Poemas para beber en el Starbucks: llegó borracho el Quevedo

Dentro de la columna Camisa de once varas, Édgar Amador continúa con la sección de Poemas para beber en el Starbucks. Hoy toca el turno la revisión de un curioso y magnífico poema de Francisco de Quevedo, poeta de los Siglos de Oro, imprescindible para la comprensión de la poesía hispanoamericana.

 

 

 

Poemas para beber en el Starbucks: llegó borracho el Quevedo

 

Dicen que la poesía sirve para enamorar mujeres, para alabar a los héroes, para decir cosas bellas. Todo eso por supuesto. Pero los antiguos la usaban para muchas más cosas: Los trabajos y los días de Hesíodo, por ejemplo, es un largo poema que casi es un instructivo sobre economía doméstica; Las Lusiadas, la obra maestra de Camoes, es la historia propagandística del imperio portugués puesta en bellísimos versos.

La poesía sirve para todo, incluso para ponernos bien borrachos.

Imagine que está usted sentado en una taberna con una copa de vino enfrente. Atraído por el caldo un grupo de mosquitos entra volando a la copa y al beber el vino queda atrapado y muere dentro. ¿Por qué desperdiciar la copa, si los mosquitos están llenos de vino? Para vengar la muerte de los insectos, usted apura la copa y se bebe también los mosquitos, tan borrachos como usted.

¿Se puede hacer poesía con esa anécdota cantinera y vulgar? La respuesta no es únicamente sí. La respuesta es que esa imagen produjo uno de los más complejos, perfectos y gloriosos poemas de la lengua castellana.

Este, por el genio Don Francisco de Quevedo

 

Tudescos moscos de los sorbos finos, 

caspa de las azumbres más sabrosas,

que porque el fuego tiene mariposas, 

queréis que el mosto tenga marivinos;


aves luquetes, átomos mezquinos,

motas borrachas, pájaras vinosas,

pelusas de los vinos envidiosas,

abejas de la miel de los tocinos; 

 

liendres de la vendimia, yo os admito

en mi gaznate pues tenéis por soga

al nieto de la vid, licor bendito. 

 

Toma en el trazo hacia mi nuez la boga,

que bebiéndoos a todos, me desquito

del vino que bebistes y os ahoga. 

Francisco de Quevedo
Madrid,  1580-1645
*luquetes: rodajas de naranja o limón que se agregaban al vino.

 

Tudescos es un apelativo de los alemanes, famosos bebedores; la hermosa palabra “azumbre” es una antigua medida para los líquidos; el mosto es el primer jugo de la uva, con semilla y piel incluidas; y marivinos es una palabra inventada por Quevedo para conjuntar a las mariposas con el vino, una genialidad. El resto del poema no necesita mayores claves. Como no las necesita el poema entero.

Quevedo de hecho se inscribe en una larga tradición. Desde la poesía latina e italiana, el tema de los moscos y las moscas ahogadas en el vino es una constante. Hay muchos poemas sobre el mismo tema, el cual tristemente fue cayendo en desuso y ya no vemos poemas modernos sobre mosquitos borrachos siendo ingeridos en una peda.

Pero nunca es tarde para rescatar la tradición. La siguiente vez que beban vino precioso con mosquitos dentro, recuerden estos magníficos versos, y continúen una venerable tradición.

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