Entrevista con Efraín Bartolomé

Presentamos una conversación que el poeta y periodista Moisés Ramos Rodríguez sostuvo con Efraín Bartolomé (1950), uno de los referentes de la poesía mexicana contemporánea. Recientemente, Bartolomé publicó en Valparaíso Ediciones, en España, su Cuadernos contra en ángel. Esta charla, que va de un recorrido por la obra del poeta chiapaneco al EZLN,  tuvo lugar en 2008.

 

 

 

Moisés Ramos Rodríguez

 

Efraín Bartolomé celebró el 15 de diciembre (de 2008) 58 años de vida. En el año 2007 celebró 25 años de la aparición de su primer libro: Ojo de jaguar, fundamental para la poesía mexicana de la segunda mitad del siglo XX. En 1984 recibió el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes. En noviembre del 2008 año participó en la Casa del Escritor de la Angelóplis en una lectura organizada por el Círculo de Poesía y el Festival Internacional de Puebla. En entrevista con quien esto escribe respondió a tres preguntas. He aquí la charla iniciada con una reflexión sobre su primer poemario, del cual se hicieron tres ediciones el año pasado.      

Ojo de Jaguar, lo he dicho de ésta manera, es un libro que nació con dientes. Nació entero y 25 años después me lo encuentro perfectamente vivo. Pero como toca una vena particular de mi alma, mi relación con la tierra originaria, con la tierra en que nací, con la tierra en la que he visto transformaciones de todo género, en donde me ha tocado ser testigo de la devastación del templo de la Diosa, de la selva, de los trastornos en la fauna, en la flora y, por lo tanto en el comportamiento humano, es un libro que no ha dejado de crecer. Con las ediciones del año 2007 el libro llegó a su décima edición. La segunda, que es la de 1991, tenía ya el doble de poemas de la edición original de 1982; las dos son de la UNAM.

Pero luego continúa apareciendo el libro, algunas veces en las recopilaciones de Obra reunida, y otras en ediciones individuales. Entonces, de edición en edición, aparecía un nuevo poema, por ejemplo. En esta última, que yo creí que ya era la definitiva, la décima, en esa edición preciosa que hicieron Monte Venus y la Universidad de Colima, hay dos secciones nuevas y creo que uno o dos poemas, en otras de las secciones que ya existían. Yo escribo mucho sobre Chiapas, sobre la tierra, pero no todo lo que escribo es de la misma familia espiritual que conforman los poemas de Ojo de jaguar. Casi al terminar un poema puedo sentir si puede entrar en el corpus de aquél libroo no, aunque esté tocando puntos relacionados con Chiapas, con la tierra.

Esta décima edición yo creí que era la definitiva, pero en la primera presentación de la edición de formato grande, la hecha por Monte Venus (existen dos más), en la Universidad de la Selva en Chiapas, mientras estaba leyendo el poema en voz alta por primera vez en los valles de Ocosingo, con muchos oyentes de la tierra (rancheros, gente del pueblo no relacionada con la literatura e iba viendo su transformación) de pronto, mientras leía cierto pasaje brotaron en mi cabeza dos versos nuevos, que tenían que estar ahí y ya aparecerán en la edición número once.

Por supuesto uno es siempre más pequeño que la Tierra que dicta los poemas; lo que uno sabes es tan sólo una gota de agua y lo que uno ignora es el océano, así es que no sé qué más vaya a salir. Pero por lo pronto ese libro lo sigo considerando entero, absolutamente vivo, le sigue diciendo cosas a la gente y ya tiene dos versos nuevos para la próxima edición, para la cual ya esperaremos quién sabe cuántos años.

El hecho de hacer tres ediciones de Ojo de jaguar (una de tamaño “devocionario” que hizo la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas; otra de tamaño normal, en edición muy bella que hizo Monte Carmelo en Tabasco, y la de formato enorme hecha por Monte Venus y la Universidad de Colima, la cual ya se acabó); la razón de las tres ediciones es que desde Oficio, arder, edición de la UNAM que reunió diez libros y salió en el 1999, circuló en el año 2000, y para el año 2003 ya no se encontraban ejemplares. Ojo de jaguar no era accesible. Salió una antología en España, El ser que somos, en esa legendaria editorial que es Renacimiento, donde me tocó ser el primer latinoamericano en la colección de antologías, pero no circula en México. Llegaron unos cuantos ejemplares a las librerías Gandhi y a las del Fondo de Cultura, pero no es fácil de conseguir, por ello salieron las tres ediciones.

 

 

UN SOLO, LARGO POEMA

—No sé si tú estés de acuerdo conmigo; creo que eres un poeta que trabaja un mismo inmenso poema, cuyos temas trabajas una y ora vez, no de manera repetitiva. Un solo poema que ha ido creciendo.

