Muestra de poesía canaria. Cuarta parte

Presentamos la cuarta parte de la muestra de poesía canaria contemporánea que ha preparado el poeta y traductor Mario Domínguez Parra para Círculo de Poesía. En esta muestra aparecen poetas nacidos entre 1961 y 1995. Aparecen a continuación poemas de Idaira Serrano de la Cuesta, Antonio Jiménez Paz, Eugenio Millet Rodríguez, Yolanda Soler Onís, Ricardo Hernández Bravo, Macarena Nieves Cáceres, Nicolás Melini, Gloria Cabrera, Alfonso Domingo Quintero, Jorge Ignacio Plaza Corral, Daniela Martín Hidalgo y Ramiro Rosón.

 

 

 

 

Idaira Serrano de la Cuesta

(1995),

Idaira Serrano

nacida en la isla de Tenerife, estudia Traducción e Interpretación en la Universidad de Vigo, Galicia. Ha asistido a cursos de jóvenes escritores en la Escuela Literaria de La Laguna y participado en recitales poéticos en la misma ciudad junto a otros poetas con los que tiene un proyecto común de publicación de un poemario; además de organizar Jam Sessions de poesía actualmente en la ciudad de Vigo.

 

 

 

Yo iba a ser famosa. Iba a salvar el mundo, adoptar dos senegaleses, alquilar un piso. Yo iba a comerme el universo, a dejar mi huella en la Luna. A decir ‘te quiero’ todas las noches. Iba a escribir un libro, plantar un sauce, recibir un Premio Nobel, ser presidenta de Green Peace, alabada por la ONU.

Yo iba a ser feliz, pero me miraste a los ojos.

 

 

 

*

 

Entras en mi boca como la puta más guapa del barrio

sales de mi cabeza para meterte en mis bragas

y así no.

Eras la única capaz de recitarme a Benedetti mientras me arrancabas las medias

a guarra no te ganaba nadie

pero la poesía se veía tan bonita en tu espalda….

Me dijiste que no debíamos hablar de amor,

decías aborrecer a los poetas

y cantar en teatros vacíos.

Pero tardaste poco en versarme en lugar de besarme

Y en querer al drama más que a mí.

y yo…

Yo tardé menos en comerte de rodillas en algún escenario

que se convertía en precipicio

y joder, te caminé hasta caerme.

 

Me enamoré de la libertad,

yo qué sabía que llevaba tus labios.

Te follamé como hacen los poetas de verdad

a sus letras

y no a sus musas.

Pero yo me equivoqué, y lo hice al revés.

A cualquier puta la llaman musa,

y tú eras la peor.

 

 

Me robaste todos los meses

menos abril,

que sigue siendo mío a pesar los pesares

de no llover en tu boca.

Pero los días pasan y no estás y

al menos

yo me despido.

 

Digo adiós mirando tus piernas

que son las que más me duelen

y no voy a disculparme por no pagarte el último beso.

 

Prometo no buscarte cuando crea ver tu espalda entre las calles,

cuando crea oír tus tacones en mi puerta.

 

Cuando escuche tu nombre intentaré mirar hacia otro lado

hacia la izquierda, como siempre

donde siempre.

 

Prometo amar a un hombre y no pensar en ti

hacerle el amor y no el sexo

quererle los días y no las noches.

 

 

Sus labios hablarán de mí,

y yo callaré de ti.

Voy a aferrarme a sus músculos como nunca lo hice

a tus caderas.

 

(Echo de menos bailarte el agua)

 

Algún día, un hombre

te borrará.

 

Hasta entonces…

 

el azul sigue siendo terrorífico.

Por si tenías alguna duda,

puta mía.

 

 

 

 

Ramiro Rosón

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Nació en 1989 en Santa Cruz de Tenerife. Es licenciado en Derecho por la Universidad de La Laguna. Escribe poesía lírica y teatro. Ha publicado La desgracia de Orfeo y el desdén de Colombina, libro que reúne dos obras teatrales, y el poemario Tratado de la luz, ambos en la editorial canaria Ediciones Idea. Ha publicado diversos textos en la revista Nexo, del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias, y en la revista Fábula, de la Universidad de La Rioja. Ha participado en la antología virtual de poesía Las afinidades electivas. Ha colaborado con el escultor Román Hernández en su proyecto artístico, literario y musical Armario de luces y sombras, acompañado de testamento ológrafo y otros enigmas. Una muestra de sus poemas se ha incluido en la antología de poesía hispánica contemporánea publicada por la editorial griega Vaxkikon.gr (antología editada y traducida por Ati Solerti). Ha actuado en la obra teatral Cuatro de corazones, creada y dirigida por Daniel María y estrenada en septiembre de 2013.

