Presentamos la cuarta parte de la muestra de poesía canaria contemporánea que ha preparado el poeta y traductor Mario Domínguez Parra para Círculo de Poesía. En esta muestra aparecen poetas nacidos entre 1961 y 1995. Aparecen a continuación poemas de Idaira Serrano de la Cuesta, Antonio Jiménez Paz, Eugenio Millet Rodríguez, Yolanda Soler Onís, Ricardo Hernández Bravo, Macarena Nieves Cáceres, Nicolás Melini, Gloria Cabrera, Alfonso Domingo Quintero, Jorge Ignacio Plaza Corral, Daniela Martín Hidalgo y Ramiro Rosón.
Idaira Serrano de la Cuesta
(1995),
nacida en la isla de Tenerife, estudia Traducción e Interpretación en la Universidad de Vigo, Galicia. Ha asistido a cursos de jóvenes escritores en la Escuela Literaria de La Laguna y participado en recitales poéticos en la misma ciudad junto a otros poetas con los que tiene un proyecto común de publicación de un poemario; además de organizar Jam Sessions de poesía actualmente en la ciudad de Vigo.
Yo iba a ser famosa. Iba a salvar el mundo, adoptar dos senegaleses, alquilar un piso. Yo iba a comerme el universo, a dejar mi huella en la Luna. A decir ‘te quiero’ todas las noches. Iba a escribir un libro, plantar un sauce, recibir un Premio Nobel, ser presidenta de Green Peace, alabada por la ONU.
Yo iba a ser feliz, pero me miraste a los ojos.
*
Entras en mi boca como la puta más guapa del barrio
sales de mi cabeza para meterte en mis bragas
y así no.
Eras la única capaz de recitarme a Benedetti mientras me arrancabas las medias
a guarra no te ganaba nadie
pero la poesía se veía tan bonita en tu espalda….
Me dijiste que no debíamos hablar de amor,
decías aborrecer a los poetas
y cantar en teatros vacíos.
Pero tardaste poco en versarme en lugar de besarme
Y en querer al drama más que a mí.
y yo…
Yo tardé menos en comerte de rodillas en algún escenario
que se convertía en precipicio
y joder, te caminé hasta caerme.
Me enamoré de la libertad,
yo qué sabía que llevaba tus labios.
Te follamé como hacen los poetas de verdad
a sus letras
y no a sus musas.
Pero yo me equivoqué, y lo hice al revés.
A cualquier puta la llaman musa,
y tú eras la peor.
Me robaste todos los meses
menos abril,
que sigue siendo mío a pesar los pesares
de no llover en tu boca.
Pero los días pasan y no estás y
al menos
yo me despido.
Digo adiós mirando tus piernas
que son las que más me duelen
y no voy a disculparme por no pagarte el último beso.
Prometo no buscarte cuando crea ver tu espalda entre las calles,
cuando crea oír tus tacones en mi puerta.
Cuando escuche tu nombre intentaré mirar hacia otro lado
hacia la izquierda, como siempre
donde siempre.
Prometo amar a un hombre y no pensar en ti
hacerle el amor y no el sexo
quererle los días y no las noches.
Sus labios hablarán de mí,
y yo callaré de ti.
Voy a aferrarme a sus músculos como nunca lo hice
a tus caderas.
(Echo de menos bailarte el agua)
Algún día, un hombre
te borrará.
Hasta entonces…
el azul sigue siendo terrorífico.
Por si tenías alguna duda,
puta mía.
Ramiro Rosón
Nació en 1989 en Santa Cruz de Tenerife. Es licenciado en Derecho por la Universidad de La Laguna. Escribe poesía lírica y teatro. Ha publicado La desgracia de Orfeo y el desdén de Colombina, libro que reúne dos obras teatrales, y el poemario Tratado de la luz, ambos en la editorial canaria Ediciones Idea. Ha publicado diversos textos en la revista Nexo, del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias, y en la revista Fábula, de la Universidad de La Rioja. Ha participado en la antología virtual de poesía Las afinidades electivas. Ha colaborado con el escultor Román Hernández en su proyecto artístico, literario y musical Armario de luces y sombras, acompañado de testamento ológrafo y otros enigmas. Una muestra de sus poemas se ha incluido en la antología de poesía hispánica contemporánea publicada por la editorial griega Vaxkikon.gr (antología editada y traducida por Ati Solerti). Ha actuado en la obra teatral Cuatro de corazones, creada y dirigida por Daniel María y estrenada en septiembre de 2013.