—Sí, porque el tema en la poesía es uno: la invocación religiosa de la Diosa Madre, quien es la Tierra. No le pongo adjetivo como los ingleses o los irlandeses (que la llaman Blanca), porque esa es la suya. La nuestra, la figura tutelar de la Diosa Madre aparece en todas las culturas, de todos los tiempo, en todas partes del mundo. Es el elemento central del inconsciente colectivo. Así es que también es nuestra Coatlicue, también es nuestra Guadalupe y también es la tierra originaria.

La Diosa encarna en tres rostros centrales: Naturaleza, mujer, su sacerdotisa, y poesía que es quien invoca a las otras. Y sobre eso ha girado toda mi actividad, incluso antes de saberlo. Quizá la conmoción del mito de la Diosa en mí tuvo sentido porque me mostró que mi apuesta intuitiva tenía una solidez que yo no sabía de dónde había surgido. No más que un canto a la Naturaleza y honra a sus misterios es Ojo de jaguar; la recuperación de la infancia en la selva, el lamento por su destrucción, la invitación al respeto de sus misterios.

El libro siguiente, Ciudad bajo el relámpago es una denostación y un rechazo absoluto por la que llamamos La Venus de las Cloacas. Al adulto le toca vivir en la urbe, en la más grande del planeta, la ciudad de México, la cual muestra lo que podemos ser capaces de hacer los seres humanos cuando empezamos a no respetar los misterios sagrados de la poesía, y la falta de respeto a la Naturaleza: contaminar los ríos y el cielo, destruir el bosques, los árboles y ensuciarlo todo. Es una especie de sombra negra de Ojo de jaguar.

El siguiente libro es la celebración de las musas de carne y hueso: Música solar. Y de pronto en eso iba mi vida, cuando viene el primer golpe severo y la pérdida de la inocencia: el encuentro directo con la muerte que generó un libro luminoso en factura, pero amargo en su contenido: Cuadernos contra el ángel. Sobrevivir después de aquél encuentro, que fue la pérdida de la mujer amada, significaba protegerse con algo, y con lo que me protegí fue con el escudo de oro del título de poeta: asumir con mucho menos miedo ese alto título, confiando en que había servido bien mi enfrentamiento a los dioses masculinos, y específicamente a su servidor, el ángel. Y empezó a cocerse un tipo de consciencia que generó después el libro Música lunar, que ya está absolutamente al servicio de la musa mayor, de la Diosa Madre y sus representaciones diversas. A partir de ahí me quedó claro el papel del poeta en la Tierra y el sentido que tiene su presencia, para hablar, literalmente en nombre de sus hermanos, de aquellos que no pueden nombrar ciertas cosas, y requieren la palabra del poeta para eso. De ahí en adelante como que ya sabía de qué se trataba el servicio que uno presta en el sagrado templo de la poesía.

 

 

 

CARONTE Y TERAPEUTA

—Tienes un poema que se llama “Caronte y terapeuta”, donde pides a Caronte cambiar los papeles, pero te declaras siempre un hombre de luz. ¿Cómo combinas tus oficios, el de terapeuta y el de poeta?

—Esos dos son los elementos centrales: emoción y palabra. En el caso de la poesía, tiene un origen y un destino en las emociones. La poesía que no parte de una emoción generará continentes vacíos, productos que nacen muertos; si no parte de una emoción original no hay poema, hay artefacto, estructura, casas vacías. Y la otra prueba: puede surgir a veces de una emoción, pero si el texto, el artefacto no es capaz de producir una emoción en el lector, estaba muerto el poema también.

Esta unión de dos espíritus a través de la emoción, se logra a través de la palabra. La poesía es eso: arte con aire: “Aire que se hace carne, carne que danza ante los ojos impuros que hacen agua. Agua que quema y arrastra”. En algún momento precisé eso en ese texto brevísimo pero que va desde eso: ¿con qué produce emociones el poeta? Con aire. Las palabras son aire, y van al aire, dice el clásico. Pero algunas llevan y almacenan poder mágico para alterar el alma de otros seres humanos.

¿Cómo no nos va a maravillar que todavía me hagan llorar ciertos versos de la Ilíada que fueron escritos hace tres mil años? ¿Cómo no me va a maravillar que me pase eso a cada rato con poemas de Rubén Darío que fueron escritos hace más de un siglo; o con poemas de Díaz Mirón que ya casi cumplen un siglo? O con poemas de Machado que son más o menos de la misma edad, o con poemas de Garcilaso o de Quevedo. Eso sucede.

