Presentamos una muestra de la obra del joven poeta español Ángel de la Torre (Lucena, 1991). Es licenciado en Filología Árabe. Ha publicado los poemarios El río es un decir (La Bella Varsovia, 2015) y Las fisuras del género (Diputación de Granada, 2016), Premio de Poesía Villa de Peligros 2016. Ha aparecido en diversas antologías como Tenían veinte años y estaban locos (La Bella Varsovia, 2011), La vida por delante. Antología de jóvenes poetas andaluces (Ediciones en Huida, 2012), La punta del iceberg. Poesía emergente cordobesa (Ediciones en Huida, 2015). Ha participado en festivales como Cosmopoética en Córdoba, el XVII Encuentro Iberoamericano de Poetas en Salamanca o el Festival Internacional de Poesía Abbapalabra, en México. Actualmente vive en Italia. Esta muestra de su poesía fue seleccionada por Marisa Martínez Pérsico.
II
Dije:
un poema ardiendo es la salvación,
y me golpeaste hasta desfallecer,
me dijiste, observa:
ahora el verso es una gran cicatriz perenne
sin dueño
un cuchillo que cae y se pierde en la herida.
Ecología fallida
Un cuerpo desea ser mar
y elige
tonalidades, tempestad, calma.
Un cuerpo desea ser tronco, tener alguna rama
habitada, enraizar en otro cuerpo
y decide
modos de arder, ascua,
ceniza.
III
Pulvis et umbra sumus
Horacio
Cómo explicar lo redundante
un temblor de pies en la arena
una frente fría
un mar que devuelve
cuerpos vestidos
cómo explicar
un temblor que abandona la orilla
y no es uno, es cada ola
cómo explicar que el horizonte
tal vez es salir a flote
tomar aire
cómo explicar
una época de mares que se secan
que escupen polvo y sombra
un puñado de sal
cómo explicar
el horizonte a la deriva
en la mano de un niño
deriva de leche
de erosión
de algas que crecen en el estómago
cómo explicar
que este naufragio
ejerce de frontera.
Teorías de poblamiento
La verticalidad
anidada por las gaviotas;
las cadenas en las que se traban
los miembros de los osos;
la incomprensión de ser víbora entre barrotes;
la tranquilidad de un mapa en relieve
-oscuridad o luz-
al que aferrarse cuando el símbolo desaparece.
La ciudad nos dará de comer
Decir algunas
palabras.
Rozar algunas
sombras.
Calentar ciertos espacios dispuestos
al uso
durante periodos predeterminados.
Y al final del día, la ciudad nos dará
cabida en forma de suspiro,
un plato de algo
sin fuego ni rescoldo.
Las edades del desierto
Un vientre calcinado
por la helada de ayer queda
al aire o voz cultivada
en la arena. En la orilla, mojar el labio
se multiplica
en desiertos. Ahogarse es calmar
el agua. Al tiempo
un cosquilleo en la garganta
pone nombres de insectos a algunas tragedias
atragantadas en la sed.
Todos los desiertos tienen la misma edad,
todas las pieles.
Tantas partículas.
Nunca una ola.
*
Jamás silencio. Jamás sonido. Solo formas
excavadas en los ojos,
primitiva geometría. Cuántos átomos
de arena usarías para colmar
la mano de un niño, cuántos para
la mano de todo un país de niños
famélicos, qué forma alcanzarían
unos y otros. Distinguir, dices, está en el dominio de los
colores del mapa. Piel o papel,
ya es tarde: aprender un camino es comprender
la pérdida –tal vez
la historia de la sangre.
La despedida
Consumirse también es
recorrer, iniciar el
camino con los pies mojados, con una palabra
que se escapa hacia el frío.
Quien duda no responde, solo recorre,
ya digo,
pero no el poema, sino las ascuas, tu lengua impresa en el papel,
la delicada manera que tienes de consumirme cuando te despides.