Todos los vasos de agua. La relación entre Gorostiza y Nervo

El poeta Miguel Ángel Ortiz (Durango, 1984) nos presenta un ensayo en torno a las relaciones, influencias o reflejos entre los poetas Amado Nervo (1870-1919) y José Gorostiza (1901-1973) a partir del motivo del agua. Ortiz es autor de El cuaderno de las resignaciones (Premio de Poesía Joven Elías Nandino 2005), Milagros para una tarde de lluvia (Premio de Poesía Carmen Alardín 2007), y Funerales que jamás las brujas (Premio de Poesía Amado Nervo 2008).

 

 

 

 

 

Todos los vasos de agua

 

En 1901 Amado Nervo publicó una breve colección de poemas franciscanos en torno a las diversas formas del agua. Ese mismo año, el 10 de noviembre, nació José Gorostiza, quien publicaría, treinta y ocho años después, su famoso poema Muerte sin fin.

En La hermana agua, aquel hombre cuyos restos mortales viajaron durante meses desde Uruguay hasta nuestro país, se adentra en los diversos rostros acuáticos: la lluvia, la nieve, el hielo, el granizo, el vapor- que es el alma del agua-, y en especial el agua multiforme: la que entraña mayores influencias sobre Muerte sin fin, y que ha sido abordado por algunos estudiosos.[i]

Hoy es muy notorio cómo los dos textos se miran como espejos, en claves que van desde el motivo del poema (el vaso y el agua), la mirada franciscana, la inteligencia que no crea, la imagen de Dios como un vaso que nos rige, la voluntad del canto ante la sequedad de la razón, y ese cambio infinito de la forma del agua que sugiere su aniquilación constante, una muerte sin fin.

Recuerdo que en la última de sus notas sobre poesía, Gorostiza menciona que hay poemas que “en el dilatado proceso de su maduración debieron consumir los afanes de muchos poetas”, dado que, al final, “la historia de la poesía —como la historia general—sugiere la imagen de una corriente, un río cuyas ondas emergen al empuje de la masa de agua que la hunde, en seguida, en la disolución”, y la voz de autor puede, en última instancia, ser trocada en voz de todos.

Como en un viejo programa de televisión, digamos ahora:

 

 

Amado Nervo dijo José Gorostiza dijo
“El agua toma siempre la forma de los vasos que la contienen”, dicen las ciencias que mis pasos atisban y pretenden analizarme en vano. No obstante -oh paradoja- constreñidapor el rigor del vaso que la aclara,

el agua toma forma.

 

Yo soy la resignada por excelencia, hermano.  Pero en las zonas ínfimas del ojono ocurre nada, no, sólo esta luz

¡ay, hermano Francisco,

esta alegría…

¡Los hombres no lo saben, pero Dios sí lo sabe!  ¡Oh inteligencia, soledad en llamas,que todo lo concibe sin crearlo!

-¡oh inteligencia, páramo de espejos!

¿Por qué tú te rebelas? ¿Por qué tu ánimo agitas?¡Tonto! ¡Si comprendieras las dichas infinitas

de plegarse a los fines del Señor que nos rige!

¡Mas qué vaso -también- más providente!Tal vez esta oquedad que nos estrecha

en islas de monólogos sin eco,

aunque se llama Dios,

no sea sino un vaso

que nos amolda el alma perdidiza,

pero que acaso el alma sólo advierte

en una transparencia acumulada

que tiñe la noción de Él, de azul.

¿Qué quieres? ¿Por qué sufres? ¿Qué sueñas? ¿Qué te aflige?¡Imaginaciones que se extinguen en cuanto

aparecen…! ¡En cambio, yo canto, canto, canto!

Canto, mientras tú penas, la voluntad ignota;

canto cuando soy chorro, canto cuando soy gota.

Ay, pero el agua,ay, si no sabe a nada.

Pobrecilla del agua,

ay, que no tiene nada,

ay, amor, que se ahoga,

ay, en un vaso de agua.

 

¿No ves que a cada instante mi forma se aniquila? …y sueña que su sueño se repite,

irresponsable, eterno,

muerte sin fin de una obstinada muerte…

 

 

El mundo está colmado de espejos.

Imagino a los niños, Amado y José, huérfanos y pobres, provincianos, siendo guiados por los familiares y por las leyes del azar, por las reglas misteriosas del destino, del caos, a prepararse, a estudiar, a involucrarse en el mundo del gobierno y de la diplomacia, ya en el régimen porfirista, ya en el régimen revolucionario. Luego, el gris a su modo Nervo, inconforme con su obra y con el traje que le quita la libertad; y Gorostiza, enfundado en la burocracia, desde muy temprano en su oficina de segundo a bordo, casi en castigo, aprovechando para escribir su extenso poema.

Pienso en aquel libro de Saramago en que se encuentran y recorren Lisboa Ricardo Reis y Fernando Pessoa. Acá, los nuestros caminarían junto al agua o en las calles de la ciudad de México, en los caminos de provincia, en los pasillos de las oficinas y la orfandad. Quizá una noche los dos viejos poetas vean el cielo negro y antiguo, y un jardín, abajo, lleno de perdices.

[i] José Emilio Pacheco en su “Antología del modernismo”. Salvador Gallardo Cabrera en “De Nervo a Gorostiza. Las mutaciones del agua”; Juan Domingo Argüelles en su valioso prólogo “Amado Nervo ante el escarnio de la vanguardia”- a la Antología Poética, que él mismo preparó.

 

 

 

 

 

 

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