Júbilo
El océano bate,
con súbitos bramidos espumosos,
los negros arrecifes de la costa.
El aire de salitre,
como un raudal de sílfides alegres,
baja sobre mi frente sudorosa.
En una charca límpida, los niños
juegan alborozados:
nadan, ríen, disfrutan de las aguas
hacia la media tarde, cuando incide,
sobre toda mi piel y mi conciencia,
la suave luz, en su medida justa,
ni pródiga ni escasa.
Mi júbilo sereno
y el de quienes ahora me rodean
solo son el anuncio
del que vendrá glorioso, inadvertido,
cuando se desintegren
las cadenas del tiempo y el espacio,
y, al ritmo de una música infinita,
se sumerjan mis brazos en las aguas
de la inmortalidad. En ese día,
rebasaré mis límites nadando;
seré del todo libre.
Teno
Como sonoras láminas de jaspe,
las olas acarician el basalto
de los acantilados escabrosos.
Bajo mis pies, las rocas se desnudan,
abriéndome feroces verticales,
indomables aristas.
Como trozos de nieve inalterada,
los asfódelos brotan
de las húmedas yerbas del camino.
Pronto recibo su mensaje blanco:
la pureza fulgura
desde la soledad inmarcesible,
desde la inhabitada lejanía.
Sobre las altitudes que laceran
ramalazos de vientos y de lluvias,
ahora guardo un trémulo silencio,
mirando las aristas
de los acantilados
y la suave planicie de las aguas.
Y me siento borracho
de un vértigo indecible,
como si poseyera
la salud infinita de los dioses.
Daniela Martín Hidalgo
(1980)
Ha publicado Memorial para una casa (La Palma, 2003), La ciudad circular (Litoral Elguinaguaria, 2003) y el libro de cuentos infantiles En el jardín botánico (Interseptem, 2005). Licenciada en Filología Hispánica, reside en los Países Bajos donde ejerce como profesora de español.
Instrumentación
Las palabras que usamos para designar esas cosas están viciadas.
Enrique Lihn
Desde aquí una mesa
es una mesa,
una cuchara una cuchara.
Vas a trabajar y regresas.
Lenguaje para pedir cosas, firmar
formularios.
Sin metáforas.
Centros comerciales y música
en los coches, nada sagrado,
un ligero dolor en las muñecas.
(Inédito)
Últimas visitas al museo
A veces
no puedo levantarme, dices
despertadores, el cuerpo una
boya vacía.
A veces no logro confiar
en las palabras,
líquida la realidad, espesa
su baba,
este modo de decir
que está cansado.
Creí que la vida
acabaría por ilusionarme.
Pero se acaba el verano, hay días
en que repto incapaz
como un animal de erguirme.
Hoy me despertó el teléfono, entré
en el herbolario:
después de todo, los invernaderos
por dentro iluminados, el mecanismo
de ciertos interruptores, la sed.
Deberíamos visitar ya sólo
las obras del pasado.
Pero se acaba el verano,
la luz en los días se agota:
nos desangramos de esta lenta
enfermedad del bienestar.
Quedan cuencos,
sólo representaciones vacías.
Sin tensión,
pronuncio este idioma
que nada significa, la comida
cae cicatrizándose
hacia el final de la garganta.
(Inédito)
Jorge Ignacio Plaza Corral
1980
Como poeta ha publicado Yo y otros círculos viciosos (Ediciones Idea). Nací en 1980 a primeros de otoño.
Esta noche de alisios y luna desgajada
Luna mora que mira disimuladamente
Brilla Venus de lejos con su soberbia intacta.
Posees la armonía de los perfiles griegos.
Tus dedos son esquivos como las tentaciones
Me cuesta retenerlos incluso en mi recuerdo.
Soy demasiado brusco también para los pájaros.
Las noches son más cortas los días de verano,
Breves como tus besos, sencillos pero dulces.
La carne de tus labios es uva sin hollejo
Y has dejado un resabio de azúcar en mi boca.
