Nuevos poetas de Sinaloa: Raúl Durán Hernández (Foja de Poesía No. 472)

Continuamos con el dossier de Nuevos Poetas de Sinaloa coordinado por Mijail Lamas. En esta ocasión presentamos la poesía de Raúl Durán Hernández (Mazatlan,1995). Es estudiantes de literatura en la Universidad Autónoma de Sinaloa.

 

 

 

 

Allá lejos veo el cerro que ni la fe mueve.
De algodón verde se satura
y su falda se deja acariciar por cualquier ojo.
Sus labios de tierra cantan
mas los motores ahogan su canción.

A esta ladera la llenaron de cemento
y el que vive mejor resulta ser el confinado.
Aquí no viven hombres sino quienes solían serlo,
mala gente que camina y va apestando la tierra.

Pero tú, cerrito de verdores clandestinos
nos miras desde lejos, seguro entre el polvo
y acá todos piensan que es al revés.

 

***
Entorpezco versos mientras miro el humo
elevándose en borrosos espirales
que lejos de mí van a perderse quién sabe dónde.

Un segundero no frena su paso
invisible al sueño del vecino.

La muerte canta como metralleta
antes de que el alba desnude paisajes.

Callo por espacio de minutos,
mi pluma calla conmigo
esperando quizá espuma de música
y está sólo este frío calándome otra vez.

 

***
Mi voz, sonido humano
amarrado a mi entrecejo fruncido,
de nada me sirve en la intemperie,
madre de la desnudez.

De nuevo tatúo hojas,
de nuevo mi voz se hace palabra
y la palabra tinta:
inútil sobra mía,
susurro de uno ahogado entre un millón.

Y ahora mis hojas se mancharon de mí,
al fondo Andrés canta
yo no sé
si fue el negro de mis penas
o fue el rojo de tus venas
mi sangría.

 

SALIVA GASTADA

Eres la equidad entre ese tic tac
y un mañana alevoso.

El punto exacto de ebullición de esta agua
plagada de querubines
todos en derredor tuyo.

La huella de una espada corriendo por piel
o cicatrices tatuadas por tus dedos.

Cabellos red de mariposas
y un beso negado:
presa fallida.
Como tú o como el tiempo,
como una manecilla dejando atrás
a la otra.

Todo eso eres:
palabrería.
***
Perdí la modesta cantidad de alegrías que te daba
gateando entre tus tobillos
balbuceando palabras de amor.
Me tendiste mamá tus horas en la mesa
yo las tomé todas y quebré tu jarrón.
Pasamos por seis casas
dejando rescoldos de mi infancia
y mis ganas de abrazarte
decirte no te vayas.
Yo no sé mamá si es por estar más al norte que me volví frío.
Veo tu triste sonrisa que no alcanzan a esconder tus ojos
esas palabras que no dices:
pobre de mi hijo que quiere ser poeta.
Yo escupo estas letras y me siento extranjero
aferrado mamá a tus rodillas
sin querer irme de ti.
***
Éramos liebres jugando a ser conejos
y saltar y saltar.
Éramos un tubo de risas dispuesto a estallar:
fuego fuego me disfrazo.
La felicidad que se envuelve en papel,
la felicidad con nombre de ave
y borrando días.
Un rincón junto al río y ya no hay ciudad,
sólo este espejo que camina.

Yo nunca vi elefantes rosas
pero un bebé me inyectó sus ojos.
El canto de una niña menguó las hormigas bajo mi piel;
fresa, piña, chocolate y el carrusel de sus ojos.

Supe matar el reloj a tiempo
y lo fui todo.

Hoy bebo café
e intento arder en eso que suponen poesía.

 

POR LA OBREGÓN

Miro desde este puente que conecta hombres
y ella pasa.

La luz roja frena los autos
me emparejo a tu carne
caminamos juntos
por metros que son segundos
sin que lo sepas.

Después de quince pasos
y tanto pensar
tanto pensar en voltear
para voltear y no verte.
***
Soy el equivocado
en cuyos ojos se encrespa la sombra.
El irrisorio
de saliva pueril y pestañas matinales.
Un dibujante
mundano de hojas vacías.
El eco que sucede a mis pasos
y una incipiente soltura:
no hay moros en la costa.

 

 

Datos vitales
Raúl Durán Hernández (Mazatlan,1995). Actualmente cursa el segundo semestre de lengua y literatura hispánicas en la UAS.

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