A continuación un ensayo de María Barrera-Agarwal sobre la poeta ecuatoriana del Siglo XIX, Dolores Veintimilla (1829-1857), sobre las variaciones y la conservación de su obra. Dolores Veintimilla cometió suicidio a los 28 años sin alcanzar a ver publicado ninguno de sus poemas. Tan sólo después de su muerte es que se ha comenzado a difundir su legado.
La saga de La noche y mi dolor
[María Barrera-Agarwal]
La poeta
La poeta más importante del siglo XIX en el Ecuador llevó por nombre Dolores Veintimilla (1829 – 1857). Nunca publicó en vida, cercada como estaba por una sociedad que no aceptaba la idea de la creatividad literaria en la mujer. Cometió suicidio a los veintiocho años. Tan solo gradualmente y luego de su muerte se difundió su legado – un conjunto muy pequeño de poesías y de textos en prosa. Ese material, empero se halló viciado, desde el principio, de errores, interpolaciones y omisiones, introducidos por personajes que se vieron involucrados en la conservación y crítica de sus obras.
En ausencia de originales, los textos así configurados han sido reproducidos repetidamente, pasando por inercia de generación a generación, hasta nuestros días. Tal situación, sin embargo, no continuará respecto de todos los poemas de Dolores. A partir de la publicación del libro Dolores Veintimilla más allá de los mitos,[i] es posible determinar la configuración original de varios de esos trabajos, en base a manuscritos de puño y letra de la autora. La exégesis más interesante así intentada es, sin duda, aquella que versa sobre su poema La noche y mi dolor.
De acuerdo a la evidencia existente al momento de publicarse el presente texto, Dolores Veintimilla escribió La noche y mi dolor en septiembre de 1856, en las páginas del diario personal que mantenía por entonces. Además de esa versión – manuscrita y completa – existe una segunda versión, incompleta, también de puño y letra de Dolores, escrita en una hoja suelta de papel. Esos documentos se han conservado hasta nuestros días gracias a su incorporación dentro del expediente del proceso canónico iniciado en 1858 con el fin de obtener el traslado del cadáver de la poeta al cementerio público de la ciudad de Cuenca.
Un análisis de ese expediente permite determinar el origen exacto de ambas versiones: la primera, completa, ha sido tomada del diario de Dolores, y es presentada en 1859, por su viudo, Sixto Antonio Galindo, como prueba adjunta a un escrito del abogado de éste, José María Arízaga. La segunda versión, incompleta, ha sido incorporada al proceso el día de la muerte de Dolores, luego de ser descubierta, junto con la nota de suicidio, en su pupitre, en la alcoba donde se ha hallado su cuerpo.
El poema
En ambas versiones, el primer detalle relevante concierne el título del poema: se halla escrito de puño y letra de la poeta. Puede concluirse entonces que se trata de la única composición de la que se puede afirmar sin sombra de duda que fue intitulada por la propia Dolores Veintimilla. En ausencia de manuscritos que confirmen lo contrario, debe asumirse que todos los demás poemas a ella atribuidos llevan títulos creados por otras personas, luego de su muerte.
La existencia de las dos versiones, a su vez brinda la oportunidad extraordinaria de atisbar, aún si precariamente, el método del trabajo de la poeta. Los textos manuscritos no son idénticos. En base a los datos disponibles, puede aventurarse una cronología de creación – sujeta a la posibilidad de que existan otras versiones del poema, a presente desconocidas. La versión completa parece anteceder a aquella incompleta. Media entre ambos un proceso de revisión, en el que lenguaje y el significado se han moldeado con cuidado y precisión.
El análisis de las estrofas, en ambas versiones, confirma que, al redactarlas, Dolores, tiene en mente el referente de la primera sección de una poesía de un vate español, José Zorrilla y Moral, intitulada La noche y la inspiración.[ii] Dolores, empero, no limita su creación a una imitación del texto de Zorrilla – práctica lírica común por entonces. Crea, por el contrario, un diálogo intertextual, en el que su experiencia como mujer y como escritora es contrastada con aquella de un renombrado vate de sexo masculino.
El poema de Zorrilla está dedicado a un amigo suyo, el actor y poeta Julián Romea Yanguas. La primera sección es un ejercicio en rememoración romántica, en la que el poeta toma distancia de su juventud, la considera en todo su esplendor y en toda su fragilidad, aprestándose a continuar su existencia en base de lo que percibe como una sólida base – la ausencia de ilusiones. Dolores habita el contexto creado por Zorrilla para expresar vivencias que contrastan con las del vate español, de modo a resaltar no solo su experiencia personal sino aquella de sus contemporáneas.