Por el lado de la poesía, emoción y palabra. Y en el caso de la psicoterapia uno puede curar los dolores emocionales, ayudar a la gente a manejar mejor su vida emocional a través de la palabra, no artísticamente cargada (tiene otro tipo de carga) pero también incide muchas veces eso, cargar de algún modo significativo la palabra para que tenga poder de aliviar emociones o de orientar pensamientos e imaginación de un modo que genere creación. Y ese es el sentido de toda psicoterapia. Nuestro destino, nuestro trabajo, nuestro objetivo son las emociones.

Pero la palabra emoción (y fíjate cuánto ayuda aquí el lenguaje), si le quitamos el prefijo “e”, y nos quedamos con el radical “moción”, tenemos claro es movimiento, motor, mover, motriz. Cosa nada rara: la emoción es el mecanismo que nos puso la Madre Naturaleza dentro de nosotros para que sirva como motor que nos impulsa a la solución de dificultades. La emoción, pues es una bendición, pero hasta cierto punto, porque algunas emociones, por decirlo así “se pasan de la raya” y son tan poderosas que inmovilizan a la gente en medio del problema o peor, le acarrean más problemas de los que ya tenía. O las dos cosas. En ese momento la emoción ya no está impulsando a solucionar problemas, está alargando los problemas. Eso es lo que llamamos una emoción neurótica.

¿Y cómo se alteran esas cosas? El terapeuta trabaja con palabras, claro producto de investigación científica formal en el comportamiento, en la imaginación, en el pensamiento, en las conductas observables y en las encubiertas, pero al final de cuentas va a tener que transformar todo eso en palabra. De ahí que si neurosis es autoderrota, póyesis es creación. Entonces, hay una hermandad de eso. Por eso en la formación de los antiguos bardos era obligación del adepto, del que se estaba formando para merecer el título de poeta llevar a cabo una función curativa en su sociedad, que podía ser la de médico físico, la de intérprete del oráculo o la de intérprete del sueño. El chamán es un ejemplo: antes de que hubiera psicólogos profesionales cumplían esa función, pensemos de cuatro mil años hacia acá. La palabra psicología nace en 1540 y la psicología como ciencia a penas va a cumplir 120 años.

 

 

 

Los conductores de la guerra suelen poner las ideas y la gente la sangre

Así que ha llegado el movimiento zapatista a los quince años de edad (es una quinceañera), y me sigue doliendo que aquellos a quienes les prometieron organizarse para mejorar las condiciones de vida en la comunidad, después les hayan dicho que no era exactamente eso, sino que queríamos mejorar las condiciones de vida del país entero: y luego, que tampoco era eso, sino que se trataba de cambiar la galaxia. Se prometió tanto que lo que quedó en las comunidades son familias separadas, odio, dolor, resentimiento y todas las consecuencias que suele generar la violencia armada. Y eso lo lamentamos todos, especialmente los que vivimos en Chiapas y nos ha tocado ver qué quedó: se ha repartido dinero en cantidades impresionantes, y no se ve que haya mejorado mayormente la vida diaria de las comunidades. Incluso en los llamados “Caracoles” y toda su propaganda, la vida cotidiana dentro de las comunidades, y las inconformidades con la forma de dictar justifica, y las expulsiones, y el dolor, y todo lo demás muestran las secuelas de aquella herida.

Tal afirma Efraín Bartolomé, quien celebró su cumpleaños número 43 el 15 de diciembre de 1993 en Ocosingo, Chiapas, donde nació y se quedó a celebrar las fiestas de Navidad y Año Nuevo. Ahí le sorprendió el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).

Hombre de letras al fin, Bartolomé llevó un pequeño, rápido y nervioso diario de los doce primeros días del levantamiento armando en su estado natal. Así nació su libro Ocosingo, diario de guerra y algunas voces, editado por Joaquín Mortiz el mismo año, y reeditado muy pronto, pero con una circulación casi “clandestina”: Bartolomé es un hombre que está en contra de la guerra, y así lo relata en el libro, por lo cual la editorial hizo poca (o no hizo) promoción del texto, el cual se convirtió casi en un mito que pocos conocían.

 

 

Los hombres de la guerra

La posición ante la guerra la fija así Efraín Bartolomé en entrevista con quien esto escribe:

“Una de las cosas que suelo decir respecto al levantamiento del 1 de enero en Chiapas, es que cada vez que violamos los misterios sagrados de la poesía, destruimos la casa donde vivía la Diosa para erigir su templo. La Diosa se quedó sin casa. Todo lo que hemos hecho en contra de la Naturaleza tiene consecuencias. Y una de esas consecuencias es la aparición del monstruo, y el monstruo son los caballos, los jinetes del Apocalipsis: la guerra, la peste, la enfermedad, la muerte.

