Poesía argentina: Valeria Tentoni

Presentamos algunos textos de la poeta argentina Valeria Tentoni (Bahía Blanca, 1985). Es periodista y escritora. Edita, desde 2011, la Audioteca de poesía contemporánea. Publicó los libros de poesía Batalla sonora (Manual Ediciones, 2009), Ajuar (1º Premio Concurso Editorial Ruinas Circulares, 2011) y Antitierra (Libros del pez espiral, 2014), así como el libro de relatos El sistema del silencio (17 Grises, 2012). Participó como guionista de El abrigo del viento, de Romina Haurie (Lupa Productora, 2013). Fue incluida en distintas antologías, como Voces -30 de jóvenes narradores latinoamericanos (Ebooks Patagonia, 2014) y Penúltimos. 33 poetas de Argentina 1965-1985 (UNAM, 2014).

 

 

 

 

 

 

De Ajuar

(Ruinas circulares, Buenos Aires, 2011)

 

 

 

Diosmío

 

Yo veo al pájaro incandescente cruzar el álgebra

lo veo ir

como una flecha luminosa cruzando el número

yo veo al pájaro, levitando, entre los rieles del número

el pájaro que es una cifra entre toda la nada

el pájaro que gorjea, y se parece un poco a la piedad.

Yo veo al pájaro y su constelación de sombras

ir y venir entre los tendales, ir y venir, meciéndose

al aire yerto de la mañana dejándose cruzar por el pájaro

al aire que es también un hijo pequeño y distante.

Yo veo al pájaro, diosmío, también lo veo

y nadie duerme al cuento cuando debería

y menos todavía el pájaro que cruza y se trenza en el cableado y después

sale revoloteando como un monstruo marino

entre la miel blanca del cielo y las nubes como mantas

en las que se acuna el hijo

entre las que el hijo mama

y el pájaro cruza los ojos del hijo

que piensa en los ojos del pájaro

que de diminutos y fusilados resplandecen

como piedras amarillas

y lo ciegan

hasta que la sombra y la noche y el sueño

son una sola aureola seca.

 

 

 

 

 

 

Tuerta

 

La abuela arranca el tallo

aprieta fuerte lo primero

que sale de la tierra

y estira

el mundo hacia arriba

 

le saca el yuyo, lo feo

y es fuerte la abuela

es un poco

toro

así, arrancando el yuyo

y deja el cantero

tan hermosamente verde

tan absurdo de verde, el cantero

 

lo deja

como se dejan sobre la mesa del comedor

las cartas ajenas.

 

 

 

 

 

 

De Antitierra

(Libros del Pez Espiral, Santiago de Chile, 2014)

 

 

 

Adentro de la heladera siempre es de día.   

Las cosas que están ahí no se quejan, no le piden a ningún dios

que apague la luz. Esperan su turno.

Algunas se vencen, pero se quedan igual.

Me gustaría ser la botella de Coca-cola

que cargo con agua de la canilla. Algo que acepta su destino

sin escándalos.

 

Vivo arriba de un supermercado chino.

El otro día colgué un pantalón de la ventana

y el viento se lo llevó. Tuve que bajar, tuve que pedirles permiso.

Me dejaron entrar al depósito: fue como llegar

a la vasija de pepitas de oro al final del arco iris.

Durante mucho tiempo pensé que el ruido ese venía de la panadería

que está a mitad de cuadra. Resulta que no,

que viene de lo de los chinos.

Hay un enorme motor que usan para ventilar su mercadería.

 

Las cosas que están ahí no se quejan, no le piden a ningún dios

que haga silencio.

 

Todo lo que brilla es satélite de alguna estrella opaca.

Algún día esa estrella dejará de existir

antes que sus rayos

y caeremos a una fe ridícula.

 

Si no hubiese cosas más tristes que esa,

esa sería una cosa triste.

 

 

 

 

 

 

Yo me saco esto que traigo 

y te lo dejo

como dejan algunos perros

pájaros muertos en la puerta de sus dueños.

 

Con inocencia y con exceso.

 

 

 

 

 

 

Desde hace días me acosa la misma pesadilla:

un animal que escupe

filamentos de otro animal, uno más lento,

en mi cara.

 

 

 

 

 

 

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