Dolores escribe para sí, en un espacio circunscrito por las limitaciones sociales que se le han impuesto. Limitaciones que se han tornado evidentísimas a partir de la publicación de su único texto en prosa, la Necrología sobre Tiburcio Lucero.[iii] No ha visto impreso uno solo de sus poemas. Es la imagen contraria de lo que ocurre con Zorrilla – ya para entonces un poeta de inmensa fama y de difusión internacional.
Mientras Zorrilla puede afirmar que, a pesar de todas sus pérdidas, “[q]uédame de mi mismo la esperanza”, Dolores proclama sin ambages que “[h]oy de mi misma nada me ha quedado”. Mientras que Zorrilla puede citar, estrofa tras estrofa, aquello que percibe como aún suyo – la inspiración misma, la fe, la amistad, “el mundo sin la imbécil farsa”, Dolores determina en sus versos todos los vacíos – juventud, amistad, ventura. Y, en el contraste más elocuente, mientras Zorrilla se despoja de sus anhelos de ilusión, es esa ilusión – temperada por su conocimiento de que es solo apariencia – a la que Dolores aspira, “que quiero dicha aun cuando sea mentira”.
Las modificaciones
La primera edición de La noche y mi dolor se publica en julio de 1857, en el periódico La Democracia, de Quito.[iv] Llega hasta esas páginas probablemente gracias a la intervención directa de un pariente y amigo de Dolores, Antonio Marchán García.
Marchán tiene en mente un objetivo específico. Al publicar el poema de Dolores, desea insistir en la tragedia, de modo a reivindicar la memoria de quien considera víctima de una inmensa injusticia. Dentro de tal contexto, precisa modificar el original de Dolores, para presentarlo como la última creación lírica de la poeta. Una creación que torna evidente su fatal desesperanza. Cuenta para ello con el texto de la segunda versión, incompleta. Al final de la misma se lee:
Hoy en mi tierna fantasía no existen
los insensatos ensueños de ventura
ya el mustio tronco de mi vida triste
lo ha desgarrado el rayo de tristura.
Ya de mi vida la antorcha se apagó
Además de introducir otros cambios a las estrofas de Dolores, Marchán toma la estrofa y el verso finales y, mediante modificaciones y adiciones, publica lo siguiente:
Hoy en mi yermo espíritu no existe
ese incesante sueño de ventura;
ya el mustio tronco de mi vida triste
lo ha desgarrado el rayo de tristura.
Llegué al instante postrimero… amiga
que mi destino cruel me señaló…
propicio el cielo siempre te bendiga
de mi vida la antorcha se apagó…
El poema modificado por Marchán es el más accesible para la posteridad de Dolores. En 1861, será transcrito por Ricardo Palma en un artículo fundamental que el intelectual peruano dedica a la poeta ecuatoriana, Doña Dolores Veintimilla (Poesías.).[v] Aparecerá también en la primera antología lírica ecuatoriana, editada en 1866, en Guayaquil, por Vicente Emilio Molestina.[vi] Ello, probablemente porque ambos editores desconocen que, en 1859, durante el juicio canónico seguido después de la muerte de la poeta, la existencia de la modificación ha sido expuesta públicamente.
Dentro de ese proceso judicial, el argumento de la defensa se basa en la noción de que Dolores no cometió suicidio con premeditación, sino que su muerte fue el resultado de un impulso, originado en un momento de locura temporal. El fiscal, por el contrario, sostiene la tesis de la premeditación. Como evidencia, presenta una copia del periódico La Democracia, señalando el texto de La noche y mi dolor, y particularmente, su estrofa final como prueba incontrovertible de la intención de Dolores.
La defensa contiende con ese argumento de inmediato:
“el Señor promotor fiscal del Obispado ha emitido un dictamen en la presente causa, ha sentado como cierto un hecho que aparte de no estar probado de ninguna manera en los autos, es por otra parte evidentemente falso: a saber, que el último cuarteto que se encuentra en la composición “La noche y mi dolor” y que se ha publicado el periódico que obra a f. 11, es obra de mi esposa, cuando en realidad es del Sr. Antonio Marchán García, quien hallando trunca la estrofa que dice
Ya de mi vida la antorcha se apagó
quiso completar la composición con el cuarteto que se halla impreso, dándole a la otra un giro acomodado a las circunstancias de la muerte de mi esposa.”[vii]
Como evidencia de lo afirmado, se incluye el original del documento referido, desglosado del proceso canónico, y una versión adicional, tomada de los diarios de Dolores – presumiblemente conservados ante entonces, junto con otros documentos suyos, en manos de familiares:
“Con el mismo objeto presento los versos que se hallaron en la misma mesa que en que se encontró la carta de f. 9[viii] y que se ha desglosado del expediente criminal que se sigue ante la autoridad civil, presento así mismo las páginas del diario que escribía mi esposa: la primera contiene la composición a que se alude completa y dice al pie “Sábado catorce:” la otra que se halla a continuación tiene la fecha de 14 de septiembre.”
