Presentamos algunos textos del poeta colombiano Alejandro Cortés González (Bogotá, 1977) pertenecientes al poemario ganador del VI Concurso Nacional de Libro de Poesía UIS 2014. Además de poesía, escribe novela y cuento. Ha sido invitado a encuentros literarios en Suramérica, México y Francia. Es miembro de la Fundación Trilce y coordinador de la programación cultural de la Librería Trilce en Bogotá.
Abren las mandarinas su hechizo de luz
Algo me dice que mi hijo está solo
recién salido de la ducha
con la piel húmeda sobre las sábanas
Se levanta tarde
sediento entre alcoholes negros
debe echar de menos las mandarinas que le daba cuando niño
cuando llegaba de jugar fútbol con las rodillas verdes
y devoraba cada gajo en un segundo
Creo que mi hijo piensa en cómo era la vida
cuando existir importaba más que ser útil
Se acordará de los programas de televisión:
Los guardianes del universo
protegían la bondad de los niños solos
Mi instinto me dice que está tirado en la cama
El aire de flores desnudas entra por su ventana
Fijará las pupilas en un punto de la pared
o del armario debidamente ordenado
y con la toalla secará la sal de su cara
¿Se acordará de sus ojos cerrados cuando le bañaba la espalda?
El diciembre que nos hicimos distantes
no pesa más que todos los diciembres que estuvimos juntos
Yo solo puedo presentir cuando él me piensa
y verlo como a un niño
sin importar sus años
Si yo supiera de premoniciones
juraría que mi instinto sabe más de lo que conozco
Si yo supiera de señales
dibujaría el punto en la pared donde fija la mirada
Pero soy su madre
solo sé esperar
Solo sé esperar
a que me visite un domingo a mediodía
y poder darle
todas las mandarinas del mundo.
Un girasol dentro de una botella vacía puede beberse la noche
Una noche
abrí la puerta
y volteaste hacia mí la cabeza
como girasol nocturno
Me hablaste de la inutilidad de los dientes
para el pez sacado de las aguas
De la ciudad que esconde el cadáver del río
en las bodegas de las fábricas
La imagen de esa noche cuelga de mis paredes
Vapor de ningún aliento
Uñas invisibles contra los vidrios
Me siento en el sillón
Tú no estás
El aire forma tu cintura y se arrellana en mi regazo
Te imagino diciéndome
que en la boca de los pescados
hay una oración por el río
Una corriente abre la ventana
Ahora la noche aletea sobre tu hombro
y soy yo quien voltea la cabeza
como girasol nocturno.
Aydala
En memoria de Daladier Arismendi “Dala”, (1975 – 2014)
Fueron ellos quienes trazaron en tu cráneo los caminos del Huila en oleajes de hierro
Fueron ellos quienes ataron tus manos con pedazos de cuero de tu primer tambor
Fueron ellos quienes hicieron que tu cabellera bailara separada del resto del cuerpo
Fueron ellos quienes te abrieron nuevas bocas y allí guardaron la baba de su risa
No fue un robo
Fueron ellos
Firmaron su sevicia con tu sangre en las paredes
y se alejaron en la nocturna fosca del domingo
Degollaron al ruiseñor y tú en tu cántiga
Mutilaron la flor y tú tan espina de crisálidas
Cosieron tu boca para el grito, no para el canto
En el filo que destaja al mundo suena un tambor de manos atadas
Te lloran el Rin y el Magdalena
Tu madre envejeció veinte años de lágrimas
Agua apozada en erizos de cuarzo
Nadie ve ni oye las pisadas de las botas de caucho que apagan la hoguera entre las montañas
Nadie
Pero fueron ellos
Ay Dala
Aydala
Tu nombre se ha unido a la herida
Fueron ellos
Los que se nombran con escupitajos de sierras eléctricas
Los que ya nadie quiere ver ni oír
Porque hoy quieren cantar
Porque hoy todo es canto
Y el recuerdo de la edad febril que nos hermanó entre casetes y polvorines
Ángel de cristo negro Señor de Etiopía cielo que se mira en lo profundo de la tierra para acogerte en un batir de sombras
Hoy todo es canto
Y tambores de manos atadas
Las voces de tus hermanos bordan con hilos de sangre
banderas sobre tu féretro.
Para sobrevivir la casa
La casa está cerca de un lago que ya secaron
y de un paradero al que los buses dejaron de venir
Cerca está la vía férrea
por la que nunca vimos pasar el tren
Nacimos en hospitales que ya no existen
Nos perdieron las calles cuando cambiaron de nombre
Desconocimos el colegio cuando cambió de dueños
Cuesta ubicar con precisión la casa de los primeros amigos
Recordar la anterior fachada de la iglesia
o cómo era el columpio que colgaba del árbol
antes de que la tentación de los edificios
lapidara la infancia del barrio
Un amigo que ya no visito
decía que la casa de un hombre
debe estar cerca de todo lo que le habita
A nuestra casa
la que tiene en la ventana el cartel de una inmobiliaria
la rondan las demoliciones
la sobrevive este poema
y la habita
todo lo que perdimos.
