Poesía australiana: Sarah Holland-Batt

Presentamos, en versión de Mario Licón Cabrera, un texto de la poeta australiana Sarah Holland-Batt (Southport, Queensland, 1982). Publicó el libro Aria en 2008. Obtuvo los premios Judith Wright Prize en 2009, Kenneth Slessor Prize for Poetry en 2008, Dorothy Hewett Fellowship for Poetry en 2007 y Thomas Shapcott Poetry Prize. Su poesía ha sido publicada en numerosas antologías, periódicos y revistas como la New Yorker y Poetry. Su último poemario se titula The Hazards.

 

 

 

 

 

Vida en el agua

 

He conocido esos estuarios—

canaletas y canales

que fluyen y giran hacia el Pacífico,

he tocado ligeramente ese lodoso estiércol

sentido el resquemor en la garganta

donde la sal en el aire es la sal de la costa,

me he detenido donde la marea es incompleta:

ni olas grandes ni espuma,

sólo un reflujo que mece a los caminantes—

un destello de plata, el estruendo del mújol

en la noche, cangrejos de fango empujándose

cueva abajo entre planchas de concreto de las rampas –

he merodeado donde las garzas se posan y ensartan

pescadillos en atardeceres verdes,

lanzo trampas para cangrejos en trayectoria libre

para mirar dilatarse las ondas oscuras

seguí barcos camaroneros en mar abierto

regresar lentamente en la madrugada púrpura

luego me senté a la orilla del muelle

y desbullé esos camarones tigre

tiré sus cabezas succionadas adentro de  la oscuridad,

trituré caparazones de mejillón bajo mis pies

para sentir el ardor agudo de la quitina,

caminé donde las rayas eléctricas retozan y reposan,

moviendo su aguijón esperando arponear.

He pasado la mitad de mi vida en mareas bajas –

noches en las que no he sabido

si estoy contrayéndome o expandiéndome otra vez,

donde el movimiento del agua

es el movimiento de mi mente –

interminables vaivenes

de sonidos y confines, esos puntos de entrada

a mis dos continentes – y a mi historia

es la historia de corrientes: un canal suficientemente pequeño

para atrapar una infancia en su red,

agua suficientemente vasta para dividir una vida.

 

 

 

 

 

Thalassography

 

I have known these estuaries-

the channels and canals, the backwaters

that flush and eddy to the pacific,

 

I have skimmed that muddied slurry

felt the nip in the throat

where the salt in the air is the salt of the coast,

 

I have tacked where the tide is incomplete:

no rollers and breakers,

only an ebb that rocks the wayfarers –

 

a rush of silver, the gavel-smack of mullet

in the night, mud crabs elbowing

denwards under concrete slabs of boat ramps –

 

I have stalked where herons stilt and spear

baitfish in green afternoons,

cast crab pots in loose analemmas

 

to watch the black sonar spread,

tracked prawn trawlers on the broadwater

crawling back in the lavender dawn

 

then sat at the jetty’s edge

and shucked those tiger shells,

cast sucked heads back into the dark,

 

crushed mussel shell underfoot

for the burn of sharpened chitin,

stepped where stingrays wallow and idle,

 

shuffling their barbs, waiting to strike.

I have spent half my life in low tide –

nights where I have not known

 

if I am contracting or dragging out again,

where the movement of the water

is the movement of my mind –

 

unending comings and goings

of sounds and narrows, those entry points

to my two continents – and my history

 

is the history of currents: a canal small enough

to catch a childhood in its net,

water vast enough to divide a life.

 

 

 

 

 

 

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