Presentamos algunos textos del poeta mexicano Juan Bañuelos (1932). La obra de Juan Bañuelos recupera elementos fundamentales del habla popular: es coloquial, abierta, plena de sonoridades y, al mismo tiempo, profunda, pasional, secreta. El tema amoroso es una de sus estancias más soleadas. En él, el regocijo de los cuerpos, su materia encarnada y el goce son la sustancia elaborada del decir; otra de las caras del prisma es el paraíso perdido de la infancia, con su esencia plenamente mexicana. La miseria que vive el pueblo, la injusticia y la denuncia del poder despiadado de los gobernantes han marcado su trabajo. Obtuvo el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes en su primera emisión de 1968. Su poesía reunida apareció en El traje que vestí mañana (2000) en Plaza y Janés.
Juan: Hebreo, Yehohanan o Yohanan, “Yahvé es benéfico”, “Yahvé es misericordioso”.
Bañuelos: Lat. Balneolis, “en los pequeños baños”.
Probable significado completo: Misericordioso en o con los pequeños baños.
Anacreóntica
Colgué en sus labios el asombro.
Como un tigre violeta le sangraban los ojos.
Ahorré la luz debajo de su pelo.
Sol. Tertulias de sombra en sus pestañas
rumoreaban como uvas de un lagar.
Reconstruí de súbito la fiebre,
y el acoso flameaba entre sus medias.
Pequeña de los años ―diecisiete―
me despeñé desde su cuello
cuando debajo del corpiño
dos frágiles navíos
se le iban a pique.
Relato
(fragmento)
Puntual
asistente de liquen y de ortigas
llegas, oh soledad, puntual como la noche,
como la lluvia de este otoño, llegas como
la estricta jaula que nos forma el aire.
¿A qué hora del día nos duele más la vida?
Decimos soledad por no decir “qué frío”,
decimos “voy contigo”, para quedarnos solos.
Un día
alguien ama nuestro silencio,
esta forma de viajar sobre la tierra.
Se tropieza, fumamos, hacemos el amor,
y al comer cubrimos el pan de espesa mantequilla
parecida a la sombra,
seguros de caminar mañana
entre escritorios grises de oficinas.
Y sin embargo el sueño llega.
Una vez, cuando el mundo se hizo de otra edad
y cabía en un grano de arena,
las hojas amortajaban al rocío, el viento
rasgaba las cuerdas de las rocas, y los bosques
eran las astas de los ciervos.
Luego vinieron los mares ateridos.
Alguien vino, también, y abrió la roja puerta
de par en par, y las oscuras dehesas
del polvo y de la nieve
salieron como radiantes novias
arrodilladas en los valles.
Fábula definitiva
Porque no es natural que yo me queje,
que vaya lastimando con mis voces
al alba y a los pájaros,
que arroje mis palabras como piedras.
Porque no es natural,
yo sé bien lo que vale
el tiempo de la siembra.
Hoy todos saben que si llamo,
que si grito, le toco a cada uno
la negra pústula que llevan.
(Debajo de la vida hay un sabor a
lengua nativa, hay ese oscuro olor
de las cenizas húmedas.)
Sucede
como un pabilo de luz.
Despierto y dócilmente
le toco su niñez al alba.
Me conformo pero llega la tarde
y no consiento que laven mis ojos
las estrellas.
¿Cómo tocar la luz con estas manos
si el aire nos enreda, si el hambre nos enreda
y nos hace danzar, danzar
una fábula
de bocas enterradas
y de yedras?
Fundo mi pecho de relámpagos.
¡Que nadie contemple su tristeza!
¿No mide el sol los días?
¿No mide la jornada del labriego?
¿Y qué son esos días sino sol y más sol,
extraña savia y sed,
albúmina buscando su envoltura
bajo el violento octubre de las cosas?
Yo, enfrente de este bosque y de este tiempo hablo,
con mi herida terrena, doble,
doblemente violenta.