La tía Josefa y los poetas
La tía Josefa, que no conoce a los poetas, dice haber visto los cuellos almidonados de sus camisas abrirse al estallido de una carcajada o de una mala palabra. A las seis de la tarde soltaba las cadenas del perro, allá en el patio de tomates, para que desfogara con saltos y aullidos la ira de estar encadenado durante todo el día. La tía Josefa, que nunca vio la cara de poeta alguno, dice que ellos le temen a los perros y a la sombra del árbol de tomate. Y dice que le toca lidiar con eso porque a los poetas les atrae el tinte de tinieblas de la estufa de carbón y el laberinto de las baldosas de la solana.
Ella no vio a los poetas apretar los dientes pero imagina su rechinar cuando asoma la cara por la ventana de su cuarto, mira hacia el patio y ve lo crecidas que están las sombras. En las mañanas limpia la estufa y brilla las baldosas, para que el sol desentuma esa bruma de poeta que viene desde el cementerio. En las tardes pone la comida del perro a la sombra del árbol de tomate, y se sienta en la mecedora a ver cómo el sol extingue sus formas sobre las baldosas. La tía Josefa dice que allí es cuando presiente la llegada de los poetas. Y no se presiente ni con los ojos ni con los oídos, sino con los velos opacos que merodean las baldosas y entran a sus huesos para acompañarla a pasar la noche.
Cuando el perro se cansa de ladrarle a las sombras del árbol de tomate, la tía Josefa se va a la cama con esa neblina de poeta que desde el patio regresa al cementerio. La tía Josefa, jamás tocada por hombre ni poeta, desde la ventana lanza besos a la bruma.
Home sweet home
Los sábados durante mi último año de colegio, recorría discotiendas en busca de música de Mötley Crüe. En un almacén del barrio Galerías encontré en acetato Dr. Feelgood, su álbum más reciente. Anduve las calles del centro, desde la diecinueve hasta la veinticuatro, y conseguí Girls, girls, girls también en acetato, Too fast for love y Shout at the devil en CD, y por encargo, después de dos meses de trámites de importación, Theater of pain en casete. Tan pronto lo tuve en mis manos lo metí al walkman. La quinta canción del lado A era mi favorita: Home sweet home. Me notó tan feliz el vendedor, que me regaló dos afiches de la banda. Mi papá los vio pegados en la pared de mi cuarto. Vio los acetatos. Los cedés. No entendió lo del maquillaje glam. No le gustó eso de gastarse la plata de las onces en música, como si la ausencia de música no dejara más vacíos que el hambre. Lo rompió todo, hasta la tarjeta del almacén de Galerías. Pasé el resto de sábados del bachillerato lavando las paredes de SU apartamento, escuchando en mi walkman el único casete sobreviviente y aprendiendo que Home sweet home, es una canción de despedida.
Ofrenda del abismo
Para un nacer de alas
el acero deber cortar la carne y arrojar el cuerpo
No es el cielo quien otorga el vuelo
Es la caída.
Los aguaceros
Todos tenemos unos zapatos que llaman los aguaceros:
los más blancos
los que más grabados de calle traigan en la suela
Acuérdate de mis zapatos de lona blanca
Te parabas en ellos y éramos la misma sombra
Aunque la suela fue desprendiéndose de la costura
tu pie nunca tocó el suelo
Acuérdate de ellos tirados bajo la cama
en un crujir de tablas
Su boca tragaba los ácaros de la noche
y recibía mi pie desnudo
para ir a desayunar
Acuérdate de cuánto te espantaban la vejez y suciedad que afligían a sus telas
Es una epidemia -pensarías-
que se extiende por mi pie y por el tuyo
y nos contagia todo
La suciedad no enloda si el recuerdo es limpio
la vejez no corroe si el recuerdo es joven
lo que mata no es la muerte
lo que mata es el olvido
Entonces acuérdate de que lavar esos zapatos
invitaba a la lluvia y al agua de charco
a entrar por donde la suela se alejó de la costura
Acuérdate de los saltos para huir de la tormenta
y escampar en los cobertizos
Tus pies empinados encima de mis zapatos
para que bajo el paraguas existiera el beso
Acuérdate
hoy que llueve
y es de noche
y no estás conmigo
Seremos distancia
nos haremos viejos
pero nuestra edad siempre será la que teníamos en el último recuerdo
Rescaté mis zapatos cuando los exiliaste al armario
Corrieron con los tuyos y nadie estuvo solo
se pararon bajo los tuyos y ambos estuvimos a salvo
porque las aguas no pudren si el recuerdo es limpio
las noches no tiznan si el recuerdo es diáfano
tú ya sabes qué es lo que mata
acuérdate
hoy que llueve
y es de noche
y estás lejos
y no me nombras
como mis zapatos
nombran los aguaceros.
