.
I took the train back from Poughkeepsie to New York
And in the Port Authority, there at the Suburban Transit window,
She asked, “Is this the bus to Princeton?”—which it was.
“Do you know Geoffrey Love?” I said I did. She had the blondest hair,
Which fell across her shoulders, and a dress of almost phosphorescent blue.
She liked Ayn Rand. We went down to the Village for a drink,
Where I contrived to miss the last bus to New Jersey, and at 3 a.m. we
Walked around and found a cheap hotel I hadn’t enough money for
And fooled around on its dilapidated couch. An early morning bus
(She’d come to see her brother), dinner plans and missed connections
And a message on his door about the Jersey shore. Next day
A summer dormitory room, my roommates gone: “Are you,” she asked,
“A hedonist?” I guessed so. Then she had to catch her plane.
Sally—Sally Roche. She called that night from Florida,
And then I never heard from her again. I wonder where she is now,
Who she is now. That was thirty-seven years ago.
And I’m too old to be surprised again. The days are open,
Life conceals no depths, no mysteries, the sky is everywhere,
The leaves are all ablaze with light, the blond light
Of a summer afternoon that made me think again of Sally’s hair.
El pelo de Sally
Es como vivir en una bombilla, las hojas son
filamentos y el cielo es una delgada concha diáfana de vidrio
cercando el lento paraíso de un día de verano, una fronda
de incandescente azul sobre las motas doradas de la luz en la hierba
Tomé el tren de regreso de Nueva York a Poughkeepsie
y en la Autoridad Portuaria, justo en la ventanilla de Tránsito Suburbano,
ella preguntó: “¿Es este el bus a Princeton?”—en efecto lo era.
“¿Conoces a Geoffrey Love?” Dije que sí. Ella tenía los más rubios cabellos,
cayendo a sus hombros, y un vestido de un azul casi fosforescente.
Le gustaba Ayn Rand. Fuimos al Village por un trago,
logré perder el último bus a Nueva Jersey, y a las tres de la mañana
deambulando encontramos un hotel de mala muerte que no pude pagar
y retozamos en el sofá desvencijado. Un bus de mañanita
(había venido a ver a su hermano), planes de cena y conexiones perdidas
y un mensaje en su puerta acerca de la playa de Jersey. Al día siguiente
el dormitorio de verano en mi escuela, mis compañeros no están: “¿Eres, preguntó,
un hedonista?” Me imaginé. Luego tuvo que tomar su avión.
Sally—Sally Roche. Me llamó esa noche desde La Florida,
y después nunca más supe de ella. Me pregunto dónde estará ahora,
quién será ahora. Todo eso fue hace treinta y siete años.
Y ya estoy demasiado viejo para más sorpresas. Los días no tienen reserva,
la vida no esconde profundidades ni misterios, el cielo lo cobija todo,
las hojas arden de luz, la rubia luz
de una tarde de verano que me hizo pensar de nuevo en el pelo de Sally.
Aubade
It’s early, but I recognize this place.
I recognize the feeling, after an endless
Week of mornings in America, of returning
To the home one never really leaves,
Mired in its routines. I walk to what I try to
Tell myself is work, entering at the end of the day
The same room, like the man in Dead of Night—
The dinner, the DVD from Netflix,
The drink before I go to sleep and wake alone
In the dead of night like Philip Larkin
Groping through the dark at 4 a.m. to piss,
At home in the reality of growing old
Without ever growing up. I finally get up
An hour later, run, eat breakfast, read and write—
A man whose country is a state of mind,
A community of one preoccupied with time,
Leaving me with nothing much to do
But to write it off to experience—the experience
Of a rudimentary consciousness at 5 a.m.,
Aware of nothing but the drone
Of its own voice and a visual field
Composed of dogs and joggers in a park.
Albada
Es temprano, pero reconozco este lugar.
Sé cómo se siente, tras eternos
siete días de mañanas en Estados Unidos, volver
a la casa que al final, estancado en sus rutinas,
uno nunca deja. Marcho hacia lo que trato de convencerme
es trabajo, entro al final de la jornada
en la misma habitación, como el sujeto de Al morir la noche—
la cena, el DVD de Netflix,
el trago antes de dormir y despertar solitario
en el fondo de la noche como Philip Larkin,
cruzando a tientas las tinieblas de las cuatro para mear,
cómodo en esta realidad de hacerse viejo
sin haber madurado. Me levanto por fin
una hora después, corro, desayuno, leo y escribo—
un hombre cuya patria es un estado mental,
una sociedad de un solo hombre preocupado por el tiempo,
sin más opción que darlo por perdido a la experiencia—la experiencia
de una rudimentaria percepción del mundo a las cinco de la mañana,
consciente solo del zumbido
de su propia voz y de un campo visual
lleno de perros y corredores en un parque.
Datos vitales
John Koethe (San Diego, 1945) escribe poesía y ensayo. Es autor de varios volúmenes de poesía, incluyendo North Point North: New and Selected (2002), Ninety-fifth Street (2009), and ROTC Kills (2012). John Koethe también publica y enseña filosofía, especializándose en la filosofía del lenguaje. Ha publicado poemas y ensayos en revistas como Poetry, Paris Review, Quarterly Review of Literature,Parnassus, and Art News, etc