El Suri Porfiado, en coedición con Círculo de Poesía, ha publicado en Argentina Yámbicos de escarnio y maldecir, de Roberto Amézquita (Ciudad de México, 1985). Poeta, ensayista y traductor mexicano que dará lectura de su trabajo en el Festival Lationamericano de Poesía en el Centro, del 21 al 26 de junio en Buenos Aires.
Me veré en la banqueta lo recuerdo
más nítidamente
que si fuera cierto.
Me deslumbra una hogaza, joya en la vitrina,
busco un tercio de fierros en la bolsa
pero ahí sólo brilla la gema del hambre.
Así lo veo o así lo recuerdo el día de hoy,
con azúcar dispersa en el plato de mañana,
pienso entonces el pan que no comí,
y los veinte minutos
en que fijos los ojos hasta hoy, no supe
si la panadería o jamás
si hogaza y pan y si hasta ahora en la vitrina,
o si no puedo ya probar el pan del sueño
sino remojado tristemente
en el agua corrupta de mi propio engaño.
En realidad no pueden ayudarte,
no sabe nadie cuál el paso cómo
hacia cuándo y cuál y dónde.
–Qué miras cuando miras–
Cosas en cajas, sí, pero la mayoría no
no todo y todo no,
sino que la revuelta ropa atormentada
el tablón de dormir, antes la cama
y los juguetes todo suelto y otra vez suelto.
Cada borde sin mí mi espíritu
mi vida sólo un irremediable cuarto ya vacío.
Cabe, te das entonces cuenta,
más de un cuarto en un cuarto y diez enteros,
la foto de ese niño de primaria practicando fracciones
fraccionado;
sumas restas,
las siempre fallidas, ¡ah las siempre fallidas tercero de primaria
todas las tardes reprobado!
Ahí va la foto desalojo de un niño que fui yo
hacia el fondo de la caja, lo vi
de uniforme azul con ocho años vomitando.
Qué mirada de niño desastrado
y todas las ilusas ilusiones de entonces, las de ahora
–no le hace– como dice la abuela.
Pero ellos le hicieron, le hacen, le están haciendo
está naciendo un rencor, una flor de resentimiento
un grito que conjura ya en la tráquea.
Pero ni es sólo la ira ni la quemante lo que se arroja al mundo,
el plato con comida de esta mañana sucia ya la ropa
los cubiertos en hambre
la pintura amarilla para las paredes
todo lo que hace algunas horas servía y era
en este instante todo desahucio, todo afuera
cascado y bajo el Sol de la bajeza y sobajado.
Eso, el día, sí, el día
está por caer aunque todo es ya caído,
la puerta,
porque sentí que esa mañana volvería
había, solamente por mi causa, caído…
Me quedo nada más que con la llave en la bolsa
con un puño de llaves para abrir ninguna puerta.
Estos abandonados chacales por Linneo
no los clasificó todavía nadie
tampoco hay testimonio de sus actos y sus fechas
entonces, con ajena dificultad yo los redacto
sin esperanza mayor que la alegría,
sin esperanza mayor,
sin esperanza.
Al cerrar la puerta ya definitivamente
el rosal del jardín tembló de perdió las espinas.
Para nadie marcamos con ellas la puerta,
la señal de los surcos del odio en su flanco
no buscaron el nombre de nadie.
Para nadie serán esas marcas
cegarán eso sí las espinas la dicha,
y malditas las horas serán de quien viva
por cualquier temporada o minuto o segundo
detrás de esta puerta.
Queda solamente una puerta al miedo,
y todavía
no he entregado la llave.
Pero, y como queda dicho, le abrimos al buitre,
al buitre, y si al menos un animal digno,
si sus garras, si todo en él no diera pena,
uno podría hasta cierto punto,
respetarlo.
Pero no, más bien corto de mente, traje raído
entrecortada voz, palabrería.
¡Pobre el Derecho en abogados de este tiempo!
De todos los tiempos, aves
de carroña y sin dientes, hablamierdas que caminan
y pusilánimes pendejos tanta universidad,
y pobresdiablos, para qué.