Un olor a pino bajo las manecillas del sol
Tengo veinte minutos
para salvar de los relojes
una línea de sol
Me siento frente al escritorio
(muchas hojas en blanco / la ventana)
Los pinos al otro lado de las montañas
me traen el olor del desinfectante con el que mi abuela limpia la cocina. Ella me pide que juegue en el patio mientras se seca el piso. Cruzo el pasillo de baldosas rojas donde la lavadora inicia automáticamente, su segundo ciclo de lavado. (Tiemblan mis rodillas). Pateo un balón contra la pared del patio. (Tiemblan las materas). Una niña se asoma a la ventana del segundo piso; me llama para que juguemos juntos. Le doy la última patada al balón
y río
porque soy un niño con certezas: El balón está girando en el patio, la niña está en el segundo piso, mi abuela está después del pasillo de baldosas rojas. Corro hacia el interior de la casa. El piso de la cocina huele a desinfectante. Me pregunto ¿cómo serán los pinos
al otro lado de las montañas?
Y me veo adulto
en la mañana
sentado frente al escritorio
(muchas hojas en blanco / la ventana)
apurado por irme a trabajar
y con solo veinte minutos
para salvar mi infancia.
Conversación entre paréntesis
Desde el rincón que soy, la tarde se mira a sí misma. Termina la hora del almuerzo, la gente con prisa hacia los edificios, y yo… con poemas de Guillermo Martínez González
(Guillermo
soy ese paréntesis
He roto este día)
El título del poemario también es lugar de vacíos. De este lado, la ventana llovida; allá la niebla: prodigio de árboles mojados que fluye sin cabalgar metáforas. La mesa huele a lavanda de librería que recién abre las puertas
(¿Ves el sauce a orillas de la lluvia?)
Son las dos de la tarde y las nubes se abisman desde los acantilados de China. Voy por las páginas finales mientras los oficinistas retoman sus afanes. Se silencian el olor a lavanda y el treno de la nube milenaria
(Guillermo
hay un espejismo de sauce
en la ventana)
Yo me quedo con este instante en el penúltimo verso
antes del segundo aguijón de las máquinas.
El sentido del aire
Mi hermano grita
y tiene sentido el aire
Mi hermano corre
y tiene sentido la tierra
Mi hermano tiembla
y tiene sentido la llama
Mi hermano contempla la llama
y tienen sentido los poetas
Mi hermano se tatúa un reptil
y tiene sentido el agua
Y si -Dios no lo quiera- mi hermano dejase de respirar
el aire y lo demás perderían su sentido
Seríamos dos robustas vacas de la India
que burlan dioses y vientos
en busca de pasto envenenado.
Teoremas sobre la poesía
Primero
La filosofía busca en el pensamiento, aquello que la poesía tantea a ciegas en la emoción.
Segundo
Emoción es lo que permanece cuando el pensador descubre la ineficacia metafísica de pensar.
Tercero
La poesía no es un acto del intelecto, sino un estado en el que la emoción encuentra su secreta razón.
Cuarto
Interpretación de lo ausente más que entendimiento de lo presente. Poesía es lo que nos queda cuando las palabras vibran.
Quinto
Ni consuelo ni respuesta pretende la poesía. Sin embargo, da destellos de tranquila incertidumbre… enigma de inquietante reposo.
Sexto
Sobre las preguntas fundamentales, la poesía ha dado las mejores respuestas. La mitología es epopeya lírica.
Séptimo
Vocación por compensar al mundo tiene la poesía. Allí aparece lo que acá se extingue. En la gruta del verso, la presencia del vacío.
Octavo
La poesía necesita del vacío para habitarlo.
Noveno
El misterio de las cosas es consubstancial al alma del hombre. Hablar de algo, siempre será hablar de alguien.
Último
Ya que los teoremas son proposiciones lógicas, que la lógica construye la realidad, y que la realidad es transgredida por la poesía, cualquier teorema sobre poesía tendrá carácter apócrifo.
Datos vitales
Alejandro Cortés González (Bogotá, 1977) ha publicado los libros Notas de inframundo (Novela, 2010), Pero la sangre sigue fría (Poesía, 2012) y Sustancias que nos sobreviven (Poesía, 2015). Ganador del Premio Nacional de Literatura de la Universidad Central en las categorías Novela (2009) con Notas de inframundo, y Cuento (2011) con Él pinta monstruos de mar. Ganador de la Beca de Circulación Internacional para Creadores del Ministerio de Cultura (2013), con la que participó en VII Festival Internacional de Poesía en París. Ganador del VI Concurso Nacional de Poesía UIS (2014), con Sustancias que nos sobreviven. Ha sido invitado a encuentros literarios en Suramérica, México y Francia. Es miembro de la Fundación Trilce y coordinador de la programación cultural de la Librería Trilce en Bogotá.