 

 

 

Júbilo

 

El océano bate,

con súbitos bramidos espumosos,

los negros arrecifes de la costa.

El aire de salitre,

como un raudal de sílfides alegres,

baja sobre mi frente sudorosa.

En una charca límpida, los niños

juegan alborozados:

nadan, ríen, disfrutan de las aguas

hacia la media tarde, cuando incide,

sobre toda mi piel y mi conciencia,

la suave luz, en su medida justa,

ni pródiga ni escasa.

Mi júbilo sereno

y el de quienes ahora me rodean

solo son el anuncio

del que vendrá glorioso, inadvertido,

cuando se desintegren

las cadenas del tiempo y el espacio,

y, al ritmo de una música infinita,

se sumerjan mis brazos en las aguas

de la inmortalidad. En ese día,

rebasaré mis límites nadando;

seré del todo libre.

 

 

 

 

 

Teno

 

Como sonoras láminas de jaspe,

las olas acarician el basalto

de los acantilados escabrosos.

Bajo mis pies, las rocas se desnudan,

abriéndome feroces verticales,

indomables aristas.

Como trozos de nieve inalterada,

los asfódelos brotan

de las húmedas yerbas del camino.

Pronto recibo su mensaje blanco:

la pureza fulgura

desde la soledad inmarcesible,

desde la inhabitada lejanía.

Sobre las altitudes que laceran

ramalazos de vientos y de lluvias,

ahora guardo un trémulo silencio,

mirando las aristas

de los acantilados

y la suave planicie de las aguas.

Y me siento borracho

de un vértigo indecible,

como si poseyera

la salud infinita de los dioses.

 

 

 

 

Daniela Martín Hidalgo

(1980)

Daniela Martín Hidalgo

Ha publicado Memorial para una casa (La Palma, 2003), La ciudad circular (Litoral Elguinaguaria, 2003) y el libro de cuentos infantiles En el jardín botánico (Interseptem, 2005). Licenciada en Filología Hispánica, reside en los Países Bajos donde ejerce como profesora de español.

 

 

 

Instrumentación

                       Las palabras que usamos para designar esas cosas están viciadas.

                                                                                  Enrique Lihn

 

Desde aquí una mesa

es una mesa,

una cuchara una cuchara.

 

Vas a trabajar y regresas.

 

Lenguaje para pedir cosas, firmar

formularios.

Sin metáforas.

 

Centros comerciales y música

en los coches, nada sagrado,

 

un ligero dolor en las muñecas.

(Inédito)

 

 

 

Últimas visitas al museo

A veces

no puedo levantarme, dices

 

despertadores, el cuerpo una

boya vacía.

A veces no logro confiar

en las palabras,

líquida la realidad, espesa

su baba,

este modo de decir

que está cansado.

 

Creí que la vida

acabaría por ilusionarme.

 

Pero se acaba el verano, hay días

en que repto incapaz

como un animal de erguirme.

Hoy me despertó el teléfono, entré

en el herbolario:

después de todo, los invernaderos

por dentro iluminados, el mecanismo

de ciertos interruptores, la sed.

Deberíamos visitar ya sólo

las obras del pasado.

 

Pero se acaba el verano,

la luz en los días se agota:

nos desangramos de esta lenta

enfermedad del bienestar.

Quedan cuencos,

sólo representaciones vacías.

 

Sin tensión,

pronuncio este idioma

que nada significa, la comida

cae cicatrizándose

hacia el final de la garganta.

(Inédito)

 

 

 

 

Jorge Ignacio Plaza Corral

1980

 

jorge plaza corra

 

 

Como poeta ha publicado Yo y otros círculos viciosos (Ediciones Idea). Nací en 1980 a primeros de otoño.

 

 

 

Esta noche de alisios y luna desgajada

Luna mora que mira disimuladamente

Brilla Venus de lejos con su soberbia intacta.

Posees la armonía de los perfiles griegos.

Tus dedos son esquivos como las tentaciones

Me cuesta retenerlos incluso en mi recuerdo.

Soy demasiado brusco también para los pájaros.

Las noches son más cortas los días de verano,

Breves como tus besos, sencillos pero dulces.