Para abundar en confirmación, la defensa de Dolores solicita que Marchán declare sobre el hecho, de acuerdo a interrogatorio, cuyas preguntas confirman con exactitud los detalles ya expuestos. Marchán concurre ante el juez de la causa el mismo día, 19 de enero de 1859. Su declaración es lacónica. Se limita a contestar afirmativamente a las preguntas propuestas.[ix]
La posteridad
En 1874, un joven periodista ecuatoriano, Federico Proaño, publica, en entregas, un artículo sobre Dolores Veintimilla en su periódico La Nueva Era. En cuarta y última entrega, Proaño ofrece a su público el texto de un poema de Dolores..[x] Son cuatro estrofas, sin título. Al revisar el expediente canónico y comparar esos versos con completo de La noche y mi dolor, se descubre que Proaño, los ha extraído del mismo sin mencionar ese origen.
Eventualmente, ese fragmento llegará a conocerse dentro del canon de Veintimilla como un poema independiente, citado bajo un título creado por otro editor – Manuel Gallegos Naranjo – Anhelo.[xi] En ningún momento la conexión entre La noche y mi dolor y Anhelo se tornará evidente, hasta la publicación del presente trabajo. Más allá de tal segmentación, no faltarán críticas y descalificaciones emitidas respecto del poema, como intentos de desprestigiar a su autora. Buen ejemplo, un comentario emitido en 1919, en su Historia de la literatura ecuatoriana, por Francisco Vásconez:
“Nuestro distinguido amigo, el Sr. Juan Abel Echeverría, ha tenido la bondad de indicarnos que la composición de Dolores Veintimilla es un plagio de La noche y la inspiración, de Zorrilla. En efecto, hállase en aquella no solo ideas, sino versos enteros trasladados al pie de la letra de la composición del poeta español. En consecuencia, es inútil que nosotros nos pongamos a analizarla.”[xii]
Es imposible saber a ciencia cierta si tan peregrina acusación fue en verdad formulada en los términos utilizados por Vásconez.[xiii] Resultaría extraño que así fuese, en vista de que la relación del poema de Dolores con la obra de Zorrilla se conoció tempranamente. Fue remarcada ya en 1870, por José Rafael Arízaga, quien, en su Guirnalda literaria, incluyó un epígrafe luego del título del poema, indicando su calidad de “[i]mitación de Zorrilla.”[xiv] Epígrafe reproducido a menudo en subsecuentes ediciones del poema.
Esos y similares cuestionamientos revelan, desde luego, los prejuicios de sus autores. Más allá de los mismos, debe anotarse que el poema de Dolores no ha cesado de ser apreciado por los lectores ecuatorianos y extranjeros, desde su primera difusión. Ese aprecio, empero, se da respecto a un texto truncado y adulterado, que incluso después de la confesión de Antonio Marchán continúa a ser difundido incorrectamente.
Parte de esa difusión se produce con una versión de la que se ha cercenado tanto la estrofa de autoría de Marchán, como aquella inmediatamente anterior. Como tantos otros errores repetidos tradicionalmente respecto a Dolores Veintimilla, esa supresión indebida y doble se debe a la intervención del intelectual ecuatoriano Remigio Crespo Toral, quien, en un artículo de 1885, afirma:
“Bien sabido es – y está comprobado en el proceso – que las dos últimas estrofas de la composición “La noche y mi dolor” son de propiedad del poeta azuayo Dor. Antonio Marchán.”[xv]
Como se ha visto, Marchán no ha declarado jamás ser autor de las dos estrofas finales, sino que ha aceptado simplemente el haber completado la estrofa final, trunca en el manuscrito incompleto. A pesar de ello, ese hecho, totalmente falso y de ningún modo justificado por los autos del proceso, es elevado al rango de verdad en base al artículo de Crespo Toral. Con buena fe, probablemente impresionado por la reputación de Crespo Toral, Celiano Monge lo aceptará como verídico trece años más tarde, en su prólogo a la primera compilación de las obras de Dolores Veintimilla:
“En La noche y mi dolor hemos suprimido las dos últimas estrofas que aparecen en las ediciones anteriores, y en las cuales se anuncia el suicidio, porque el Dr. D. Antonio Marchán, que la publicó por primera vez, declaró ser el autor de este aditamento, en el juicio que se siguió en el tribunal eclesiástico de cuenta, para reivindicar la memoria de la infortunada escritora.”[xvi]
¿Qué mejor ejemplo de las muchas vicisitudes de la que se compone la saga de La noche y mi dolor? Saga en la que debe incluirse la versión completa del poema, contrastada con aquella modificada por terceros, transcripción anexa al presente análisis, junto con una comparación con el poema de José Zorrilla.
