Presentamos cinco poemas del poeta y traductor brasileño Fabiano Calixto (Garanhun, 1973), en la versión del poeta mexicano Miajil Lamas. Calixto fue finalista del Prêmio Jabuti en la categoría “Mejor libro de poesía”. Ha sido editor de revista de poesía Modo de Usar & Co. y O Almanaque Lobisomem. Es anarquista y Maestro en Teoría Literaria y Literatura Comparada.
Versos de circunstância
eu não entendia
& ela se mexia tanto ao meu lado
& aqueles bancos apertados
o ar condicionado gelando tudo
(os brincos dela, o meu humor)
mais de uma hora cruzando
ruas, avenidas, parágrafos –
o livro gritando alto
num mundo surdo
depois de arrumar-se
mais algumas dezenas de vezes
passou batom nos lábios
o sol já estava no meio do céu
quando ela se levantou
foi então que percebi que
três pequenos pássaros
voavam em suas costas
Versos de circunstancia
yo no entendía
& ella se mecía mucho a mi lado
& aquellos bancos estrechos
el aire acondicionado helando todo
(sus aretes, mi humor)
más de una hora cruzando
calles, avenidas, párrafos
el libro gritando
en un mundo sordo
después de arreglarse
algunas cuantas decenas de veces
pasó el lipstick por sus labios
el sol ya estaba en medio del cielo
cuando ella se levantó
entonces me di cuenta que
tres pájaros pequeños
volaban en su espalda
Juntando gravetos
Para Antonio Calixto, com carinho & muita saudade
Faz um tempo eu quis
Fazer uma canção
Pra você viver mais
John Ulhoa
o silêncio de hoje
toca a quaresmeira lá fora
e, hóspede da perfeição,
torna-se igualmente lilás
é com esse silêncio
que leio suas palavras potáveis
recém-chegadas de longe
– de onde? –
(a dor nos traz anseios
tolos – como fazer a Terra
voltar meses, anos atrás, como fez
aquele herói extraterrestre
do filme e do álbum de figurinhas
que juntos colávamos
em muitas manhãs de domingo –
ou olhar uma estrela
e imaginar que você
dorme em algum lugar
ali por perto –
e nos dá a medida do tempo
e continuamos sem entender
medida alguma, aguardando
o barco retornar de Delfos
para que possamos, também,
nos despedir definitivamente
desse nosso
bosque liliputiano)
dizem que é a última canção
mas eles não nos conhecem
por dentro da tarde
as flautas tomam fôlego
para que canções flutuem
ao redor das árvores
que fazem sombra
para os que se despedem
Juntando leña
Para Antonio Calixto, con cariño y mucha saudade
Hace tiempo
Yo quise hacer una canción
Para que tú vivieras más
John Ulhoa
el silencio de hoy
toca la quaresmeira de allá afuera
y, huésped de la perfección,
se vuelve también lila
es como ese silencio
que lee sus palabras potables
recién llegadas de lejos
¿de donde?
(el dolor nos trajo tonta
ansias –como querer que la Tierra
volviese meses, años atrás, como hizo
aquel héroe extraterrestre
de la película y el álbum de estampas
que juntos pegábamos
en aquellas mañanas de domingo–
o mirar una estrella
e imaginar que tú
duermes en algún lugar
por ahí cerca
y nos da la medida del tiempo
y continuamos sin entender
medida alguna, aguardando
que vuelva de Delfos el barco
para que podamos, también,
despedirnos definitivamente
de nuestro
bosque liliputiense)
dicen que es la última canción
pero ellos no nos conocen
adentro de la tarde
las flautas toman aliento
para que floten canciones
alrededor de los árboles
que dan sombra
a los que se despiden
Nem a Nona Sinfonia tem tanta beleza
numa manhã de setembro
meio dormindo
meio acordado
foi assim
no êxtase enovelado
do pós-sonho
que ouvi pela primeira vez
a mijadinha dela
Ni la Novena Sinfonía tiene tanta belleza
en una mañana de septiembre
medio dormido
medio despierto
así fue
en el éxtasis enmarañado
del post-sueño
que por primera vez
la oí orinar
E-MAIL PARA TOM WAITS
