Today at Círculo de Poesía we present a new post of our Irish Poetry Dossier. Is dedicated to a translation into Spanish of some monastic lyrics. Poems written between or behind the pages of major treaties by Irish medieval monks. Close to both, the devotional writing and the simple epigram, these songs bring us closer to a world much like ours (the world of those who lock ourselves in books) even now.
En el marco de nuestro Dossier de Poesía de Irlanda, presentamos cuatro canciones medievales escritas por monjes irlandeses del periodo, que encontraron tiempo para retratar desde la devoción de sus actos hasta la simpleza de ciertos momentos de su vida en los márgenes o al reverso de las páginas de grandes tratados. Las presentes versiones son de Ausías Piedra (1915-1957).
Four Irish Medieval Lyrics
Between the VIth and IXth centuries, Ireland was recognized as one of the main centers of study and biblical exegesis of the Old World. The monks who lived there, far from virtually all material possessions, achieved to write powerful texts describing vividly profound mystical experiences and interpretations of the divine law. As great representative of them, we have to Scotus Eriugena. Apart from its tireless efforts to attain knowledge of The Divine, these monks wrote lyrics in small vignettes in wich they describe their devoted study. Close to both, the devotional writing and the simple epigram, these songs bring us closer to a world much like ours (the world of those who lock ourselves in books) even now.
Ausías Piedra
Cuatro canciones de monjes irlandeses medievales
Entre los siglos VI y IX, Irlanda fue reconocida como uno de los centros principales de estudio y exégesis bíblicos del Viejo Mundo. Los monjes que ahí vivían, lejanos de prácticamente toda posesión material, lograron poderosos textos en que describían vivamente experiencias místicas profundas e interpretaciones de la ley divina; como gran representante de ellos, tenemos a Escoto el Erígena. Aparte de sus labores incansables para alcanzar el conocimiento de La Divinidad, estos monjes escribían pequeñas viñetas líricas en que describían sus aconteceres en tiempos de estudio. Cercanas tanto a la escritura devocional como al simple epigrama, estas canciones nos acercan a un mundo que se parece mucho al nuestro (el de los que nos encerramos en los libros) incluso ahora. Presento aquí algunas traducciones de esos poemas escritos entre o detrás de las páginas de grandes tratados.
AP
El escriba en los bosques
El bosque me mira por encima,
un ruiseñor
canta su canción, diciéndome
cosas que no les he de contar,
y entre las páginas de mi libro
veo el trinar de los pájaros grabados.
Un cucú de voz clara canta, tan sólo
para alegrar
mis días con su forma gris entre ramas.
Qué bueno es conmigo el Señor:
escribiré loas de amor a Sus verdores.
El Señor de la Creación
Adoremos al Señor,
hacedor de grandes hazañas
como el gran Cielo luminoso
y sus bellos Arcángeles
y el Mar que rodea nuestra tierra
que en sendas olas Él hilvana.
Mi mano se cansó de escribir
Mi mano se cansó de escribir
y la punta de mi pluma está ya gruesa
y de ella sólo pende
un manchón de tinta azul.
Un fluir constante de sabiduría
emana de mi mano colorida;
derrama borradores de sí misma
en lás páginas verdes que ahora escribo.
Sólo puedo hacer viajar a la pluma
entre libros de grandísima belleza,
enriquecer el conocimiento del hombre
mientras mi mano se cansa de escribir.
El estudioso y su gato
Pangur y yo practicamos nuestro arte:
su mente piensa en cazar, yo en el estudio.
Cómo me gusta estar sentado en silencio frente a mis libros,
persiguiendo diligente el conocimiento. Pangur, el blanco,
para nada me molesta: él ama también su infantil arte.
Cuando estamos los dos en nuestra casa solitaria tenemos algo
en qué concentrarnos, una búsqueda eterna y nunca vana.
De repente, un ratón cae en las garras de mi gato,
legitimando sus heroícas batallas. Mientras tanto
de mi estudio algún conocimiento profundo emana.
Su ojo perfecto y azul se enfoca en el muro, y yo,
aunque el ojo de mi alma es débil, me enfoco en conocer.
Qué alegre se ve él en su movimiento para atrapar
al ratón entre sus garras tan agudas; como yo
soy alegre cuando resuelvo mis difíciles problemas.
Aunque quizás pase de repente, no nos causamos molestia:
cada uno de nosotros gusta de su trabajo, y bien lo disfruta.
Pangur logra la perfección de su arte cada día: es el maestro,
mientras yo trabajo una y otra vez tratando de entender
claramente las cosas que me parecen siempre tan difíciles.
De “Libro de libreros”, Ediciones Cencerro, Buenos Aires, 1944