Apuntes a una breve antología del error

Hace treinta años murió Jorge Luis Borges, uno de los escritores más importantes de la literatura universal; para recordarlo, presentamos una reseña escrita para la Revista Multicolor de los Sábados, del diario Crítica. Borges fue editor de dicho suplemento durante la escasa vida de la publicación.

 

 

 

 

Francisco R. Villamil

Caracol marino, Montevideo, 1933

 

 

 

Por Jorge Luis Borges

 

 

Este libro, curiosa antología del error, agota las maneras más diversas de eludir la poesía. El escritor (de algún modo hemos de llamarlo) exhuma los errores peculiares de Julio Herrera y Reissig, como si los actuales no le bastaran. Maneja con igual naturalidad la cursilería del pasado mañana y la de anteayer. Suele cultivar las variantes:

 

El buen oído se goza en el silencio;

en la fina y serena comarca del silencio,

en la honda y sedante caricia del silencio,

en la quieta guitarra del silencio,

en la fresca cisterna del silencio,

en la copa de oro del silencio.

 

También las voces matemáticas para simular precisión:

 

Un ángulo de garzas en azul metálico

progresando hacia el decaimiento de la tarde

por el camino ideal de un paralelo

me sumerge en la conciencia del Transcurso.

 

También la deliberada pedantería (ya acometida victoriosamente en la estrofa anterior, norma de versos indecibles):

 

Ah! Tender las velas desde el cono de sombra propicia

atravesando torvos océanos de luces herméticas,

islas radiantes, cruzar toda la leche de Hera

singlando a más distantes nébulas extragalácticas!

 

También el mero balbuceo de palabras goteadas, que quiere ser confundido con laconismo:

 

Tarde de plata.

Anteojos. Péndulos. Acanto.

Camino de palmeras hacia la fuente.

Física del mundo.

Vivir ahí. Lila de las glicinas

Rostro de puras líneas frescas y ruborosas.

Tu grácil elegancia arqueada sobre el agua.

Dueños aquí por siempre. Olvidar lo pasado

Cada semana. Claveles y silencio.

 

También la alegoría en todo su horror:

 

Atravesaba a nado el mar de los problemas

para aspirar la flor de una hermosura nueva…

Sus brazadas medían las concavidades,

y desde la garrocha de una hipótesis

adornaba los montes de parábolas.

 

También las órdenes despóticas, de ejecución más bien improbable:

 

Alma mía, decanta la esencia de tu goce,

Depura la rudeza de la forma prístina,

decora de elegancia tu recia varonía.

 

También los imprudentes consejos:

 

Confía en el motor de tus razonamientos,

en el goniómetro de tu agudeza,

en la esencia de tu cultura,

e impulsa tus aviones a todas las estrellas,

y hazlos dar saltos y loopings sobre lo absurdo.

 

También el helenismo y la sastrería:

 

Quisiera ir al país de la alegoría

para tenderme bajo los sombríos matorrales

a acariciar mis pensamientos sobre lo bello;

para usar una túnica como la de Mercurio,

y hundir mis manos en las cabelleras de naranja

de las gracias danzantes, y competir con el dios aéreo

en el juego elegante que entreabre las gasas.

 

De otros errores es espejo y norma el señor XXXXXmil, pero no puedo transcribir todo el libro. Recomiendo su examen apasionado, a los curiosos y amateurs del mal gusto, entre quienes me cuento. Casi descreo del placer de los libros buenos; prefiero el de los malos.

 

 

 

Crítica, Revista Multicolor de los Sábados, Buenos Aires, Año I, N° 20, 23 de diciembre de 1933.

 

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