Nos besamos, fue breve y no toqué tus piernas
Ahora quiero lamerlas como cuando la brisa
Envuelve con su lengua húmeda y pesada
Los íntimos contornos de una granada abierta.
Estamos cansados ya de la sombra
Cansados de serpentear como reptiles fugitivos
Debajo de la tierra
De humillar la nuca y la cabeza
Cansados de ocultarnos entre la maleza
Y de absorber la pena del mundo en el pecho muy hondo
Más hondo que donde nunca antes todavía
Cansados de izar banderas negras
Y observarlas ondear a media asta
Tristemente ondear apenas agitadas
Por una brisa hipocondríaca.
Cansados de intubar nuestros anhelos
Con las más caras máquinas del mundo
Cansados de citarnos en los callejones sin salida
Del desesperado futuro
Más allá de los luminosos de neón
Y la prosperidad asistida
Cansados de esperar
Deseosos
De que despuntes trigo del vientre de la tierra
Libre del lastre de la incertidumbre.
Alfonso Domingo Quintero
Nació en Santa Cruz de Tenerife en 1973. Estudió Filología Hispánica en la Universidad de La Laguna. Impartió las tutorías de las asignaturas Teoría Literaria para Filología Hispánica y Lengua Española para Filología Inglesa (2008-2009). Es colaborador del suplemento cultural “El perseguidor” del Diario de Avisos de Tenerife y de la revista del Ateneo de San Cristóbal de La Laguna Cuadernos del Ateneo. En enero del próximo año se editará su libro Insulario menor.
Las dunas
La luz tibia del atardecer de agosto se deshace en las dunas ocres de la playa, donde las redes desgastadas y cobrizas, tendidas en las rocas de la orilla, son blanqueadas por el salitre, como las caracolas y las conchas siempre cercadas por la arena. El cielo ya rojo enciende las losas de la iglesia, perdida en los campos erosionados por el viento. La endémica sed de los matorrales, con sus diminutas flores blancas, es pasto de la hoguera final del ocaso que se extiende en este paisaje sin sombra, y es música temblorosa en los bancales desérticos casi a flor de agua como los médanos. El día marca así sus propios límites, y los dátiles llenos de sol también se apagan con la última luz verdosa, que se extingue en un puro y tranquilo vencimiento. Nada queda ya del día. Empieza el frío intenso de la noche, y pasan lejanos los astros calladamente, sobre las montañas difusas del verano. Alguien me dice que esto también nos pertenece.
Inscripciones del día
He venido a visitar el jardín, a sentarme en el banco que está tras la senda invadida a trechos por las zarzas y los rosales punzantes. En el lugar secreto se encienden las salas de los signos: mi libro de poetas predilectos. Ante ti, su mausoleo y el canto mínimo de pájaros antiguos, la música más necesaria. Ahora el día se hace más ilustre, más ameno. Aprendo las palabras de lo inusitado. Empieza la fragilidad de lo sensible, sus tornadizos giros de sol, la plenitud vertical del cielo, su pradera incandescente. Mi crucial desconocimiento de la armonía. Pasa un sueño de grafías, viejo lenguaje de la adolescencia y su entusiasmo. El mundo no adivina su sentido, los exégetas celebran otras formas. Allí es tan sólo un jeroglífico en piedras muertas. Laberinto incomprendido del orfebre. Variaciones ocultas. Siento la condición inestable de la estación: aire, viento, brisa. Frío. Calla el crepúsculo. Sigues leyendo. Debes volver. Luminarias y sólida oscuridad.
Gloria Cabrera
(1973)
Nacida en Gran Canaria, licenciada en filosofía y doctora en antropología social, se ha dedicado a la literatura de forma más intensiva desde 2007, realizando diversos recitales y colaborando con otros poetas de su generación en la isla de Tenerife, donde reside en la actualidad. Autora de ensayos de carácter etnográfico (Los hombres y las mujeres de la mar, publicado por el Centro de la Cultura Popular Canaria en 1997, y La miseria del oro blanco, Ediciones Idea, 2011), con el poemario Crisálidas proyecta ahora presentar al público su primer trabajo compilando los textos más relevantes de su trayectoria como poeta. En la actualidad trabaja en otra nueva obra poética Los Cantos del Desencanto, a punto de culminarse.
