Poesía de México: Gabriela D’Arbel

Presentamos la poesía de Gabriela D’Arbel (Guadalajara, 1970). Gabriela también escribe cuento y ha publicado los libros, La cerca y un espejo (2003),  Cordelia y otros cuentos de fantasmas (2008), La casa azul (2010) y Un gorro Ruso (2012).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Era difícil andar sin

pisar cadáveres de plástico.

El mal aliento de la hora  calurosa.

 

demasiado tarde,

dónde poner un pie luego

el otro pie, entre tanto

desastre.

 

Las semanas inservibles obstruyen

las puertas de la casa

las ideas se secan sólo con pensar en estos mundos.

 

Tantas marcas registradas

tantas fechas vencidas, tantas redes.

Tantas extinciones.

 

 

 

 

 

 

 

Fuera de la nave, Irradio claustrofobia y calor, sólo con tocar

el lado trémulo de las cosas.

(No hay forma de poner pause a la fuerza del vendaval)

Cero absoluto.

¡El casco huele a rayos!

 

Conozco el punto ciego del escenario, las cartas selladas

por una gota de cera y duda, la tierra como utilería.

Llegan preguntas bien formuladas.

Pero ¿ y las respuestas? ¿ Quién las robo del cajón

de la hégira extraviada?          Hipótesis.

 

No puedo acariciar la órbita que me apresa.

Mi velocidad de fuga es cero.

Escucho mi respiración y el roce de mis giros involuntarios.

Quiero hacer algo que me saque de este paisaje sideral.

Un sofá, seguramente, donde platicarte mi odisea.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

…luego me sentí muy triste

como si todo el mundo se

hubiera muerto por mi culpa…

Antonio Pérez

 

 

 

 

Todo visto desde el carrete.

Película de16 fotos por segundo,

acampó en mi mente

con movimientos acelerados.

 

Es como si un trak amenazador

se hubiera escuchado dentro

del reloj biológico.

 

24 cuadros por segundo y la llaga

brota desfasada. El arañazo de

un gato en la cara. Una

corriente eléctrica. (…) Nada.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Bancos de arena, despojados de marea,

                                           el titingó de los albatros.

Se desploman trozos azules. Arriba

nada hay que aguardar.

 

Cuerpo sin savia, regresa a la guarida

                                           del cangrejo negro

No más guateque, sólo el retorno,

callado, a la cuna de sal.

 

Sin pulso, manos y anhelo

                                           manecillas que giran a la derecha

y se confunden al final

con la negrura de la pavesa.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Dentro de las pupilas de mis muertos

las golondrinas abandonan el néctar de la celidonia

Ellos regresan por unos centímetros de voz;

Gusto de verlos rodeados por sus siluetas,

regalan secretos,  mi dotación de gajos de lima

mezclados con anécdotas moradas,

ya no trasforman mi sentir en cardos.

                                           ¡Carajo! ¡creo que ando de buenas!

 

Estoy lista para escuchar lo que no dijeron

cuando los proyectiles llenaron sus bocas.

 

                                           El tubo de un respirador no dejó

                                           que escurrieran las palabras

                                           atadas a la saliva.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Guarida de insomnios,

siempre la misma hora,

después de cenar algunos adjetivos agrios,

 

Ahora sin el vecino de al lado

y su perro triturando con sus ladridos

                                                    las veras del sopor.

 

¿Será posible que duerma?

Alguien, en alguna recámara, pone un

carburador  a su sueño de locos.

 

[Hay una serenidad paranormal]

Mutismo de fauna noctámbula.

 

Todo pasa afuera, yo no duermo.

sólo soy testigo de las imágenes arrugadas

de la televisión sobre mi ojo,

de mi desabrido duermevela,

de una correa vacía de ladridos

y en mi oído el grito inesperado

y carcomido del vecino.

 

 

 

 

 

 

Se estreno una nueva versión de mí,

la número 75, con fecha de ayer.

No esperaba las fotos

el paisaje futurista y  las dudas disueltas

en limonada

miedos colgados en los tendederos.

 

Me gusta el nuevo look, se acomoda

en la sonrisa. La ironía es luz que

tiñe la panorámica.( Mi yo es una

Mojarra que se resbala del arpón)

Pongo a flotar mi caja de novedosas

herramientas. La coacción se extingue.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hace 70 años que no se veía tanta sequía

La pregunta es si lloverá en los siguientes  días.

Por lo menos eso dice la voz carrasposa del noticiero

El desierto gatea hasta alcanzar las grietas de la

carretera:

Los Kenworht levantan arena con sus llantas

(…) y la desdibuja en cirros.

 

La cuestión es si lloverá pronto antes de…

¿Qué sucederá con las gotas imaginarias que brotan

del grifo y confunden?

Con la agorería que hace alucinar al conductor y

transforma en marisma los reflejos del sol.

No me la creo, es sólo espejo, cuando veo lluvia

o un corazón palpitar en la pantalla luminosa.

No me la creo ya.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

(En este lugar acampan

otros sentimientos que ni al caso)

evitar que se rompa la yema del huevo

o picar una cebolla por ejemplo.

 

El sentimiento flota.

(No con que lo diga existe)

ausente de morfología.

lo siento, algunas veces

tú lo sientes, otras.

No está todo el tiempo en mí,

algunos días en ti.

 

Luego regresas, como un evento

cíclico y solar,

muerdo tus verbos, bebes mi pavor.

(Montaña rusa en el  paraíso mental)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Tal vez esas horas no las pude digerir.

No hay recuerdos.

[Empacho de creencias]

Ahora sé que llevo un disfraz tejido

de bruma. // Un talla más chico//

En un lugar del Jurásico tardío, los Ginkgos ladean

sus ramas por los vientos del norte.

                                           Alosaurio come de una mordida a

Camptosaurio. Primero ceguera,

luego imposición.

                                           Desperté con el gusto a perplejidad.

dejá vu encendido en el despertador.

El gnomo del ímpetu,

montado en su zorro, golpea mi espalda

con su siringa

a ver si reacciono y //…//

Camptosaurio rompe las ventanas

de la cocina, luego brama una voraz opacidad.

 

 

 

 

 

 

 

 

Datos vitales

 

Gabriela D’Arbel nació en Guadalajara, Jalisco y reside en San Luis Potosí. Escribe cuento y poesía. Ha publicado los libros, La cerca y un espejo (2003),  Cordelia y otros cuentos de fantasmas (2008), La casa azul (2010) y Un gorro Ruso (2012). Además, textos suyos se incluyeron en las antologías de minificción: El libro de los seres Imaginarios (minibichiario) y Alebrije de palabras, escritores mexicanos en breve.  Y, en la antología de poesía, La carta, hoja de poesía II Premio internacional de microrrelato Museo de la palabra. Su libro, Morfología de la fractura, obtuvo la mención de honor en el Concurso Estatal Veinte de Noviembre. Gabriela también desempeña diversas labores en el mundo académico, en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí.

 

 

 

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