La carne de tus labios es uva sin hollejo

Y has dejado un resabio de azúcar en mi boca.

Nos besamos, fue breve y no toqué tus piernas

Ahora quiero lamerlas como cuando la brisa

Envuelve con su lengua húmeda y pesada

Los íntimos contornos de una granada abierta.

 

Estamos cansados ya de la sombra

Cansados de serpentear como reptiles fugitivos

Debajo de la tierra

De humillar la nuca y la cabeza

Cansados de ocultarnos entre la maleza

Y de absorber la pena del mundo en el pecho muy hondo

Más hondo que donde nunca antes todavía

Cansados de izar banderas negras

Y observarlas ondear a media asta

Tristemente ondear apenas agitadas

Por una brisa hipocondríaca.

Cansados de intubar nuestros anhelos

Con las más caras máquinas del mundo

Cansados de citarnos en los callejones sin salida

Del desesperado futuro

Más allá de los luminosos de neón

Y la prosperidad asistida

Cansados de esperar

Deseosos

De que despuntes trigo del vientre de la tierra

Libre del lastre de la incertidumbre.

 

 

 

 

 

Alfonso Domingo Quintero

 

Alfonso Domingo Quintero

 

Nació en Santa Cruz de Tenerife en 1973. Estudió Filología Hispánica en la Universidad de La Laguna. Impartió las tutorías de las asignaturas Teoría Literaria para Filología Hispánica y Lengua Española para Filología Inglesa (2008-2009). Es colaborador del suplemento cultural “El perseguidor” del Diario de Avisos de Tenerife y de la revista del Ateneo de San Cristóbal de La Laguna Cuadernos del Ateneo. En enero del próximo año se editará su libro Insulario menor.

 

 

Las dunas

 

La luz tibia del atardecer de agosto se deshace en las dunas ocres de la playa, donde las redes desgastadas y cobrizas, tendidas en las rocas de la orilla, son blanqueadas por el salitre, como las caracolas y las conchas siempre cercadas por la arena. El cielo ya rojo enciende las losas de la iglesia, perdida en los campos erosionados por el viento. La endémica sed de los matorrales, con sus diminutas flores blancas, es pasto de la hoguera final del ocaso que se extiende en este paisaje sin sombra, y es música temblorosa en los bancales desérticos casi a flor de agua como los médanos. El día marca así sus propios límites, y los dátiles llenos de sol también se apagan con la última luz verdosa, que se extingue en un puro y tranquilo vencimiento. Nada queda ya del día. Empieza el frío intenso de la noche, y pasan lejanos los astros calladamente, sobre las montañas difusas del verano. Alguien me dice que esto también nos pertenece.

 

 

 

 

Inscripciones del día

 

He venido a visitar el jardín, a sentarme en el banco que está tras la senda invadida a trechos por las zarzas y los rosales punzantes. En el lugar secreto se encienden las salas de los signos: mi libro de poetas predilectos. Ante ti, su mausoleo y el canto mínimo de pájaros antiguos, la música más necesaria. Ahora el día se hace más ilustre, más ameno. Aprendo las palabras de lo inusitado. Empieza la fragilidad de lo sensible, sus tornadizos giros de sol, la plenitud vertical del cielo, su pradera incandescente. Mi crucial desconocimiento de la armonía. Pasa un sueño de grafías, viejo lenguaje de la adolescencia y su entusiasmo. El mundo no adivina su sentido, los exégetas celebran otras formas. Allí es tan sólo un jeroglífico en piedras muertas. Laberinto incomprendido del orfebre. Variaciones ocultas. Siento la condición inestable de la estación: aire, viento, brisa. Frío. Calla el crepúsculo. Sigues leyendo. Debes volver. Luminarias y sólida oscuridad.

 

 

 

 

 

Gloria Cabrera

(1973)

Gloria Cabrera

Nacida en Gran Canaria, licenciada en filosofía y doctora en antropología social, se ha dedicado a la literatura de forma más intensiva desde 2007, realizando diversos recitales y colaborando con otros poetas de su generación en la isla de Tenerife, donde reside en la actualidad. Autora de ensayos de carácter etnográfico (Los hombres y las mujeres de la mar, publicado por el Centro de la Cultura Popular Canaria en 1997, y La miseria del oro blanco, Ediciones Idea, 2011), con el poemario Crisálidas proyecta ahora presentar al público su primer trabajo compilando los textos más relevantes de su trayectoria como poeta. En la actualidad trabaja en otra nueva obra poética Los Cantos del Desencanto, a punto de culminarse.

