Dossier de Poesía Finimilenar: Adalberto García López

En el marco del Dossier de Poesía Finimilenar, preparado por Roberto Amézquita, presentamos la poesía de Adalberto García López (Culiacán, 1993) seguido por su breve homenaje a Eudomóndaro Higuera. Adalberto García también es traductor y actualmente estudia la licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas en la Universidad Autónoma de Sinaloa.

 

 

 

 

 

 

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Nadie

 

Nadie, la noche, la luz del faro

y el ladrido que entran por las grietas de la pared;

nadie bebe un poco de mi sangre

siquiera; nadie ata los cordones del sueño

y desaparece el insomnio.

Esta voz que se repite: nadie.

Infranqueable, polvo de lo que se deja por el día,

palabra pronunciada por el silencio de una queja

y que escapa por el mismo resquicio

por donde entraron la luz y el ladrido.

A estas horas, en este cuarto vacío

es fácil de pronunciar,

de cerrar los ojos y pronunciarla

porque no hay temor,

porque la muerte es incorruptible

y nadie vendrá, nadie cerrará la cortina,

nadie vendrá y se acostará conmigo

y contará mi sueño y soplará el mal viento

para que no me atemorice por mi condición.

Sólo este conjunto de sombras,

esta presencia plena de presencias: nadie.

 

 

 

 

 

Recuerdo

 

A Sofía Sánchez García

 

Eran tus palmas blancas

y era la fortuna en tu meñique

y era tu porvenir de silbatos,

pájaros, algodones

y era la tranquila alegría

que viene en frascos prescritos

y era el acelerado pulso del silencio

y era la tregua de ustedes dos

lo que hacía a ella

recordar por sus pestañas

el sueño que había olvidado:

el perfume de la vida.

 

 

 

 

 

Niña

 

¿Has visto a esa niña

atrapando la luz con su pálida mirada?

 

En una ventana se posan los ojos:

un jardín en sombras, casi subterráneo

es la plataforma de un destello.

 

El infinito es transparente:

ella vio la luz, no el infinito.

 

Y pasará este poema frente a sus ojos.

 

 

 

 

 

 

Cuento

a Obed Noriega

 

había una vez

había una vez un cuento

había una vez un cuento que no era

había una vez un cuento que quería ser cuento

había una vez un cuento que no llegaba a cuento

            ni a escarnio, ni a timo a mano amada

había una vez un cuento que sólo tenía el principio escrito

había una vez un cuento que no sabía dar la hora

había una vez un día en el que nadie sabía la hora

            y el cuento era dar hacia qué números estarían apuntando las manecillas

había una vez un cuento amarrado a las limitaciones del lenguaje

había una vez un cuento truncado, una pobre falta de aliento

había una vez sólo piedras por palabras

había una vez un camino que se transitaba como un cuento

había una vez un cuento entonces

había una vez un cuento que no avanzaba por ser sólo piedra

había una vez un cuento como paraguas apuntando hacia el cielo

había una vez un cuento que decía al inicio: había una vez

            así, en minúsculas, porque no sabía si era el final o el inicio

había una vez un había una vez

había una vez

había

 

 

 

 

 

 

A una más fiera

 

Mil leopardos

han palidecido cada mancha de su pelaje

cuando cruzan mirada con ella.

Mansos felinos,

hilarantes juguetes.

Van del negro al amarillo,

del amarillo al blanco más blanco.

 

 

 

 

 

 

Despedida

 

Este caminar sin descanso que no termina por incinerar

el terco e inútil canto de los pájaros.

 

 

 

 

 

 Culiacán es

(fragmento)

 

 

 

I

 

Es frío cementerio,

penumbra en la penumbra:

volcánica violencia en sus calles y ríos.

Tiembla la clara noche,

un revólver se anuncia,

                                              nadie mueve los labios,

                      queda solo el disparo.

Es veloz asesino,

lentísimo verdugo.

Mar que calla sus muertes,

                         el rumor de las olas trae consigo tus ojos,

                                 testigos de las muertes.

Es frío cementerio,

es cuna de mi voz,

                         voz primera que tuve.

Es pira disfrazada,

soledad, multitud.

Rojizo atardecer

   sobre sus venas pardas.

Calles llenas de grietas

            y locos indigentes.

La bala donde el perro

orina sin vergüenza,

        se olvida del cadáver

               y orina en el cadáver.

 

 

 

 

Breves líneas sobre mi maestro Eudomóndaro Higuera

 

La importancia de Eudomóndaro Higuera reside principalmente en su conocimiento del verso castellano: en sus poemas son cultivados distintos metros y estrofas, con el fin de lograr la música precisa; así sus poemas nos han mostrado las enormes posibilidades que tiene el verso en nuestro idioma, siempre con la mirada atrás en la tradición. Aquí recordamos a Antonio Machado cuando habla Juan de Mairena y nos dice que la poesía es el diálogo de un hombre con el tiempo. Esta preocupación de Eudomóndaro Higuera no ha de ser la mayor lección que nos dé, se trata apenas de una cualidad más que el poeta deba poseer; la lección fundamental de Eudomóndaro será aquello que nos permita acceder a la poesía, nos dice: “…ser poeta no es / contar los metros o pies / sino cantar lo más hondo.”

 

Adalberto García López

 

 

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Datos vitales

Adalberto García López (Culiacán, 1993), poeta y traductor, actualmente estudia la licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas en la Universidad Autónoma de Sinaloa. Becario Interfaz del programa Los signos en rotación en el año 2014. Diversos textos suyos aparecen en varias publicaciones impresas y digitales. Ha participado en distintos congresos y encuentros estudiantiles.

 

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