Aquí se puede leer la comparación de los poemas
Notas
[i] Barrera-Agarwal, María Helena, Dolores Veintimilla más allá de los mitos, Academia Nacional de Historia / Sur Editores, Quito, 2015
[ii] Vid., Zorrilla, José, Obras de José Zorrilla: Nueva edición corregida, y la sola reconocida por el autor con su biografía por Idelfonso de Ovejas, Tomo Primero, Obras Poéticas, Baudry, Librería Europea, París, 1852, p. 64
[iii] La Necrología sobre Tiburcio Lucero es un texto breve, editado como hoja volante, en el que Dolores reivindica la memoria de un indígena cuyo ajusticiamiento presenció, y clama contra la pena de muerte infligida usualmente respecto de los estratos sociales más vulnerables. Una opinión extraordinariamente avanzada, que sería criticada del modo más acerbo.
[iv] La Democracia, Época segunda, Año I, Trimestre I, martes 2 de junio de 1857
[v] Palma, Ricardo, Doña Dolores Veintimilla (Poesías.), en Revista de Sud-América, Anales de la Sociedad de Amigos de la Ilustración, Año II, No. 4, Imprenta del Universo de G. Helfmann, Valparaíso, Diciembre de 1861, p. 201
[vi] Molestina, Vicente Emilio, Lira ecuatoriana. Colección de poesías líricas nacionales, escogidas i anotadas con apuntamientos biográficos. Guayaquil, Imprenta i Encuadernación de Calvo i Ca., 1866
[vii] Documento presentado por Sixto Galindo en el proceso canónico seguido por la muerte de Dolores Veintimilla, 19 de enero de 1859.
[viii] Nota de suicidio de Dolores Veintimilla, documento incluido en el proceso criminal seguido luego de la muerte de Dolores Veintimilla, desglosado e incluido luego en el proceso canónico.
[ix] Declaración de Antonio Marchán García, proceso canónico seguido por la muerte de Dolores Veintimilla, 19 de enero de 1859.
[x] Proaño, Federico, La señora Dolores Veintemilla de Galindo – IV, en La Nueva Era, Año I, Núm. 32, Guayaquil, jueves 14 de mayo de 1874, p. 1
[xi] Manuel Gallegos Naranjo, (comp.), Parnaso ecuatoriano: con apuntamientos biográficos de los poetas y versificadores de la República del Ecuador, desde el siglo XVIII hasta el año de 1879. Imprenta de Manuel V. Flor, Quito, 1879
[xii] Vásconez, Francisco, Historia de la Literatura Ecuatoriana, Tomo I, Tip. y Encuad. de la “Prensa Católica”, Quito, 1919, p. 226-227. El análisis de Vásconez respecto de Dolores sigue las líneas del comentario de Crespo Toral y es, por tanto, cuestionable en su contenido.
[xiii] Debe anotarse que en una nota antológica sobre Dolores Veintimilla, escrita en 1879, para su Nueva lira ecuatoriana, Juan Abel Echeverría menciona La noche y mi dolor y Quejas, sin aludir a un supuesto plagio respecto de la primera. Echeverría, Juan Abel, (Comp.), Nueva lira ecuatoriana. Colección de poesías escogidas y ordenadas por Juan Abel Echeverría. Imprenta de Samuel C. Vázconez por Manuel Hurtado, Latacunga, 1879, p. 26
[xiv] Arízaga, José Rafael, (comp.), La guirnalda literaria: colección de producciones de las principales poetisas i escritoras contemporáneas de América i España. Impr. i Encuad. de Calvo i Ca., Guayaquil, 1870
[xv] Crespo Toral, Remigio, Dolores Veintemilla de Galindo, en Revista Literaria de “El Progreso”, Año 1ero, No. 4to., Cuenca, abril de 1885, p. 58
[xvi] Monge, Celiano, Advertencia, en Veintimilla, Dolores, Monge, Celiano, (ed.) Producciones Literarias, Quito, 1898.