RECETA PROBABLE
Elija usted una esponja
bien hambrienta
y vierta en ella
con mucho
cariño
siete nidos por lo menos
de pajaritos que no
sepan pararse
quietos,
la sed de un desierto
con espejismos
incluidos,
su corona de espinas
de rosas secas
de amor
pasado
y muchas esperanzas,
insectos o cosas vivas
como un bosquejo
de olivos.
Añada
también
el vaivén
de un viento,
el asombro de un viejo
los sueños de un niño despierto
o las dudas de un péndulo joven…
Cualquier cosa imposible
que se le escurra
de su propia
cosecha
y
barro,
arena,
tierra,
cemento
algo fuerte que pegue
un suspiro de la luna o un ladrido de perro…
¡¡Música mismo!! O versos bien hechos
también sirven…
Después
déjela sola
a la esponja,
que se empape
y se macere
toda.
Añádale
sangre caliente
el impulso, si puede, de un solo latido,
y al final quizás logre tener a mano
un hermoso y torpe corazón
aprendiz de poeta.
CARNE DE IDENTIDAD
Si yo fuera
infeliz como un pez
nadando por fuera del agua,
con las escamas bien guardadas,
y usara los trampolines apenas como ascensores,
y viera
en la luna solo
una piedra blanca,
en vez de almendras…
Si yo no llevara
este corazón de migas
extenso como un pan con hambre,
y supiera enjaular el viento
inflando globos azules
para evitar los
pájaros…
Si yo no mantuviera
bien abiertas las ramas
como el patio de los olivos
y dejara de hacer cosas raras
como rebuscar rosas
por las guitarras
o perseguir
regueros…
Si yo huyera
siempre de los laberintos,
como del miedo que parió a dios,
y
fuera condescendiente
hasta los infiernos,
y
perdiera
mi carne
de identidad,
y usara sordina
y no gritara nunca…
Si
yo no
pudiera
ser cabrera…
¿De qué valdría?
Nicolás Melini
(Santa Cruz de la Palma, 1969)
Ha publicado las novelas El futbolista asesino (2000) y La sangre, la luz, el violoncelo (2005), los volúmenes de cuentos Historia sin cariño de Remedios Quiero Besarte (1999), Cuaderno de mis mayores (2002) y Pulsión del amigo (2010) y los libros de poemas Cuadros de Hopper (2002), Adonde marchaba (2004) y Los chinos (2012). Autor de los cortometrajes de ficción Mirar es un pecado e Hijo y del corto documental Bucarest 2005, fue colaborador en los diálogos adicionales de La balsa de piedra, largometraje de George Sluizer basado en la novela homónima de José Saramago, y coguionista del exitoso La raya, cortometraje de Andrés Koppel. Ejerció la crítica cinematográfica en el periódico La Tribuna de Canarias y en las revistas La Fábrica, Cinerama y Cuadernos del Ateneo, trabajo recogido en 2007 en su libro De cine (Cine español, norteamericano, francés y otros). Entre 2007 y 2009 editó el blog/revista La Mancha, un espacio para la narrativa en español, junto con los novelistas Juan Carlos Méndez Guédez, Ernesto Pérez Zúñiga y Juan Carlos Chirinos. Es el escritor español más joven incluido en el libro La narrativa española de hoy (2000-2010) La imagen en el texto I. Edición de Natalie Noyaret (Luminaires, Passages interculturels, Francia, 2011).
VIAJAMOS LEJOS
Los cuatro nos fuimos de road movie
por el norte. Kilómetros de carretera juntos
los cuatro hermanos en un coche de alquiler. Ciudades
y pensiones y paisajes sin hablar prácticamente
de todo lo que ya sabemos de sobra. Para qué.
Mi hermana como la dejaron. Mi hermano
como se quedó. Pero estábamos juntos y éramos
fuertes. Jorge conducía. Yo hacía algunas fotos.
Cada uno tenía su papel en todo esto.
Galicia, Portugal, Nosotros. Hasta aquí hemos llegado
y sin embargo seguimos adelante.
La carretera infinita, el mar interminable, el cielo.
Podemos llegar más lejos todavía. Haremos
noche en otro sitio. Ya nunca tendremos
que volver sobre nuestros pasos.
