Presentamos una selección de haikús de Manuel Cordero (Cuenca, 1950). Poeta. Nace a la orillas del río Tomebamba cuyo rumor lo llevaría a sus Haikus. En la llanura como el cielo, guapondelig, en la casa de la escalinata de la calle larga frente al puente, caminando por la vecindad donde vivieron sus ancestros Cordero, Borrero, Crespo, Vega. Manuel se construirá como un hombre sensible, humano y gentil que siempre fue, hasta su prematura muerte en abril de 2016. Asimismo, previamente se presenta una reseña hecha por Abdón Ubidia sobre el libro en cuestión.
Presentación de Haikús de Manuel Cordero
Por: Abdón Ubidia
Para comenzar, debo referirme, de modo escueto, a lo que significa el haiku en Japón y en nuestro país. Después de todo, el reto de algunos de nuestros más grandes poetas, empezando por los Hai-kais de Jorge Carrera Andrade, no había sido menor: inventar haiukus en nuestra propia tierra.
Si se tratara de una forma poética menor, hasta se podría entender, la voluntad de esa aventura riesgosa. Pero no. Es el arte más exigente de la poesía japonesa. Trata de apretar el mundo en tres versos. Y sus reglas son muy exigentes: el primer verso ha de contar con cinco sílabas, el segundo con siete y el tercero, nuevamente con cinco. Apenas 17 sílabas en total. Y, por si fuese poco, el haiku debe incorporar una mención a la estación del año en que fue escrito.
Con Carrera Andrade, se produce otro encuentro en la forma concisa del haiku, que él llamó Hai-kai, para evocar su antecedente histórico, anterior a la llegada del gran Basho, en el siglo XVI.
Creo que él, con sus hai-kais, nos quiso decir que a pesar de las dificultades idiomáticas de traslación de las formas, sí había una manera de reproducirlos, mediante la analogía: fabricar, como si fuese un trabajo de relojero, una forma castellana de hacerlos. No era justo que una miniatura tan hermosa no pudiese ser aprovechada por nuestra poesía.
Así lo entendió Manuel Cordero, el intempestivo poeta secreto que hoy nos ocupa. Al modo de Carrera Andrade y unos pocos más, echó mano de la forma poética japonesa para decir, en haikus castellanos, un mensaje que nos estremece a todos por sus apretadas verdades y su belleza.
Nos estremece, sí. Porque cuando llegué a la pieza 122 (y el poemario suma 174 haikus), leí:
Preguntan por mí,
Yo ya no estoy aquí
Desde hace tiempo.
En el 148:
Soy el poeta
Póstumo que no leyó
Su poesía.
Y comprendí el real alcance de este libro: es una suerte de testamento clamoroso. Más bien un gesto altivo de trascendencia. Un grito en contra del olvido. Como decir: sigo estando aquí, esto, la escritura me salvó para siempre. Porque siempre podrán asomarse a mi alma, a los momentos del amor, del dolor, del disfrute y la tristeza, todo lo que se nos escapa y no puede ser atrapado sino con la poesía, con sus relámpagos incisivos, a veces feroces, otras tiernos, con esos destellos de una vida que fue y seguirá siendo, en sus versos, amorosa y palpitante.
Como un prisma, los haikus de Manuel Cordero, disparan haces luminosos en varias direcciones. Ciertos leitmotivs saltan a la vista. Los referidos al amor y sus exigencias, un amor pródigo en él, como un capital interno persistente e inagotable:
De ti y de mí
Lo inalcanzable siempre
El amor pasa.
Besé tu cuello
Y giraste toda tú
Como un gemido
El día calla
La noche empieza
El amor no duerme
Si, de hecho Haikus de Manuel Cordero es un repositorio del amor eterno y de la eterna llama que lo alimenta.
Otros temas, muy bien distanciados entre sí, tienen que ver con la soledad:
Caminé solo
En medio de la gente.
Siempre fui así.
O inevitablemente el dolor:
La poesía
Se inspira en la belleza
Y en el dolor.
O la amenazante muerte:
La veo llegar
Y no me intimida
Ya la conozco.
Sin embargo, este poemario, no nos deja sumidos en la tristeza. Todo lo contrario. Alguien muy vivo camina en ellos. Alguien que canta a los elementos así:
Cae la lluvia
El día entristece
Y luego brilla.
Nace la espiga,
Verde, luego amarilla,
Y reverdece.
Alguien que es capaz de escribir así, de mostrar la vida en sus múltiples aristas, no ha hecho sino mandarnos cartas secretas que solo podemos percibir, en los ecos, en la música de los diálogos escondidos:
Y canta a la poesía que lo salva:
Hallé la poesía,
Perdí la soledad,
Gané la vida.
Te veo en la luz,
No me encegueces,
Hermana poesía.
Porque, al borde del abismo que quiere devorarlo, el poeta celebra la vida con sus hermosas miniaturas:
Escribir haikus,
Mirando al horizonte
Volver a nacer
Desaparece
en un haiku tu angustia.
Naces de nuevo.
Y este haiku
Como el rayo destella
El alma despierta.
Sí, el alma despierta; mejor el alma de Manuel Cordero está despierta.
En el futuro, tendremos mucho que hablar de este poeta. Y de su poemario nada póstumo. Quiero decir que en esos versos delicados y elegantes, en esos momentos vívidos, atrapados para siempre en ellos, encontramos a un artista completo y maduro que, más allá de haber encontrado en la poesía un llamado de atención y una celebración del portentoso hecho de vivir, y más allá del mensaje de amor que entrañan, vale por su don poético, por su oficio (de seguro, muy elaborado en silencio), por su gusto, por su pasión, por la factura deseos versos, tan artísticos, tan acabados, dignos de ubicarlo ya en un lugar especial de la literatura ecuatoriana de siempre.
Selección de Haikus
11.
Te fuiste de mí
Inesperadamente,
Como llegaste.
44.
Pasó el día,
La noche llegó sola.
Me buscaba a mí.
46.
Y la palabra
Bálsamo en mi herida
Siempre esquiva.
82.
Me persigue la
Responsabilidad.
Soy más rápido.
101.
No importa que no
Te tenga, sólo importa
Que nos tuvimos.
114.
Ni tu perfume
Consiguió desvanecer
Tu aroma.
129.
Nada detiene
Su paso invisible.
Se llama tiempo.
133.
La democracia
Nos va a matar a todos
Por unos pocos.
155.
Cuando llega el
Momento siempre estoy
Solo conmigo.
174.
No son tus ojos,
Ni el tiempo que te tuve
Es no tenerte.
185.
Eres conmigo,
Y estás en otra parte,
Siempre ausente.
199.
Si viajas solo
No hay la misma distancia
Es siempre mayor.
200.
Caminar solo
Adentrarse en la noche
Y ver esa luz.
207.
Que la espuma
Vuelva a ser ola
Cuando te toque.
218.
Salir de casa
Sin más apremio.
Que mis deseos.