EL (NO TAN SIMPLE) ARTE DE MATAR

El narrador Vicente Alfonso (Torreón, 1977), en una entrega más del Síndrome de Esquilo, reflexiona sobre el ensayo de Raymond Chandler “El simple arte de matar”, publicado en 1944 en la revista literaria Atlantic Monthly de Boston.

 

 

 

 

EL (NO TAN SIMPLE) ARTE DE MATAR

 

Chandler diría muchas veces que no entró al género negro por gusto sino por necesidad. Escribir para los pulps era una forma de vender rápidamente sus textos. Aún así, era exigente con su trabajo: dedicó cinco meses a escribir el primer relato que envió a la revista Black Mask, Blackmailers don’t shoot. Lo mismo ocurrió con sus novelas: Para cuando comenzó a escribir El sueño eterno, su primera novela, había leído muy pocos libros de este corte. Admiraba a Hemingway, a Dashiell Hammett y a Austin Freeman, despreciaba a Agatha Christie.

Con todo, ser escritor no resultó rentable en un principio. De 1932 a 1938, Chandler ganó sólo 1,275 dólares: la décima parte de lo que ganaba como ejecutivo petrolero. Fueron años duros. Solía contar que había pasado hasta cinco días sin comer otra cosa que un plato de sopa. “Esto no acabó conmigo -escribiría más tarde- pero tampoco aumentó mi amor por la humanidad”.
Este estoicismo cínico es uno de los rasgos que el autor heredó a Philp Marlowe, el personaje-narrador de sus novelas. En El sueño eterno, Marlowe se presenta como un detective descarado que, al inicio del libro, va a visitar “a cuatro millones de dólares”. Pero la novela va de lo superficial a lo profundo, de la desfachatez al realismo. Conforme avanza, el tipo duro se va perfilando como un sujeto con muchos más principios de los que convienen a alguien de su oficio. Transcribo un perfil que el detective hace de sí: “Soy un tipo muy despierto. Carezco de sentimientos y escrúpulos. Todo lo que tengo es el prurito del dinero. Soy tan interesado que, por veinticinco dólares diarios y gastos, principalmente gasolina y whisky, pienso por mi cuenta todo lo que hay que pensar; arriesgo todo mi futuro, me atraigo el odio de la policía (…) hurto el cuerpo a las balas y aguanto impertinencias, y digo: ‘Muchísimas gracias. Si tiene usted más dificultades confío en que se acordará de mí; le dejaré una de mis tarjetas por si surge algo'”.

El sueño eterno contiene demasiados revólveres, demasiados vasos de whisky, demasiadas mujeres hermosas con cigarrillos. Y sin embargo Chandler logró escribir en sólo tres meses una novela entrañable, visceral y racional, que exhibe en alguna medida muchos de los elementos de la literatura chandleriana: un hábil manejo de los implícitos, una capacidad de descripción excepcional y una poderosa economía del lenguaje. Marlowe actúa y después aclara las razones de su actuar, lo que le imprime tensión a los relatos.

¿Cuál es el sueño eterno? En un primer plano es la muerte, no hay duda. Pero el sueño eterno puede ser también el que vive quien no ha perdido la inocencia, quien está todavía convencido de una visión esperanzada de la realidad. Marlowe es en este libro un guardián del sueño eterno entendido en esta forma. Su misión es una tarea a la que incluso los policías han renunciado ya. Chandler retrata una sociedad sórdida en donde las acciones criminales se reconstruyen en los diarios al gusto del mejor postor, donde los policías y los guardianes de la ley son mercenarios con precios y tarifas establecidas.
Raymond Chandler heredó al mundo siete novelas que no han perdido un átomo de su vigencia, pues describen una sociedad tan sórdida como la que habitamos hoy. Destacan El sueño eterno, Adiós muñeca, La hermana menor, La dama del lago y El largo adiós. Forjó además 22 relatos.

En su texto “El sencillo arte de matar” este autor nos recuerda que un escritor realista “escribe sobre un mundo en el que los pistoleros pueden gobernar naciones y casi gobernar ciudades, en el que los hoteles, casas de apartamentos y célebres restaurantes son propiedad de hombres que hicieron su dinero regentando burdeles (…) un mundo en el que un juez con una bodega repleta de bebidas de contrabando puede enviar a la cárcel a un hombre por tener una botella de un litro en el bolsillo”. Para quienes esperan enigmas de duquesas y bibliotecas, la respuesta de Chandler es apabullante, pues nos devuelve a un entorno de narcotráfico, devaluaciones, desempleo y mercados financieros que se revuelcan desahuciados: no es un mundo muy fragante, pero es el mundo en que vivimos.

Comentarios: vicente_alfonso@yahoo.com.mx

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