DEVOLUCIONES
Fui a comprar arena
para la gata. Estaba esperando
en la cola cuando una señora mayor
se acercó a la cajera. Entró por la puerta
del supermercado y fue indecisa directamente
a hablar con la muchacha. La señora mayor
poco más que dignamente vestida, resistiéndose
a la mendicidad, tal vez. Eso lo supimos
la cajera y yo al mirarla. Había algo en ella, sin
ser demasiado explícito, que te contaba
todas aquellas dificultades. Le dijo
—razonable— que quería devolver
aquel bote de ketchup. No está viejo ni nada,
añadió después, gratuitamente, cuando la muchacha
ya le había dicho que no había ningún problema.
Tenía el bote de ketchup en una mano
y el tique de la compra (un tique
de hacía tiempo) en la otra. Qué quiere,
comprar otra cosa, comprendió la cajera. Claro.
Eso era. Entonces se adentró en el supermercado
y la muchacha se volvió para atenderme.
Poemas de Cuadros de Hopper (Ministerio del Aire, Madrid, 2002)
Macarena Nieves Cáceres
(Lanzarote, 1968).
Reside y trabaja en Las Palmas de Gran Canaria. Escritora y Artista Visual vinculada a la acción feminista y al mundo de la performance. Pertenece al equipo promotor y editor de la revista Al-harafish desde 1997; coordinando su edición poética desde 2004. Ha publicado los poemarios Hablo jable, Ediciones Idea. 2008; Lo que la tierra alberga, Gas Editions. 2008; Fluidos de jade, al-harafishedita. Poesía erótica. 2005; De Amor y Locura, al-harafishedita. 2004; La Prueba Vital. Libro objeto. 2003 y Me declaro difunta. Litoral Elguinaguaria. 2002.
Ubicaciones
La gente esperando
donde los semáforos
entre el palacio de
cristal y la sede
de gobierno,
en la gritería
sin anémonas.
La hija del agua
donde el barranco,
escalera arriba
hacia lo invisible
al pie de la
montaña,
esparciendo ungüentos.
(Del poemario Me declaro difunta, editado por Litoral Elguinaguaria. 2002)
I
envenenada la memoria
repite el castigo del olvido
sin (dientes) saber del placer
de amamantar a la bestia
si me salgo de las cosas (desnuda)
me des-visto de otras
II
aúllan paréntesis que ensombrecen
formas sin sentido voces
que no cesan (lloran)
distraída del paisaje de Atocha
con ahínco ella escribe
mientras nieva en Londres
aún no siendo primavera
se atiene al saber de las flores
du mal
de la ínsula
(Del poemario Decir solo. Inédito. 2009)
Ricardo Hernández Bravo
(El Paso, Isla de La Palma, 1966).
Es licenciado en Filología Hispánica y profesor de Lengua y Literatura en Enseñanza Secundaria. Ha editado los libros de poesía El ojo entornado (1996); En el idioma de los delfines (Premio Julio Tovar 1996) (1997) y El aire del origen (poemas 1990-2002) (2003). Sus dos últimos poemarios, La tierra desigual (2005) y Alas de metal (2008), son fruto de la colaboración con los pintores Hugo Pitti y Graciela Janet. Como narrador ha publicado Siete cuentos (1997), libro que recoge sus relatos premiados en diferentes certámenes. Figura en las siguientes antologías poéticas: De Canarias a Marsella, edición bilingüe de los Cuadernos del Ateneo de La Laguna y la revista Autre Sud de Marsella (2002); Poetas canarios en Buenos Aires (2009), Poesía canaria actual(A partir de 1980) (2010) y Poetas de una sola isla. El grupo de La Palma (1990-2011) (2012). Selecciones de sus poemas han aparecido asimismo en periódicos y revistas literarias como Azul, La fábrica, Casatomada, Paralelo Sur y Ágora, entre otras.
No llegamos más adentro
de la piel inaugurada por el miedo.
Traiciona el corazón, lo que tragamos
y nos sirve de puente en la riada.
Indigesta el viejo afán de pureza,
inútil el cincel en el desbaste.
La otra cara del hambre nos enfanga,
la mariposa enferma crecida en la manzana,
su vuelo raso en la carne mordida, y ese polvillo
de sus alas entre los dedos siempre
condenados al roce.