 

RECETA PROBABLE

 

Elija usted una esponja

bien hambrienta

y vierta en ella

con mucho

cariño

siete nidos por lo menos

de pajaritos que no

sepan pararse

quietos,

la sed de un desierto

con espejismos

incluidos,

su corona de espinas

de rosas secas

de amor

pasado

y muchas esperanzas,

insectos o cosas vivas

como un bosquejo

de olivos.

Añada

también

el vaivén

de un viento,

el asombro de un viejo

los sueños de un niño despierto

o las dudas de un péndulo joven…

Cualquier cosa imposible

que se le escurra

de su propia

cosecha

y

barro,

arena,

tierra,

cemento

algo fuerte que pegue

un suspiro de la luna o un ladrido de perro…

¡¡Música mismo!! O versos bien hechos

también sirven…

Después

déjela sola

a la esponja,

que se empape

y se macere

toda.

Añádale

sangre caliente

el impulso, si puede, de un solo latido,

y al final quizás logre tener a mano

un hermoso y torpe corazón

aprendiz de poeta.

 

 

CARNE DE IDENTIDAD

 

Si yo fuera

infeliz como un pez

nadando por fuera del agua,

con las escamas bien guardadas,

y usara los trampolines apenas como ascensores,

y viera

en la luna solo

una piedra blanca,

en vez de almendras…

Si yo no llevara

este corazón de migas

extenso como un pan con hambre,

y supiera enjaular el viento

inflando globos azules

para evitar los

pájaros…

Si yo no mantuviera

bien abiertas las ramas

como el patio de los olivos

 

y dejara de hacer cosas raras

como rebuscar rosas

por las guitarras

o perseguir

regueros…

Si yo huyera

siempre de los laberintos,

como del miedo que parió a dios,

y

fuera condescendiente

hasta los infiernos,

y

perdiera

mi carne

de identidad,

y usara sordina

y no gritara nunca…

Si

yo no

pudiera

ser cabrera…

¿De qué valdría?

 

 

 

 

Nicolás Melini

(Santa Cruz de la Palma, 1969)

Nicolas Melini

Ha publicado las novelas El futbolista asesino (2000) y La sangre, la luz, el violoncelo (2005), los volúmenes de cuentos Historia sin cariño de Remedios Quiero Besarte (1999), Cuaderno de mis mayores (2002) y Pulsión del amigo (2010) y los libros de poemas Cuadros de Hopper (2002), Adonde marchaba (2004) y Los chinos (2012). Autor de los cortometrajes de ficción Mirar es un pecado e Hijo y del corto documental Bucarest 2005, fue colaborador en los diálogos adicionales de La balsa de piedra, largometraje de George Sluizer basado en la novela homónima de José Saramago, y coguionista del exitoso La raya, cortometraje de Andrés Koppel. Ejerció la crítica cinematográfica en el periódico La Tribuna de Canarias y en las revistas La Fábrica, Cinerama y Cuadernos del Ateneo, trabajo recogido en 2007 en su libro De cine (Cine español, norteamericano, francés y otros). Entre 2007 y 2009 editó el blog/revista La Mancha, un espacio para la narrativa en español, junto con los novelistas Juan Carlos Méndez Guédez, Ernesto Pérez Zúñiga y Juan Carlos Chirinos. Es el escritor español más joven incluido en el libro La narrativa española de hoy (2000-2010) La imagen en el texto I. Edición de Natalie Noyaret (Luminaires, Passages interculturels, Francia, 2011).

 

 

 

 

VIAJAMOS LEJOS

 

Los cuatro nos fuimos de road movie

por el norte. Kilómetros de carretera juntos

los cuatro hermanos en un coche de alquiler. Ciudades

y pensiones y paisajes sin hablar prácticamente

de todo lo que ya sabemos de sobra. Para qué.

Mi hermana como la dejaron. Mi hermano

como se quedó. Pero estábamos juntos y éramos

fuertes. Jorge conducía. Yo hacía algunas fotos.

Cada uno tenía su papel en todo esto.

Galicia, Portugal, Nosotros. Hasta aquí hemos llegado

y sin embargo seguimos adelante.

La carretera infinita, el mar interminable, el cielo.

Podemos llegar más lejos todavía. Haremos

noche en otro sitio. Ya nunca tendremos

que volver sobre nuestros pasos.