Ella, una angustia hopperiana, recargada en el balcón, tomaba dry martini y soltaba grandes bocanadas de humo. Fijaba su propia sombra – que era ella misma en versión instrumental, tomando dry martini y soltando inmensas bocanadas de humo. Mi carraspera cínica dio comienzo a la conversación. Yo sabía que ella era sólo una bella muchacha que quería llegar a una librería de viejo y comprar un libro de Larry Brown, leerlo en éxtasis, guardarlo bajo el grafitti, lo que la memoria probablemente olvidaría, y la noche siguiente encontrar a alguna amiga para contarle que la madre le había telefoneado, llorando, para contarle que el padre continuaba con una sed insana y que el hermano se mata con traficantes, pero aún así siempre habría un espacio en la vida, aunque mínimo (aquel que hay entre la muerte clínica y el paciente extendido sobre la mesa de cirugía), para la vida. De la misma manera que ella sabía que yo era el sujeto más solitario de la ciudad, y que mi cigarro se estaba acabando y que yo diría que en algún lugar entre el siglo XIX y Etiopía, Rimbaud le había pegado un tiro a uno de sus criados por haber intentado robarle, mientras dormía, dos o tres monedas de oro. Nosotros, definitivamente, no creíamos que fuese verdad. Y eso acabó en tensión. Entonces, en el dancing casi vacío, ella me tomó del brazo, sacó su lápiz labial y escribió la palabra sintaxis. De la nada. Y de la nada recordé una canción de Jonnhy Cash y me quedé intrigado por saber si él habría pasado por algo parecido cuando pensó en cantar Hurt. Jonhy Cash no se acordaba de los sueños de noches anteriores –dijo ella. Me quedé quieto y le pedí otro cigarro. Lo que me enoja del amor es que es una cosa muy sencilla. Es como comprar una paleta en la tienda. Es como llegar tarde al trabajo e improvisar cualquier cosa. Debería haber un contenedor para el amor entre la basura orgánica e inorgánica. Pero no, no, las personas lo guardan consigo y lo llevan a comer con la esposa y con la amante, entre uno y otro guiño. Lo llevan a las reuniones de sobrefacturación y al juego de futbol con el hijo, en la Playstation. En el amor cabe todo, el catarro, la lágrima, el esperma, la sangre, el cariño, la mentira, la verdad, la infidelidad. Es muy amplio. Por demás democrático, como la muerte – amarte amuerte, morir. Extraño ¿no? Me quedé quieto nuevamente. Estaba muy borracho y yo – que tenía que hablar sobre el amor- con certeza lo había dejado en alguna vieja canción que habla de perdedores y borrachos incorregibles. Yo era apenas un cachorro mojado esperando que la ciudad se vaciara para poder urgar en la basura y, quién sabe, encontrar un amor cualquiera, y matar mi hambre. Ella era aquel dulce desorden de los sentidos. Pero el dulce desorden de los sentidos jamás había escuchado ninguno de sus discos. Tuve que cantar una a una sus canciones, sin siquiera acordarme de alguna. Antes de dormirse dijo: la culpa y los cadáveres escondidos son la esencia de las ciudades. Aquellos brazos eran como un inmenso beso y en ellos me escondía durante toda la noche. Entonces un ataúd apareció en medio de la sala. Yo, confortablemente anestesiado, le besé el rostro, y, antes de que el pájaro con olor a combustible emprendiera su vuelo, después del amor, quieto y olvidado, atrás de su sueño, peligrosamente próximo al azúcar de los sueños.
E-MAIL PARA TOM WAITS
Ela, uma angústia hopperiana, encostada no balcão, tomava dry martini e soltava imensas baforadas de fumaça. Fitava sua própria sombra – que era ela mesma, em versão instrumental, tomando dry martini e soltando imensas baforadas de fumaça. Meu pigarro cínico deu início à conversa. Eu sabia que ela era mais uma bela garota que queria chegar num sebo e comprar um livro do Larry Brown, lê-lo em êxtase, guardando sob o grafite o que a memória provavelmente vacilaria, e na noite seguinte encontrar alguma amiga para dizer que a mãe havia telefonado, aos prantos, dizendo que o pai continuava com uma sede insana e que o irmão metera-se com traficantes, mas mesmo assim sempre haveria um espaço na vida, mesmo que mínimo (aquele que há entre a morte clínica e o paciente estendido sobre a mesa de cirurgia), para a vida. Da mesma maneira que ela sabia que eu era o sujeito mais solitário da cidade, e que meu cigarro estava acabando e que eu diria que em algum lugar entre o século xix e a Etiópia, Rimbaud teria dado um tiro em um de seus criados por este tentar lhe roubar, enquanto dormia, duas ou três moedas de ouro. Nós, definitivamente, não acreditávamos em verdades. E isso acabou em tesão. Então, o dancing quase vazio, ela pegou em meu braço, sacou o batom e escreveu a palavra sintaxe. Do nada. E do nada, lembrei de uma canção interpretada por Johnny Cash e fiquei curioso em saber se houvera ele passado por algo parecido quando pensou em