(De En el idioma de los delfines)
Golosa al mercadeo esta flojera,
el embebecimiento del ojo dirigido;
el ojo que sucumbe
a la coloración de la mentira,
al destello de falsa trascendencia;
el ojo que celebra
la irradiación de lo virtual,
el vislumbre en la red de ocultamientos,
en la precariedad
de la imagen sobrepuesta a la imagen
la estricta permanencia de lo efímero.
(De Los posos de la sed, inédito)
Yolanda Soler Onís
(Comillas, 1964).
Licenciada en Filología Hispánica, posee un DEA (Diploma de Estudios Avanzados) en Literatura Española y un posgrado en Dirección y Gestión de PYMES. Entre 1986 y 1995 fue gestora cultural y periodista en distintos medios de comunicación de Canarias. Desde entonces ha trabajado en el ámbito de la difusión de la lengua y la cultura española, primero para la Universidad Internacional Menéndez Pelayo y desde 2005 en el Instituto Cervantes, como directora de las sedes de Mánchester y Varsovia. En 1986 obtuvo los premios José Hierro de Poesía y Ciudad de La Laguna de Novela, con Sobre el ámbar y Un tiempo de té con miel, y en 2002 el Premio Tristana de Novela con Malpaís. Ha publicado, además, otros poemarios, entre los que se encuentran Nombres ajenos, Botania, Mudanzas y De los ríos oscuros; así como las antologías Memoria del agua y Memoria del agua y otros poemas. Es autora de distintos trabajos relacionados con la didáctica de la Lengua y la Literatura, como José Hierro para niños y José Hierro: Geografía Mítica.
El extranjero
A Elicura Chiuailaf
Calla como quien danza bajo el agua
y sueña.
Cada noche regresa a una ciudad
varada en la penumbra de los árboles
donde un niño atesora los nombres de las cosas,
esos que habrán de dividirle
mientras sus dedos fijan en el aire
otro alfabeto.
El verano
El verano
es un sendero
que bordea el acantilado,
transparencia del agua entre urros
dispersos, piedras del rayo
y cuevas que comunican la playa
con el horizonte.
Tierra adentro,
hay quien lleva para otros el mar
en la mirada,
gotas de arena en los brotes del sueño.
El verano es un muchacho de ojos claros,
un lunes de febrero por la tarde
en un bar de Madrid.
Publicado en De los ríos oscuros, 2010
Eugenio Millet Rodríguez
nace en Santa Cruz de Tenerife en 1962. En 1979 obtiene el accésit de publicación del premio Félix Francisco Casanova, en la modalidad de poesía, con su obra Últimos versos. En 1980 obtiene el premio de narración Ángel Acosta, convocado por el periódico LA TARDE, con su cuento “La estirpe muerta”. El 19 de septiembre de ese mismo año participó, junto a otros componentes de la llamada Joven Poesía Canaria, en el homenaje al poeta Pedro García Cabrera, celebrado en el Círculo de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife. En ese acto lee su poema “El amor es un tigre disfrazado de mariposa”. Entre 1983 y 1985 publica, en distintas páginas y revistas literarias (“Borrador” del DIARIO DE AVISOS, “Nocturno” de JORNADA y LIMINAR), parte de su obra Pasto lascivo. En 1985 aparece la plaquette titulada La mamarracha. Publica pequeños conjuntos de poemas también en las páginas de periódicos y fanzines en 1985 (Florecillas en “Nocturno” de JORNADA y Canciones de bujé en LA OLA) y en 1986 (La risa de los mastines en “Tagoror” de EL DÍA). La revista MENSTRUA ALBA publica en 1987 el conjunto de cuatro poemas titulado De la vida errante. Ese mismo año escribe, junto al periodista Quico Belda, los guiones del programa Radio Wege que emite Radio Tacoronte y termina la segunda versión de su novela dialogada Aves del paraíso. En abril de 1990 publica su último poema en las páginas de LA GACETA DE CANARIAS. Muere en La Laguna a finales del mes de marzo de 1991.
EL AMOR ES UN TIGRE DISFRAZADO DE MARIPOSA (1980)
No… ¡y es tanto el pesar! pero a veces la verdad
sirve para buscar espigas en otros cuerpos.
No, deseo negarme rotundamente, negarme, sí,
pero entonces caería en un tiempo de narciso irremediable,
entonces no sería más que un paladín de los rezos perdidos,
no sería más que el recuerdo a un oscuro
lugar donde habita la nada,
junto a las otras montañas de fotos
que pintan con tanto fervor tu cara.