 

 

 

 

DEVOLUCIONES

 

Fui a comprar arena

para la gata. Estaba esperando

en la cola cuando una señora mayor

se acercó a la cajera. Entró por la puerta

del supermercado y fue indecisa directamente

a hablar con la muchacha. La señora mayor

poco más que dignamente vestida, resistiéndose

a la mendicidad, tal vez. Eso lo supimos

la cajera y yo al mirarla. Había algo en ella, sin

ser demasiado explícito, que te contaba

todas aquellas dificultades. Le dijo

—razonable— que quería devolver

aquel bote de ketchup. No está viejo ni nada,

añadió después, gratuitamente, cuando la muchacha

ya le había dicho que no había ningún problema.

Tenía el bote de ketchup en una mano

y el tique de la compra (un tique

de hacía tiempo) en la otra. Qué quiere,

comprar otra cosa, comprendió la cajera. Claro.

Eso era. Entonces se adentró en el supermercado

y la muchacha se volvió para atenderme.

 

Poemas de Cuadros de Hopper (Ministerio del Aire, Madrid, 2002)

 

 

 

Macarena Nieves Cáceres

(Lanzarote, 1968).

Macarena Nieves Cáceres

Reside y trabaja en Las Palmas de Gran Canaria. Escritora y Artista Visual vinculada a la acción feminista y al mundo de la performance. Pertenece al equipo promotor y editor de la revista Al-harafish desde 1997; coordinando su edición poética desde 2004. Ha publicado los poemarios Hablo jable, Ediciones Idea. 2008; Lo que la tierra alberga, Gas Editions. 2008; Fluidos de jade, al-harafishedita. Poesía erótica. 2005; De Amor y Locura, al-harafishedita. 2004; La Prueba Vital. Libro objeto. 2003 y Me declaro difunta. Litoral Elguinaguaria. 2002.

Ubicaciones

 

La gente esperando

donde los semáforos

entre el palacio de

cristal y la sede

de gobierno,

en la gritería

sin anémonas.

 

La hija del agua

donde el barranco,

escalera arriba

hacia lo invisible

al pie de la

montaña,

esparciendo ungüentos.

 

                       (Del poemario Me declaro difunta, editado por Litoral Elguinaguaria.  2002)

 

 

 

I

 

envenenada la memoria

repite el castigo del olvido

sin (dientes) saber del placer

de amamantar a la bestia

 

si me salgo de las cosas (desnuda)

me des-visto de otras

 

 

II

 

aúllan paréntesis que ensombrecen

formas sin sentido voces

que no cesan (lloran)

 

distraída del paisaje de Atocha

con ahínco ella escribe

mientras nieva en Londres

 

aún no siendo primavera

se atiene al saber de las flores

                                                   du mal

de la ínsula

                                                                (Del poemario Decir solo. Inédito. 2009)

 

Ricardo Hernández Bravo

(El Paso, Isla de La Palma, 1966).

ricardohernandezbravo

Es licenciado en Filología Hispánica y profesor de Lengua y Literatura en Enseñanza Secundaria. Ha editado los libros de poesía El ojo entornado (1996); En el idioma de los delfines (Premio Julio Tovar 1996) (1997) y El aire del origen (poemas 1990-2002) (2003). Sus dos últimos poemarios, La tierra desigual (2005) y Alas de metal (2008), son fruto de la colaboración con los pintores Hugo Pitti y Graciela Janet. Como narrador ha publicado Siete cuentos (1997), libro que recoge sus relatos premiados en diferentes certámenes. Figura en las siguientes antologías poéticas: De Canarias a Marsella, edición bilingüe de los Cuadernos del Ateneo de La Laguna y la revista Autre Sud de Marsella (2002); Poetas canarios en Buenos Aires (2009), Poesía canaria actual(A partir de 1980) (2010) y Poetas de una sola isla. El grupo de La Palma (1990-2011) (2012). Selecciones de sus poemas han aparecido asimismo en periódicos y revistas literarias como Azul, La fábrica, Casatomada, Paralelo Sur y Ágora, entre otras. 

 

 

 

No llegamos más adentro

de la piel inaugurada por el miedo.

Traiciona el corazón, lo que tragamos

y nos sirve de puente en la riada.

Indigesta el viejo afán de pureza,

inútil el cincel en el desbaste.

La otra cara del hambre nos enfanga,

la mariposa enferma crecida en la manzana,

su vuelo raso en la carne mordida, y ese polvillo

de sus alas entre los dedos siempre

condenados al roce.

