Ha muerto Miguel Donoso Pareja

Ha muerto Miguel Donoso Pareja (Guayaquil, 1931) a los 83 años de edad. Miguel Donoso fue uno de los escritores más reconocidos e importantes de Ecuador en la segunda mitad del Siglo XX. Vivió en condición de exilio en México durante 18 años, en los que se destacó enseñando literatura.  A manera de homenaje el poeta ecuatoriano Xavier Oquendo Troncoso (Ambato, 1972) nos ha preparado una carta siempre en presente para Donoso Pareja, seguida por dos de sus poemas.

Foto: Andes

 

 

 

 

 

Miguel Donoso Pareja

 

Nació en 1931, en Guayaquil, Ecuador. Entre sus publicaciones constan Henry Black (1969), Sin ánimo de ofender (1986), Última canción del exiliado (1989), Todo lo que inventamos es cierto (1991), Ecuador: identidad o esquizofrenia (1998), A río revuelto (2001), y Leonor (2006). En su amplia trayectoria de escritor, se destacó también por sus novelas, ensayos y artículos periodísticos. En tierras mexicanas formó parte de un grupo de escritores que editó la revista Cambio, que la integraron también Juan Rulfo, Pedro Orgambide, Julio Cortázar y José Revueltas. Donoso enseñó literatura, desde la década del setenta, a jóvenes de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). El Fondo de Cultura Económica publicó hace pocos meses la recopilación de todos sus cuentos. El escritor guayaquileño recibió diversos reconocimientos. Uno de ellos fue el Premio Nacional Eugenio Espejo, en el año 2007. Asimismo, el doctorado Honoris Causa de las Letras le fue otorgado por la Universidad Eloy Alfaro de Manabí (Uleam), en el 2012, por su trayectoria literaria y por el trabajo formativo desarrollado en sus talleres literarios.

 

 

 

 

 

 

 

Carta, siempre en presente, a Miguel Donoso Pareja

 

 

Querido Miguel. Admirado Miguel:

 

Quizá sea porque soy un respetuoso de la tradición.

Porque creo en la historia. En la memoria.

Porque me gusta agradecerle al tiempo el pensamiento que me hizo. El pensamiento de los otros. De los que están siempre detrás de uno, y que pedimos siempre que nos guien, que nos den la luz de sus faros. Que sus bahías están luminosas, para poder encallar. Para quemar las naves. Para volver a Ítaca y pensar en que efectivamente hemos vuelto aunque ni siquiera hemos zarpado.

Porque creo en la literatura de mi país. Porque no niego. Porque no me gusta ocultar lo evidente. Porque no soy un mero cultor de lo que hacen los demás. Porque he amado descubrir el pensamiento del llamado ecuatoriano.

Porque llevaste la bandera del país por otras laderas de la inteligencia, de la patrias serenas del mundo.

Porque te llamas Ecuador en otros lugares. Hace poco, por ejemplo, conocí en Aguascalientes, en México al escritor Eudoro Fonseca. Me preguntó de dónde vengo, le dije del Ecuador. Rápidamente, y encendiendo en los ojos la nostalgia, me dijo: “del país de Miguel Donoso Pareja, mi maestro. Luego fui a San Luis Potosí, en esa gira que propone el bello encuentro de poesía “Poetas del Mundo Latino”, en estas dos ciudades el Ecuador se lo llama con tu nombre. Qué bello es saber que el nombre tuyo es el nombre de nuestra patria en otras patrias. Que bello que el significado de nombre le haya modificado el significante de nuestro país.

Me sentí orgulloso que tus agradecidos talleristas mexicanos digan tu nombre desde el afecto, desde la admiración, desde su extrañeza. Saber que tenemos un embajador en el tiempo. Saber que estas en la conciencia de los otros. Saber que los otros no te olvidan. Y mientras la memoria permanezca fresca en ese sentimiento ambiguo de la añoranza, uno no puede estar tranquilo. Uno no puede ser ni feliz ni triste cuando los recuerdos no se inmovilizan.

Sabemos todos que fuiste el nombre de la patria. Y que ya nadie puede quitarte lo bailado.

Porque eres el crítico desestabilizador y oportuno. Porque eres apasionado a la hora de decir, de hablar. Porque tienes esa forma explosiva a la que domas para que se vuelva originalidad. Por ello y tus libros, y tus personajes que, como si fueran extraídos del pensamiento de Pirandello, te festejan, te van moldeando en el nombre de otros todos, nosotros, los otros que te debemos tanto. Que te admiramos tanto y que te agradecemos tanto, por haber hecho el camino, por haber dejado las huellas en esos senderos rocosos de la literatura.