De nada serviría si te he querido
como el párpado a la lluvia,
yo sé que nada se escribiría en nuestro
libro mutuo de palabras,
es inútil una hoja nueva,
un certero verso;
sobre todos los desiertos
y en la sequedad más amarga
prediqué aun sabiendo del cansancio
el calor tenue de tus labios,
batí con furia el gotear inmenso de tu corazón,
aún más inmenso el cauce de mis manos.
Pero no… ¡ya es que nacer tú entre los campos
que cubren mi jardín de frío!
y saber entonces de aquellas imágenes vírgenes,
creer entonces en la madera vieja
de la guitarra dolida que era tu barriga,
salir enervados de alegría, debilitados por el hambre
más pasional que necesitan los amantes,
tomar el sol al Este y madrugada,
ese sol de luces primeras y del volar
presuroso de las manadas de pájaros sobre mi gran ciudad,
ese sol que escurría la esencia en mil pedazos
sobre las arenas carnívoras de mi abrazo tierno y último…
No, no saber nada de ti, no saber nada, haberte olvidado,
que alargaras tu figura hacia otros mundos idos,
adiós, te hubiera dicho gustosamente,
hubiera deseado haberte dicho adiós,
pero aquí estoy irremediable,
mintiéndome como un tigre disfrazado de mariposa,
como un ángel con alas de abrasador fuego…
¡Oh, qué razón para tenerte sumida en los sorbos ebrios
de mis labios desgajados! ¡Qué tristeza y qué alegría no poder
abrir tremendamente y devorar con pasión el pan de tus venas desnudas!
¡Qué inutilidad desechar las partes infecundas de tu cuerpo,
si cuando yo te disecaba pacientemente sobre mi mesa tú no eras
más que el polvo que brotaba de tus senos… oh virgen tan desnuda
que pareces un montón de violetas arrancadas!
¡Oh para cuándo, si es que de verdad existe ese lugar en nuestro amor,
dónde ese día en que sentiré por fin el fiel regazo de tu piel
celulosa y animal!
¡Oh para cuándo, yo te pregunto, y tú, como un tigre,
abres la boca y me ruges, ahuyentándome, con tus dientes!
Mas, cuando muerdas, quiero ese dolor en mí,
ese dolor que es la perfecta expresión de tu rabia,
deseo ahogarme como un suicida en tu garganta de fiera;
mas soy yo quien aprenderá ese dolor de alegría y de muerte,
esa lección inaugural donde el aire ponga fin a mis hallazgos,
una lección que será escrita sobre el incienso,
con las letras negras de las tumbas, con puñales de canto
primitivo entre mis dedos.
Ese dolor, adiós a las efímeras verdades que me has revelado,
ojo para el perdón postrero, para la campana que cuelga
en la soga de tu cuerpo como un templo.
Sea palabra, que nos saluda triunfalmente desde lo alto,
nos enarbola en el espacio de tiempo brevísimo,
y otorga un alivio al herir destrozado.
Pero mírame, abre tu selva y enseña esa cabeza ensangrentada,
muestra de verdad todo lo que eres, muestra tus dientes…
muestra el celo y la alegría con que amas en el desierto,
muestra los caminos que parecen severos por todo tu pelaje
y por tu madriguera nocturna…
mas, ahora ya es tarde, he de irme, he de buscar
el placer de la ciudad,
he de recorrer la calle buscando otros tigres enjaulados;
¡qué de ríos y de abrazos te hubiera dado!
¡qué de mordeduras hubieran abierto un hueco entre tus pies!
Y es que nunca sabré darte la mano,
ni levantar tus brazos y alzarlos como gaviotas
repletas de aire,
¡y es que son tantas las montañas en las que te has escondido
que yo he preferido morir en esta vida del llano!
Aquí… donde nunca sabré si mirarte,
si buscarte en la noche,
si dejarte olvidada como un tigre que se disfraza de mariposa.