 

(De En el idioma de los delfines)

 

 

 

 

 

Golosa al mercadeo esta flojera,

el embebecimiento del ojo dirigido;

el ojo que sucumbe

a la coloración de la mentira,

al destello de falsa trascendencia;

el ojo que celebra

la irradiación de lo virtual,

el vislumbre en la red de ocultamientos,

en la precariedad

de la imagen sobrepuesta a la imagen

la estricta permanencia de lo efímero.

 

(De Los posos de la sed, inédito)

 

 

 

 

Yolanda Soler Onís

(Comillas, 1964).

Licenciada en Filología Hispánica, posee un DEA (Diploma de Estudios Avanzados) en Literatura Española y un posgrado en Dirección y Gestión de PYMES. Entre 1986 y 1995 fue gestora cultural y periodista en distintos medios de comunicación de Canarias. Desde entonces ha trabajado en el ámbito de la difusión de la lengua y la cultura española, primero para la Universidad Internacional Menéndez Pelayo y desde 2005 en el Instituto Cervantes, como directora de las sedes de Mánchester y Varsovia. En 1986 obtuvo los premios José Hierro de Poesía y Ciudad de La Laguna de Novela, con Sobre el ámbar y Un tiempo de té con miel, y en 2002 el Premio Tristana de Novela con Malpaís. Ha publicado, además, otros poemarios, entre los que se encuentran Nombres ajenos, Botania, Mudanzas y De los ríos oscuros; así como las antologías Memoria del agua y Memoria del agua y otros poemas. Es autora de distintos trabajos relacionados con la didáctica de la Lengua y la Literatura, como José Hierro para niños y José Hierro: Geografía Mítica.

 

 

El extranjero

A Elicura Chiuailaf

 

Calla como quien danza bajo el agua

y sueña.

Cada noche regresa a una ciudad

varada en la penumbra de los árboles

donde un niño atesora los nombres de las cosas,

esos que habrán de dividirle

mientras sus dedos fijan en el aire

otro alfabeto.

 

 

 

El verano

 

El verano

es un sendero

que bordea el acantilado,

transparencia del agua entre urros

dispersos, piedras del rayo

y cuevas que comunican la playa

con el horizonte.

 

Tierra adentro,

hay quien lleva para otros el mar

en la mirada,

gotas de arena en los brotes del sueño.

 

El verano es un muchacho de ojos claros,

un lunes de febrero por la tarde

en un bar de Madrid.

 

Publicado en De los ríos oscuros, 2010

 

 

 

Eugenio Millet Rodríguez

Eugenio Millet

nace en Santa Cruz de Tenerife en 1962. En 1979 obtiene el accésit de publicación del premio Félix Francisco Casanova, en la modalidad de poesía, con su obra Últimos versos. En 1980 obtiene el premio de narración Ángel Acosta, convocado por el periódico LA TARDE, con su cuento “La estirpe muerta”. El 19 de septiembre de ese mismo año participó, junto a otros componentes de la llamada Joven Poesía Canaria, en el homenaje al poeta Pedro García Cabrera, celebrado en el Círculo de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife. En ese acto lee su poema “El amor es un tigre disfrazado de mariposa”. Entre 1983 y 1985 publica, en distintas páginas y revistas literarias (“Borrador” del DIARIO DE AVISOS, “Nocturno” de JORNADA y LIMINAR), parte de su obra Pasto lascivo. En 1985 aparece la plaquette titulada La mamarracha. Publica pequeños conjuntos de poemas también en las páginas de periódicos y fanzines en 1985 (Florecillas en “Nocturno” de JORNADA y Canciones de bujé en LA OLA) y en 1986 (La risa de los mastines en “Tagoror” de EL DÍA). La revista MENSTRUA ALBA publica en 1987 el conjunto de cuatro poemas titulado De la vida errante. Ese mismo año escribe, junto al periodista Quico Belda, los guiones del programa Radio Wege que emite Radio Tacoronte y termina la segunda versión de su novela dialogada Aves del paraíso. En abril de 1990 publica su último poema en las páginas de LA GACETA DE CANARIAS. Muere en La Laguna a finales del mes de marzo de 1991.

 

 

EL AMOR ES UN TIGRE DISFRAZADO DE MARIPOSA (1980)

 

No… ¡y es tanto el pesar! pero a veces la verdad

sirve para buscar espigas en otros cuerpos.