¡Oh aves majestuosas de la rapacería
si al menos desocuparan el Senado, si de día
vinieran a desgarrar mi hermoso costado!
¡Ah pero por qué,
por qué me mandan este ni jumento y donpendejo!
¡Sí, lo sé, ya lo dije, pero insisto,
es pendejo
y con minúsculas!
Uno bien podría caer en batalla con cierto mérito,
pero qué decoro,
qué galardón alcanzaría,
de entregarle las llaves de mi desalojo
a este a penas burla de juzgados
a este plumífero de ni gallarda estupidez
a este, en fin,
pobrediablo entre los pobrediablos que yo soy.
¡Ah, pero qué vieja despreciable
es la señora del perro!
Todos tenemos un vecino así,
con calculado método me acerco a la ventana
la prolija vista en diagonal
apenas la orilla del índice corre la cortina
y contener el aire no sea
no vaya a ser
que el pulso se acobarde
y la vieja me sospeche.
Ahora descubro
que solamente salgo de la casa
para no encontrarla,
qué lamentable, qué lastimoso tormento
buscar afuera cualquier cosa.
Cuando el café está por llegar a la última cucharilla
cuando algo anuncia su agotamiento en la alacena
esa única seña basta
para temer su interminable chismarajo
para sentir el terror del malicioso, el viperino
el chirriante, aborrecible, procaz, obsceno y larvario:
Buenas tardes.
Qué canto debiera
qué canto cantar
para tu amargo,
tu indigno amargo,
para tu oído?
Vaya aquí el que contenga tu derrota,
el abatimiento, la pérdida, el siempre
abatimiento en esta página y solamente
aquí y en todas las páginas
que siguen.
Que el color verdadero cuando escribo
sea tu miedo más hirsuto escalpelo entre los ojos
que atraviese, y flanco hirviente
someta los vocablos en tu boca
palabra por palabra forme un libro,
vano negativo del terror incierto
ahora negro sobre blanco o sobre hueso.
Y en su canto los huesos sean pulverizados
la espícula menor de tu esqueleto
te salte entrambos ojos
y calcifique en ti el vacío y sea
permanente orilla el mar
que cuando al fin llegues a tierra,
el inicio el comienzo, la primera palabra
de esta página, el vaya aquí,
el qué canto debiera,
sea la costa, el hundimiento, sea el reinicio,
que cuando al fin
llegues a tierra, sea la costa
un mar insuperable.
Aparece en los ojos
es raro filamento, algún tipo de branquia,
una fibra distinta en el humor vítreo,
—si es que ahí se aloja,
o es en el epitelio o en otra cavidad aún
desconocida—
Será un extraño pliegue de la córnea
el desvío en la mácula, el simple descreer,
pero el modo en que mira
aquél al que le han arrancado la casa
no se olvida jamás,
resplandece en cambio. No busques su mirada
en sus ojos circundan los horrores del alma
dentro de sus pupilas
la niebla y la derrota.
—Fue de ese modo exacto que dentellé mis ojos
en el rostro apagado del que vino a ultrajarnos
quise ahogarte en furia,
atragantarte
en tu propio corrupto mar de abyectas mentiras.
Bajaste la mirada siempre que te fue posible
hoy recuerdo tu nombre y recuerdo tu rostro
jamás repetiré esas letras juntas
o ensayaré un retrato de tu espanto
aunque claro
no puedo decir esto sin pensarlo
sin darte una morada en mi cabeza
una casa en la mente
para que cada pulso
cada meditación y cada pensamiento
crezcan olas de estaño y te marchiten.
De esta casa he de echarte cada día
volver a imaginar tu horrible aspecto
para morder tus ojos y arrancar tu lengua
y para proscribirte, deshacerme de ti,
expulsarte en cada uno de mis días en la Tierra,
y finalmente,
si algún final posible hubiera en todo esto,
será el final de ti, será mi muerte.
Han de morir conmigo lo prometo,
cada uno de los rasgos precisos
de tu nombre y de tu rostro.