ACECHO DEL OKAPI
La leona hambrienta
acecha
escondida en la colina
un okapi grácil deseable
que salta ágil
piedra en piedra
matas ramas
olfateando el aire reseco en la llanura
Calina ofusca
no hay extraños fuera
calma
vegetación seca
el abrevadero sacia
Sediento receloso viene a la orilla
bebe su lengua
reposa calor molesto
Revuelca su cuerpo en el barro
extiende grato
restriega su piel marcada de fuerza
Qué baño tentador
Qué hermoso pace y toma el sol
De un zarpazo
bajo mis garras tus patas
Ah festín vientre pecho
tronco exquisito
de qué labios carnosos hartarme
Adéntrate limpio
qué propicia agua gusta
zambúllete
nada
descuida
Perseguí comerte
tras viento
tras sol constante
Salgo de maleza guarecida
qué orilla cenagosa
qué animal extasiado
Clavo uñas tierra
no apartes okapi
Tensa caza
(De Pasto lascivo)
Antonio Jiménez Paz
Nació en La Palma en 1961, Es licenciado en Filosofía y Experto Universitario en Planificación y Gestión Cultural. Ha publicado los poemarios Los ciclos de la piel (Madrid, Ediciones La Palma, 1992); Tratado de ornitología (S/C Tenerife, La Calle de la Costa, 1994; 2ª Ed.: Baile del Sol, 2013); Diario de la distancia (Madrid, Huerga & Fierro Editores, 1996) y Casi todo es mío (S/C Tenerife, Artemisa Ediciones, 2005; 2ª Ed.: Baile del Sol, 2008). Ha colaborado en periódicos y suplementos culturales con infinidad de entrevistas a personajes relacionados con la Cultura en Canarias, haciéndolo actualmente con escritores nacionales e internacionales para el suplemento cultural “Revista de Letras” del periódico La Vanguardia. Por fascinación y seducción literarias se ha dedicado al estudio e investigación sobre otros autores como Félix Francisco Casanova (S/C Tenerife, 1956-1976) o Antidio Cabal (Gran Canaria, 1925 / Costa Rica, 2012), encargándose de la edición de la obra poética completa de este último en España. Su obra está recogida en varias antologías.
INSTANTE DE VERGÜENZA Y ÁRBOLES
Hay un instante de vergüenza y árboles
o de árboles y vergüenza en cada vaso
que alcanza mi boca
que diríase que un viento suave lo conmueve.
Los días son duros y el pan se ha reblandecido,
el agua recorre los canales y las venas se encrespan,
pero una llave permite a un pasillo secreto
que da a una ventana.
Por eso he visto estrellas como kamikazes
y kamikazes como estrellas.
Porque en verdad estos días
se han desleído sobre la piel
y me siento obligado a renunciar al cielo
o a rastrearme sobre el polvo de la tierra.
Poco importan, entonces, las teclas de la máquina,
igual que mi amor, poco importa,
igual que la suerte, poco importa.
¡Si en los bares vendiesen clientes!
Ojalá vendieran el vaso con el vino
y al cliente con su mirada,
con toda la mirada acumulada del mundo.
Porque ha crecido más el tulipán
que mi labio inferior
y mis bíceps menos que las alas
de la libélula entre los juncos.
Aquí se ensalzan paisajes amarillos
y pobres niños aferrados a una bolsa de plástico;
aquí se engrandece la pisada más contundente
y el vasallaje entre los parientes de sangre;
aquí se canta con gestos y palabras que no aletean
y todos se asombran de que las uñas de mis zapatos
gusten enterrarse bajo el asfalto.
Ay, si aquella noche de fenómenos atmosféricos en general
me hubiesen dado la oportunidad del agua
yo hubiera o hubiere sido, por ejemplo, pez.
Pero papá contaminaba el aire con humo,
mamá rompiéndose minuto a minuto la vagina:
pasaban coches por la carretera
y gaviotas por la orilla del mar,
por la cumbre ratas de monte
y por las huertas lombrices de tierra.
Ay, si aquella noche de fenómenos atmosféricos en general
me hubiesen dado la oportunidad del agua
yo hubiera o hubiese nacido
por ejemplo
pez.
(De Los ciclos de la piel)
Irrumpe una flecha
en la humareda de la noche,
se clava y alcanza su empeño
los escondites del querer,
se aloja y deja el corazón malherido.
En la herida yace una razón.
Y en la razón, humo.
Demasiado humo
para distinguir al arquero.
(De Diario de la distancia)