Llevaste encendido el candil de Diógenes. Esa luz que solo tienen los grandes. Por allí te siguen tus alumnos, los socráticos talleristas a los que diste las herramientas para podar la maleza que impide el camino. Por allí van tus alumnos alistando las voces, superándote como debe ser. Como tiene que ser. Como debes querer que lo hagan. La mayéutica que entregaste por los paseos de la enseñanza socrática.

Querido Miguel. Admirado miguel.

Qué bueno que te protejan para siempre, los recuerdos, del pasado, del presente y del futuro.

 

Xavier Oquendo Troncoso

 

 

 

 

 

 

 

 

Dos poemas de Miguel Donoso Pareja

 

 

 

 

Regreso
a mi Madre

 
Estamos hoy muy cerca y sinembargo lejos.
En mis grises designios de amargas latitudes
fui dejando tus besos sepultados de olvido.
Y me he quedado solo,
mirando la verticalidad pretérita
de un poste desplomado,
o la horizontalidad en crisis de los senos
de una moza olvidada.
Y como dos extraños,
sin besos y palabras hermosas,
separando un abismo nuestro amor verdadero,
vov alargándome hacia ti
por el cordón umbilical de una mirada perdida,
como este puerto mío que se alarga en su ansiedad de océano
vengo a rogar tu amor y a dejar mi promesa
por un mejor mañana.

Tengo la sal de mi naufragio, tengo
una piedra en el alma y en los ojos
una ansiedad preñada de caminos,
una implacable sed; en las entrañas
v sobre el corazón y en el cerebro
tengo el azúcar de la tierra porque tú me la has dado.

Hay tantas cosas.
Tantas verdades que se escapan a los ojos
porque un beso nos amarra, en la distancia, la mirada.
Tantas verdades que se niegan,
porque hay un mar que llora abrazado del alma,
… y un doler
y una borrachera en la que vivo un mundo inaccesible,
inalcanzable,
como la ingenua sonrisa de una niña loca.

Madre hoy vengo a ti angustiado.
Con la angustia de un libro maltratado por un torpe
o un hombre esperando en una esquina
a la mujer de otro.
O el que escucha en la sala de una clínica,
su alimentado semen en el llanto de un hijo.

Vengo tímido y vengo avergonzado.
Con la timidez y la vergüenza de una sonrisa sin dientes
o un joven masturbándose.
Con la vergüenza de una niña desnuda
por primera vez ante los ojos de un hombre.
Con la vergüenza de un libro en la vitrina
que no es comprado nunca.
Vengo llorando.
Dejando al viento mis lágrimas de hijo
para que se unan al inmenso sistema de tu tanto
formado por tus lágrimas de madre.

Estarás orgullosa porque seré otro hombre
y he matado mi triste soledad y mi llanto
y ahora son las distancias y las acciones buenas
y aunque estamos muy cerca y sinembargo lejos
yo haré que esta acidez se convierta en dulzura
y de esta despedida sin viaje volveremos
para darnos un beso cuando estemos de vuelta.

 

 

 

 

 

Distante

 

 

Estoy distante,
con la distancia atormentada de los hombres.

Triste como una cruz sobre las almas,
proyectado en oscuras longitudes de fiebre,
… Viajo distante,
con extensión de enorme espectador llorando
la tragedia del mundo.

Lejana como un dios.
Lejos cerro una garra de azúcar implacable,
lejos de mi distancia de esclavo moribundo, lejos
del pan y de la vida,
está la paz para los hombres.

Esa distancia.
Esa distancia de nube apetecida para el llanto.
Aquella longitud de piedras sobre el alma
y el corazón,
como una estrella tibia de angustias redimidas,
debe brotar en vórtice de sangre y de palabras.
Sangre para ese pan que falta al mundo.
Palabras desde mi alma.

Yo quiero el meteoro azul de sus contornos.
La cercana distancia de suspiros
y hambre,
de los desamparados de la tierra, quiero
la soberana voz de los suburbios,
donde es, a veces, tan cerca la sencilla
angustia de las madres.

Y yo quiero la sangre
augusta y soberana de las calles
y un arcoiris rojo de madres solitarias
que por una soberbia distancia de cristales
rediman la tremenda esclavitud del hombre.

Y yo he estado distante.
Mirando solamente la tragedia
de los hombres del mundo.

Ahora quiero la dulce geometría de la vida
y proyectarme en tibias latitudes de llanto
sobre el suburbio triste.

Y yo quiero la sangre
augusta y soberana de las calles
y acercar la distancia de estrella solitaria
y los designios dulces y lejanos
de la paz a la tierra.

 

 

(De La mutación del hombre)

 

 

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