Recientemente se presentó en Cluj-Napoca, Rumania el libro La espina en la flor/Muestra de poesía mexicana actual – Spinul din floare/Poeți mexicani contemporani”. La muestra poética viene acompañada por los grabados de Mircia Dumitrescu, reconocido artista rumano. La espina en la flor se publicó en edición bilingüe rumano-español preparada por Mario Bojórquez, Alí Calderón, Mijail Lamas y Álvaro Solís con traducciones de Maria Elena Răvoianu y Dinu Flămând, además de un prologo de Luis David Palacios.
El libro fue presentado en el marco del Festival Internacional del Libro en Transilvania [Festivalul Internaţional de Carte Transilvania FICT 2016] con la presencia del embajador de México en Rumania Arturo Trejo. Puede conseguirse en el enlace siguiente: http://scoalaardeleanacluj.ro/…/la-espina-en-la-flormuestr…/ A continuación presentamos el prólogo del libro.
La poesía mexicana reciente
Luis David Palacios
En la poesía mexicana hay dos estéticas que se enfrentan desde principios del siglo XX: el coloquialismo y las vanguardias. La primera corriente se hace palpable en la década del veinte. Esa década es tan importante para México, como para toda la poesía en español, porque algunas de las figuras más representativas de este género nacieron en ese periodo: Rubén Bonifaz Nuño, Jaime Sabines, Eduardo Lizalde, Ernesto Cardenal, Mario Benedetti, Enrique Lihn, entre otros. Desde los años cincuenta aparecieron algunos libros distintivos de esta sensibilidad pero es hasta ya entrados los sesenta cuando serán más claras las aspiraciones del coloquialismo. En aquel entonces se defendía –en especial José Emilio Pacheco y Alí Chumacero– una actualización del decoro: equilibrio, proporción, consonancia entre el efecto y el estilo. Los poetas de esta línea tienen la firme intención de reproducir lo espontáneo de la oralidad, de referir directamente la realidad cotidiana, buscan la altura emotiva a través de la confesión del yo.
A partir de los ochenta, la segunda vertiente ejercerá una influencia mucho más amplia en el aparato cultural mexicano pues el coloquialismo iba a perder gran parte de su efectividad por el uso reiterado de los mismos procedimientos. Las poéticas del riesgo o neobarroco, como usualmente se suelen nombrar, implican la ruptura con la tradición haciendo una apología del experimento, apuestan por derribar la tiranía del significado y hacer tangible la materialidad del lenguaje, su finalidad es en última instancia –en algunos casos– la enunciación en sí misma y el cuestionamiento de aquello que era entendido como “el poema”. A esta perspectiva van unidas las obras de Octavio Paz, José Lezama Lima, José Kozer, Néstor Perlongher, Abigael Bohórquez, Leónidas Lamborghini, Haroldo de Campos, Oliverio Girondo, Vicente Huidobro, por mencionar sólo algunos.
En este panorama, esbozado muy generalmente, se inserta la obra de los cuatro poetas mexicanos que incluye esta antología: Mario Bojórquez (1968), Álvaro Solís (1974), Mijail Lamas (1979) y, el más joven, Alí Calderón (1982). Desde sus primeras publicaciones, en la década del noventa, observaremos en ellos una reinvención de las dos líneas estéticas que comentamos antes. En la obra de estos cuatro escritores se muestra la conformación de una nueva sensibilidad, es evidente la búsqueda de una poética que refleje las características del mundo moderno: la simultaneidad en todas sus formas, lo fragmentario, el eclecticismo, la liquidez; pero también, la suya, es una poesía del yo, una reinvención del sujeto; el propósito es devolverle al poema, y al lirismo, su íntimo vínculo con la emoción.
Hablaremos primero de Mario Bojórquez. Su trayectoria abarca veinticinco años durante los cuales ha recibido las distinciones más prestigiosas de México: el Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes (2007) con El deseo postergado y el Premio Bellas Artes de Ensayo Literario José Revueltas (2010) con Alteridad y Poesía, antología apócrifa de ensayos sobre la heteronimia en la poesía iberoamericana actual, además de muchos otros en su país y el extranjero. Los libros de Bojórquez muestran una reflexión previa a la escritura, cada uno responde a una manera particular de sentir la realidad. El equilibrio entre emoción y estilo es uno de los pilares fundamentales de su obra. Para él, el poema debe responder a una urgencia espiritual, no hay otra forma de encender la palabra sino ofreciéndose a sí mismo como materia para la combustión. Es un poeta que bien puede tomar el camino más restrictivo de la tradición literaria como el más arriesgado donde los moldes son un límite que debe desgarrarse. La precisión formal, la velocidad, la multiplicidad de registros son algunos de los caminos a los que acude y en los que reconocemos siempre al mismo sujeto. Es autor de algunos de los poemas más emotivos escritos en México durante los últimos años (la “Casida del odio”, por ejemplo, o la “Casida de la angustia”) que desde luego están incluidos aquí, junto a una muestra de su libro más comentado y traducido, El deseo postergado; se reúnen además otros poemas que dan cuenta de las variadas maneras de asumir la poesía.
