Presentamos en Círculo de Poesía una muestra de Milo De Angelis (1951), poeta. Ha publicado los siguientes libros de poesía: Semejanzas (Somiglianze, Milán, Guanda, 1976,1990); Milímetros (Milimetri, 1983, 2013), Tierra del rostro (Terra del viso, Mondadori, 1985); Distante un padre (Mondadori, 1989); Biografía sumaria (Biografia sommaria, Mondadori, 1999); la antología Donde ya habíamos estado 1970-1999 (Donzelli editori, 2001). Ha traducido del francés a Blanchot, Baudelaire, Maeterlinck, De Vigny y del latín a Lucrecio, Horacio, Claudiano y a Virgilio entre otros. Ha publicado las traducciones El amor, el vino, la muerte. Epigramas de la antología Palatina (E.S. Piccola Biblioteca Eros, 2005). Fue fundador y dirigió la revista literaria Niebo y la colección del mismo nombre de la colección La vida feliz. Fue invitado por la Casa de la Poesía Pérez Bonalde a la IX Semana Internacional de la Poesía (dirigida por el poeta Santos López,Venezuela, 2001). Es autor del libro de ensayos Poesía y destino (Bolonia, Cappelli, 1982) y de una obra narrativa: La carrera de las capas (Guanda, 1979). En el 2005 ganó el Premio Viareggio-Rèpaci con Tema del adiós (Tema dell’addio, Mondadori, 2005), Aquel irse en la oscuridad de los patios (Quell’andarsene nel buio dei cortili, Mondadori, 2010), Encuentros y emboscadas (Incontri e agguati, Mondadori, 2015). Publicó una Antologia versión bilingüe, traducida por Erika Reginato, de título Antología poética de Milo De Angelis (2007, Venezuela).
Es una voz antigua la del poeta italiano Milo De Angelis(1951), concentrada en el ritual y en las enseñanzas de los personajes de la tragedia griega y la misma que contempla el paisaje de la urbe con las huellas romanas que persisten en la ciudad actual. Camina con el gesto preciso y con la intención de observar y comprender el tiempo que abre y cierra su palabra, el secreto y el silencio. Es uno de los poetas más importantes del segundo Novecientos italiano y al respecto escribe Eraldo Affinati en una nota crítica: “Milo De Angelis surge pues, muy ligado a la autoridad de una sabiduría que nos precede y, en el siglo XX, en ciertos casos ha consolado la orfandad. Sin embargo sería tan difícil encontrar un poeta tan absolutamente moderno”.
(Fragmento del texto introductorio de la Antología de la poesía de Milo De Angelis, traducción y selección de Erika Reginato. Monte Ávila editores latinoamericana, Venezuela.2007)
(de Tema del adiós, 2005)
Un instante de la tierra,
un estar con las cosas,
bien matutino que se ofrece
y se recuerda, morada
conseguida en el tumulto: un tiempo
que entendías mano a mano, lentas
construcciones mano a mano, calendario
terrestre. No sé después
qué paso, qué
paso, amor mío, cómo
fue, cómo fue.
…
No ocurre más. El llanto que se transformaba
en una risa enloquecida, las noches pasadas
corriendo en Vía Crescenzago, persiguiendo el neón
de un quiosco. No ocurre más. No es más nuestro
el palpitar al esperar la medianoche, esperarla
hasta que la medianoche entra en su verdadero tumulto,
en el frenesí de todas las horas, de todas las horas.
No ocurre más. Uno solo es el tiempo, una sola
la muerte, pocas las obsesiones, pocas
las noches de amor, pocos los besos, pocas las calles
que conducen afuera de nosotros, pocas las poesías.
…
La esencia de la carne herida
vagaba entre dos muros,
el amor salía
del presente y la sabana
de los rostros estaba allí, y era cemento
entre los dedos y era oscuro
toda la luz estaba encerrada
en el pecho, todas las apariencias
de la rosa, toda la fuerza
de la hora perdida.
(de Biografía sumaria, 1999)
El Océano en torno a Milán
I
Milán ahí adelante, ahí adelante
como una idea perpendicular
o una desembocadura de sangre
en el centímetro más largo entre las sienes
miramos los planetas de la fortuna,
las cajitas que nos dan un límite
hasta que una calle nos conduce
al coloquio extranjero
mendigos de hotel
con la idea y la cisma de la idea.
III
Horas y horas a golpes de lija, un mes entero
para encontrar la almohada la misma
intuición del hijo que respira
en los primeros instantes de algo, la misma
ventana dividida en gritos,
cuatro páginas para escribir padre,
lápiz perdido en el lápiz estrecho, padre
que me llama padre.
V
Y es Milán: silencio que llama las cosas,
nuestro derecho natural, la misma sensación,
de los ojos que buscan una orbita
hasta que un pasaje obligado entre los escombros
nos trae el latido
más allá del Idroscalo, la sombra de los reactores
nos divide en memoria y mandrágora
nos impregna en la sangre sin música.
VI
Nuestra Señora de los insomnios,
ampara estas venas que fueron marea,
voz repartida en asamblea y tinta,
polvo de una alegría conmovedora
a la altura de tu hambre, mientras la sustancia
atraviesa oscuramente la camisa.
mueve el parabrisa, desencadena la magia
de otra edad.
IX
«Mira, como la neblina desciende sobre Alzaia
un velo de piedad, entra, camina,
respira con la boca abierta,
no te pares ahora, no te mueras antes de conocerla»
XV
Milán ahí adelante, ahí adelante.
Este latido de la idea
entrelaza los acueductos
en un poco de polvo incinerado
hasta que alguien
entre las radiaciones y el vértigo
fija solo su medallón
lápiz perdido en el lápiz estrecho,
y cuando regresen las canciones
nupciales, aquí también es el mismo día.