Enfrente del terror me quedo, amigos,
como el mar, una vez,
sentado en las arenas.
Brasa desnuda
Es el momento del deseo.
Acostada, desnuda,
te extiendes como la piel de una colina mordida por el sol.
Empiezo a contemplarte desde tu pie dormido en el aire,
tus piernas puntuales, mientras subo mis ojos,
se dan cita en una dársena negra, sitiada
por húmedos carbones, carbones de labios,
labios de lianas.
En este instante cumplo la edad del deseo
en el rostro más tierno de la tarde.
La fruta resbala,
cada minuto crece, se hincha ardiendo.
A la seis del espejo entro en ti
como el huésped más esperado,
sencillo como el río del día
te cubro con mi piel de hombre,
soy la lengua que recorre tus venas para callarte,
te quito los ojos dolorosamente,
te doy otros dos brazos para pesar la vida,
mi boca llovizna en tus pechos,
rayo tu espalda para escribir tu nombre,
con mis huesos te hablo,
tu quejido es el más largo que escuchará la noche.
Qué animales humanos más hermosos.
Cuando quedamos solos, desnudos cuando termina todo,
graniza la sensación de que el aire
nos ha descubierto.
Viparîta râti
Te debo unas palabras
zorra mía.
No he vuelto a verte /
Sin un adiós
no te rogué ni te menté la madre.
Tu putería quedó incólume.
Ahora
¡a ver! atrévete
ya muertos
a quitarme
la respiración.
A veces
al despertar
si muevo un brazo
siento el peso
de tu cabeza /
frecuentemente
mis manos
recobran
el movimiento de tus piernas /
tus pechos y tus hombros
sin querer
abundan en mi boca.
¿Y yo?
¿qué te dejaría?
mis orines puntuales en tu vientre
de acuerdo a tu linaje /
el hotel sucio de Toluca /
los versos del Santo Desierto:
“Solitaria mansión, sol sin eclipses
Oh silencio de amor y cuánto dices”
y las aguas termales
de Chignahuapan.
Ahora
protegemos la vida conyugal
como buenos cristianos /
dirás que fue hermoso
engañarnos el uno al otro.
Es cierto /
nuestros proyectos
duraban un orgasmo /
no se podía ir
de todos modos
demasiado lejos
porque tus nalgas
pesaban
infinitamente más
que mi silencio /
y mi falo
enhiesto
como un guardián británico
te hacía entrar
en la carpa
de tu propia soledad.
Jugamos a hacernos daño.
Nos lo hicimos.
Y cada quien
recoge ahora sus astillas /
pobres amantes pendejos
que oyen zumbar
a la ironía
y la confunden con el deseo.
Guardamos la distancia
de los civilizados
pero cuando el Monte
de Venus
se venía abajo
por nuestras ganas militantes
el desastre
era el mejor huésped
de aquel cuarto /
en donde confundíamos
tu vocación
de puta regia (oh vulva mística
pelambre de gemidos)
con la música del disco
que había terminado
dejando penetrar
de nuevo
los gritos del mundo.
Contra el tiempo
No distraigas tus ojos en cosas pasajeras,
no digas que es el mar si sólo ves espuma.
Ignora si es de noche; si es de día, no quieras
un solsticio de bruma.
Si aún estás a mi lado, escúchame de veras,
que me sale este amor por la herida que agruma
días, pasos, recuerdos (mis penas son terneras
con zarpazos de puma).
Buscarnos. Sorprender. Amar en este día
como instantáneo broche en una ardiente espada
que el gozo hizo de labios en su vasta herrería.
¡Tristísimo tarea de luchar contra todo
lo que intenta apartarnos! Amantes de alborada
sobre un crepúsculo de yodo.
Yo a nada he respondido. Ni al tiempo, que al pasar
me empujó tantas veces contra aquella alambrada
que le dicen olvido, y por costumbre, mar.