No, deseo negarme rotundamente, negarme, sí,

pero entonces caería en un tiempo de narciso irremediable,

entonces no sería más que un paladín de los rezos perdidos,

no sería más que el recuerdo a un oscuro

lugar donde habita la nada,

junto a las otras montañas de fotos

que pintan con tanto fervor tu cara.

 

De nada serviría si te he querido

como el párpado a la lluvia,

yo sé que nada se escribiría en nuestro

libro mutuo de palabras,

es inútil una hoja nueva,

un certero verso;

sobre todos los desiertos

y en la sequedad más amarga

prediqué aun sabiendo del cansancio

el calor tenue de tus labios,

batí con furia el gotear inmenso de tu corazón,

aún más inmenso el cauce de mis manos.

 

Pero no… ¡ya es que nacer tú entre los campos

que cubren mi jardín de frío!

y saber entonces de aquellas imágenes vírgenes,

creer entonces en la madera vieja

de la guitarra dolida que era tu barriga,

salir enervados de alegría, debilitados por el hambre

más pasional que necesitan los amantes,

tomar el sol al Este y madrugada,

ese sol de luces primeras y del volar

presuroso de las manadas de pájaros sobre mi gran ciudad,

ese sol que escurría la esencia en mil pedazos

sobre las arenas carnívoras de mi abrazo tierno y último…

 

No, no saber nada de ti, no saber nada, haberte olvidado,

que alargaras tu figura hacia otros mundos idos,

adiós, te hubiera dicho gustosamente,

hubiera deseado haberte dicho adiós,

pero aquí estoy irremediable,

mintiéndome como un tigre disfrazado de mariposa,

como un ángel con alas de abrasador fuego…

¡Oh, qué razón para tenerte sumida en los sorbos ebrios

de mis labios desgajados! ¡Qué tristeza y qué alegría no poder

abrir tremendamente y devorar con pasión el pan de tus venas desnudas!

 

¡Qué inutilidad desechar las partes infecundas de tu cuerpo,

si cuando yo te disecaba pacientemente sobre mi mesa tú no eras

más que el polvo que brotaba de tus senos… oh virgen tan desnuda

que pareces un montón de violetas arrancadas!

¡Oh para cuándo, si es que de verdad existe ese lugar en nuestro amor,

dónde ese día en que sentiré por fin el fiel regazo de tu piel

celulosa y animal!

¡Oh para cuándo, yo te pregunto, y tú, como un tigre,

abres la boca y me ruges, ahuyentándome, con tus dientes!

 

Mas, cuando muerdas, quiero ese dolor en mí,

ese dolor que es la perfecta expresión de tu rabia,

deseo ahogarme como un suicida en tu garganta de fiera;

 

mas soy yo quien aprenderá ese dolor de alegría y de muerte,

esa lección inaugural donde el aire ponga fin a mis hallazgos,

una lección que será escrita sobre el incienso,

con las letras negras de las tumbas, con puñales de canto

primitivo entre mis dedos.

 

Ese dolor, adiós a las efímeras verdades que me has revelado,

ojo para el perdón postrero, para la campana que cuelga

en la soga de tu cuerpo como un templo.

Sea palabra, que nos saluda triunfalmente desde lo alto,

nos enarbola en el espacio de tiempo brevísimo,

y otorga un alivio al herir destrozado.

 

Pero mírame, abre tu selva y enseña esa cabeza ensangrentada,

muestra de verdad todo lo que eres, muestra tus dientes…

muestra el celo y la alegría con que amas en el desierto,

muestra los caminos que parecen severos por todo tu pelaje

y por tu madriguera nocturna…

mas, ahora ya es tarde, he de irme, he de buscar

el placer de la ciudad,

he de recorrer la calle buscando otros tigres enjaulados;

¡qué de ríos y de abrazos te hubiera dado!

¡qué de mordeduras hubieran abierto un hueco entre tus pies!

 

Y es que nunca sabré darte la mano,

ni levantar tus brazos y alzarlos como gaviotas

repletas de aire,

¡y es que son tantas las montañas en las que te has escondido

que yo he preferido morir en esta vida del llano!

Aquí… donde nunca sabré si mirarte,

si buscarte en la noche,

si dejarte olvidada como un tigre que se disfraza de mariposa.