La obra de Álvaro Solís posee un tono hipnótico, es un poeta de fluidez onírica. La noche, el agua, la narración, la disolución del yo en la pluralidad, la exploración de los límites del verso que coquetea con la prosa, son características intransferibles de Álvaro Solís porque en él, el poema está profundamente ligado a su ejecución. El lector deberá tomar grandes bocanadas de aire para soportar el efecto de una imaginación desbordante y la extensión de un verso que evoca lo primigenio. En sus poemas, el ritmo es el principal conducto con el que se trazan la memoria, los afectos, las precisas descripciones. A modo de los antiguos masoretas, en su trabajo no existe una distinción entre el texto escrito y la palabra dicha, la consonancia entre ambos elementos es necesaria para experimentar la verdadera naturaleza de su labor creativa. Los libros de Solís muestran un pensamiento ligado a las estructuras tradicionales de la melodía: sus versos tienen inicio, desarrollo y conclusión. Los paralelismos, las repeticiones son usadas en el más puro sentido musical, quien tenga una relación directa con el canto podrá dar cuenta de ello. Con frecuencia hay un motivo que viene y vuelve y va y regresa, como en “STXY” o “A la manera de Virgilio, el de Matanzas, me quejo”. Algunos aspectos del coloquialismo –el ambiente familiar, lo cotidiano, la tersura de la enunciación– se renuevan y adquieren un cariz inusitado. Esta forma decantada del poema le ha asegurado, también, variadas distinciones en México y, por supuesto, en el extranjero.
En Mijail Lamas la singularidad de la palabra deriva de distintos grados de lo cotidiano. La influencia de la cultura pop, de los medios masivos de comunicación, de la referencia inmediata, cuando son usados con intenciones estéticas claras dan como resultado un tono que combate el estancamiento, el retoricismo, la grandilocuencia en la poesía, como en su Cuaderno de Tyler Durden. Lamas es poeta de contrastes. En otro de sus libros hallamos la transgresión temporal, la correspondencia psíquica, la mezcla de la singularidad imposible, con uno de los poetas más importantes de la lengua lusitana, Cesario Verde: su libro Trevas. Canción del navegante de sí mismo es una fantástica dimensión donde el pasado y el presente cohabitan y se entrelazan con el propio lector. Los versos de Lamas se unen atinadamente a los poetas portugueses, su amplio conocimiento de aquella tradición hace que el poema tenga siempre un anclaje cultural a la lengua nativa de Fernando Pessoa. En su obra se transparentan dos realidades hermanas y el ambiente familiar abre paso a la evocación del paisaje desértico y a las grandes preocupaciones del hombre.
El poeta más joven, Alí Calderón, es también un crítico avezado. Esta circunstancia parece reflejar a una siguiente generación en la que la sistematicidad de la teoría literaria acompaña al ejercicio poético. El conocimiento de las distintas corrientes críticas dota a la obra de Calderón de una simultaneidad estilística muy singular. Las formas latinas, sobre todo el epigrama, aparecen actualizadas a través del léxico y las referencias a la sociedad moderna. El coloquialismo aparece en sus poemas pero siempre trayendo a primer plano la entera dimensión del lenguaje. La ironía y el humor son combinados con una acentuación exquisita que nos recuerda a los poetas del Siglo de Oro. Hay en sus poemas una conciencia mordaz de los fenómenos retóricos basados en la repetición para hacer de la sonoridad un espejo de la temática, las sensaciones, la emoción. Las referencias históricas y culturales son una constante que desdobla los poemas hacia el exterior mientras reafirma el plano más inmediato, el lenguaje en sí mismo, sin desatender nunca al lector. El tema amoroso es en Alí Calderón una tentativa de diálogo con aquellos anteriores a él dentro de la poesía mexicana y la francesa y la latina. Hay en él, vértigo, celeridad, cultismo, inmediatez, complejidad léxica, malicia literaria, confabulación.
La poesía mexicana, con estos autores, ha renovado su tradición cambiando de piel, adecuándose a las exigencias de un mundo a todas luces inaprensible, siempre apelando a la emoción como fin último. Porque el verdadero poema se trasciende a sí mismo podemos decir que estos poetas están más allá de su idioma: nos estremecen aún a pesar de aquello que siempre se pierde al traducir. La publicación de esta antología en rumano nos muestra, como lo han hecho ellos mismos a través de su propia labor (todos ellos son traductores activos del inglés, francés, portugués, italiano, catalán, entre otros) que la única forma de ser fieles a nuestro tiempo es girar a los ojos hacia otras culturas. La única forma de sortear las dificultades de la despersonalización, del exacerbado capitalismo vigente, es devolverle a la palabra su poder comunicativo, su capacidad de emocionarnos al límite, de derribar los prejuicios que nos vuelven islas en un momento donde han dejado de existir los navegantes.
Luis David Palacios