Poesía joven de México: Anselmo Guarneros

 

Presentamos la poesía de Anselmo Guarneros (Nuevo Laredo, Tamaulipas. 1991). Estudia Derecho en la Universidad Autónoma de Tamaulipas, en Ciudad Victoria. Ha publicado cuentos y poemas en el portal HoyTamaulipas y en el blog de The Crow Magazine. En 2015 fue becario Interfaz, en el programa de becas literarias: Los Signos en Rotación, Festival Interfaz. Issste Cultura,  en Monterrey, NL

 

 

 

 

 

 

 

 

Adobe

 

 

Me siento atado a tus mil cabellos

que forman nudos tras de mi cuello,

que me rodean, que no me sueltan

y se sujetan con mucho gusto,

como queriendo que cualquier tarde

mudasen cráneo y fuesen míos

y no más tuyos.

 

Me siento atado también, lo admito,

a esos brazos que a ti te cuelgan

y a mí me abrazan,

que me tomaron una mañana

en el que el frío cayó tan bajo

que se veía muy pequeñito,

como personas cuando se miran

desde lo alto de un edificio.

Son esos mismos pequeños brazos

que ahora tocan mi fría espalda

y la calientan de cierto modo

que no comprendo,

y no respiro porque presiento

que de moverme lo arruino todo,

y sólo quiero quedarme quieto

y recordarte que mis latidos

respiran tiempo porque comprenden

que afuera y dentro no es lo mismo,

que afuera río,

y dentro lloro.

 

Tengo tu vientre pegado al mío,

y ahí juntitos los dos platican

de cualquier cosa con sus rugidos,

y se saludan quién sabe cómo,

algún idioma han de conocer;

platican tanto que duele un poco,

las tripas tiemblan como diciendo

que ya se van,

que pertenecen a otro sitio

en donde nadie

les dice adiós.

 

Y no me olvido de que enterraste

tus piernas largas frente a las mías,

rodilla al frente, la misma altura,

el mismo largo, mismos raspones

las mismas manchas y moretones.

Se nota tanto que pertenecen

a quien anduvo por mucho tiempo

sufriendo mucho

y mucho más.

 

Así nosotros, así los cuerpos,

así el destiempo, así el destino,

tanta venganza tienen sus filas,

que juega al monstruo con sus vecinos,

que rompe en llanto en ojo ajeno,

que silva al viento versos enteros

de desaliento y de desamor,

que se mantiene cosiendo pieles

con los tejidos que ya se han roto,

y transformando más de dos órganos

en un concierto

sin un final;

tapando bocas con nuestras manos,

manchando pechos con nuestra sangre,

limpiando egos

con el silencio de nuestra calma,

de nuestra voz,

y todo esto sin un motivo que lo sostenga

que le de causa justificada

que no sea otra

más que el placer.

 

Si por mí fuera

siempre seríamos personajes

de alguna historia de trovadores,

que cantarían amor perfecto ante los reyes de cualquier sitio,

y los abuelos platicarían de nuestro tiempo en esta tierra

a sus nietitos que dormirían pensando en ti

y en cómo amaste, igual que yo;

mas de desgracias ya no hay quien cante

y nadie cuenta las aventuras

de un pobre viejo que sólo quiere

mas no es querido,

pues aunque el cuerpo esté tan cerquita

que las palabras nos sobran tanto,

no te das cuenta que cualquier sitio

que no sea este

te causa daño,

que tus rodillas te dicen algo

cuando se atoran junto a las mías.

 

Sólo tu mente de pequeñita

quiere alejarse y no estar aquí,

quiere escaparse de este gran muro de carne y hueso,

quiere decirnos a los dos juntos

que nunca quiso sentirse ajena,

que no era ella quien decidía,

sino la piel.

Que se ha sentido

esclavizada todo este tiempo,

gritando a voces a mis oídos que son muy sordos,

que yo soy libre, pero tú no.

De qué me sirve tener tu cuerpo

si a ti te aterra el estar aquí,

y con quién hablo

si tus palabras no son ni tuyas

ni para mí.

 

Para qué veo este par de ojos

que no devuelven ya la mirada,

que esos ojos tras esos párpados

que son tan bellos como los cielos

quieren cerrarse más de la cuenta,

y siempre niegan que alguien los ve.

 

Y yo comprendo que ya fue tiempo,

que no me sirve ya la corteza ni la envoltura

de lo que hay dentro,

que con el tiempo te hiciste inerte,

que hoy tú quieres salir corriendo,

y liberarte de la atadura

que tu cabello le hizo al mío,

que ya no quieres que te detenga

que ya mis manos no te sostengan,

que ya mis dedos no te dibujen,

y que tu cuerpo pueda partir.

 

 

 

 

Hoy

 

Hoy quisiera saber qué se siente encontrarse

en aquello que llaman “los lugares correctos”,

aprender a reír enseñando los dientes

y besarte la piel con los ojos abiertos.

 

Hoy espero que aprendas de este tonto que marcha

en sentido contrario, en reversa y despacio;

que no trepes a un árbol a comer dos manzanas,

que es mejor sacudir y que caigan rodando.

 

Hoy pretendo quitarme esta vieja costumbre

de extraviarme buscando una mano y un cuerpo,

de morirme en las noches en que faltan perfumes,

de llorar en silencio por mi falta de tiempo.

 

Hoy revivo en tu vientre y me crío en tus piernas,

hoy yo escojo tus pasos, hoy me quedo contigo,

ya no pienso en caminos, ya no cierro las puertas,

si te quedas me quedo,

si tú vas,

voy contigo.

 

 

 

 

 

 

Tu ausencia, mi calma y una gris banca vacía

 

 

A veces camino entre las bancas de la plaza

donde te conocí

y doy vueltas alrededor como en el pasado

lo hacíamos tú y yo.

En el suelo hay hojas del viejo árbol solitario

que nos daba sombra por las tardes y cobijo

en mitad de la noche.

 

A lo lejos veo una pareja que da un paseo,

los veo separados, como recién conocidos.

Pasan junto a mi y escucho algo de lo que dicen.

Alguien se enamoró.

 

Sin ti las caminatas son cansadas y eternas,

y mis piernas son débiles,

como hechas de vidrio,

así que descanso un poco para recordarte.

Extraño oler la miel de tus cabellos oscuros,

y comer la pulpa de tus labios mordisqueados.

 

Ahora que no estás
tengo tiempo de sobra,

y me quedo pensando en aves, rocas, en libros,

así siento que ayudo a que el tiempo avance rápido
y aguanto un poco más,

pero cuando todo se hace gris, no pienso en nada.

 

Quiero decirte algo que descubrí hace poco,

tal vez, de haberlo dicho antes, todo sería

algo menos confuso.

No estoy hecho para amar, sino para olvidar,

pues nací amándote y estaré siempre olvidándote.

 

Ya no veo a la pareja que daba un paseo,

volteo la cabeza y veo todo vacío.

Tal vez es cierto todo eso que siempre dijiste

que me quedaré solo.

Es a eso lo que tengo miedo, por eso lloro.

 

Quizás con el tiempo yo logre hacerme más fuerte

y la costumbre pueda hacerse mi compañía.

Pero en este momento
estamos nada más

tu ausencia, mi calma y esta gris banca vacía.

 

 

 

También puedes leer