 

 

 

 

 

ACECHO DEL OKAPI

La leona hambrienta

acecha

escondida en la colina

un okapi grácil deseable

que salta ágil

piedra en piedra

matas ramas

olfateando el aire reseco en la llanura

Calina ofusca

no hay extraños fuera

calma

vegetación seca

el abrevadero sacia

Sediento receloso viene a la orilla

bebe su lengua

reposa calor molesto

Revuelca su cuerpo en el barro

extiende grato

restriega su piel marcada de fuerza

Qué baño tentador

Qué hermoso pace y toma el sol

De un zarpazo

bajo mis garras tus patas

Ah festín vientre pecho

tronco exquisito

de qué labios carnosos hartarme

Adéntrate limpio

qué propicia agua gusta

zambúllete

nada

descuida

Perseguí comerte

tras viento

tras sol constante

Salgo de maleza guarecida

qué orilla cenagosa

qué animal extasiado

Clavo uñas tierra

no apartes okapi

Tensa caza

 

(De Pasto lascivo)

Antonio Jiménez Paz

Antonio Jiménez Paz

Nació en La Palma en 1961, Es licenciado en Filosofía y Experto Universitario en Planificación y Gestión Cultural. Ha publicado los poemarios Los ciclos de la piel (Madrid, Ediciones La Palma, 1992); Tratado de ornitología (S/C Tenerife, La Calle de la Costa, 1994; 2ª Ed.: Baile del Sol, 2013); Diario de la distancia (Madrid, Huerga & Fierro Editores, 1996) y Casi todo es mío (S/C Tenerife, Artemisa Ediciones, 2005; 2ª Ed.: Baile del Sol, 2008). Ha colaborado en periódicos y suplementos culturales con infinidad de entrevistas a personajes relacionados con la Cultura en Canarias, haciéndolo actualmente con escritores nacionales e internacionales para el suplemento cultural “Revista de Letras” del periódico La Vanguardia. Por fascinación y seducción literarias se ha dedicado al estudio e investigación sobre otros autores como Félix Francisco Casanova (S/C Tenerife, 1956-1976) o Antidio Cabal (Gran Canaria, 1925 / Costa Rica, 2012), encargándose de la edición de la obra poética completa de este último en España. Su obra está recogida en varias antologías.

 

 

INSTANTE DE VERGÜENZA Y ÁRBOLES

 

Hay un instante de vergüenza y árboles

o de árboles y vergüenza en cada vaso

que alcanza mi boca

que diríase que un viento suave lo conmueve.

 

Los días son duros y el pan se ha reblandecido,

el agua recorre los canales y las venas se encrespan,

pero una llave permite a un pasillo secreto

que da a una ventana.

Por eso he visto estrellas como kamikazes

y kamikazes como estrellas.

Porque en verdad estos días

se han desleído sobre la piel

y me siento obligado a renunciar al cielo

o a rastrearme sobre el polvo de la tierra.

Poco importan, entonces, las teclas de la máquina,

igual que mi amor, poco importa,

igual que la suerte, poco importa.

 

¡Si en los bares vendiesen clientes!

Ojalá vendieran el vaso con el vino

y al cliente con su mirada,

con toda la mirada acumulada del mundo.

Porque ha crecido más el tulipán

que mi labio inferior

y mis bíceps menos que las alas

de la libélula entre los juncos.

 

Aquí se ensalzan paisajes amarillos

y pobres niños aferrados a una bolsa de plástico;

aquí se engrandece la pisada más contundente

y el vasallaje entre los parientes de sangre;

aquí se canta con gestos y palabras que no aletean

y todos se asombran de que las uñas de mis zapatos

gusten enterrarse bajo el asfalto.

 

Ay, si aquella noche de fenómenos atmosféricos en general

me hubiesen dado la oportunidad del agua

yo hubiera o hubiere sido, por ejemplo, pez.

Pero papá contaminaba el aire con humo,

mamá rompiéndose minuto a minuto la vagina:

pasaban coches por la carretera

y gaviotas por la orilla del mar,

por la cumbre ratas de monte

y por las huertas lombrices de tierra.

 

Ay, si aquella noche de fenómenos atmosféricos en general

me hubiesen dado la oportunidad del agua

yo hubiera o hubiese nacido

por ejemplo

pez.

(De Los ciclos de la piel)

 

 

 

 

Irrumpe una flecha

en la humareda de la noche,

se clava y alcanza su empeño

los escondites del querer,

se aloja y deja el corazón malherido.

En la herida yace una razón.

Y en la razón, humo.

 

Demasiado humo

para distinguir al arquero.

 

(De Diario de la distancia)

 

 

 

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