American Poetry: Anthony Petrosky

All Whitman Laureates at Círculo de Poesía

The Walt Whitman Award 1982

Today at Círculo de Poesía: Anthony Petrosky (Pennsylvania, 1948). Author of three poetry collections: Crazy Love (2003), Red and Yellow Boat (1994), and Jurgis Petraskas (1983), selected by Philip Levine as the winner of the 1982 Walt Whitman Award. He is also the coauthor and coeditor of three scholarly books on education. The Spanish translation presented is by Tania Márquez Aragón.

Presentamos la poesía de Anthony Petrosky (Pensilvania, 1948). Autor de tres poemarios: Crazy Love (2003) Red and yellow Boat (1994) y Jurgis Petraskas (1983), seleccionado por Philip Levine como ganador del premio Walt Whitman en 1982. También es coautor y coeditor de libros académicos. La traducción al español es de Tania Márquez Aragón.

 

 

 

 

 

 

 

Another theory

 

Light muted rain

shapes a sycarome,

a maple gone red,

rows of high-rises

rising against the

gray, a dab of red

Huangul, a green

sign illuminated,

flashing to stop

then go, red to

yellow on black

macadam, both

sides outlined by a

languorous weave

of bodies in coats,

umbrellas up, a

few appearances

of oranges, blues,

even some ducks

flat against black

like hypotheses in

this sea of appear-

ances, God’ ad-

versaries, in this

sooty air ablaze

with traffic,

radios, TVs, a

gray that dis-

appears into

glow like eye

into I or see

into be in a

pool of light

that illuminates

poinsettias in a

green plastic pot

on the sidewalk

next to a coil of

black tubes next

to a stack of straw

mats behind the

cart full of tiny

tangerines and an

old woman, a red

apron, two hands

wet with juice.

 

 

Otra teoría

 

Luz muda lluvia

forma un sicomoro,

vuelve rojo un maple,

hilera que se eleva

levanta contra

el gris, un toque rojo

Hangul, un verde

signo iluminado,

parpadea, se detiene

luego se va, de rojo a

amarillo sobre  negro

asfalto, ambos lados

trazados por una

ola lánguida de

cuerpos en abrigos,

paraguas arriba,

algunas apariciones

de naranja, azules,

hasta unos patos

se acomodan en lo

negro como hipótesis en

este mar de apariciones,

adversarios de Dios, en este

tiznado espejeo de aire

con tráfico

radios, televisiones,

color nublado que des-

aparece en el brillo

como un ojo

dentro de mi

o lo que veo

dentro de una

alberca de luz

que irradia sobre las

pascuas en una

botella de plástico

dejada en el camino

junto a un espiral de

tubos negros junto

a un montón de paja

enmarañada bajo la

carreta llena de diminutas

mandarinas y una

mujer vieja, un delantal

rojo, dos manos

húmedas con jugo.

 

Annie

 

Carole got laid in the back while we drove around.

A guy I just met behind the wheel made jokes.

Carole said to “tell Annie we went to a movie.”

Annie stared at me and said I was a lying little

prick. I don’t know where she got her red hair.

She fried fish on Fridays, chicken on Mondays,

casseroles on Sundays. Laundry on Saturdays.

Frank put a boning knife into his shoulder.

He put her through a window. Barbara,

her youngest, went the next year to the nuns;

Carole had a girl she named Annie, the Frank

died a year later in a cave in. The air stunk.

Annie got rid of his beagles the next day. My

mother, her sister, commented on their absence

and the silent in the alley as if it was a creature

moved in to replace the dogs. Annie harbored

her bitterness in the small rooms of that flat filled with

knickknacks until her brother Mackey died, then

she let go of a torrent of tears that did not end, so

Barbara returned and Annie grew less coherent,

picking at her fingers then at her face until they bled

so much so that it was a relief to all, Barbara said, when

she died that June afternoon with a scream that laid out

like the crack of a whip.

 

 

 

Annie

 

Carol tuvo sexo en la parte trasera mientras dábamos una vuelta.

El chico, detrás del volante, que recién conocí hacía bromas.

Carole dijo “Dile a Annie que fuimos al cine.”

Annie me miró y dijo que era un pequeño cabrón mentiroso.

No sé dónde se pintó el cabello rojo.

Ella freía pescado los viernes, pollo los Lunes,

preparaba cazuelas los domingos. Lavaba la ropa los sábados.

Frank puso una polea en la cuerda y cicatrices en su  cara.

Ella le puso un cuchillo en su hombro. Él la empujó contra la ventana.

Bárbara, la más pequeña, se fue el siguiente año con las monjas;

Carole tuvo una niña que llamó Annie. En un derrumbe,

Frank murió un año después. El aire apestaba.

Annie se deshizo de sus sabuesos al día siguiente.

Mi madre, su hermana, comentó su ausencia

y el silencio en el callejón fue como si una criatura

se instalara para remplazar a los perros.

Annie hospedó su amargura en la pequeña habitación

de esa casa llena de baratijas hasta que su hermano Mackey murió,

entonces dejó salir un torrente interminable de lágrimas,

Bárbara volvió y Annie creció menos cuerda,

cortando sus dedos, luego su cara hasta sangrar tanto

que Bárbara dijo, fue un alivio para todos cuando murió

en esa tarde de Junio con un grito que se extendió

como el azote de un látigo.

 

 

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