Presentamos una breve selección de textos del poeta chileno Jaime Huenún (Valdivia, 1967). Poeta y escritor mapuche-huilliche. Ha publicado Ceremonias (1999), Puerto Trakl (2001), Reducciones (2012) y Fanon city meu (2014). También ha editado las antologías 20 poetas mapuches contemporáneos (2003), La memoria iluminada: poesía mapuche contemporánea (2007) y Los cantos ocultos: poesía indígena latinoamericana contemporánea (2008). El 2003, obtuvo el Premio Pablo Neruda de Poesía; el 2005, la beca de la Fundación Guggenheim de Nueva York y el 2013, el premio a la mejor obra poética editada en Chile, otorgado a Reducciones por el Consejo Nacional del Libro y la Lectura. El Fondo de Cultura Económica publicará en breve su libro La calle Mandelstam y otros territorios apócrifos.
De “Puerto Trakl”
“Y si vienes a morir a Puerto Trakl,
no bebas de mi vino”, dijo el tabernero.
Este bar no es la morgue de los ángeles
ni el cementerio de los fantasiosos.
Muchos hombres han cruzado el océano
por un jarro de cerveza, por una copa
de ginebra caliente.
Nadie aquí tiene patria ahora y navegar
cansa más que la nostalgia y el amor.
Escucha, solo escucha el estruendo del oleaje,
mientras el mirlo clama
entre las ramas y el viento.
Como una manera triste de predecir
miro el paso de las nubes sobre el puerto.
Sé que mi suerte no está
en ninguno de esos nimbos que regresan al mar
movidos apenas por el viento de la literatura.
“Profetizar me asquea”, podría decir
y, sin embargo, allá va mi vida,
sobrepasada por pájaros que llevan
todo el tiempo del mundo entre sus alas.
Una mujer escrita en la arena,
soñada por torvos marineros desaparecidos.
La longitud de su pelo alcanza
los oscuros ojos de los peces yacentes.
El musgo de su sombra cubre
las roídas murallas de los astilleros.
“La felicidad es una sombra”, dice
mientras la tormenta imaginaria inunda
los quebrados ventanales del puerto.
De “Fanon city meu”
Vivir en Ciudad Fanon no era más
que vaciarnos de sudor y de memoria.
Era ir los viernes por la noche
a los tambos cuzqueños olvidados
y mercar allí, sin dios ni ley,
los poderes infinitos de la coca.
Con los chasquis bebíamos cachaza
de favelas sitiadas por la DEA.
Escribíamos después en las murallas:
“Your name is puta$, your name is okaso”.
Seguimos el Sendero Luminoso
convocados por los apus
de los cerros de Ayacucho.
Nos armamos con los rifles de Guzmán
y huaracas que tejimos
con pulido cuero andino.
En la sierra se unieron a nosotros
tribus campas, gente quechua
y unos vagos morenos amazónicos
que debían varias cuentas a la ley.
Nos barrieron en El Yuro sin piedad,
y dejaron nuestros cuerpos
al arbitrio de las moscas,
al regalo de los buitres.
Desde entonces caminamos sin destino
por los guetos y las ferias
de los zambos cimarrones.
Y en las noches robamos las monedas
a la sucia y fea fuente
de las viejas utopías.
El Señor de los Cielos trajo el agua,
la comida de los niños, medicinas.
Su empleado Moctezuma diligente
repartía las cajitas con regalos.
Al final nos entregó cuarenta rifles
con un sello grabado en las culatas.
“Sean justos y disparen en mi nombre
cada vez que mi gente se los pida”.
Ahora somos su rebaño predilecto,
una grey que no le falla ni le miente.
Ahora somos una tropa fiera y santa,
los guardianes bien templados de su honor.
De “La calle Mandelstam”
Sentimos el invierno en el estómago,
y no podemos, como antes, mordisquear
–con vano y fino orgullo–
hierbas, cortezas y piedras
en los ásperos caminos de la diáspora.
La poesía nos dejó
arrugas en los ojos y en la lengua,
un huevo diminuto envuelto en un pañuelo
y el humo del tren que parte
hacia la nieve gris de la Revolución.
Pero envejecer no es nada nuevo
y viajar sólo es un modo
–como lo son tantos otros–
de imaginar bellos paisajes,
mientras altos guardianes nos escoltan
por largos y fríos andenes
hacia la nueva felicidad.
Hemos sobrevivido a la clonación del terror,
hemos sobrevivido a la musa del miedo
que derrite la nieve y entibia los nidos
de los mirlos hambrientos.
Nos quedan sin embargo muchos, largos años
de tranquila miseria, de viajes sin retorno
a una cueva vacía sin fogatas ni sombras.
Sabemos por ahora –y siempre lo supimos–
que en la casa ambulante del poeta proscrito
montan guardia serena en vigilia y en sueño
los dioses tutelares de la ruina y la cruz.
Voy sin prisa por la Calle
de los Falsificadores,
esperando que este tiempo
se libere al fin de mí.
Sigo rumbo por la Vía
de los Locos y Asesinos
manteniendo a duras penas
la distancia y la razón.
Mi destino, ya lo adviertes,
es infame y perdulario,
aunque en esta esquina roja
solo cae lluvia gris.
Datos vitales
Jaime Huenún (Valdivia, Chile, 1967). Poeta y escritor mapuche-huilliche. Ha publicado Ceremonias (1999), Puerto Trakl (2001), Reducciones (2012) y Fanon city meu (2014). También ha editado las antologías 20 poetas mapuches contemporáneos (2003), La memoria iluminada: poesía mapuche contemporánea (2007) y Los cantos ocultos: poesía indígena latinoamericana contemporánea (2008). Parte de su poesía ha sido traducida al inglés, alemán, francés, portugués, holandés, italiano y catalán. Ha sido invitado a festivales poéticos en Estados Unidos, México, España, Argentina, Ecuador, Colombia, Perú, Nicaragua, Inglaterra, Irlanda y Alemania. El 2003, obtuvo el Premio Pablo Neruda de Poesía; el 2005, la beca de la Fundación Guggenheim de Nueva York; y el 2013, el premio a la mejor obra poética editada en Chile, otorgado a Reducciones por el Consejo Nacional del Libro y la Lectura.