Presentamos la poesía de Lawrence Schimel (Nueva York, 1971). Además de poeta es narrador, ensayista y traductor. Desde 1999 vive en Madrid y escribe indistintamente en inglés y en español. En España ha publicado tres libros de relatos: “Mi novio es un duende” (Laertes, 1998), “Bien dotado” (Laertes, 1999; Egales, 2007) y “Dos chicos enamorados” (Laertes, 2001); el poemario “Desayuno en la cama” (Egales, 2008) y el cómic “Vacaciones en Ibiza” (Egales, 2003).
Poema de Plaza Chueca
Escribo aquí porque quiero que me vean
escribiendo. Deseo que los chicos se acerquen
para preguntarme qué hago. Deseo que
cada uno de ellos se pregunte
si estoy escribiendo sobre él.
Deseo que la respuesta, siempre,
sea que sí.
Metonimia
Ya no me acuerdo de la cita exacta,
aunque sé de qué libro viene.
Rebusco por toda la casa pero
no lo encuentro. Y de repente me acuerdo
de que cuando dividimos nuestras vidas,
nuestros libros, dejé que te lo llevases. No hay
ningún hueco en la estantería,
otros libros han ocupado su lugar.
Otros hombres han ocupado tu lugar
en mi cama. Pero la ausencia de ese libro
que compartíamos alguna vez, que leímos
los dos ese verano que nos conocimos,
abre de nuevo un vacío dentro de mí,
incluso ahora que han pasado los años.
No estoy cómodo
dándote un ejemplar
de mi último libro.
No es que no quiera
que lo leas, pero
tener tu propia copia
parece presuponer
una vida después
de nuestra vida conjunta,
de este hogar común
en que vivimos.
Ven, cariño, siéntate
a mi lado, apoya la cabeza
en mis piernas
y te lo leo.
Viajar solo
Una extraña sensación al apagar
el móvil, de algo todavía sin hacer. No
estoy acostumbrado al hecho de que
a nadie le importe si me voy, nadie
estará esperando a la vuelta…
Me doy cuenta de que no sólo
viajo solo sino que
estoy solo.
No puede verme, pero el chico sabe
que estoy escribiendo sobre él.
Si duerme, se da una vuelta sin despertar,
como si fuera arqueando su cuerpo contra el mío
hasta que somos como dos platos hondos
llenos el uno con el otro.
En cuanto al poema,
éste es nuestro único sustento,
y si podemos recordar comidas juntos
eran tan sólo por el placer
de darnos de comer el uno al otro.
Donde vive es seis horas más tarde.
Cuando le echo de menos, intento imaginar
cómo será su vida, tan distinta de la mía.
Si fuese por la mañana, él estaría trabajando aún
—pero no escribo poemas por las mañanas.
Probablemente esté durmiendo ya,
y probablemente duerma solo.
Cuando termine el poema,
él se va agarrar a las mantas
y se enrollará en ellas
porque tiene frío.
No dejaré de escribir