”Justamente por dedicarme a lo que me dedico [es poeta y psicoterapeuta], fuera de La Ilíada, tengo una limitación severa: no me da por admirar a los héroes armados; creo que Agamenón fue el último, y además ahí, en La Ilíada, pues no me hubiera gustado conocerlo de verdad; ni ‘al de los pies ligeros’ y todas sus capacidades. Es una limitación personal.

”Pero, de pronto, las necesidades de la gente pueden entrar en raras mezclas con las ideologías de los guerreros, y los conductores de la guerra suelen poner las ideas y la gente suele poner la sangre. Entonces se van produciendo toda esa serie de mezclas enormes… de aquella primera Declaración de la Selva Lacandona, en donde se invitaba a tomar el poder, una declaración tan absolutamente estalinista, que me ponía los pelos de punta… Contra esa declaración y la invitación a la guerra, se levantó la sociedad civil y dijo ‘No, no queremos eso’, y fue obligando a los conductores de la guerra a parar ciertas cosas.

”Y de pronto [en el EZLN] apostaron en una elección por una opción que perdió. Y de pronto, hasta varios meses después, es más, creo que casi dos años después, apareció por primera vez, ya nítidamente la causa indígena con la cual, por supuesto estaremos absolutamente de acuerdo siempre ¿no? Pero hay muchos métodos antes de estar dispuestos a la guerra.

”Eso es lo que no me gusta de los que dicen: ‘Yo estoy dispuesto a morir por mis ideas’. Y no me gustan porque su paso siguiente es: ‘Yo estoy dispuesto a matar por mis ideas’. Y los derramamientos de sangre a estas alturas me dejan absolutamente perturbado, inconforme y como molesto de que, habiendo hecho tantas cosas los seres humanos, todavía no tengamos capacidad para ponernos de acuerdo en métodos de lucha diferentes, cuando ya nos ha costado a todos tiempo, esfuerzo y sangre haber llegado a la posibilidad de la lucha democrática. Hay otros métodos, hay siempre métodos alternativos a los desesperados métodos violentos que, por supuesto se van a encontrar con respuestas aún más violentas”.

 

 

Un libro casi mítico

En la cuarta de forros, un redactor anónimo, a nombre de la Editorial Joaquín Mortíz, escribió sobre el libro Ocosingo, diario de guerra y algunas voces de Efraín Bartolomé:

“Este libro no es un mero ensayo o reportaje: es el diario de un poeta que, ‘en pinceladas de prosa tartamuda’, relata lo que vio en Ocosingo, Chiapas, el 1° de enero de 1994. En los doce días que aquí transcurren hubo de todo: muertos, saqueo, falta de alimentos, pánico… La prensa, que no pudo entrar hasta el quinto día, llegó cuando ya había pasado lo fuerte: el combate entre las fuerzas del EZLN y el Ejército Mexicano en el mercado. Este libro, único por su arquitectura y contenido, revela lo brutal de esos días de los cuales nada se supo: se complementa, además, con los relatos de los vecinos que cuentan lo que les ocurrió ese año nuevo. Entre sorprendido y conmocionado, Efraín Bartolomé nos acerca a la guerra tal cual la vivió y tal cual es de cerca, y nos enseña la vida cotidiana del lugar transformada por lo descarnado de esta guerra. Da muestra, también, de las encontradas maneras de ver lo que ha pasado y pasa en el estado de Chiapas. Sin duda, Ocosingo, diario de guerra y algunas voces será recordado tanto por sus revelaciones como por la prosa tan certera, profunda y poética que despertó en Efraín Bartolomé con el ‘¡ya basta!’ de los zapatistas”.

Sin embargo, el libro, más que olvidado o recordado, permanece con un aura de mítico; poco se le puede encontrar en el mercado y ahora es casi imposible encontrar ejemplares tanto de la primera como de la segunda edición. Lo cierto es que Ocosingo, diario de guerra y algunas voces es una lectura obligada para quien quiera saber lo que significó —y aún significa— el levantamiento armado en Chiapas del 1 de enero de 1994.

Por su parte el poeta Efraín Bartolomé comenta para finalizar la entrevista: “Espero que antes de que se cumplen unos nuevos quinces años (aunque algunos ya suponen que al llegar el 2010 sobrevendrá el nuevo, inmenso conflicto que después de mucha sangre nos dejará ubicados en Utopía), espero que antes de eso, la Diosa Madre nos tenga un poco de piedad simpática y nos ayude a encontrar métodos de lucha distintas para mejorar, ahora sí, las condiciones de todos”.

 

 

 

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