cantar “Hurt”. Johnny Cash não se lembrava dos sonhos das noites anteriores – ela disse. Fiquei quieto e pedi a ela outro cigarro. O que me enoja no amor é que ele é uma coisa fácil demais. É como comprar um Chicabon na padaria. É como chegar atrasada ao trabalho e esfarrapar um verbo qualquer. Deveria haver uma lata para o amor entre a coleta seletiva de lixo. Mas não, não, as pessoas o guardam consigo e o levam para o jantar, com a esposa e com o amante, entre uma e outra senha. Levam-no para as reuniões sobre superfaturamento e para o jogo de futebol com o filho, no Playstation. No amor cabe tudo, o catarro, a lágrima, o esperma, o sangue, o carinho, a mentira, a verdade, a sujeira. É amplo demais. Democrático demais, como a morte – amar-te amor-te, morrer. Carente demais. Fácil. Só o amor parece não caber no amor. Estranho, né?Fiquei quieto novamente. Estava bêbado demais e o amor – o que eu tinha para falar sobre o amor – com certeza havia deixado em alguma velha canção que fala de perdedores e bêbados incorrigíveis. Eu era apenas um cachorro molhado esperando a cidade se esvaziar para que eu pudesse vasculhar os sacos de lixo e, quem sabe, encontrar um amor qualquer e matar minha fome. E ela era aquela doce desordem dos sentidos. Porém, a doce desordem dos sentidos jamais havia ouvido nenhum dos seus discos. Tive que cantar uma a uma as suas canções – sem lembrar sequer de uma. Antes de adormecer, ela disse: a culpa e os cadáveres escondidos são a essência das cidades. Aqueles braços eram como um imenso beijo e neles me guardei durante toda a noite. Foi então que um caixão apareceu no meio da sala. Eu, confortavelmente anestesiado, beijei-lhe o rosto, e, antes do pássaro com odor de óleo diesel abrir seu voo, depus o amor, quieto e esquecido, atrás do seu sono – perigosamente próximo ao açúcar dos sonhos.
A canção do vendedor de pipocas
Para Angélica Freitas
em frente ao
Banco de La Nación Argentina
o vendedor de pipocas
da avenida Paulista
desvenda os mistérios do Honda prata
que passa lentamente, soberbo
(“coisa mais sem gente!”)
pensa na noite crônica no organismo
da tiazinha de vestido florido (onde
predomina o ruivo)
agora assobia e coloca milho na panela
os estouros acordam a minha fome
(no El País
El presidente apuesta por las políticas
a favor de los “más olvidados”
y “los que pueden menos” –
risco outro fósforo, acendo outro cigarro,
outra melodia
frustrated incorporated)
quando chega o outro, de bicicleta
noticiando o acidente na Rebouças
(“foi feio pra caralho, mano!”)
logo envelopa a fala, se cala
a chuva recomeça sua cantilena
preciso das horas, mas não encontro meu celular
uma moça linda (ensopada) pára
em frente a mim,
balbucia
can you help me remember how to smile?
silencio e lembro de uma rua
que tem o nome do meu amor
– imagino que as canções de Bob Dylan
existam para nos fazer suportar dias
como este – a
cidade se altera, oxida de
alteridade e acídia
(La Contenta Bar
está muito muito longe e
a noite passada
você não veio me ver
La canción del vendedor de palomitas
Para Angélica Freitas
en frente al
Banco de la Nación Argentina
el vendedor de palomitas
de la avenida Paulista
descubre el misterio del Honda plata
que pasa lentamente, soberbio
(“qué cosa más solitaria”)
piensa en la noche crónica en el organismo
de la mujer de vestido floreado (donde
predomina el pelirrojo)
ahora silba y coloca maíz en la cazuela
las explosiones despiertan mi hambre
(en El País
El presidente apuesta por las políticas
a favor de los “más olvidados”
y “los que pueden menos” –
enciendo otro cerillo, prendo otro cigarro,
otra melodía
frustrated icorporated)
cuando llega el otro, de bicicleta
anunciando el accidente en la Rebouças
(“se puso de la chingada, mano”)
luego se guarda su charla, se calla
la lluvia recomienza su cantilena
necesito de las horas, pero no encuentro mi celular
una muchacha linda (empapada) se detiene
frente a mí
balbucea
can you help me remember how to smile?
silencio y recuerdo de una calle
que tiene el nombre de mi amor
–imagino que las canciones de Bob Dylan
existen para hacernos soportar días
como éste –la
ciudad se altera, oxidada
de alteridad y desidia
(La Contenta Bar
está muy muy lejos y
la noche pasada
tú no viniste a verme